sábado, 22 de marzo de 2014

PETÉN


                                            I

Un camión se paseaba por aquellas callecitas polvorientas; como carga llevaba a un grupo de soldados, los cuales, iban sudando la gota amarga, debido al calor agobiante que por aquella fecha se sentía en ese lugar selvático del norte del país, se dirigían a un lugar secreto, conocido solo por militares, era el lugar mas salvaje de la selva petenera, justo a la vecindad, a unos cuantos kilómetros hacia el este, se encontraba el lugar de entrenamiento mas famoso del país. Lugar en donde se preparaban y entrenaban los Kaibiles. Llamaba la atención que entre los soldados iba uno, pero engrilletado de manos y pies, al fondo del camión. No parecía militar, pues su cuerpo y cara estaban totalmente tatuados, en su rostro se reflejaba el odio y en su mirada; la mirada de un asesino, algunos soldados se limpiaban el sudor de sus frentes, otros iban escuchando música, mientras que otros iban jugando con sus armas, de vez en cuando daban brincos, debido a lo malo de la carretera. La carretera serpenteaba en medio de una espesa maleza, el camión iba casi que abriéndose el camino, pues, éste no tenia mantenimiento para no ser descubierto; ni siquiera los narcotraficantes mas sanguinarios, habían hecho el intento de realizar algún campamento clandestino para el cultivo y fabricación de su droga, ese lugar era el mismo infierno. No habia nada que ver pues, si hiciéramos una toma aérea solo veríamos lo verde de la vegetación y lo montañoso del lugar, desde el camión, se veía en penumbras pues, el sol casi no lograba penetrar a aquel bien formado invernadero natural. En ese lugar, solo los animales salvajes eran los únicos sobrevivientes naturales, pues nadie podría subsistir mucho tiempo en aquella selva, el camión seguía su camino; pareciera que no supiera hacia donde se dirigía. Luego de un par de horas de cansado y agobiante viaje, llegaron a un lugar en donde les esperaban otros militares a los cuales, les brillaban los ojos de emoción, al ver que los llegaban a relevar; en el lugar habia una pequeña fortaleza, una especie de castillo hecho de adobe, con torres vigilantes, hasta donde la vegetación les permitía, pareciera que dentro del lugar tenían guardado un tesoro, al que debían custodiar con su propia vida, el camión entro en la fortaleza y se dirigió a una especie de paqueo, pero antes se detuvo para descargar su carga, bajaron los soldados y al último, el personaje misterioso, quien fue arrojado desde lo alto del camión.
-Afuera bestia! Recibió un culatazo en la nuca y cayo en el suelo, de inmediato le ordenaron ponerse de pie, éste como pudo se incorporo y se coloco entre los soldados que ya estaban formados frente a lo que parecía ser el cuarto principal de todo el cuartel. De pronto se escucho.
-Atención!! y todos incluyendo el tipo encadenado se colocaron en formación de atención; del recinto salio un tipo alto y rubio con pinta de extranjero, limpiándose la cabeza, totalmente rapada, se paseo frente a todo el regimiento que acababa de llegar, dejando al último al desafortunado, quien no demostraba en su rostro nada de temor ni respeto. Con un golpe en los huevos y otro en la cara, éste cayo nuevamente al suelo, todos rieron al verlo revolcándose de dolor en el polvoriento piso, de inmediato recibieron la orden de callarse y todos volvieron a quedar en modo de atención.
