viernes, 18 de julio de 2014

¿QUÉ FUE ÉSO?

Baje del autobús, apresurado, pues se me hacía tarde y en mi mano llevaba, un trabajo importante para acumular zona (y, ¡vaya que la necesitaba!). Así que, ese papel era lo mas preciado en ese momento para mi, pues de él, dependía el obtener buenos resultados y así poder graduarme. Justo en la bocacalle, me detuve, vi para el norte y para el sur y calcule los tiempos par cruzar a la enorme avenida, toreando vehículos, logre llegar al otro lado. Así que me enfile hacia mi alma mater. 
Me preocupaba, el no encontrarme a nadie conocido en mi camino, eso, era señal de que ya iba tarde y, me faltaba cerca de un kilómetro a pie (para esas instancias ese kilómetro lo devorábamos en unos pocos minutos). Se veía en el bulevar; por el lado izquierdo, un frondoso bosque, propiedad del Zoológico Nacional y del otro lado, justo por donde yo caminaba, terrenos baldíos nada mas, de los cuales tambien se erguían unos enormes arboles, los cuales se unían a los del zoológico. Entonces,  caminaba por debajo de esos arboles y entre sus troncos. Al final, de esa especie de túnel, siempre se visualizaba la entrada a mi colegio, pero esta vez, una rara bruma oscurecía todo. Era una bruma fría y espesa, como si estuvieras en una de las calles de Londres. Entonces, acompañó a la bruma espesa y rara, un sonido; me detuve y al enfilar mis cinco sentidos hacia esa extraña neblina, me percate que a mi encuentro llegaba, como si se tratara de una cortina amenazadora contra mi y mi atesorado trabajo; no era otra cosa mas, que una tormenta. Al ver hacia el cielo, las gotas de agua de esa cortina,  se veían venir como proyectiles a gran velocidad, dispuestos a empapar todo lo que a su paso encontraran. Mientras el agua chocaba contra mi, me tire al suelo para resguardar en alguna parte de mi o de mi mochila a mi trabajo; pues, mi futuro dependía de él; pero la inclemente tormenta al percatarse de mi angustia y horror, apresuro su llegada y paso sobre mi empapándome en pocos segundos. 
Corrí a resguardarme entre unas láminas que salían de uno de los terrenos baldíos, pero la lluvia no venia sola, se hacia acompañar de fuertes vientos que por un momento mi trabajo deseo huir con ellos, la lluvia y el viento. Yo lo apreté con todas mis fuerzas, pero poco podía hacer contra tremenda fuerza de la naturaleza, que me vi por un momento sacado de mi verticalidad y casi caigo, me hice a un alambre de púas y mi trabajo cayo en una de las pozas que se apoderaban de mis brillantes zapatos, quienes una hora antes habían sido acariciados por un cepillo, trapo y cera. Con mucho pesar, vi como mis orgullosos zapatos se hundían estoicamente, dejando una estela de burbujas cuando sucumbían a la tempestad. 
Mi trabajo, sobrevivía flotando sin rumbo fijo, llevado por las aguas lodosas y de ves en cuando cambiaba de dirección debido a las olas echas por los neumáticos de algún malicioso conductor sobre la cinta asfáltica. Mas bien, éste pobre iba toreando los hoyos, para no tener un gasto extra en amortiguadores. 
A toda esta desgracia, seguí mi camino ya resignado a mi suerte, la bruma seguía presente, pero algo me hizo contener la respiración, pues corriendo por la cinta asfáltica, una figura se traslado del lado del zoológico, para el lado en donde yo caminaba. Seguramente, escurría por todos lados torrentes de agua y el viento me golpeaba con las gotas de agua justo en mi rostro, eso tambien me impedía ver bien a esa silueta.
Ella, caminaba igual que yo, ya nada podía cambiar nuestros destinos, asi que ambos nos enfrentaríamos cara cara, en solo cuestión de segundos. Cuando estábamos a una cuadra, el uno del otro, empece a visualizar ya sin mayor dificultad a quien enfrentaría pronto; tímidamente las gotas de agua de la lluvia nos forzaban a bajar la vista, para no ser lastimados y fue entonces que mi visión empezó a encontrarse con ella. Y, ésto fue lo que vi.
