lunes, 29 de septiembre de 2014

El Toyota de mi cuñado

Cuando era un niño, un día llego a mi casa un extraño, un señor con una imagen impresionante, de traje y sombrero, una cadena que le colgaba de su pantalon y al otro extremo un hermoso reloj dorado, después supe que era de oro. Era un personaje de un hablar muy leído, elocuente, con frases importadas de los mejores libros, de los mejores escritores, de premios noveles; en fin, yo no entendía nada de lo que de su boca salia pero si me gustaba escucharlo, mi madre me decía 
_¡Hijo cierre la boca! Y eso, que era un chico como de unos cinco años. El tiempo pasó y éste singular personaje se hizo novio de mi hermana, la mayor y, a partir de ese compromiso la alegría llego a mi humilde hogar, pues, Rubén, así era el nombre de mi cuñado, quien era un gran maestro. De ahí lo leído. 
Era propietario de varios camiones y de un par de carros hermosos, un Studebaker de colores blanco y celeste, modelo 59 y un Ford, vino tinto, modelo 63. 
Mi cuñado, un hombre de mucho dinero, y con un gran futuro; pero, con un pero, uno de ésos muy horrible, un vicio, un maldito vicio, mi admirado y bien presentable cuñado era enfermo alcohólico, y cuando se entregaba a ese horrible vicio, (el cual luego se consideró una enfermedad) él vendía todo, casa, carros, camiones, y se abandonaba al grado de que cuando lo veía enfermo, me era dificil reconocerlo. Pero luego de estar en un hospital especializado en estos enfermos, él se levantaba de inmediato y lo que habia vendido lo recuperaba. 
_¡Vaya que era muy inteligente! _¡Bueno para los negocios! _Y, my querido por las empresas a las que les trabajaba. Pues éstas le hacian prestamos y con ello se levantaba en un dos por tres. Con Don Rubén, conocí mucho de mi terruño, ya sea en sus vehículos o en sus camiones. 

El tiempo pasó y me volví en un adolescente, muy querido por él, mi hermana y él habían procreado a una niña, a quien siempre vi como a mi hermana menor y, me imagino, que tal vez él deseaba a un su varón y ahí estaba yo. 
Un día mi cuñado llego a nuestra casa y me dijo.
_¡Acompáñame! Y así lo hice, nos dirigimos a un concesionario de autos nuevos, en una zona privilegiada de mi país, entramos al concesionario, ya adentro, él me tomo del hombro y me dijo. 
_¿Cuál te gusta mas? Mientras, yo veía extasiado a los autos del año, los último modelos. 
El vendedor se acerco a él, preguntándole si le gustaba alguno en especial, él le pidió muy amablemente que se esperará mientras yo veía los autos, al fin me encontré con un Toyota Mark II color amarillo, ful equipo, ¡ese me gusto!
_Don Rubén ¡éste me gusta! Le dije. Entonces, él le dijo al vendedor. 
_¡Ése quiero! 
El vendedor se lo llevó a su oficina y firmaron los papeles, mientras yo me encontraba embelesado adentro de es maravilloso carro.
Mi cuñado no le permitía a nadie manejar sus vehículos, pero una vez en que íbamos para nuestro terruño, en el interior del país, me dijo.
_Me dijeron que ya tienes licencia de conducir.
_¡Si! Le dije emocionado. Él detuvo el Toyota, se bajo y se dirigió hacia donde iba mi hermana, le pidió que se bajara y ocupara mi lugar, entonces me dijo. 
_¡Veamos a ver si es cierto que puedes manejar! Todos se quedaron asombrados y heme ahí, yo, manejando el carro que habia escogido.

El tiempo transcurrió y un día mi sobrina/hermana se caso y un nieto le dió a mi cuñado, éste se volvió su adoración, y yo pase aun tercer plano, pero para ése entonces yo ya era un joven bastante maduro, lógicamente me afecto pero luego lo superé, pues mis necesidades ahora eran otras, al igual que mis ocupaciones. 
El tiempo siguió su camino y el Toyota seguía como nuevo, en un lugar especial en su casa, el kilometraje era muy bajo y él se veía imponente aun. En una oportunidad, en una reunión familiar nos dijo que ése carro se lo iba a heredar a su hijo (su nieto) el muchachito se puso feliz al ver lo que el futuro le deparaba a su corta edad, yo suspiré y entendí que era lógico. 

