miércoles, 8 de octubre de 2014

Capilla Ardiente

Cuando un amor se va, es triste muy triste, aunque sabes que se fue unincamente lejos de ti.
Pero, cuando un amor se va para siempre y desaparece físicamente, ese dolor es insoportable, es uno que duele hasta la vida, que ahoga a tu corazón en un mar de desconsuelo y si ese amor era verdadero, lo recordaras hasta cien años.
Recuerdas cuando lo conociste, fue como llevar a tu hogar una flor a la cual la sembraste con poco interés, solo para ver si podría funcionar, luego la empiezas a cuidar, la riegas, la colocas en un lugar especial para que le de el sol. La flor crece y se vuelve hermosa, con pétalos lozanos y brillantes; ahí, entiendes que debes estar junto a esa persona por el resto de tu vida y, una etapa nueva en tu vida da inicio. Luego te acomodas con esas cosas que desconocías de ella, son nuevas, algo que nunca pensaste, a veces cosas que te desilusionan un poco, pero el amor es mucho mas fuerte y todo lo supera. 
Posteriormente te llegan los retoños, ya tienes una familia, un hogar. El tiempo transcurre con aciertos y desaciertos, pero siempre juntos; apoyándose el uno al otro. 
Hasta ese día en que uno de los dos se aleja para siempre, esa flor ya no retoña, aunque la riegues con lagrimas de tu corazón y te duele tanto, con dolor agonizante, un dolor punzante, que atormenta y constriñe a tu corazón y a tu vida la cambia de golpe. Agolpándose en tu mente todos esos bellos momentos que pasaste a su lado. Aquellos cuando sus ojos sin querer voltean hacia tí; cuando todos te hablan pero tu solo escuchas a su vos. 
Recibes miles de condolencias y las agradeces pero solo son movimientos involuntarios de un cuerpo, tan inerte como el de tu amor, tu mente, tu corazón, están justo adentro del ataúd; su nuevo hogar. 
Los cirios, que respetuosamente le hacen guardia de honor, te recuerdan a aquella lozana flor; como oleaje que golpea contra las rocas, llegan esos recuerdos que te causan más dolor, Por momentos te dan alivio, para luego caer como sal sobre la herida; dejas a tus ojos por momentos descansar para hidratarse, para luego abrir la llave y de inmediato se vuelven a inundar, quieres acompañarlo en ese largo caminar, ese, hacia lo desconocido. 
La vida se te va de las manos, en esa capilla ardiente. Y, por momentos tus familiares y amistades te dan un falso consuelo y así, transcurre la noche, esa, la mas corta, pues sabes que esa persona, la cual amas mas que a tu propia vida, aun esta ahí, a unos metros de ti y que la puedes ver para consolarte con ello, con verle nada mas.
Luego amanece y tu corazón tiembla, no de desvelo, sino de desconsuelo, quieres que el tiempo se detenga para siempre, pues, sabes que pronto nunca mas le volverás a ver. Ya has renunciado a sus palabras, a sus caricias, pero no a su presencia física; aunque solo sea un cuerpo sin vida. 
El momento mas triste llego, te encuentras frente a una caja con la persona amada adentro de ella, esa madera que te lo arrebata para llevarlo en un viaje sin retorno a un lugar, uno del cual nunca volverá. Lo ves hasta que tus lagrimas de amor casi quiebran el cristal, ese que te separa de él, lo ves ahí, sereno, amándote sin sentirlo y tu junto a tu alma muriendo, carcomiéndose por dentro, empiezas a morir tu tambien, pues, sabes que parte de ti se va con esa persona, se adelanta, dejándote indefensa en este lugar. 
Casi desfalleces, al ver como se hunde tu gran amor en ese vacío, su nuevo lugar terrenal y que pronto esa figura que un día te cautivo en polvo se convertirá. 
_¡Hasta pronto mi amor! Piensas secretamente, tristemente, con un corazón que de hoy en adelante un metal lo acompañará, atravesándole como fiel amante, para recordarte que ya no está ahí, ese corazón se a partido en dos y su sangre corre a medias por tus venas, por ello, tus piernas no te pueden sostener más y se desploman, indicio del dolor que ahora será quien te acompañe, quien duerma contigo, quien te escuche, soledad será su nombre y recuerdos su apellido. 
Cuando te encuentres sola en el que fue vuestro hogar, lo recordaras a cada instante, en cada rincón, hasta ese momento en el que te toque partir. Ese día, todos verán en ti una paz, una sensación de alivio, pues por fin llego el momento de encontrarte con el verdadero amor, ese que no tiene tiempo ni espacio, ese que supera a la frontera entre la vida y la muerte. 
Lo ves, ahí, te está esperando, en sus manos la flor de lozanos y brillantes pétalos, por fin juntos por toda la eternidad. 

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