domingo, 30 de noviembre de 2014

LA PUERTA

Tocaban con tanta insistencia a la puerta y aunque sabia que era ella, no quería abrirle, era demasiado para mi, suficiente con lo hasta ahora vivido. Ella golpeaba con tanta fuerza, como si alguien estuviera por alcanzarla, se le escuchaba tiritar por el frío que en el lugar había. No era la primera vez que ella se iba para luego volver, a consolarse, a recoger los pedazos de corazón junto a mi; pero, ésta vez estaba decidido, no le abriría más. 
Ya estaba cansado de lo mismo, ella tendría que entenderlo, e ir a buscar a otra puerta tocar que no fuera la mía, era algo que me atormentaba, sentía que la puerta caería en cualquier momento; que, corrí hacia ella y con fuerza la reforcé, pero, antes mi cuerpo contra ella topé y lo pegué, sí contra la puerta, mientras que, ésta vibraba con cada golpe que ella le daba. 
Coloque mi oído justo en la madera, sin yo saberlo, ella se colocaba al otro lado tambien contra ella y por un lapso de tiempo la puerta ya no vibró más, ni los golpes escuché. Al buen rato, el frío que con ella venía, heló a mi puerta y ésta a mi, aunque del lado mío, aun estaba algo cálido, era un viejo sentimiento que no quería morir, pero no era lo suficientemente fuerte como para la puerta abrir. 
Pasado el tiempo, se escucharon unos golpes, eran débiles y diferentes, aunque seguían siendo desesperados; los golpes resonaban en mi pecho, mi corazón sufría y lloraba sangre, pero yo seguía firme en mi decisión de no abrirle, por un buen rato escuché a esos golpecitos y entonces comprendí, que ellos venían desde su corazón, que eran golpes del corazón; de su corazón para el mio, pero ambos, no abrimos, paso otro rato y nuestros cuerpos seguían de alguna manera postrados uno contra el otro, pero la fría madera de mi puerta era la que impedía que la  abrazara como otras veces y que a su roto corazón auxiliara. Me tocaría de nuevo cocerlo, pegar cada pedacito, unirlo y untarlo de amor, hasta que éste sanara y una vez sano, ya con cicatrices, unas sobre otras; seguramente de mi se alejaría de nuevo, hasta que un día, no volvería, no por que los otros no la volverían a herir y a su corazón desarmar, sino porque  ese corazón ya no aguantaría otra reparación y, yo tampoco, pues mi vista ya no era la misma y mis manos ahora eran mas temblorosas. 
Seguí deteniendo a la puerta con todas mis fuerzas y con mucho dolor en mi corazón; ellos, seguían golpeando a mi puerta y a mi corazón, por fin se cansó y dejó de golpear; yo seguí en el lugar tratando de escuchar, pasaron las horas y nada, por fin se había marchado, todo había terminado. Regresé a mi cama, me recosté, los ojos cerré y mi mente y corazón se unieron y me volvían loco, recordando tantos momentos vividos, solo recopilaron los buenos momentos, eso si que fue difícil para mi, por fin quedé dormido, esa noche la soñé y por ultima vez con ella fui feliz. 
El tiempo transcurrió sin darme tregua alguna y una tarde de primavera alguien a mi puerta golpeo yo, pregunté: _¿Quién? Afuera se escuchó  _¡yo! 
Me sonreí y cogí las llaves del candado que había en mi puerta y lo quité, tomé el picaporte y luego de pensar por un instante, por fin a la puerta abrí. Era ella, y con ella, la luz del sol, los aromas de las flores, los cantos de los pájaros, un aire fresco a mi cuarto invadió, cuando ésto pasó, de adentro salieron huyendo aterrados, pajarracos negros, ésos, eran los tristes recuerdos de un antiguo y malvado amor pues, el que ahora llegaba a mi vida, venía con todo nuevo, sí, un nuevo amor habia llegado. Esta vez, guarde el candado en mi gaveta y las puertas las deje abiertas de para en par y le dije a ese nuevo amor que a mi vida invadía de colores y luces, de aromas, de olores: _Las puertas se quedaran así, abiertas, de aquí podrás salir cuando lo desees, pues es una sabiduría aquello de que... Si amas a alguien déjalo libre, si no vuelve, mejor, pues nunca te amó y si vuelve, seguro fué porque te extrañó y por ello regresó, para nunca marcharse. Y, así fue, ese amor que a mi llegó; llegó, para nunca más irse de mí. Y, mi puerta sigue abierta, sea primavera, invierno, verano u otoño... ¡Nunca la cerré y ella de mí, nunca se fué!



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