miércoles, 31 de diciembre de 2014

La Maldición de los Mariguanos de la zona 1: Año Nuevo


Como a eso de las dos de la madrugada, salió de la casa de su prometida con rumbo a la suya, el frío lo abrazaba y su cuerpo empezaba a tiritar, arregló su gabardina, una muy larga que le llegaba hasta las botas, subió la solapa de la misma para cubrirse el cuello, pues por ahí se le colaba el aire, el cual le helaba toda la espalda, las calles se veían solitarias, solamente la bruma le acompañaba; una neblina que rodeaba a las luces del alumbrado eléctrico, pero ésta tambien estaba alrededor de él, pues no podía ver mas allá de un par de metros a la redonda. El frío le seguía afectando, extrajo de su bolsa de la camisa con mucho cuidado para que el frío no se le colara en las partes que había logrado calentar y sacó una cajetilla de cigarrillos, colocó uno en sus labios y abrió la cajilla de cerillos, solo uno le acompañaba, lo tomó y se dirigió a un lugar en dónde el aire no le hiciera de las suyas, cuando pensó que era el momento indicado para encender el fósforo, lo hizo, pero, éste sucumbió por el clima tan helado y la brisa tan fría. Se quedó con el cigarrillo en los labios, de donde salía humo, pero no era por el cigarro sino el que sale de tu cuerpo cuando el clima esta llegando a los cero grados. Quedó parado un rato ahí decepcionado y con ganas de fumar; algo le llamó la atención, era una tertulia entre dos jóvenes que se encontraban en medio de la esquina, en donde se encontraba un parque y la siguiente cuadra, solo se escuchaba, pues no se veía nada, desdió seguir avanzando y con forme lo hacia el olor de la mota le invadía las narices que le goteaban moco del frío. Cuando estuvo a la par de los adolescentes, quienes se estrenaban como moteros, quisieron disimular sus pitos escondiéndolos, él se acercó a ellos explicándole que se calmaran pues él no era policía, simplemente deseaba fuego para encender su cigarrillo.
- Dale bato acércate. Cuando estuvo a la par de los patojos, éstos le preguntaron si en lugar del cigarrillo no le aceptaba un pito de mota.
- Mira, tenemos suficiente para los tres. Le dijo el otro muchacho al joven; Los patojos estarían entre los 13 y 15 años, era su primer amanecer de un año nuevo, fumando, como lo han hecho todas las generaciones, pero en este caso los patojos fumaban marihuana.
- No gracias chavitos, solo quiero encender mi cigarrillo. Y así lo hizo, esta vez con mucho éxito. Luego de darles las gracias, éste les sugirió.
- Chavitos, no le entren a esa mierda, pues están jóvenes y luego ya no van a poder dejarlo. Ésto puede hasta matarlos. Los chavitos se rieron como hombres que se creían.
- Bueno, ya prendiste tu cigarro ahora andáte, pues para sermones mis tatas. Dijo el más vivido de los dos. Y así lo hizo, se alejó con su cigarrillo en la boca y la hedentina de la marihuana en su gabardina, camino por unos minutos, sin saber que había a su alrededor, pues, no se veía absolutamente nada, pero él viajaba tranquilo porque conocía bien el lugar, pues vivía ahí desde chico y podría viajar por las calles de la zona 1 hasta con los ojos vendados.
Mientras él viajaba por calles y avenidas, solo se veía brillar el rojo de su cigarrillo nada mas cada vez que le daba un jalón, ésto lo llevaba bastante caliente, mejor que hacía varios minutos.
- ¡Auxilio! ¡auxilio! se topo con él una persona ensangrentada con la ropa desgarrada quien siguió corriendo, no se detuvo, de inmediato se perdió entre la neblina 
- Ese chavo era muy parecido a uno de los que fumaban mota. Pensó 
- Pero que le pudo haber pasado. _Seguramente les cayó la policía y les dió una buena penquiada para que aprendieran a no seguir fumando esa mierda. _Lo malo es que me dejaron apestoso. _¡Espero no toparme con esos pendejos, pues a mi si me joden! Seguía avanzando y escuchó un sonido espeluznante.
- ¡Nooooo! ¡Dios miooooo! Y se escuchó como cuando aplastas una cucaracha bien galana. El tenebroso sonido venía de enfrente, a unos pocos metros de donde se encontraba él.
Siguió su camino muy cauteloso y escuchó otro sonido muy particular y extraño, era uno como si un depredador estuviera arrancándole la piel a su presa. El sintió que se engarrotó y quedó clavado sobre el pavimento de la calle, aparte del terror que el sintió en ese instante, el inclemente frío que había en la madrugada del nuevo año. 
De pronto invadió el lugar un silencio que lo aterró aun más, seguía parado sin poder ver nada a más de dos metros a la redonda. 
De la neblina que le quedaba en frente, se hizo hacia él una sombra enorme que poco a poco se acercaba hacía él, de entre la cortina de humo, iba apareciendo una sombra oscura, que poco a poco se iba haciendo negra y como telón que se abre en escenario de teatro, fue apareciendo el llamado maldito de los mariguanos,ese personaje que odia a muerte el olor de la hierba y que acaba con el que fume esa droga. De entre la niebla, se hizo presente completamente frente al joven, frente a él estaba esa cosa que no se aun describir, con unas garras enormes, llenas de sangre y por la cual se veían especie de insectos que se alimentan de restos de piel y carne humana, de sangre humana y de otras especies animales que ignoro, pues no se cual es la dieta de éste ente, el cual me pregunto si será terrestre o un ser extraterrestre. 
