sábado, 26 de abril de 2014

Masacre 2


Un grupo de 4 jóvenes, se bajo de su jeep; y se dirigieron hacia un bar que quedaba por la carretera. Haciéndose bromas entre ellos, entraron. Allí adentro, sonaba una musica country, algunas mesas estaban desocupadas. Las mesas de billar estaban ocupadas, con sonrisas a todo pulmón y dándose de empujones. Así, fue como ingresaron al lugar, una de ellos paso dándole un suave empujón a un tipo que se encontraba justo en el bar, bebiéndose un trago de licor, ésta al moverlo, le hizo desperdiciar un poco de su elixir: ella se disculpo, pero él solo la logro ver por el reflejo que ella dejaba, sobre el espejo que quedaba justo frente de él, desde ahí, podía darse cuenta de lo que pasaba en todo el bar, a sus espaldas.
-Vieron, que tipo mas extraño. Les dijo, Cata a sus amigos, ellos voltearon y se burlaron de él. Todo esto, estaba siendo visto por él, sin que ellos se percataran, el tipo empino su codo tomándose su bebida de un solo sorbo, llevando su cabeza hasta atrás, para no desperdiciar absolutamente nada de su quemante bebida. Luego, movió su abrigo de color negro, dejando entre ver un pedazo de metal un tanto oxidado. Uno de los muchachos, quienes aun se reían a todo pulmón matando la paz de aquel campirano lugar, alcanzo a ver el objeto, quedandose pensativa y sin dejar de ver al tipo que ahora se alejaba de aquel lugar; no sin antes de abrir las puertas batientes, dejar sus manos sobre ellas y de reojo volver la mirada, precisamente al lugar en donde se encontraba el grupo bebiendo y riendo.
-Que tipo tan raro y feo. dijo, Pepa. Con un gesto de horror en su rostro.
-Qué te pasa mi amor? le pregunto Checha, tomándola por el cuello y propinándole un beso triple XXX.
-Nada. Dijo ella cuando pudo respirar de nuevo y siguieron inquietando al resto de los pacíficos clientes de ese lugar.
Luego de unas tres horas de risas, bromas pesadas entre ellos y de exhibiciones indecorosas, pagaron la cuenta y se dirigieron a su jeep, color gris plomo, que se encontraba en el parqueadero del bar, para seguir su camino. 
-Miren! Grito, Cata.
-¿Qué? Dijo Chejo. 
Mierda! ésto fue echo a propósito. Dos de sus llantas estaban pinchadas, eran las que daban justo hacia el campo, al lado contrario al bar.
-¡Eso no es todo! Grito Pepa.
-Nos han robado, dos de las cuatro mochilas.
-¿Quéee?... Que no sea la mía.. por favor... repetía Cata. Pues dentro de ella, entre otras cosas tenia su medicina para el asma, y no habia poblado cercano en unos 100 Kms. a la redonda.
-También, ¡se llevaron la mía! Dijo Chejo.
-¡Rayos! ahí, deje mi celular y todo el dinero, que nos quedaba para continuar el viaje.
-¡Nuestro dinero! Dijeron al unisono Checha y Pepa.
Media hora después, una patrulla se detenía a la par del jeep, para tomar la declaración de los jóvenes. Quienes, luego de exponer todas sus demandas, escucharon al sheriff.
-¿Algún sospechoso, qué quisiera hacerles ésto?
-¡Por supuesto que no oficial!.. ¡solo vamos de paso!
-¡Un momento!... yo tengo a un sospechoso. Dijo con tono indignado, Cata.
-A ver señorita, ¿quién es? ¿Cómo se llama? Pregunto el sheriff, con libreta en mano.
-Y. ¡Cómo voy a saberlo?... Lo único que puedo hacer, es dar su descripción.
-Esta bien señorita, no omita detalle, pues de lo que me diga depende que les pueda ayudar.
-Era ese viejo del bar, con quien me tropecé. Le dijo al sheriff, mientras sus compañeros la vieron con cara de: ¿qué onda?
-Bueno.. color de ojos.. cabello.. est...
-¡Espere! Le interrumpió, Cata.
-Solo le puedo decir lo siguiente: Era un hombre alto, de regular complexión, vestía un abrigo largo, hasta los pies, de color muy negro, tenia un sombrero de ala ancha que le ocultaba muy bien el rostro, un par de botas zaparrastradas, como de color vino o como si tuvieran sangre... 
-Y en la cintura, llevaba un trozo de metal oxidado. 
-Eso es todo.
-¿Que opinas? compañero. Le dijo el sheriff a su ayudante.
