viernes, 28 de noviembre de 2014

El corrido del viejo y la tumba de su hijo

Un viejo, tendido sobre la tumba tibia de su único hijo, lloraba amargamente, con un gran dolor en su pecho, que por momentos éstos lo hacía desfallecer y quedaba como privado de la realidad, junto a él, una vieja mujer, limpiando sus lagrimas con su delantal y entre la multitud, casi todo el pueblo, un pueblo del oriente de mi país, entre ello se encontraba una familia de hacendados, poderosos, no se si habían hecho lana honestamente o con ese maldito oro blanco. 
El hacendado poderoso, padre de una numerosa familia, no pudo evitar que una lagrima le rodará por su mejía, él, no la limpió, ni el aire se atrevió a hacerlo, mucho menos los caporales, guardaespaldas e hijos; nadie vió nada, nadie vió al patrón llorar. Cuando el sepelio terminó y casi todos se habían despedido; se fueron muy tristes para sus casas, en aquel lugar seguía el viejo tirado sobre la tierra que ahora cubría el cuerpo de su único hijo; junto a él, la vieja ya resignada y a la par de ella una mujer joven, junto a dos pequeños niños, con una cara de pena y de odio a la vez más atrás, se encontraba el hacendado con sus acompañantes, esperando a que el viejo se levantara de la tumba de su hijo. Cuando casi caía la noche en el camposanto, los empleados del hacendado lo levantaron y casi a la fuerza se lo llevaron, esa noche el viejo y lo que le quedaba de familia la pasaron como invitados del hacendado.
Al día siguiente, el hacendado esperaba al viejo, desayunando en un enorme jardín de su elegante propiedad.
_¡Venga para acá Don Jeremías! Lo invitó el hacendado a el viejo, quien aun lloraba de dolor por su hijo, que había muerto vil mente asesinado.
_¡Gracias patrón! Se quitó el sombrero y se sentó muy apenado al lado del patrón, éste le hablo de su pesar de verlo sufrir por el asesinato de su único hijo.
_Mira Jeremías, estoy muy dolido por tu pesar, que quiero prometerte y ofrecerte que la muerte de tu hijo no quedará impune.
_¿Qué quiere decir patrón? Preguntó un viejo muy dolido por la muerte de su único hijo.
_Jeremías, ¡mandaré a mis muchachos a matar a uno o mas hijos del desgraciado que a tu hijo asesinó!
_Eso, es lo que quiero hacer para tu dolor apaciguar. El viejo vio con horror al patrón y le dijo.
_Mire patrón, si con eso mi muchacho se levantara de esa tumba, yo mismo iría a matar a ese desgraciado; pero, eso no me lo devolverá. El patrón lo vió con asombro y extrañeza a la vez, pues él siempre solucionaba sus problemas de esa manera. Entonces, el viejo se levantó y en el suelo se hincó y ésto dijo.
_¡La venganza es mía dijo el Señor! Yo, perdono a los verdugos de mi hijo. 
_Aunque yo no lo vea, tarde o temprano su factura les llegará. Y luego de ello el viejo se levantó, agarro a la vieja y a sus nietos y a su rancho humilde se marchó y desde ese día, no se le vió derramar una lagrima más. 
En el lugar, se quedó la nuera del viejo, la cual, en la meza junto al patrón se sentó.
_¿No entiendo a éste viejo? ¡como lloraba a su hijo ayer en el cementerio y hoy perdona a los asesinos de su único hijo! 
_¡Es un viejo loco!
_No, patrón, es un hombre de Dios, un hombre sabio. 
_¿Sabe? yo estaba muy dolida por lo que mi marido me hizo, pero tambien lo he perdonado y me voy con mis suegros.
_Pero mujer, ¿qué fué lo que pasó? ¿por qué, a tu marido mataron? Preguntó el patrón a la viuda; para así, tal vez entender al viejo. La viuda, entonces le contó la historia del que ahora se enfriaba en la tierra del cementerio.
_Mi marido, llegó a trabajar a la hacienda de ese desgraciado que lo mando a matar, él llegó ahí, como maestro a instruir a los hijos de los jornaleros de la hacienda y con el tiempo la hija del hacendado, de él se enamoró y mi marido de ella. El padre de la jovencita los descubrió y su relación aceptó, hasta su bendición les dió. 
_Parece que mi marido la embarazó y al ésto saber el padre de la muchacha, le exigió que respondiera. Mi marido, que era un  ambicioso, vió, que a parte de ser el marido de la única hija del hacendado, pasaría a ser dueño de una gran parte de aquella hacienda, y, se comprometió con ella. 
_Cuando hicieron la fiesta del compromiso de los novios, en la fiesta, entre los invitados se encontraba alguien que conocía a mi marido; uno a quien en otra oportunidad su novia le robó y luego la abandonó, dejándola llorando de dolor. 
_Éste, que conocía toda la historia de mi marido, llamó al hacendado y le contó que mi marido me tenía a mi y a dos hijos. 
_Éste, enloqueció de la cólera y cuando la fiesta terminó, lo llamo para confrontarlo delante de su familia: esposa, hijos y de la única hembra, los ojos del hacendado. _Éste, al verse descubierto, confesó todo y le prometió a su futuro suegro que se divorciaría de mi para casarse con su hija. 
_Pero, cuando éste vino a nuestro casa y todo le contó a mis suegros, éstos lo echaron, diciéndole, que ellos no permitirían que me abandonará. 
_Entonces, mi marido se quedó acá, con nosotros y al no regresar el hacendado lo mando a matar; por no cumplir con su palabra.
_¡Puta mujer! era una joyita el desgraciado de tu marido, ahora entiendo todo. 
_Y, ¿dicen qué tu ibas con él, cuando lo mataron?
_Si patrón, veníamos los cuatro por el camino, cuando nos atravesaron una troca negra, de la cual se bajaron tres hombres. _Mi marido, cuando vió ésto. Me dijo _¡Agarra a los niños y andate! Yo, agarre a mis pequeñitos y me metí entre los maizales de su propiedad y mientras corría con mis niños. _¡Escuche los plomazos! _¡Fueron muchos patrón! _Luego de ello, solo se escucho el silencio, deje a mis muchachitos en los maizales abrazados y al carro regresé. 
_Y... ¡Ahí lo encontré, acribillado adentro del carro! 
_¡Ésa es la historia patrón!
_¡Caray hija! _Y, ¿ahora qué piensas hacer? Le preguntó el patrón a la joven viuda.
_¡Pues trabajar! para darle estudio a mis hijos y mantener a mis suegros, que son como mis padres.
El patrón vió que la viuda no era una mujer fea, por el contrario. Le propuso, ser su amante y de encargase de ella, sus hijos y de sus suegros. 
Ella aceptó. Pero, con la condición de que sus suegros no se enteraran nunca del acuerdo que acababan de cerrar.













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