Ahí se encontraban ambos, bestia y hombre petrificado frente a frente, este movía a sus alas con mucho nerviosismo y de sus orificios nasales exhalaba el humo, mas bien la neblina, sus ojos se ajustaban como catalejos tratando de enfocar a la posible victima que se encontraba inmóvil frente a él y que hace un par de minutos se le cayó de la boca el cigarrillo que le calentaba los pulmones. Se inclinó hacia el joven, éste sintió una hediondez que se acrecentaría conforme éste se acercaba muy cautelosamente frente a él; lo hacía de una manera muy sigilosa con el cuidado de no ser sorprendido por su pseudo enemigo petrificado, sus alas seguían moviéndose como alertas, para alzar el vuelo en el momento que le fuera necesario, sus ojos de color amarillo huevo, se ajustaban cada que se acercaba para mantener enfocada a su victima. Por fin, sin dejar de verlo comenzó, desde los pies hasta que se poso frente a su cara olfateándole, pues sentía un lejano olor a la hierba, se detuvo por un tiempo más prolongado frente a la cara del muchacho, quien sentía que se le detenía el corazón, ya no sentía nada en su cuerpo, ni frió ni calor. Resopló frente a su cara, en ella le cayó el vaho de la niebla, junto a ella algo liquido, posiblemente mucosa o saliva o algún liquido condensado en sus pulmones; de su hocico, especie de pico dentado cayó hasta el suelo, justo a la par de sus botas una especie de baba, algo pegajoso y consistente, luego de olerlo por unos pocos minutos y de comprobar que éste no era un mariguano más, muy lentamente se retiró de él, se quedó por otro minuto parado frente a él, viéndole directamente a los ojos, resoplando y moviendo muy nerviosamente sus alas, en ese instante el monstruo le lanzó un gruñido- graznido, que lo ensordeció, éste de inmediato respondió, asistiendo con una mueca sin sonido, pues no podía emitir sonido alguno; como diciendo: _Prometo no contar nada, éste encuentro será nuestro secreto, muchas gracias por dejarme con vida. Mientras se realizaba el pacto, el monstruo desapareció entre la neblina por completo y luego de ello, se escuchó el aleteo de las alas, cuando éste se hizo al cielo provocándole una ráfaga de aire al joven, que casi lo congeló y mientras subía, su gabardina recibió unas gotas de sangre del cuerpo ya sin vida que lo llevaba entre sus garras.
El joven no pudo más y cayó de bruces sobre el pavimento, ahí se quedó tal vez una media hora, tratando de asimilar lo que había vivido y pensando que a nadie le contaría lo sucedido, pues nadie le creería y pensarían que estaba loco o drogado. Tendría que vivir con esa pesadilla que le tocó vivir un, uno de enero de 2015. En la madrugada. 
Despues de un tiempo prudencial se puso de pie y se introdujo en la neblina, mientras caminó notó que estaba caminando sobre un charco de sangre y de pedazos de tela y carne humana, manjar de perros callejeros y de otras alimañas que seguramente habían salido del parque en donde habían estado fumando los adolescentes a un par de cuadras de ahí.
- Por lo menos se salvó el otro chavo. Pensó el joven dirigiéndose ahora con prisa hacia su casa, pero mientras lo hacia escuchó de nuevo el mismo sonido que antes escuchó, cuando el monstruo de la zona uno, alzo el vuelo, el aleteo, ese sonido que le escalofriaba todo su ser, seña de que estaba merodeando aun por ahí, justo arriba de él.
- ¡Dios mio regreso por mi! Pensó el joven. Efectivamente, estaba una vez más frente a él, pero no había regresado por él; pero si quería que lo observara, pues cuando se paro frente a él, éste se agacho hasta sus garras y de ellas desgarro un trozo de carne del pecho de su victima; cuando éste gritó, provocando un sonido que pudo causarle un infarto al escuchar el dolor que la victima sintió cuando le fue arrancado de su pecho una porción de carne al joven, vió como el chico se estremecía entre las garras que se le hundían en la piel de su  victima, al ver la cara del joven pudo darse cuenta de que se trataba del otro drogo; con el que se había topado hace un rato mientras escapaba horrorizado. 
Luego de percatarse de que el joven había visto con sus propios ojos que no se le habia escapado nadie, que nadie había quedado con vida, se dió impulso y voló con rumbo a la luna. 
Al hacer el movimiento para tomar impulso y volar, se escuchó el mismo sonido de la cucaracha aplastada, cuando le había quebrado los huesos al chavito que le faltaba muriendo seguramente en es instante. 
El joven comprendió el mensaje y corrió, pues por un instante entró en pánico pensando que de pronto el monstruo se arrepentiría y volvería por él.
A pesar de que su casa estaba a pocas cuadras, él sintió ese tramo como de kilómetros, mientras corría, sus oídos iban pendientes del sonido del aleteo y su vista clavada en el cielo.
Como pudo y sin saber como, quitó llave y entró en su casa, corrió a su cuarto, se abalanzó contra la ventana que dada a la calle y la cerró; de inmediato apago la luz y se lanzó sobre su cama, metiéndose entre sus sabanas y no dejó de orar, hasta que amaneció. Y, por la ventana, entró la luz del sol, del primer día del año 2015. 





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