-Nunca e visto a nadie con esa indumentaria... seria alguien que solo va de paso al igual que ustedes.
-Bueno jóvenes, no les prometo nada, pero haremos todo lo que este a nuestro alcance. Se subieron a su patrulla y se alejaron, justo como llegaron.
-¿Y, ahora qué hacemos?, por aquí no se ve que haya un hotel ni nada por el estilo y ya esta anocheciendo. Dijo Chejo, a sus desconsolados y ahora mudos amigos.
-A mi lo único que me preocupa, es mi medicina. Dijo Cata, un poco asustada. 
De la cantina salían y entraban tipos, todos campesinos. Mientras, ellos estaban encaramados en el jeep, sin saber que hacer. Hasta que, le sonó el celular a Checha.
-¡Miren! es el número de Chejo.
-Debe de ser el ladrón. ¡Contesta!.
-¡aló!,  ¡aló!, ¡alóoo! Al fin, se escucho una vos, como proveniente de ultratumba.
-¡Quieren sus mochilas? ¡yo las tengo!... deberán, hacer lo que les diga y nada de policías. Y colgó.
-¿Qué dijo? Preguntaron todos intrigados.
-Que si queremos nuestras mochilas, debemos hacer lo que él nos diga... ¡ah! y nada de policías.
-¡Yo necesito mis medicinas! Exclamó, la chica desesperada.
-¡Y nosotros el dinero! Dijo Checha. Así, que luego de recibir las indicaciones de aquel personaje sacado de ultratumba se dirigieron a pie al lugar indicado, ya casi estaba oscuro; cuando llegaron a un paraje, en donde al fondo se veían no muy bien definidos aun; unos ojos, los ojos del bosque.
-¡Esperen, ni piensen que voy a entrar allí! Les dijo Pepa sentándose en una piedra, como si se tratara de una niña caprichosa.
-Esta bien, si quieren, espérenos aquí. Dijo Chejo a las do señoritas, quienes se quedaron justo sobre esa piedra, mientras Chejo y Checha entraron en ese oscuro bosque, del cual salían una serie de sonidos especiales, de un bosque al cual le esta llegando la oscuridad total.  Ellas esperaban ya, durante mas o menos una media hora.
-¿Escuchas eso? Le pregunto Cata a Pepa.
-Yo solo escucho esos malditos sonidos que ya me están dando dolor de cabeza y esos ojos horribles que no dejan de observarnos. Le respondió Pepa. En ese momento, apareció justo con ellas. Chejo. Chejo llego jadeando de cansancio y con unos ojos aterrados, con la ropa desgarrada y uno que otro raspón en el cuerpo y la cara.
-¿Que te paso? Lo recibieron las dos chicas asustadas, luego le preguntaron.
-¿Y, Checha?.. ¿Dónde está Checha?... ¿Qué le paso? ¿Porqué lo dejaste? Todavía con la respiración entre cortada y casi desmayado, les contesto.
-¡Fue horrible! ¡Checha esta muerto!... ¡Lo asesino, el tipo de la gabardina oscura!.. 
-¡El del sombrero!... ¡ese del bar!... ¡de un tajo le bolo la cabeza con una especie de cuchillo!... ¡no pude hacer nada!... ¡como pude me le escape!... 
-Noooo! Grito Pepa, desconsolada al saber de que su novio habia muerto y de esa forma tan brutal...
-¿Qué le pasa a esta gente? ¿Acaso son unos locos? Gritaba histérica. 
Abofetearla, Cata, para hacerla volver en si. 
-¡Larguémonos de aquí! Sugirió Cata quien todavía conservaba la cordura, 
-¡Vamos con el sheriff!
Salieron de ese paraje y tomaron camino en busca del bar, que se encontraba como a unos 5 kms. de ahí. Iba uno detrás del otro, callados, pensando en la pesadilla que estaban viviendo; cuando mas absortos iban ellos, algo les fue lanzado, provocando que se separaran, por el horror de ver como rodaba por el camino la cabeza de Checha. Como una margarita deshojada por un fuerte viento, fueron separados los tres amigos, a quienes solo les acompañaban los ojos y sonidos del bosque y la luna que les alumbraba el angosto camino rumbo al bar. Al paso de un breve instante, aparecieron juntos Chejo y Cata, acercándose justo a la par de la cabeza de Checha. Cuando estaban a unos centímetros de el cráneo de Checha. Chejo, con un palo le volteo, quedando la cara de el desafortunado joven con sus ojos bien abiertos, mirándoles fijamente como diciéndoles: ¡Huyan por sus vidas! Cata no aguanto y se hundió entre los brazos de Chejo, rompiendo en llanto. Ambos estaban abrazados consolándose, en medio de la carretera, en aquella oscuridad, pero fue Chejo quien rompió el silencio, preguntando.
