viernes, 23 de enero de 2015

Noche de Terror y Tormenta 2


El animal de pelaje muy negro, salió de la casa, con su hocico ensangrentado y su abdomen hinchado; la tormenta le había permitido brillar a la luna en las calles de ese lugar que aún seguían completamente vacías; en las habitaciones del vecindario, todos dormían plácidamente pues, la noche tormentosa los había relajado tanto, que aún dormían como bebes; en la madrugada de esa noche de tormenta, por donde entró, el enorme animal de pelaje negro, por ahí mismo salió. Llevaba un paso lento debido a lo lleno que iba, se dirigió por las calles, hasta que se metió por un agujero que de alguna manera se había hecho en el muro perimetral de dicho vecindario y luego de pasar por él; con un poco de dificultad, se perdió en el barranco que rodeaba al lugar; confundiéndose en la oscuridad y matorrales del barranco. 
Por fin llegó a su madriguera, el lugar estaba muy adentro del barranco, descansó el resto de la noche, hasta casi medio día. 
Para entonces, los vecinos del lugar estaban muy consternados y dolidos; además de preocupados por lo sucedido en una de las casas de su tranquila colonia. 
Las autoridades prometían a los padres de los jóvenes que habían sido mutilados, quien sabe por quien. Según ellos, por algún clan, una organización que realizaban ese tipo de asesinatos para dar tributo a satán. Agregaban que ya tenían pistas y que ese asesinato no quedaría impune. 
Los días transcurrieron y la pareja de padres de los jóvenes masacrados, se habían largado del lugar, dejando a la venta el que fue su hogar.

Esa noche, hacía un frío intenso y las nubes ennegrecidas se posaban frente a la luna obstaculizándole el paso a los rayos plateados; por lo que el lugar, se llenaba de una oscuridad escalofriante. En las montañas que coronaban el lugar, se veían a las descargas eléctricas, éstas, se hacían visibles, augurando una noche de tormenta. Junto a los serpenteantes rayos que iluminaban por algunos segundos todo el lugar, se escuchaba el aullido de un animal asustado o al menos eso creían en el lugar, pero la realidad era otra, ese sonido era el preludio de que algo siniestro podría pasar en el lugar esa noche. 
Los recuerdos del traumático suceso de hace algunas semanas, produjo la histeria en el lugar que de inmediato luego de atrancar ventanas y puertas y otros de meter a sus perros adentro de sus hogares, llamaron a la policía, para recordarles de que una noche como ésta, había sido el escenario de la fatídica noche para la familia que había vendido su casa por no soportar el dolor de los recuerdos de sus hijos, pues, en él habían crecido.

Empezó a llover y lo hacía con un aire que parecía que el viento húmedo arrancaría las copas de los árboles del lugar, los cables se agitaban como si tuvieran vida propia, las gotas caían con una precipitación que lastimarían a cualquiera que se atreviera a salir esa noche, eran como proyectiles que caían del cielo; en un lugar estratégico, parqueaba una patrulla de la policía, quien había dado respuesta al llamado de la comunidad. De adentro de la cabina del auto hacía afuera no se podía ver absolutamente nada, algo que a las autoridades les tenía sin preocupación alguna, ellos, los dos policías, comían sus donas, acompañadas de un caliente café que llevaban en sus termos.
- ¡Vaya noche! ¿no? Le dijo un policía al otro.
- Esta dura, pero mírale el lado bueno, ¡nadie morirá esta noche! Respondió el otro policía.
- ¡Nadie morirá asesinado! pero si podría morir por algún accidente. _ Imagínate que cayera uno de estos viejos arboles sobre alguien.
- Mejor bebe tu café o se te enfriará. Cuando éste sorbe a su caliente café, un rayo cayó en el barranco que rodeaba al vecindario que ellos cuidaban esa tormentosa noche, eso provocó que todo se iluminara como si fuera de día por unos segundos. El policía, sintió como el café le quemaba la entre pierna, debido al brinco que había dado cuando todo se iluminó.
- ¡Diablos! ¿estás muy nervioso? Preguntó el compañero del accidentado policía, quien aún estaba con un susto en su rostro.
- ¿Viste, dime que lo viste? Preguntó el asustado policía a su compañero y lo hacía de una manera muy excitada.
- Claro que vi y por favor, ten más cuidado pues, a mi mujer no le gusta quitar esas manchas de café en mi uniforme. Le dijo a su acompañante, refiriéndose al accidente que le acababa de ocurrir a su compañero.
- ¡No idiota! ¡me refiero!... ¿si no viste al enorme perro que está ahí afuera?
- Un enorme perro en esta tormenta, ¿estas loco? con lo mojado que estaría, sería un perro enclenque. Le respondió sarcásticamente a su compañero. 
- ¡No!, ¡era algo enorme, muy enorme!
- ¡Cálmate amigo! ¿si quieres duérmete un rato? _ Yo tomo el primer turno.
- ¡No se si podré dormir después de lo que vi!
- No seas iluso, recuerda lo que dicen... la vista es muy fácil de engañar. _Tomate ésto, te hará dormir como a un niño. _ ¡Estás muy nervioso! Le ofreció un calmante a su compañero, quien no vaciló en tomárselo, pues estaba muy asustado. 

