martes, 10 de diciembre de 2013

32 AÑOS DESAPARECIDOS....PERO CON MIS RAY BAN


Ésta, como muchas historias  contadas en este espacio, es totalmente cierta. Fue en una época, en la que eramos victimas, no del crimen organizado, ni de  maras como hoy día, aquella época los malos eran y venían del estado. Esta es la historia de mi hermano un amigo y su servidor, cuando apenas era un adolescente. 

Mi hermano, emocionado, nos llamo, para darnos la noticia de que era padre por segunda oportunidad, la felicidad era tal, que lo acompañe al Roosevelt, para conocer a mi nuevo sobrino.           Al salir de la visita se nos unió Carlos, un intimo amigo de mi hermano Juan.
-Carlos, ésto hay que celebrarlo! dijo mi hermano a su amigo, quienes no desaprovechaban ninguna escusa para irse de farra, y yo me fui de chute.
-a donde vamos? pregunto mi hermano a Carlos?
-vamos a Minos, allí dan buenas bocas. -Dijo el experto. Camino al lugar antes mencionado y ya entrados en la San Juan, a mi hermano le apeteció entrar a un nuevo lugar allí en Nueva Montserrat. En aquellos tiempos, no había nada en ese sector mas que, ese lugar, el que habían inaugurado recientemente y ellos, deseaban empezar lo mas pronto posible, y el Minos quedaba en la Florida. Fue entonces que, se metió en el carril auxiliar y se estaciono frente al inmueble y nos bajamos del carro. Al entrar, solamente habían tres personajes al fondo, frente a la barra, tomados. Mi hermano y Carlos se dirigieron hacia ellos, y por un motivo que hasta la fecha no nos explicamos, nos sentamos justo a un lado de los tipos, a tras de ellos para ser mas exactos; yo quede dándoles la espalda y viendo el transito de la San Juan, eran como pasadas las cinco de la tarde. Aquello iba para rato. 
-Qué les sirvo? -pregunto la muchacha.
-Tráenos un cuarto de venado. -Y vos que querés? me preguntaron-
-Una oranges por favor. 
-Ah! y no se olvide las boquitas. -indico Carlos- Así transcurrió el tiempo, yo comiendo boquitas de cantina y ellos hablando babosadas de bolos.
         De pronto, se escuchó una descarga de la tolva de una 45. El blanco eran las  botellas que se encontraban a tras de la barra y los cascabillos rebotaban sobre mi cabeza, mis oídos enmudecían a cada detonación. A mi hermano y componía, se les fue la borrachera en ese momento.
-A la puta, ya empezó este cerote con su muladas- dijo uno de los tres  tratando de controlar al susodicho alcoholizado. Y así fue. 
-Nos echamos otro cuarto para el susto, replicaron mis acompañantes.
-Yo digo. -Señorita otro cuarto por favor. -Y, vos querés otra agua? 
-No! -mejor nos vamos. les pedí un poco asustado.
-No te preocupes, ya los señores tranquilizaron a su amigo. -Salud! -dijeron los dos.
           De pronto, una parroquiana, vecina del lugar entro al local a hablar por teléfono. Por aquellos tiempos no habían teléfonos, eran contados los que aparecían en algunos comercios; teléfonos monederos. Cuando el alcoholizado y armado se percato, de que estaban hablando por teléfono; se levanto abruptamente y se dirigió a la señora arrebatándole el auricular y preguntándole a quien estaba llamando. Asumo que él pensó, que estaban llamando a la policía por lo de la balacera que había hecho en el lugar y así cobrarles todo lo que habian destrozado. Fue entonces que, la señora se le soltó y  salio corriendo del lugar. Retornando éste a su lugar. Por cierto; ya ni podía caminar de lo bolo que se encontraba. Yo que siempre estuve sobrio, insistía en que nos fuéramos del lugar pues, tenia una mala sensación.
        En ese momento, tronaron nuevamente los plomazos, ya no quedaban botellas sobrevivientes en la estantería, los parroquianos que atendían el negocio corrieron y otros gatearon para la cocina, lugar del cual ya no salieron. Mientras, los cascabillos daban en mi cabeza, y mis acompañantes palidecieron nuevamente.
