lunes, 19 de mayo de 2014

¡ME OLVIDE DE VIVIR!

Se encontraban reunidos un grupo de personas de la tercera edad, algunos se veían satisfechos, mientras que otros se veían tristes, al igual, otros se veían decepcionados y otros resignados.
El murmullo resonaba en toda la sala, pues era claro que a algunos habia que hablarles casi a gritos para que pudieran escuchar. En un rincón del inmenso salón, se encontraba Don Ricardo acompañado de un grupo de septuagenarios y octogenarios, tomándose unas bebidas, pero no de té, ni café, como la mayoría; éstos eran un poco mas atrevidos y se encontraban tomando bebidas mas fuertes: whisky, cerveza, ron. Esas eran sus bebidas. Don Ricardo, quien era el mas presumido, les contaba a sus amigos, quienes se veían mas relajados.
-Saben amigos, por lo ajetreada de mi vida, como un toro desenfrenado y querer ser en todo el numero uno; nunca le puse atencion a las cosas pequeñas, esas que hacen de tu vida, momentos memorables. En pocas palabras, me olvide de vivir. Todos dejaron de lado sus copas al escuchar lo grave que Don Ricardo les comentaba, fue entonces que Don Fausto reaccionó.
-Pero Ricardo, si el que mas se a divertido en esta vida, ¡fuiste tu!.
-!Claro que sí¡. Le comentaron los demás.  
-No amigos, ¡me olvide de vivir!. 
-Por el hecho de tanta parranda, me quede sin amar a mi esposa una noche de cualquier día, de eso me dí cuenta cuando ella murió. Y es que en verdad, si que jugué con quien yo mas quería y lo peor es que lo vine a saber cuando ella se habia ido.
-Si amigos, perdí sin querer lo mejor de mi vida, lo mejor que en ese momento yo tenia. Todos le escuchaban atentamente sin siquiera tomar un solo sorbo de sus bebidas. Don Juan, enjuago muy disimuladamente una lagrima que su ojo izquierdo dejo escapar.
-Me volví un experto, mintiéndole a esa noble y santa mujer, ocultando verdades por mentiras y ella que era una gran mujer, a todo siempre me creyó.
-Lo que pasa Ricardo, es que Blanca siempre te amo, y no veía sino por tus ojos, y no escuchaba sino que por tus oídos. Suertudo, ¡una gran mujer, pues siempre te amo!.
-Así es vos Juan, y eso es lo que me duele tanto ahora.
-Hoy ne doy cuenta, que el engañado era yo, que el que perdió fui yo. Un suspiro se le escapo a Don Ricardo y bebió un sorbo de su bebida embriagante, brindando por su amada, Blanca.
-¡Salud amigo! Le dijeron todos.
-Ella murió, esperando lo que nunca le ofrecí, pobre de mi amada, yo disfrutando, engañado con mujeres en bares, amigos falsos que solo querían chupar a costillas de mi dinero. Luego de un silencio. Don Ricardo les dijo.
-Ustedes si que son mis amigos, siempre lo fueron, gracias por estar hoy acá conmigo, acompañándome a llevar mi dolor. Precisamente en este momento tan dificil de mi falsa existencia. Volvieron a quedar todos en silencio.
-Véanme, hoy aquí confiándoles mis confidencias, llorando, yo que siempre reía. A esas alturas de la conversación ya todos limpiaban y enjuagaban hasta sus mocos de escuchar a un arrepentido amigo, por la vida vacía que habia llevado. Pues, Don Ricardo al igual de tanta gente en este sufrido mundo mas de una se han, OLVIDADO DE VIVIR. 
-Yo, quiza tambien me olvide de vivir mas de una vez.
-Y, es que a veces nos da por correr para ganarle tiempo al mismo tiempo, queriendo robar a una noche algún sueño, de  tantos intentos por ser alguien en esta vida. 
-¡Vaya si lo he intentado!, queriendo tener cada día a alguien nuevo. 
-Porque, vaya ¡sino jugué con los sentimientos de tantas mujeres! que creyeron encontrar en mi a su príncipe azul. Y es que ya no soy el de ayer, me engañe toda esta vida, realmente al igual que él me olvide de vivir. 
-Pero esta no es mi historia, sino la de Don Ricardo. 
Volviendo al grupo del rincón del salón, que a esas alturas lloraban al escuchar a su amigo de infancia y de toda la vida. 
En medio, de todo los murmullos, se escucho abrir una puerta que tenia un letrero, el cual decía: "PROHIBIDO EL PASO. SOLO PERSONAL AUTORIZADO". Todos se silenciaron y voltearon para ver quien salia de esa extraña y restringida puerta. Como saliendo de entre una nube de humo, apareció de entre la niebla un joven: alto, rubio, muy bien parecido, vestido con un traje hecho de la mejor tela; de color negro, camisa celeste y corbata azul. Salio, como flotando de entre el marco de la puerta, que se encontraba abierta de par en par. Luego, de un momento de absoluto silencio como salido de ultratumba, tomo una libreta de uno de sus bolsillos y acomodándose unos lentes, hablo rompiendo el misterioso silencio.
-¡Don Ricardo Estrada!. Para luego levantar la vista, no para buscar a Don Ricardo, sino para dirigirse directamente hacia donde se encontraba él, junto a sus entrañables amigos. Ya frente a ellos, le dijo:
-Don Ricardo, por favor acompáñeme.
-Puedo despedirme de mis fieles amigos. Le pregunto, tímidamente y puesto en pie.
-Por supuesto, tómese su tiempo. Le permitió el joven, haciéndose a un lado y revisando su agenda.
-Mis amigos: gracias por la amistad, gracias por lo vivido, gracias por estar allí cuando mas les necesite, les amo; son lo poco o tal vez lo único bueno que pude conservar en esta vida. 
Todos se colocaron de pié con dificultad, debido a la artritis de algunos, Don Ricardo se fundió en un largo abrazo, sincero y profundo, dejándoles un beso en la mejía a cada uno de ellos.
-Estoy listo, joven. Le dijo Don Ricardo al señor de negro. Éste le contestó con un gesto, para luego tomarlo del brazo y llevarlo por entre las mesas del salón, hasta llegar a la puerta de donde habia llegado. Don Ricardo en el umbral de la puerta se volteo y con su mano les dijo adiós a sus amigos, para luego entrar en ella seguido de su guía, quien tras él, cerro la puerta. Regresando nuevamente al salón, el bullicio, debido a los comentarios de todos los allí presentes.

Basada en el titulo de la canción del mismo nombre. de J. Iglesias

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