jueves, 6 de febrero de 2014

La Historia de Lacho

Siempre habrá alguien como Lacho. Conocí a Lacho en una academia militar, ambos trabajábamos como educadores, pero habíamos llegado a aquella academia, de destinos diferentes y bajo circunstancias distintas.  Lacho, por necesidad y yo por cumplir un sueño, juntar un capital y mi carro comprar. El lugar se regia bajo la justicia y modismo militar, éramos capitanes asimilados y como tales nos trataban, los alumnos y los soldados subalternos, no así la cúpula militar, un circulo cerrado, impenetrable, en donde ellos son clase aparte y uno no es mas que, otro que debe obedecer las ordenes que a ellos se les antoje, sean estas justas o injustas y de esta experiencia, se desprende esta historia, la de Lacho, hoy se las relato tal cual él me lo contó:
-Mi mayor! mi mayor! repetía Lacho, tímidamente a la hora del rancho, allí nos encontrábamos: ese mayor, Lacho, un teniente, dos maestros mas y yo.
-Si, profesor Lacho. Contesto el mayor, cuando le vino en gana.
-Mi mayor, ya llevo dos semanas adentro y me informaron que mi madrecita esta enferma yo quisiera pedirle, me autorizara mi salida este fin de semana, para ir a visitarla y de paso ver a mi esposa y a mis hijos. El mayor seguía tragando y platicando con el teniente. Ya saben, cosas de militares: que si la guerrilla, que si las próximas elecciones, participaremos, etc. Mientras que, Lacho espera la respuesta que nunca llegaba. El mayor se levanto de la mesa junto a su teniente y se dirigieron hacia a fuera del comedor.
-Mayor. Intervine al ver como ignoraban al pobre de Lacho.
-Si, profesor. me respondió en el umbral de la puerta, tanto el mayor como el teniente me vieron de una forma despectiva, pero un poco mas condescendiente que a Lacho.
-Mayor, Lacho le hizo una pregunta y usted no le ha dado una respuesta.
      El mayor, miro a Lacho con el seño fruncido, un poco molesto por mi intervención. Sucedía que la clase que yo impartía era muy especial, no podía darla cualquier maestro; era como una especialidad y casi nadie de mi gremio quería trabajar para tan digna institución. Así que, a mi me tenían cierta empatía pues. al  aceptar  trabajar para ellos, les habia colocado sobre la mesa, algunas condiciones y de ahí venía parte de mi insubordimento.
-Mira, Lacho, sabes que eso no es posible por ahora esperate para la próxima semana y me lo volves a preguntar, buen provecho. Y se retiro. Lacho, tomo su café, aquel fue un trago amargo para él; los otros compañeros dijeron buen provecho y se retiraron sin mediar palabras de solidaridad a Lacho. 
        Lacho sobo su cabeza en señal de desesperación y me dio las gracias.
-Lacho, porque aguantas estos desplantes y abusos? -porque mejor no renuncias? Pero Lacho tenia mucha necesidad del empleo, pues su madre, esposa e hijos dependian completamente de él y era por ello que soportaba aquella situación. Salimos del comedor y nos dirigimos a nuestros cuartos, Lacho, al ver mi insistencia me dijo: 
-Acompáñame a mi cuarto, te voy a contar el porque de mi situación.
         Ya en el cuarto de Lacho, me contó esa parte de su vida. Que, desde entonces me a hecho meditar y me a acompañado a lo largo de mi experiencia tanto laboral como interpersonal. 
-Te cuento: 
-Hace unos años yo era en mi tierra: Don Lacho. Era un personaje pudiente, económicamente solido, gerenciaba una gran empresa, de la cual fui ascendiendo con mucho empeño, dedicación y deseos de superación, que cuando llegue a la cúspide de mi profesión, dentro de esa empresa, internacional, el Lacho se me subió a la cabeza y me olvide de donde habia venido, olvide a mis compañeros que de alguna forma involuntaria me ayudaron a escalar, que los empece a ver como personajes insignificantes, al grado que los llegue a insultar, a menos preciar y a otros hasta los  despedí,  en otras palabras me volví un tirano.
-Una vez. Llego una joven a mi casa,  ese día no habia ido a trabajar y me encontraba meciéndome en mi hamaca, cuando alguien del servicio domestico me indico que me buscaba una muchacha. Yo pregunte, quien era, la muchacha me dijo 
-Es la hija de don Rodrigo.  
-Dice, que quiere pedirle un gran favor. -Como saben, en los pueblos todo el mundo se conoce. 
-Yo le dije a mi sirvienta que le preguntar que quería. Pues, me encontraba muy ocupado. Ella escucho y desde la puerta me dijo.
-Don Lacho!, mañana es día de pago y necesito comprar unas medicinas para mi hijito que lo tengo enfermo, pero el contador me dice que sin una autorización suya él no me puede dar ese anticipo. 
-A lo que yo conteste, con prepotencia.
-Dígale, -dirigiéndome a la servidumbre- Que no ve, que estoy descansando en mi casa y que a mi casa, no traigo los asuntos del trabajo, que no sea imprudente y que regrese a su trabajo si no quiere que la despida! 
-Y, que el día de pago es mañana y entonces mañana se pagará. Grito Lacho a su sirvienta, para que la otra le escuchara y ésta ya amenazada de despido solo agacho su cabeza en seña de obediencia y de desconsuelo.  Se retiro a su trabajo, con la desesperanza y penar en su corazón.
-Así, fui, amigo y este, solo es un ejemplo de los abusos que cometí; hasta que un día me despidieron y entonces me vi, desacreditado, sin dinero, sin amigos y lo peor desempleado. Luego de un silencio, producido por un nudo en la garganta de Lacho.
-Ah! y cuando me despidieron, hasta cohetes quemaron en la empresa todos los empleados, riéndose, continuo. Ese día, fue un día de fiesta dentro de la empresa. Luego de un prolongado
silencio. Lacho, continuo...
-Despues de dos años sin trabajo, acostumbrado tanto yo como mi familia a lo bueno; me comí mis pocos ahorros y me vi en la necesidad de venir hasta acá, a trabajar -Lacho se refería, de un extremo del país al otro extremo-
-Y sabes, lo que me sucede en este lugar, no es otra cosa que el pago a lo pura mierda! que fui. 
-Por eso y por la necesidad, mi apreciado amigo, es que no renuncio,  sigo aguantando y seguiré, hasta que Dios así lo quiera.
-Esta es una lección de vida amigo y te la cuento, porque no me gustaría que a vos te pasara lo que a mi...
A los meses, se termino el ciclo escolar, yo me despedí, tome un bus y regrese a mi casa, con el suficiente dinero para comprar mi carro. En enero del año siguiente recibí una notificación, en donde me prolongaban mi contrato, a lo cual me negué, y no volví a saber nada de mi amigo Lacho. 
        Espero de todo corazón, que Lacho haya aprendido su lección y que hoy día este mejor que en aquel tiempo. Y lo mas importante, que se haya dado la oportunidad de perdonarse a si mismo. Se, que lo que hizo en esa empresa fue mas grave que lo que los militares hacían con él, pero también se, que Lacho estaba arrepentido de corazón, y que se merecía otra oportunidad, porque esa noche Lacho, lloro amargamente mientras me contaba su historia.
        Espero amigo lector que tu nunca seas un Lacho, cuando llegues a tener la oportunidad de llegar a un puesto importante  que la sabiduría divina de ayude a dirigir los destinos que han puesto en tus manos y lo capitanees con manos justas.... Recuerda esta historia, cuando te encuentres en el pináculo del éxito. 




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