-¿Y la Pepa?.. ¿Dónde estas Pepa? Gritaron, ambos buscándola por los alrededores. Pero no se escucho nada.
-¡Pepa! Sollozaba Cata;de pronto el timbrado del celular de Cata les hizo dar tremendo brinco, abrazándose nuevamente.
-¡Contesta!.. Yo no puedo. Le pidió Cata a Chejo. Dándole el aparato.
-¡A...ló! Dijo, con mucho temor Chejo.
-¡A..yu...den..me, poor fa...vor! Lloraba Pepa, al otro lado de la línea.
-¿Pepa?.. ¿dónde estás?... Preguntaba Chejo a Pepa, pero ella ya no hablo. Fue la vos de ultratumba, quien hablo esta vez.
-Escúchame, atentamente... Nada de policías o sino...  clic. Colgó, el celular.
-¿Qué paso?.. ¿qué te dijo, el hijueputa, desgraciado?... Le pregunto Cata a Chejo.
-Dijo... ¡nada de policías y colgó!
-¿Qué quiere que hagamos? ¡hijo de puta!... Grito Cata desesperada. Cayendo hincada al suelo, tomándole las piernas a Chejo, quien estaba completamente inmóvil, una extraña rigidez se le sentía en sus piernas. Cata, sintió que en sus huesos le recorrió un extraño frió, combinado con una leve electricidad, que la dejo inmóvil y muda por unos segundos. Reaccionando, al ver justo atrás de los tenis de Chejo, un par de botas cubiertas de sangre, a las cuales las cubría un abrigo, mas oscuro que la oscuridad del bosque en esa fría y horrible noche. Cata, empezó a llorar, acompañando sus sollozos de improperios hacia el hombre que ahora tenia la cabeza de Pepa en una mano y el machete sin punta entrando en la garganta de Chejo.
-¡Maldito!... ¿Porqué? Grito Cata desde el suelo, pero viéndole al rostro oscuro, que se veía bajo aquel sombrero de ala ancha, también de color negro. Ella como suplicante, sentada con sus piernas a los lados y con una de sus manos sosteniéndose; le preguntaba a gritos.
-¿Porqué hijo de puta?... ¡mal nacido!.. ¡bastardo, desgraciado!... justo con cada insulto de Cata; el machete penetraba en el cuello de Chejo, quien hacia ratos que se habia quedado como muerto en vida. Cuando ella dejo de insultarle, él detuvo su arma, la cual estaba bañada en sangre y la cabeza de Chejo, empezada a des-erguirse, cediendo ante la muerte inminente de Chejo.
-¡Aaayy! Grito Cata, cuando la cabeza de Pepa rodó hasta toparse con sus rodillas. Sus ojos casi saltándose de sus orificios, le veían suplicante a Cata. Cata volvió a ver a su depredador, pero esta vez no salio nada de su boca, el misterioso asesino termino de introducir de un solo tajo el arma; cortando la cabeza a Chejo; cayendo justo a la par de la cabeza de Pepa, para luego caer a un costado el cuerpo inerte de Chejo. A todo esto, Cata se estaba muriendo por un ataque de asma, su agonizante falta de aire se dejaba escuchar por su garganta y nariz, ella no dejo de verle a la cara al asesino. Éste, al ver que su última victima esta muriendo por un ataque de asma, pues, ella ya se encontraba de lado y postrada en el suelo. Él, saco de la bolsa de su gabardina negra, el aparatito con el medicamento contra ataques de asma, se acuclillo y la tomo suavemente entre sus brazos, colocándole el medicamento en su boca, absorbiendo la medicina instintivamente, para luego después de unos segundos, Cata volvía a la vida sin saber que estaba en brazos del asesino de sus amigos.
Ella, al volver a la horrible y desafortunada realidad, levanto su vista y esto dijo:
¡Tú...! Él, se levanto y tomándola del cabello, la arrastro; introduciéndose en el oscuro bosque. Cuando, solo se veía la silueta misteriosa, siendo tragada por el tenebroso y negro bosque; se escucho venir algo, el cual llegó rodando, era la cabeza de Cata, que ahora estaba justo, junto a sus amigos. Como siempre; solo la luna, los miles de ojos y sonidos del bosque, fueron los únicos, fríos e impotentes testigos de.... ¡LA MASACRE....! 









No hay comentarios.:

Publicar un comentario