martes, 10 de febrero de 2015

Abrazo Mortal 4


- ¡¡Mi amor!! ¡mi amor! ¡mira que belleza! Gritó Alejo, mientras observaba la belleza natural del lugar.
- ¡Ven, ven a ver! Le gritó una vez más a Griselda, pero ésta, no se sentía muy cómoda en ese lugar.
- ¡Amor! ven, ¡mira que bello lugar encontré! Gritó Alejo y justo cuando Griselda tomó valor y decidió acudir al llamado de su novio. En él se enrolló una enorme serpiente; Griselda, al ver lo que le sucedía a Alejo, quedó petrificada, sin poder reaccionar, mucho menos moverse. 
Ella, era una estatua de arena dispuesta a desmoronarse con el primer embate de ola de mar. Alejo, pudo gritar a Griselda ésto.
- ¡¡Corre, mi amor corre!! Griselda se tapó la boca con sus manos para no emitir un solo sonido que la pudiera delatar y entonces ser atacada por la enorme serpiente que apretujaba con un fuerte abrazo mortal a Alejo. 
Cuando Griselda recibió el embate de agua salada que la hizo reaccionar,  y escuchó las ultimas palabras de Alejo, corrió sin orientación alguna, pues, ella solo quería huir del lugar y salvar su vida, mientras Griselda huía muy descompuesta, logró escuchar el ultimo apretón que la serpiente le dió a Alejo, lo supo pues escuchó como se fracturaron los huesos de Alejo. Ésto, asustó más a Griselda, lo que le dió más fuerzas para correr, pero la imagen de Alejo, seguía en su mente y el crujir de huesos en sus sienes. 
No pudo más y cayó al suelo sobre sus rodillas, para posteriormente dejar salir de su garganta un aterrador grito, por la vida de su Alejo.
- ¡¡Nooooo!! ¡¡Dios mío que horrible!! e irrumpió en un doloroso llanto, algo que la liberaba momentáneamente de su pesar y de el dolor que sentía en ese instante por la pérdida de su amado Alejo. 
Era tan fuerte el dolor que sentía su mente y su corazón, que por un breve momento quedó privada, recostada sobre el húmedo suelo, en posición fetal. 
Transcurrieron varios minutos para que Griselda volviera en sí; pero lo que la hizo regresar por completo a la cruda realidad, fué el sonido que en ese momento ella escuchó.
Era, un sonido provocado por alguien que se arrastra, tal cual, una enorme culebra. Eso fué lo que ella escuchó; ésto la inquieto de tal manera que su cuerpo fue nuevamente invadido por un nerviosismo que le corría por su espina dorsal, dejando su dosis a cada musculo de su anatomía. Una vez más, se tapó la boca con sus sucias manos, quedando a la vista un par de ojos muy grandes, los cuales por la cantidad de agua salada que de sus ojos brotaban sin detenerse, y corrían por sus pestañas que ahora estaban pegadas entre sí por las lágrimas, el sonido seguía escuchándose, ese cuerpo arrastrándose entre la vegetación del lugar, ella no se atrevía a mover uno solo de sus músculos, por el temor a ser descubierta y correr con la misma suerte que su novio; por lo que estuvo ahí en un silencio total, lo que no podía evitar era un temblor en todo su cuerpo; uno que se confundía por el frío del lugar con el nerviosismo de su cuerpo, ese que hace que sus dientes castañeteen. Ahora, el sonido era mayor. 
Un para de pájaros en lo alto de los arboles aledaños a donde todo sucedía, eran los únicos testigos de la agonía que Griselda sufría en ese momento y desde donde se ubican, logran ver, como los matorrales se abrían al paso de quien se arrastraba con rumbo hacía donde se encontraba Griselda y su tembloroso cuerpo; casualidades de la vida o infortunio, pero, en pocos minutos luego de ser observados por las aves, quienes veían quien producía el sonido que se acercaba a Griselda; ella, a quien ahora le retumbaba el tenebroso sonido por estar demasiado cerca, se aterraba con solo imaginar al enorme animal que le habia robado la vida a Alejo, Griselda se resignó y espero, pues ya no tenía fuerzas para escapar del lugar y menos ahora que se hacía presente ante ella, el causante del sonido causado por un cuerpo con movimientos ondulantes y laterales.
- ¡¡Noooooo!! Grito Griselda al estar frente a lo que ella sin desear esperaba ya hace unos cuantos minutos. Griselda, seguía gritando con histeria y con sus ojos bien cerrados, manoteando con desespero a lo que se le estaba acercando, los gritos no le permitían escuchar lo que tenía justo frente a ella.
- ¡Auxilio, ayúdame por favor! 