-Llevémonos a este hijo de puta, porque ya esta muy clavero. -Desdieron los otros dos señores y gracias a Dios, se marcharon tomando un brazo cada uno de su amigo pues, éste ya no sabía ni su nombre. Recuerdo que, ya metidos en el carro éste, saco el arma por la ventana, apuntando hacia la barra, pero solo sonó un clic.
-Bueno, dijo mi hermano ya se fueron estos hijos de puta, pidamos otro cuarto para el susto.
-Señorita! otro cuarto por favor y no olvide las boquitas.
-Ahorita señor! -Grito la pobre, toda nerviosa desde la cocina y los demás, nunca salieron de allí.
 Mientras tanto, yo me encargaba de recopilar los cascabillos de la mesa en donde habían estado los bochincheros. Cual fue mi sorpresa que, en las prisas por irse alguien había olvidado sus lentes para el sol. Los tome, con mucho asombro pues, eran, ni mas ni menos que, unos Ray Ban, cuando iba a tener la oportunidad de comprar tremendos lentes, en aquella época. Al enseñárselos a mi hermano y nuestro amigo, quisieron apropiárselos y en esa estábamos -Son míos, pues yo los estoy invitando. -No! estos son míos, decía el otro. En ese preciso momento yo que tenia toda la panorámica de la San Juan, les interrumpí, con una noticia peor, a la que los señores hubieran regresado por sus lentes.
-Mucha!, mucha!
-Qué? estos lentes son míos. Gritó mi hermano ya con la vos aguada de la pichinga que tenían.
-Oigan, allí viene la judicial!
-Qué!!
-Lo que oíste, allí están apuntándonos en las esquinas de la entrada.
      La señora, a la que le habían quitado el auricular, los llevo, y les indico, señalando al lugar en donde nos encontrábamos. Diciéndoles.
 -Son esos tres que están allí. Era claro la lógica de la señora, si habían sido tres, pero no eramos nosotros.
Ingreso uno de ellos, con sus tradicionales tacuches y de tras de él, otros dos, puros patojos de veinte años.
-Señores, acompañenme a afuera!
-Señor, nosotros no fuimos. -Los que hicieron el escándalo y le quitaron el teléfono a la señora ya se fueron. -Pregúntele a los dueños del negocio. Los dueños como dije antes, jamas volvieron a salir. Mi hermano y compañía, estaban mudos y  aterrados pues, era de todos bien sabido que, el que entraba a uno de aquellos jeeps, de color rojo y mostaza, jamas se les volvía a ver.
       Mientras, mis acompañantes iban resignados hacia afuera, yo me altere explicándoles que, vieran que había otra mesa al lado de la nuestra y que se encontraba llena de cascabillos y que al registrarnos no habían encontrado arma alguna. De un culatazo en el estómago me callaron; y a empujones, patadas y culatazos, me hicieron salir del recinto. Mientras tanto ya Carlos estaba con una cara de muerto dentro de uno de los jeeps; a mi hermano le estaban otra vez requisando y yo, sin pena ni dolor, alegaba mi historia. De pronto, de adentro de uno de los jeeps, se escucharon las palabras mas bellas que jamas olvidare.
-Esta bien, suéltenlos y vamonos. Carlos fue vomitado del jeep,  cayendo sobre mi hermano. Los vimos irse, con la puerta trasera abierta y, un sujeto con una pierna afuera, siempre presto a abrir fuego.
Entramos nuevamente pero, esta vez a cancelar la cuenta. El dinero, se les dejo en la meza pues, las personas dueñas o encargadas del lugar, nunca les volvimos a ve el rostro. Ya subidos en el carro, mi hermano pregunta.
- Y ahora qué? 
-Yo digo, que nos vamos al bar Minos, a quitarnos el susto. Y así fue, nos fuimos para la florida, yo adolorido y magullado, pero feliz con mis Ray Ban.
.....Por cierto, aun conservo aquellos lentes, como fiel testigo de nuestra desafortunada aventura.


SergioRaga 10.12.13


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