Luego de varias horas dormido como bebe, se despertó, debido al estruendo provocado por una serie de acontecimientos; que habían sucedido justo cuando éste dormía profundamente. Exactamente como a las dos de la madrugada. Un rayo dió en una rama del árbol que tenían justo a la par, un poco adelante de la patrulla, cuando ésto pasó el policía, quedó privado de su vista; pero salió del vehículo rápidamente, instintivamente para salvar su vida, pues el tronco se precipitó justo a su lugar, destrozando media patrulla; quedando el compañero asustado con vida en el lado del volante.
- ¡Quéee! ¿Qué pasa? ¡Nos atacan! ¿qué sucede compañero? Se levantó del asiento, el cual lo tenía acomodado para poder descansar mejor, pero de su compañero ni señales, solo un tronco sobre la patrulla, el vidrio, completamente destruido, tal cual tela de araña y los hierros retorcidos aplastaban la cabecera del asiento del copiloto.
- ¡Dios mio!, ¡Ramooon! Grito un policía somnoliento, quien aun se sentía algo drogado por lo fuerte del calmante y la falta de costumbre que él tenia para tomar esos medicamentos controlados. Luego de despertar, no completamente, pero en un buen porcentaje, extrajo su revolver del cinto y bajó de la destruida patrulla. Linterna en mano y revolver en la otra, el agua le golpeaba el rostro, lo cual no le permitía ver bien.
- ¡¡Ramoooon!! ¿Estás bien? Gritaba desesperado, el agente policíaco a su compañero; pensando lo peor. Se alejó unos diez metros de la patrulla, alumbrando por todos lados, cuando otro rayo iluminó todo, dejándose ver en una lomita del parque, lugar en donde había estado el árbol el cual había sido mutilado por un rayo y destruido el auto motor. 
- ¡Ayyyyyyy! Gritó el oficial, al observar de nuevo lo que hacía unas horas le había alterado el sistema nervioso; de inmediato con sus reflejos un poco atrofiados por el medicamento, apunto al enorme bulto negro, del cual corría agua por su pelaje, debido a la tempestad, era enorme, un perro san Bernardo era pequeño para el tamaño de la enorme bestia peluda, de pelaje muy negro y completamente empapado. El agente corrió de regreso a su auto, pues, era el único lugar en donde, según él, podría estar seguro en es noche de terror y tormenta. 
Entró en el maltrecho auto y se encerró, sin soltar su revolver. Ahí estaba el asustado oficial, quien ya no pensaba en Ramón, su compañero, solo pensaba en lo que sus ojos habían visto ya dos veces. 
La lluvia empezó a menguar un poco, volviendose una llovizna muy tupida. El oficial, tomó la radio de la patrulla y desesperadamente quiso comunicarse pidiendo refuerzos.
- ¡Aquí el oficial Mendoza! ¡cambio! Y nada. _ ¡Patrulla, numero 555 Solicito ayuda, oficial perdido! ¡cambio!, ¡cambio! Pero nada. 
En eso, creyó escuchar algo _ ¿Si? ¡cambio! _ ¡Habla el oficial Mendoza...! _ ¡Patrulla 555! ¡cambio...! _ ¿Me copian? Nada; entonces puso atención a lo que había escuchado y lo que lo estaba confundiendo con la estática de su radio; no era otra cosa que, el resoplo de un enorme animal. Eso era lo que escuchaba.
