miércoles, 30 de julio de 2014

IRAZEMA

Como espuma que lleva el caudaloso rió, arrastrada por él sin rumbo alguno pues, tras ella no quedaba nada que le importara, por el contrario allí adelante le esperaba una nueva vida, pues ella quería olvidar sus pasadas penas. No se molestaba en utilizar sus remos, solo se extasiaba con los paisajes a pesar que a las orillas de ese enorme y caudaloso rió, solo se lograba ver vegetación y arboles de la región; tímidamente, de ves en cuando se veía a algún animal silvestre de aquellos parajes, quienes se preguntaban que así ella sobre esa frágil embarcación, la cual se mecía violentamente por las corrientes. Cuando se encontraba con alguna playa, sobre ella se asoleaban con sus fauces abiertas los lagartos, que esperaban que alguna victima zozobrara en él para zambullirse en el rió y devorarlo. Frente a ella, como en una avalancha furiosa iban trozos y unas enmarañadas plantas acuáticas y esas que habían caído al rió por la erosión que éste causaba con su fuertes aguas.
Ella, era Irazema, quien escapaba de la justicia, por un crimen que se habia visto obligada a cometer. Tras ella, dos soldados la perseguían para hacerle pagar su crimen, del cual habían sido testigos y sabían que Irazema era una victima; por lealtad a su capitán y que su nombre no fuera manchado en el futuro, llevaban la consigna de matar a Irazema; pero en la mente de cada uno de ellos, habia quedado plasmada la imagen de una hermosa morena, de ojos grandes, de cabellos largos y negros, de senos grandes y firmes, cintura de escultura, nalgas de tamaño excitante, par de piernas largas y tersas como el rocío, torneadas y con firmeza y unos labios que invitaban al pecado. Eso, llevaban entre ceja y ceja pues, es lo que habían visto cuando su capitán habia abusado de ella. En sus ojos, no se veía mirar de venganza, sino una mirada de pasión y deseo. Ellos, encaramados en otra canoa dándole a los palos para no sucumbir en las agitada y oscuras aguas, su diferencia era de un par de horas.
Irazema, quien se ha dejado llevar por las caudalosas aguas creyendo estar a salvo y encontrar donde curar a su corazón herido; en su mirada, la mas amarga desesperación. 
Mas adelante, sin ella darse cuenta, su canoa al no ser tripulada, golpeaba contra una piedra que del río salia y sale despedida de ella, las aguas la arrastran con violencia, por lo cual de inmediato unos lagartos que eran testigos inertes de su paso, al ver lo sucedido cobran vida y con una agilidad antes impensable se lanzan al rió tras la victima. En esta oportunidad, se trata de Irazema. Tras el agitado momento, Javier, un joven aldeano se percata de la desdichada de Irazema y corre en su auxilio; con la pericia que solo alguien que a crecido en ese lugar, puede rescatar a Irazema de una horrible y segura muerte Javier la arrastra inconsciente, luego de colocarla sobre la playita y luego de ver a tan hermosa hembra le extrae de sus pulmones el agua que se a tragado y luego de volverla a la vida, a esa que tal vez no deseaba volver, la toma entre sus brazos y la lleva a su choza. Ahí, la cura y la alimenta, luego de un par de días, Irazema vuelve en si, preguntando donde se encuentra, a lo que nadie le responde pues, se encuentra sola. 
Javier a seguido con su vida normal, mientras ella descansaba y se reponía de sus golpes y todo lo vivido en estos últimos días. Ella, se levanta de la humilde cama y sale de la choza, siempre preguntándose en donde se encuentra y con la duda si estará con alguien de fiar. 
Ella en ese momento, recuerda porque anda en ese lugar y huye de ahí penetrando en la inhóspita selva. No avanza mucho, debido a la debilidad de su cuerpo y cae al suelo, quedando allí por unos minutos, tratando de recuperarse. Luego de varios minutos, se levanta y sigue su caminar, penetrando en la selva; mas adelante cae de nuevo en una especie de agujero, gritando de terror, lo que hace que los soldados, quienes habían encontrado a los pedazos de canoa y asumen que al no encontrar indicios de ella, Irazema no estará lejos de allí.
-¡Escuchaste! Le dice uno al otro.
-¡Si!... ¡Sin duda es ella!
-El grito salio de aquel lugar. Y se enfilan hacia donde habían escuchado el grito aterrador de Irazema. Éstos, quienes tambien tienen entrenamiento militar, para sobrevivir en estos insólitos lugares no tienen ninguna dificultad en adentrarse en la selva en busca de la fugitiva. Mientras, Irazema yace desmayada al fondo de un agujero no muy profundo.
