sábado, 27 de diciembre de 2014

Viaje de navidad

Se llegó el día, me levanté y me dirigí directo al baño, mi entusiasmo era insuperable ese 24 de diciembre de cualquier año en la memoria del tiempo. Bajé al garaje y revisé los líquidos de mi Toyota, recuerdo de mi cuñado y de mi hermana a quien en unas horas volvería a ver. Todo verificado y en orden arranqué y me hice a la carretera, mi viaje era de al menos unas cuatro horas, las mismas que me servirían para remembrar a las navidades anteriores, las navidades de mi historia. Pero había una; una en especial y para ella se fué toda mi mente, ésta parecía adolescente buscando en su cajón el mejor vestido para colocárselo en una ocasión especial. Así se comportaba en ese momento mi cerebro con mi memoria, escudriñando para no perderme detalle alguno de aquella navidad en el siglo pasado. Mi viaje físico en mi Toyota empezó y en mis pensamientos los recuerdos de aquel diciembre, tambien empezaron a aflorar; como imágenes sobre la tela blanca de un cine viejo del centro de mi ciudad; en la sala me encontraba yo, sentado al centro de la sala, esperando que las luces se apagaran y que los créditos desfilaran por ella. Al fin apareció sobre la pantalla: un niño delgado, canche, con sus pantalones cortos, de unos 7 años de edad, esperando con ansiedad a que llegarán sus familiares. Se trataba de Sergio Raga, o al menos eso decían los créditos en la película.

....Ese diciembre, llegarían a pasar la navidad con nosotros, nuestros parientes del interior: mi abuelita, mis tíos, y con ellos, mis queridos primos, todos rondaban mi edad, eso era lo que me tenía entusiasmado, esa seria una muy feliz navidad, pues yo era el mas pequeño de mis hermanos, el quinto y con una considerable diferencia con mi hermana la que un día fué la más pequeña, pues mucho tiempo después, sin nadie imaginárselo y sin mis padres quererlo, un noviembre, llegué y de los corazones de todos me apoderé, pero para estas instancias no tenía un hermano con quien compartir mis aventuras, en el jardín, cazando saltamontes.
- ¡¡Llegaron, mami están aquí!! Corrí  por aquel largo cuarto, que era la sala de mi casa hasta la cocina, lugar en donde se mantiene mi madre, preparando lo que ese día comeríamos en el almuerzo. Se habían acuachado las mesas para que alcanzaran para nosotros siete y la familia que llegaría, de la vecindad se habían prestado sillas, la casa era una feria de pueblo.
- ¡Hola mi pequeño! Me dijo mi abuelita, abrazándome con todo su amor, tras ella, mis tíos y primos, con los que nos fundíamos en un cálido abrazo con forme entraban en la enorme casa, hogar de mi infancia.
Ya instalados, comimos y la tarde no nos alcanzó para divertirnos con mis primos; llegó la noche y la  enorme sala era insuficiente para sentarnos toda la familia a escuchar las anécdotas de mis tíos, historias que nos transportaban a lugares inexistentes para un niño de esa edad. Uno a uno iban cayendo dormidos todos y de la misma forma colocados en las camas; mi casa parecía hospital, luego de una catástrofe, había un hacinamiento en nuestro dormitorio.
Era un veinte de diciembre, cuando mi hermana mayor -la que me regaló el Toyota- salió con los adultos y se dirigieron al centro para hacer compras navideñas; ésto lo supe poco después de boca de mi madre, quien se había quedado en casa con todos los peques. Era tal la revolución que teníamos, que ella nos dijo que si nos tranquilizábamos nos contaría el porque de la salida de los adultos con mis hermanos al centro y luego de que la calma llegó, ella, mi madre, nos reveló un hermoso secreto.
- ¡Se fueron al centro de compras navideñas! Nos dijo una indiscreta señora, quien estaba cansada de la algarabía.
- ¡¡Yeaaaaaaaaaaa!! gritamos todos, nuestros rostros se iluminaron de solo escuchar esa maravillosa noticia.
- Lilly, les comprará un hermoso juguete a cada uno. Solo, si se portan bien. Dijo mi madre con la emoción en su voz.
- ¡¡Siiiiiiiiii!! Gritamos de nuevo. Yo sentí en mi estomago un animalero, mejor dicho una constelación de mariposas, no digo que no tuviera animales de los otros, pero esos estaban dormidos.
Así nos mantuvo quietos mi mamá esa tarde de un 20 de diciembre.
Luego de ese día, un 22 de diciembre mis hermanos se llevaron a todos al cine, a una función nocturna, quedándonos con mi madre y mi hermana, la que un día fué la menor antes de que  yo llegara a éste mundo. 
Esa noche, solo se comparaba con la segunda guerra mundial, el dormitorio era el campo de batalla; con la diferencia de que en él no había sangre ni balas, solo había relajo y muchas risas, algo que mi madre y mi hermana no podían controlar. 
Por fin a mi madre se le ocurrió ésto, para calmarnos.
- Si se calman y hacen silencio, les enseño sus regalos de navidad. Eso fué como escuchar de nuestro comandante ¡¡Alto el Fuego!! ¡¡La guerra terminó!! ¡¡Llegó la paz!! Y al unisono se escuchó.
- ¡¡¡Siiiiiiiiiiiiiii!!! Mi madre dijo. 
- Bueno, colóquense boca a bajo y tápense los ojos, pues no quiero que vean donde están escondidos los regalos. Y todos obedecimos, como prisioneros caídos en combate. De pronto, escuchamos las palabras que ansiábamos escuchar.
- ¡¡Aquí están!! y apareció frente a mi madre, un baúl enorme y antiguo, al ver el enorme objeto frente a mi madre y hermana, todos quedamos inmóviles con nuestros ojos al estilo caricatura; cuando sale la hermosa señorita y el tipo se convierte en un coyote al que se le cae la quijada y se la agrandan los ojos. El silencio invadió al enorme cuarto que era nuestra recamara comunal.
- Antes de abrirlo, quiero que me prometan que nadie va a decir nada, que se los enseñé, pues si alguien me delata, nadie recibirá su regalo para navidad. 
Colocamos nuestra mano en el pecho y juramos silencio total. Luego de ello, mi madre abrió el enorme baúl y de él fue extrayendo uno a uno, juguete a juguete, tal como se nos fue entregado el día 24 a las doce de la media noche. Uno a uno, íbamos pasando al frente del arbolito, luego de escuchar nuestro nombre y prometo, que aunque cada uno conocía cual era su regalo, el asombró que la familia y en especial mi hermana Lilly, patrocinadora de los obsequios vió en nosotros, no fue actuado, era real, pues a partir de ese instante, eramos oficialmente los propietarios de un hermoso juguete. 
El mío, fué un hermoso piano, como de unos 30 cm de largo, de cola, de color blanco, al que se le levantaba la puerta de la cola -¡qué artesanos aquellos para hacer esas obras de arte en juguetes y lo mejor, que el piano sonaba como tal-
Ese 24, comimos el mejor y mas sabroso de los tamales que jamas he vuelto a probar en mi existencia; todos con nuestro juguete al lado, comiendo en silencio, apresurados para ir a jugar con nuestro regalo.