- ¡Dios mio! ¿qué diablos es eso? Gritó nuevamente, foquiando por doquier y apuntando con su revolver para donde alumbraba la linterna, para ésto, la llovizna tupida, ahora era una más tranquila, una simple cortinita de agua muy leve. 
Lo que había frecuentado, eran los relámpagos, los cuales iluminaban a todo el vecindario, colocándolo como si se tratara de un día soleado; en uno de tantos lusasos, consecuencia de un relámpago, vió de nuevo a su acechador, el enorme animal, que mas bien parecía un becerro; se había reflejado en una de las viviendas que le quedaban frente a su vidrio enmarañado por el golpe del tronco.
- ¡Mi Dios! Susurró el pobre hombre, muerto del susto. Pero lo que viene, le terminó de helar hasta el alma. 
Un rechinido del auto, en la parte de arriba, como cuando alguien o algo, se ha trepado al destrozado vehículo. 
El oficial Mendoza, vió instintivamente hacia arriba y sus ojos se horrorizaban al ver como la tapicería del auto se movía hacia él, muy lentamente. Mendoza detonó su arma al techo del auto, lo que provocó que lo que estaba sobre él se alejara por un instante. Pero Mendoza sabía que era cosa de tiempo. El silencio total invadió al lugar y Mendoza seguía en el auto, esperando lo peor. 
La luna había sido por fin liberada y la luz plateada iluminaba a todo el lugar. Ahora Mendoza podía ver mejor y él estaba muy atento a lo que sucedía a su alrededor. Pero, el resoplo de la bestia lo atemorizó otra vez más.
- ¡Dios mio apiádate de tu hijo! Dijo Mendoza y luego se santiguó; abrió el tambor de su revolver, extrajo de su cinto las ultimas balas que le quedaban y procedió a introducir las balas en el revolver; pero el resoplo de la bestia, se escuchó con mayor fuerza, haciendo que Mendoza se lanzara hacía atrás por instinto de supervivencia; pues, frente a su rostro, la enorme cara de la bestia, resoplándole; de sus orificios nasales, exhalaba un humo blanco, el vaho que salía del excitado animal; el hocico se encontraba retraído hacia su cara, enseñándole a Mendoza, sus enormes incisivos, los cuatro, de los cuales se notaban pequeños trozos de carne y de su hocico negro... sangre, mucha sangre, seguramente la de Ramón. 
Lo ultimo que Mendoza vió, fue cando los ojos amarillentos de la bestia, acomodaron su foco para después lanzarse sobre un Mendoza ya completamente vencido.

El auto motor, se sacudía con ferocidad dejando escapar los rabiosos gruñidos de la bestia hambrienta. De Mendoza, no se escuchó nada. 
La bestia, fue por un momento interrumpida de su festín por la radio de la patrulla, la cual seguramente con la sacudida tan violenta que la bestia provocaba en el auto mientras devoraba a Mendoza, hizo que algún alambre hiciera contacto. Y se escucho.
- ¡Diga patrulla 555! _ ¡Acá la estación central..! _ ¡Cambio!
- ¡Oficial Mendoza! ¿me copia? _ ¡Cambio...! _ ¡Oficial Ramón!  _ ¿Me copian...?
- ¿Necesitan refuerzos? _ ¿Cuál es su situación? _ ¡Cambio...!
El asiento del auto motor, quedó con fragmentos de Mendoza y completamente ensangrentado.

Mientras que, en el agujero que daba al barranco, se observaba cuando abandonaba el lugar una cola peluda y negra... ¡muy negra!  

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