-Levanten a esta mierda! Ordeno el jerarca, con un raro acento, en español. De inmediato corrieron dos soldados rasos a levantar al recién apaleado.
-Mírame! Mírame! Ordeno el engringado militar. Éste, lo miro, ya su rostro habia cambiado, menos su mirar.
-Así me gusta, ya no estas tan machito, verdad? Le pregunto, propinándole, otro golpe en la boca del estómago. 
-Llévenlo con el resto! Ordeno el canchito, los soldados rasos lo tomaron y a pura patada y culatazo lo llevaron hacia un lugar, en donde se encontraban otros en las mismas condiciones que el recién llegado. 
-Abran! Ordeno un capitán, que se encontraba cerca de la puerta y esta se fue abriendo lentamente, adentro no se veía mas que unas penumbras, unos bultos y allí fue aventado el susodicho, cayendo de hocico, entre sus ahora compañeros de celda. Allá afuera, se escucho.
-Rompan filas!
-Si señor! Respondieron al unisono, todos los que se encontraban en la fila. El jefe, se retiro nuevamente a su habitación, mientras que todos se prepararon para el rancho.
-Alguien sabe para que nos trajeron aquí? Pregunto el recién llegado, pero nadie le respondió, todos tenían la moral hasta el suelo.
-Que putas pasa! Acaso nadie me escucho?
-De veras, no sabes porque estamos aquí? le contesto uno que estaba tirado en el suelo al fondo de aquel recinto. Otro le contó la siguiente historia:
-Este lugar, es el infierno; nos han traído aquí para luego soltarnos, dentro de esta horrible selva nos quitaran los grilletes, nos dejaran sin comer unos dos o tres días antes de soltarnos, luego nos introducen lo suficiente selva adentro, con los ojos vendados nos dejan allí, sin arma alguna, mas que nuestras manos, nos dan tres días para que avancemos hacia donde queramos, luego ellos nos vienen a buscar y al que encuentran lo torturan para que le digan donde están los demás, para luego asesinarnos... Tal cual, lo hemos hecho antes, con nuestras victimas... Algunos no sobreviviremos y moriremos de hambre y sed... otros serán devorados por algún animal salvaje.
-Y si nunca te encuentran?
-Jaja! rió otro de los presos, si eso llegara a pasar, serias hombre libre... Pero, eso es imposible!. Nunca nadie a salido para contarlo..!
-Babosadas! esto se lo dicen a todo nuevo que llega acá... Sino, como es que lo saben si nadie a regresado? El que seguía acostado, rascándose la pansa, llena de lombrices, le respondió.
-Eso nos lo dijo uno de los peloncitos.
Mientras, estos le seguían contando al asustado nuevo huésped en el campamento. En la capital sonaba la noticia; el escape de un nuevo reo peligroso, por el cual daban cincuenta mil de recompensa, por cualquier información. Esta vez, se trataba del nuevo inquilino aya en Peten.
-Y? cuando pasara lo que me han contado? 
-Ustedes ya tienen tiempo de estar aquí?
-Solo hacia falta uno... Y ya llegó, fuiste vos!
-Ahora, la señal sera, cuando ya se olviden de nosotros; es decir, ya no nos traigan agua ni comida, al tercer día, nos llevaran de excursión y hasta allí llegamos, amigo.
-Bienvenido al Infierno Peten! le dijo el mas callado de todos.