Se trataba de otro chico, quien seguramente se había topado con el enorme pitón o boa u otro y había logrado escapar con vida y arrastrándose pudo llegar; sin él querer, justo al lugar en donde se encontraba Griselda.
Por fin, Griselda escuchó el pedido de auxilio y se calmó; poco a poco abrió sus enormes ojos y se dió cuenta de que no era el reptil, sino un muchacho, quien le pedía auxilio. 
Griselda se abalanzó contra el muchacho, pensando que ya no estaría sola con su angustia; pero cuando lo abrazo para auxiliar al muchacho se percató de algo que la perturbó mucho más e instintivamente se alejó de él, como si se tratara de un par de imanes con la misma polaridad. El chico la vió, con mucha angustia en su cara y repitió.
- ¡¡Ayúdame por favor!! 
Mientras, Griselda ahora recostada contra el árbol de los pájaros y nuevamente con sus manos en su boca y sus ojos una vez más, invadidos de lagrimas. 
Los pájaros, que observaban el panorama, muy dentro de su instinto animal, sintieron pena por lo que sus ojos veían, pues, ellos veían lo mismo que hizo a Griselda brincar lejos del muchacho. La vista era elocuente y para locos, pues, del joven solo quedaba medio cuerpo y era esa porción la que se había arrastrado hasta ese lugar pidiendo auxilio; él, no sabía lo de su estado, pero lo que le quedaba de vida no era mucho pues, tras él un estela roja, seguramente porque se estaba desangrando.
Griselda con el horror en su rostro se compadeció del chico y de manera maternal se acercó a él y le cogió su cabeza, la colocó sobre sus piernas y, ahí estuvieron hasta que el sol cayó por las montañas y junto con el sol, el chico moría siendo acariciado por manos de una noble Griselda. Lo ultimo que ella escucho del chico, fué.
- ¡¡Gracias!! Y, luego dejó de existir, en su cara una sonrisa, muestra de agradecimiento para ella, su consuelo final.
Cuando Griselda supo que el chico había dejado de existir, lo colocó con mucho cuidado sobre la tierra húmeda y se encaminó a donde la llevara el camino que estaba frente a ella,; Griselda quien en ese instante parecía ser un cuerpo sin alma, como un muerto viviente; así iba Griselda, sin importarle con que o con quien se encontrara; pues la noche había llegado al campo y éste estaba muy oscuro, hasta que fué rescatada por una luna llena que le daba un aliciente a Griselda y le permitía seguir en medio de la penumbra, viendo languidecer a su sombra.
Despues de varias horas caminando sin rumbo ni destino por un camino que cada vez se hacía más largo, por fin, ya desfallecida se encontró con la cinta asfáltica y cayó una vez más y allí quedó de nuevo en posición fetal.
No supo cuanto tiempo estuvo desmayada, pero en todo ese tiempo, no pasó un solo carro por la carretera. Pero ahora que se despertó, como a unos 500 metros de ahí se dejaron ver un par de luces, como las que se ven al otro lado de algún túnel, salvador. Griselda sintió alivio, viendo como cada vez las luces brillaban más, debido a que se acercaban a ella. 
Eso le dió fuerzas e hincada le hizo la parada a la vieja camioneta de color rojizo y oxido que había llenado todo el camino con un humo negro, que por un instante cuando éste se detuvo por Griselda; ennegreció todo a su alrededor. 
El conductor se apeó del vehículo y se dirigió con paso lento a dónde se encontraba la chica desfallecida y se paró frente a ella.
- ¡¡Gracias a Dios, que se detuvo señor!! Le expresó con una vos muy débil y sin lograr levantar mucho su rostro; el tipo, no emitió sonido alguno y seguía parado frente a ella, mientras se disipaba todo el diésel negro que aún los envolvía. 
Por fin la claridad volvió y Griselda le dijo una vez más.
- ¡Gracias señor! ¡por favor ayúdeme! ¡sáqueme de aquí, me ha sucedido algo terrible! 
El tipo no dijo nada, ni movió un solo dedo, ella seguía sin poder levantar la vista.
Lo único que Griselda lograba ver; eran un par de botas, como de color corinto o algo así y una gabardina negra, vieja y mal oliente, que le llegaba hasta las botas.
Éste, por fin la tomó de su mano, la cual ella tenia extendida hace rato y la jaló para ponerla de pie; cuando Griselda estuvo completamente de pie frente al tipo de gabardina larga y con sombrero sobre su cabeza. Ella lo vió a la cara, la que a penas se le distinguía por la oscuridad de la noche; Griselda al verlo, dijo.
-¡¡Tú!!... 
...Y, su cabeza rodó por la cinta asfáltica.









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