-¡Oye Juan! 
-¡Creo que la encontré! Le grito a su compañero, Pedro. Efectivamente, la habia encontrado, ahí yacía, aun inconsciente, la hermosa de Irazema. Ambos eran fieles testigos de su belleza y se encontraban parados frente al agujero, sin decir palabra alguna, solo observando lo bella que era ella, luego de algunos minutos de silencio y de, a saber que imágenes habían pasado por la mente de cada uno, se dan a la tarea de sacarla del agujero. Mientras disiden que hacer con ella, la atan a un árbol, entonces Irazema vuelve en si y se da cuenta que la agonía a vuelto a ella. 
-¡Hola bonita! ¿Nos recuerdas? Irazema solo mueve su rostro como rechazo y por el asco que siente hacia ellos.
-¡Así me gustan: ariscas! Como le gustaban a nuestro capitán. 
-¿Si lo recuerdas verdad? Ella sigue sin responder a sus preguntas. Pero Pedro si contesta.
¡Claro que se recuerda de mi capitán! 
-Y, estoy seguro que aun lo extraña. ¿Verdad? Le pregunta a Irazema, tomándola de la quijada. Ella los ve con un odio, el cual no puede disimular y a su cara escupe.
Pedro la abofetea y se limpia el rostro, mientras Juan solo ríe al ver lo que acaba de suceder. 
Al día siguiente, los dos deciden regresar con la asesina de Irazema y se ponen en marcha, pero en sus mentes solo hay una idea: poseer a Irazema. Ya frente a ese caudaloso rió, suben a Irazema en su embarcación  y se dan al agua, con sus palos comienzan su retorno al pueblo, en donde se llevo a cabo el crimen. Lo que Irazema no sabe, es que ellos enterraron a su capitán y para todos en el pueblo no existió tal crimen. Cada uno, tanto Pedro como Juan, van obsesionados con la belleza de la hembra y saben muy bien que no regresaran al pueblo y que uno de ellos no saldrá con vida de ese río. 
-¡Oye Juan! Se dirige Pedro con tono firme a su compañero.
-¿Qué quieres? 
-No nos hagamos tarugos, ambos sabemos que no entregaremos a Irazema. ¿Verdad?
-Así es Pedro. Entonces. ¿Qué propones?
-También, sabemos que ambos la queremos para quedarnos con ella.
-Entonces... ¡Uno sale sobrando amigo! Le contesta Juan. Irazema, quien en ese momento es una simple observadora, sabe que pronto se desatara el infierno sobre esa canoa, en medio de aquel caudaloso río.
-Bien amigo, entonces solo uno de nosotros saldrá con vida y sera el dueño de Irazema. ¿No es asi?
Así es, viejo amigo. 
-Bueno. ¡Entonces que asi sea! Ambos arrojan sus armas al rió, dejan los palos encima de la canoa y desenfundan sus enormes cuchillos y sobre la canoa empieza la batalla. 
Irazema solo se hace los quites, pues quedo en medio de los dos obsesionados amigos; pero, la embarcación es tan pequeña y ellos están cegados por obtener a Irazema que no le dan importancia, que cuando sienten le dan vuelta a la canoa y los tres caen en las aguas turbias de ese agitado río. Lo malo es que a él, tambien se suman los cocodrilos que descansaban en las orillas del rió. Irazema, nada por su vida, mientras los amigos luchan contra la corriente y contra su enemigo con cuchillo en mano. Irazema ve que los reptiles se vana acercando hacia donde el rió los quiere llevar, ella vuelve a luchar por su vida una vez mas. Cuando ella nadaba con rumbo hacia una de las piedras que salían del rió, pues aun no habia recuperado sus fuerzas por completo como para nadar a la orilla, algo la toma por sorpresa a su espalda, ella siente que la muerte le a llegado y grita asustada, pensando que  uno de los cocodrilos la a atrapado.
¡Soy yo! Javier, no se asuste. ¡Súbase a mi espalda! Se trataba de Javier, quien siempre habia estado siguiéndoles, a una distancia prudente, debido a que los soldados estaban armados y podrían haberle asesinado. Pero Javier esta en su ambiente y conoce bien a esas corrientes de agua; entonces Irazema deposita su hermosa figura y confianza sobre Javier. Sin aún recordar que él le habia salvado hace unos días.
Los soldados, quienes eran arrastrados por la corriente y en pocos minutos, las aguas fueron sacudidas con tal brutalidad. Los cocodrilos habían encontrado a su presa y ellos, los soldados a la muerte.
Javier llegaba a la playa exhausto y luego de unos minutos sobre esa playa; Irazema le agradece el haberle salvado al vida. Javier le responde que era la segunda vez que lo hacia y que lo haría las veces que fuera necesario.
Se pusieron de pie y se introdujeron en la espesa vegetación de aquella selva. Hogar de Javier y, ahora de Irazema. 











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