miércoles, 4 de diciembre de 2013

mujeres maltratadas 1: Quizas

     
Esa tarde, Ana, decidió regresar a casa. Por el camino a su casa, esperanzas nuevas renacían en ella. Al acercarse al que fue su hogar. Se sentó en una banca del parquecito que queda a unos metros de su casa. Ella pensaba,  a veces murmurando y otras simplemente escuchándose.
-Quizás, al abrir la puerta, estarás cambiado y tu tierna mirada sea la de siempre.
-Quizás, vuelva a ser tu princesa, quizás estarás cambiado.
-O. quizás, destruyas de una vez por todas mis sueños  y otra vez vuelva a arrepentirme, pues habrás de herirme como es tu costumbre.
-Quizás, un gesto amable y una sonrisa, como suave brisa, bañe mi rostro. 
-Eso me traen hasta aquí: esperanzas.
      Tomando una bocanada de aire, tomo el valor que le faltaba y con paso lento, se dirigió derecho al umbral de la puerta Aquella que ahora le parecía una puerta extraña.
      Con mano temblorosa timbro y espero......Al poco rato, ésta se abrió; escuchándose  el clásico rechinido, de una puerta sin mantenimiento. Afuera hacia una tarde maravillosa, tan soleada que, adentro de su hogar se vio solo aparecer una sombra en la penumbra. Victor solo abrió y se retiró. Como una invitación indiferente a que pase. -Hola Victor!, repitió tímidamente, vengo de nuevo para quedarme contigo- balbuceó Ana, con forme entraba en la casa. La casa se encontraba toda sucia y patas arriba -típico, cuando hace falta la mano femenina en ella- 
-A que has vuelto? pregunto Victor, con voz firme e indiferente, esta ya no es tu casa, desde que me abandonaste y saliste por esa puerta esta dejo de ser tu casa.
-Pero, tu sabe perfectamente por que me tuve que ir. Pero he vuelto como siempre para que rehagamos nuestro hogar. Respondió Ana.
       Victor la tomo entre sus brazos, ella sonrió de felicidad. 
-¿estas cambiado Victor, hacia tanto que no me tomabas entre tus brazos. Te amo mi amor.      Cerraron la puerta y continuaron nuevamente con su vida. Ana estaba convencida de que Victor ahora si había cambiado, sus esperanzas se habían hecho realidad.
        Ese día. Victor regreso a casa, un poco tomado debido a una reunión en la oficina; llevaba con él a un compañero de trabajo, para seguir en casa la fiesta.
-Ana! Ana!, grito repetidamente. -Ven y atiendes a mi amigo, tráete las cervezas y, unas boquitas. Ana que ya se encontraba acostada, sintió un frió en todo su cuerpo, su corazón palpitaba a una gran velocidad, acomodándose una bata estaba...., cuando....
Ana!, Ana!. no me oyes, que te pasa mujer, quieres hacerme quedar mal con mi amigo. 
-Que vengas, te ordeno!. grito nuevamente. Ana, con un horror en su cuerpo, salio. Y, parándose  ante ellos de inmediato, sin percatarse que se encontraba con un camison pequeño, transparente que dejaba ver todos sus encantos femeninos. En ese instante, Victor, con una rabia de celos tiro lo que en la mano traía y le lanzo varios improperios: -Desvergonzada!!, mírate! eres una prostituta! ¿como vienes casi desnuda a exhibirte ante mi amigo?!. El amigo quiso tranquilizarlo pero, éste se volvió loco y lo lanzó por un costado. Éste decidió mejor irse, dejando a Ana y Victor solos en casa.
        Victor, cegado por los celos y el alcohol comienza a golpear a Ana, ella se cubría como podía pero, Victor le persiguió por toda la habitación. En una, la lanzó por el suelo,  se encaramo sobre ella y, no dejó de golpearla. Ana desfallecida, ya sin fuerzas para defenderse, yacía desmayada y amoratada sobre el suelo. Victor no volvía en si, él la sacudía con tanta fuerza que la cabeza de Ana empezó a emanar sangre, fue entonces cuando, a la par de Victor se escucho un desgarrante aullido; se trataba de Fido, su fiel amigo pequinés quien, al darse cuenta de lo que pasaba, aullaba como pidiendo auxilio, como pidiéndole a Victor que  detuviera la golpiza,  después de varios aullidos, Victor entro en razón y se dio cuenta de que su hermosa esposa yacía sobre una poza de sangre ya sin vida. Victor quiso arrepentido, volverla en si, gritando: -NO! Anita,  no! Mi amor, que te hice, por favor perdóname, no me dejes! Pero, ya era demasiado tarde.  Ana, había muerto.
"Quizás, al abrir la puerta, esperanzas muertas, nacerán en mi. Quizás, con aquellos modos destruirías del todo mi sueño final....." se dejo escuchar en la paz de la  noche de luna llena desde el radio del vecino.


SergioRaga 04.12.13



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