Cuando regrese de mis recuerdos, todavía iba en mi Toyota amarillo, con rumbo a nuestro sitio de reunión familiar, con mis hermanos y sobrinos, luego de unos veinte minutos más y de limpiar mis lagrimas sobre mis mejías, llegué. En la calle estaban los autos de mis otros hermanos y me parqué, al bajarme de mi coche, vi para todos lados, aquella avenida que un día fue enorme para mi, lugar de inolvidables partidos de fútbol, ahora la veía reducida, mi enorme palacio de infancia, ahora era una pequeña covachita, Toque el timbre y de allí, salieron mis hermanos a recibirme de mi largo viaje, nos abrazamos y besamos con mucho amor. Esa noche era navidad, como la de la historia, solo que eta vez éramos hermanos y sobrinos, muchos años después, entre y ví con mucha nostalgia aquella enorme sala que ahora era una muy pequeña, corrí al lugar en donde siempre encontraba a mi madre, quien ya no nos acompañó y ví al fondo su pequeña y humilde estufa, no pude evitar que la emoción me invadiera y las lagrimas rodaron por mis mejías; el lugar era pequeño. Ahora, tambien creía verla cocinando sus manjares, mientras mis lagrimas me nublaban la visión. Revisé cuarto por cuarto y creí estar en otro lugar, era obvio, en aquella época era un infante y ahora era un adulto y mucho más alto. 
Por último, me dirigí al jardín, lugar de mil batallas y lugar de una inhóspita maleza selvática en donde, había cazado hermosos ejemplares y había peleado con enormes animales salvajes. Mis pequeños e inolvidables amigos, los saltamontes.
- ¡Vienes vamos a merendar y a recordar! Me dijo mi hermana, la que ahora era mi madre, mi hermana mayor, mi benefactora en tiempos difíciles, la que un día me obsequió un hermoso piano de cola, de color blanco, que me hizo soñar por mucho tiempo, la misma que hace poco me regalará un Toyota color amarillo, contra el deseo de todos los miembros de su propia familia. Ella, me esperaba en la puerta con los brazos extendidos y una enorme sonrisa de felicidad en sus labios, por tener reunidos a sus hermanos, en otra navidad, un 24 de diciembre del presente.
Esa noche fue una navidad para recordarla en el futuro, tal cual la que me acompañó durante todo mi viaje.
- ¡¡¡Feliz navidad hermanos!!! Dijo Lilly y frente a ella, el mismo baúl antiguo y enorme, ahora más viejo... Pero lleno de regalos.

"En honor a mi querida hermana, Lilly, quien se ha sacrificado toda su vida por nosotros; sus hermanos menores, a quienes nos ha sobrepuesto antes que a su propia familia. Para ser, lo que es para nosotros: nuestra segunda madre"






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