Unos zapatos de tacón de aguja, altos, que dejaban ver a unos pies, que de no ser por el lodo seguro estoy, que eran algo hermoso, mi vista siguió su inminente viaje y conforme ascendía; yo, ahí parado, como si fuera un sanate bajo la lluvia, tomado de una del las ramas de alguno de los arboles o mejor, como si fuera un cachorro olvidado en la calle, recibiendo agua en abundancia. Sin embargo, ella seguía a paso firme, sorteando los charcos para rescatar a tan hermoso calzado. Mi vista subía y su pantalon de tela, una  que ya de por si, le quedaba ajustado, con lo mojado de la tela, éste se fundió a su piernas, las cuales eran dos ejemplares muy bien formados y trabajados en algún gimnasio de la ciudad. Subí un poco mas y me encontré justo con el pecado, éste no dejaba nada a la imaginación pues, seguramente su diminuta ropa interior, en ese instante era aún mas diminuta, pues en su etiqueta seguro indicaba que, esa pieza encogía al contacto del agua; en su cintura un cincho la enmarcaba nada mas, pues no habia agujero para llegar a ceñirla. Pues, esa zona podría ser envidiada hasta por la mas orgullosa avispa; mi vista se atrevió a subir un poco mas y al toparme con el inicio de su blusa, me di cuenta que era de color blanco y de una tela, que habría sucumbido ante la lluvia; me negaba a subir mas la vista, porque sabia lo que mis inocentes ojos verían pues, apenas el fin de semana anterior y de forma clandestina, habia descubierto un programa en la televisión de camisetas mojadas y sabia lo que me esperaba, no aguante mas y seguí mi recorrido. Efectivamente, solo porque sabia que tendría que llevar una blusa, porque ni modo que saliera en topless a la calle, pero mis ojos solo veían piel; una piel morena, muy firme, a pesar de que el frió que ella sentía le erizaba su piel. Yo vi como sus senos, iban completamente erizados, pero con una firmeza que solo puedes encontrar en desfile militar, de mi cuerpo mojado, se escucho un sonido, que ignore por puro pudor, pues el sonido que escuche, es el que una plancha hirviendo hace al tener contacto con el agua. Claramente sentí, como mi ropa interior se secaba, aunque la lluvia seguía, mi vista se negaba a subir y dejar de ver a esas dos manzanas con cerezas rojas en cima. Pero, cuando ella paso justo junto a mi, a unos pocos centímetros, nuestros ojos convergieron, ella vio en mi la lujuria en pleno, yo vi en ella el pudor y el orgullo y, una fuerte mirada, pues era inevitable que ojos humanos de cualquier sexo, no vieran lo que yo estaba viendo. En ese instante, ambos esbozamos una misteriosa sonrisa resignada, al estilo la Gioconda de Da Vinci, pero con efectos encontrados. Paso justo junto a mi y su perfume dejo en el ambiente yo, me moví en cámara lenta para observarla seguir su camino y lo que vi... No puedo compartirlo, pero créanme, que vista como esa, no la encontraras hoy día, en un canal triple X. ¡Que maravilla! 
Cuando, ella iba a una distancia de cien metros, después de haberme dejado echando vapor, me percate que justo en ese momento la cortina de lluvia pasaba sobre mi y el día volvía a ser, uno hermosos y soleado.
-Y. ¿ésto qué fué? Me dije. Ya no llovía y el día era hermoso. También, vi que en uno de los tragantes de la calle, como a unos cincuenta metros de mi persona, estaba haciendo cola junto a otras porquerías que la gente tira en la calle, mi trabajo de zona. 
Recogí a mi mochila y seguí hacia mi colegio, tratando de entender: ¿Qué fué éso? 
Al llegar al colegio, todos me recibieron, como se recibe al hijo prodigo (al estilo compañeros de estudio): Con sacadas de madre. Pero, luego de poner mi ropa a secar en los vidrios de mi aula, solo en calzoncillos, pues como recordaran la misteriosa y hermosa chica los habia secado. Les contaba a mis amigos mi aventura de hace unos minutos, yo veía en sus ojos la envidia pura. Luego de un silencio, en donde creo, todos trataban de asimilar mi experiencia reciente y cada quien se mandaba imágenes a su  cachondo cerebro, adecuadas a sus gustos femeninos. Yo pensaba en lo vivido.
Y, a esta conclusión llegue: Que seguramente que en el Olimpo el dios encargado de la lluvia, no aguanto la tentación y le mando esa tormenta a tan hermosa mortal, para poder poseerla visualmente y, el único mortal que por casualidad habia convergido en tiempo y espacio, ese fui yo. 
No hay otra explicación razonable, pues la lluvia llego con ella y, con ella se fué. 
-¡Ah que maravillosa tarde! Pues, a parte de la bella mujer, mi catedrático se compadeció de mi y me dio chance para entregarle el trabajo al día siguiente. 
Solo espero que esta vez, esa misteriosa dama no ande por estos lares....

No hay comentarios.:

Publicar un comentario