                                           II

Luego de tres días de pasar hambre y sed -y vaya que hacia calor- la sed era insoportable, todos se encontraban muy débiles. Se escucho el sonido que producía el rechinar de los cojinetes sin grasa, llenos de polvo y hiervas.
-Llego la hora compañeros... Buena suerte! Les dijo, el Zeta a sus compañeros de celda.
-Para afuera hijos de puta! Grito el gringo, 
-Salgan ratas mal paridas, escoria de la sociedad! Les ordenaba con gran vozarrón el gigantesco coronel a cargo del lugar.
Uno detrás del otro, fueron saliendo los condenados y se fueron colocando en fila, frente a su verdugo, éste empezó a contarlos; contabilizando 6.
-Bueno, putitas desgraciadas, les iremos a dar una vuelta, para que conozcan su nuevo hogar. El camión estaba estacionado justo a un costado.
-Soldados!
-Si, señor!
-Suban, a las señoritas al camión! 
-Y, usted capitán, ya conoce sus órdenes!
Si, mi coronel, a la orden de usted! A culatazo limpio, los fueron acomodando en el camión y ellos lo subieron como pudieron, algunos estaban tan débiles que recibieron ayuda de sus compañeros mas fuertes. Despues de unos instantes se escucho la orden.
-Avancen!  Los seis condenados llevaban un pasamontañas al revés en su cabeza, se dejaban escuchar algunos lamentos, acompañados de lagrimas, los mas fuertes y quizá mas sanguinarios iban erguidos, aceptando su destino.
Luego de unos 45 minutos de camino, se escucho el rechinar de los frenos del camión.
-Creo que ya llegamos, a su nuevo hogar! Les dijo uno de sus escoltas; efectivamente el camión se detuvo y se escucharon sonido de los soldados ubicándose en lugares estratégicos. 
-Quítense las gorras! Les ordenó el capitán, y así lo hicieron a algunos, se les fue quitado por los soldados pues, se negaban a su presente situación. Expulsados uno por uno del camión, caían sobre aquel lugar a donde parecía que terminaba el camino y un retorno al rededor de una ceiba, era el regreso hacia el mismo caminito, eran como las cuatro de la tarde, la oscuridad provocada por la espesa selva se hacia sentir, la temperatura comenzaba a descender.
-Al camión! ordenó el capitán; todos los soldados se encaramaron en el camión. El capitán, antes de subir a la cabina del Hino, les dijo los veré en tres días, ya sea vivos o a sus cadáveres, si es que algún jaguar deja alguna de sus extremidades por allí. Se subió y ordeno regresar al castillo.
Allí, quedaron los asesinos, violadores y secuestradores mas sanguinarios de las últimas décadas; abandonados a su suerte, por unos instantes, solo se escucharon los sonidos de la selva. La noche se estaba apoderando de la vegetación petenera, y el frío ya calaba en los huesos de los ahora "libres"
-Bueno, reaccionen que haremos! les hablo con energía el barrigón lombriciento del Zeta.
-Y, a vos quien te nombro jefe. le dijo otro de los excarcelarios, quien se encontraba muy bien dotado y no se veía agotado, mucho menos asustado. se trataba del Tigre
-Cálmense! debemos estar unidos para ver como sobrevivimos, les sugirió, el Chinche, otro de los seis.
-Deberíamos aprovechar el poquito de luz que aún queda, para hacer una fogata, descansar y mañana vemos que hacer.
-Esta bien, ustedes dos busquen hojas secas y algunos palos, ustedes vean si encuentran algunas frutas para comer, o alguna iguana o algo. Yo buscare por el alrededor si encuentro agua potable, les organizó el Tigre. Y éste, que seguro no tienen fuerzas que se quede, ya volvemos.
A 45 minutos de distancia, se encontraban en el rancho los militares, haciendo quinielas de como morirían los seis, si a manos de algún soldado o devorado por alguna bestia o por inanición. 
Al fin amaneció, los seis estaban durmiendo muy pegados, uno contra otro por el frió, no habían logrado hacer fuego, ni conseguido nada de víveres. 
-Despierten ya amaneció. Les dijo el Zeta.
-Me muero de hambre! dijo, el Chinche.
-Creo que pronto tendremos carne amigos, éste idiota esta hirviendo en fiebre y no despierta.
-Bueno, si ustedes quieren comanse a este idiota, yo me voy de aquí. Les dijo el Tigre.
-Yo me voy con vos, le dijo el Calavera. Y se marcharon de aquel lugar, introduciéndose en la espesa selva. 
-Creo que este ya se murió!  dijo el Chinche, levantándose abruptamente, pues estaba a un costado del que en vida fue un gran sanguinario secuestrador.
-Dichoso! éste ya no sufrirá. dijo Zeta.
-Y? no lo comemos? pregunto el Chinche, el recién llegado, El Zeta, quien era el lombriciento dijo: 
-Arránquenle como puedan los brazos y las piernas y nos largamos de aquí.
-Si no encontramos con que alimentarnos, nos comeremos sus restos. Y así fue. el Chinche, el Alacrán y el Zeta, tomaron unas piedras y lo apedrearon, destruyendo sus articulaciones y huesos, para luego desgarrarle la piel y se marcharon.
-Por donde? le preguntaron al Zeta.
Por acá! así no nos topamos con el Tigre y el Calavera.
Se dirigieron los tres con partes del cuerpo del compañero caído, hacia el este, pues los otros se habían dirigido hacia el norte.
...CONTINUARÁ....
  















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