El tiempo siguió y siguió y el Toyota siempre bien cuidado, seguía como recién sacado de la agencia. Mi cuñado empezaba a envejecer y su nieto se habia convertido en un adolescente a quien la idea de conducir ese carro tan viejo, no le causaba mucha gracia, pues él, quería un vehículo moderno, como el de sus amigos adolescentes; para él, ese carro clásico, era una total vergüenza. Entonces, mi sobrina y su esposo le compraron el carro que el niño deseaba. Mientras, mi cuñado envejecía, y al carro ya nadie lo arrancaba, solo yo cuando llegaba. 
Hasta lo habían sacado de ese lugar especial y ahora se encontraba en la intemperie, el pobre Toyota, estaba perdiendo su hermoso brillo, pero aun seguía imponente. 
Un día mi anciano cuñado, en el umbral de sus últimos momentos de vida, me llamo y a su cuarto me acerque, él postrado en cama, con su elocuente manera de hablar solo que había perdido el vozarrón de orador, debido a su edad y a los achaques de su vejez.
_¡Sergio! Me dijo, _¡Mi primogénito! _Se que siempre has amado a ese Toyota al igual que yo,,, _Te habrás fijado que al igual que yo a envejecido y como yo, estamos abandonados en nuestro lugar y mi hijo, ahora no lo quiere... _Lo que dije un día, que de él sería ese amado carro, muy querido por ti y por mi... _¡Que en el fondo de nuestra casa muere lentamente al igual que yo!
_¡Usted vivirá muchos años más! Le conforte, pero el hombre era inteligente aún y me pidió que no lo interrumpiera. Y, prosiguió.
_¡Hijo! quiero que te quedes con el Toyota... ¡Te lo regalo! _¡Te lo heredo! A mi cuñado y a mi se nos corrían las lagrimas por nuestras mejías y luego de toser un poco con mucho esfuerzo él, mi cuñado, mi amigo, mi padre, el orador, el maestro, el comerciante, el tipazo. ¡Se fué!

El tiempo siguió su imparable caminar y yo cada vez que iba a donde mi hermana, veía en el fondo de la casa, como el Toyota cada vez se desboronaba mas, ahí olvidado, yo lo veía con nostalgia, sin contar cual habia sido la ultima voluntad de mi cuñado. En esos días, mi carro se había dañado, una camioneta Ford, la culata se le quebró y no había manera de poder encontrar el repuesto en una huesera. 
Mi hermana se acercó y me descubrió viendo con mucho amor a ese Toyota. Ella me dijo.
_Rubén y tú, siempre amaron ese carro... ¿Verdad? 
_Y mira a quien se lo ofreció ni caso le ha echo.
Yo solo le sonreía a mi hermana y ella me pregunto. 
_¿Cómo vas con tu carro? Yo le respondí que eso iba para largo. Entonces, ella se quedo pensativa y me dijo.
_Hermanito, por que no te llevas el Toyota. Mi corazón palpito emocionado. Y ésto le dije. 
_¡Pero ése le pertenece a tu nieto!
_Pero mira como se esta dañando y aquí nadie lo va usar y se morirá al igual que Rubén... ¡Llévatelo!
Cuando mi hermana dió la noticia a su hija y su nieto, éstos se molestaron, indignados diciéndole a mi hermana, que ése carro se lo habia heredado a su hijo (dijo mi sobrina) y su hijo tampoco estuvo de acuerdo. Mi hermana molesta por el egoísmo de su hija y nieta, pues el carro se habia arruinado ya bastante en ese lugar. Les dijo.
_Rubén me dijo antes de morir que si tu ( dirigiéndose a su nieto) no lo querías, que lo vendiera y agarrara ese dinero y por ello yo ahora se lo regalo a mi hermano, pues él ama tanto al Toyota, como lo amo mi esposo. Aquello era una mentira y con el desagrado de ellos, mi hermana coloco las llaves de esa hermosa nave en mis manos y conmigo se fue.

Ahora que le he invertido mucha plata y que todos me lo quieren comprar, mi sobrina y su hijo me lo han querido quitar y hasta me han echo ofertas increibles por recuperar lo que antes fue una chatarra abandonada y ahora es un hermoso clásico. 
Con quien nos lucimos por las calles de mi ciudad.
_¡Ésta es la mágica historia: de Mi cuñado, el Toyota y yo!



A la memoria de J. Rubén Marroquín Alvarado, en donde quiera que DIOS te guarde... Muchas gracias cuñado.


   

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