domingo, 22 de febrero de 2015

Carta a mi hijo Adolescente


Hola Hijo.        

Te escribo esta carta, pues, hablar contigo ya no es posible, aunque compartimos la misma casa te siento tan lejano, que a veces pienso que te he perdido, como si te hubieras extraviado entre las paredes de nuestro hogar, he llegado al extremo de preguntar: ¿Dónde se encuentra mi pequeño? Pero has crecido y con ello, y tú edad, lo había olvidado, pero no es tu culpa, es la edad, la que te ha separado del que un día fue tu mejor amigo, tú héroe, el inseparable; ahora, tus obligaciones y la tecnología te han robado mi atención y mis consejos; los consejos de tus amigos son mejores, más actualizados; lo que yo digo es algo fuera de época, fuera de moda. ¿Dónde te escondes que no te veo? Y, cuando logro hallarte, estás encerrado en tu cuarto, ni siquiera te percatas de mi presencia, pues la computadora o tu celular te tienen secuestrado y te impiden que tengas un rato conmigo.
Yo;  ¿recuerdas? mi amor, y que siempre busqué un tiempo para nosotros, pues, no me negarás que siempre que volvías de la escuela nos encontrabas sentados en la acera a nuestro perro y a mí, con pelota en pie, para lograr ganarle las últimas horas de sol a la tarde, eras incansable y yo a mi edad que por todo el tiempo, desde que a mi vida llegaste, has sido; mi atención, mi preocupación, mi obligación trataba de darte la talla, sí que me agotabas, pero era un cansancio hermoso, delicioso, uno que valía la pena sufrir; recuerdo también, tu alegría al ganarme en nuestras tardes de descanso escolar, con juegos de mesa, tu alegría era inmensa cuando ganabas , tal cual, quien se saca la lotería y yo, con un seño fruncido fingía una frustración que no sentía. Y, cuando perdías, algo que era bueno para adelantarte que en la vida no todo es gloria y que también hay momentos difíciles,  ésos juegos eran una escuela, una doctrina de vida; te enfurecías tanto, parecías un troglodita y yo te consolaba, indicándote que en la vida no siempre se gana. ¿Lo recuerdas?
El tiempo pasa y siento que lo estamos desperdiciando, tú lo ignoras, pues, piensas que el tiempo es lento, pero yo sé que no es así, y menos para mí, el tiempo en mí, va muy rápido y furioso, pero adentro de mí, aun vive un niño,  que aún quiere compartir tiempo contigo.                                                                    Soy alguien, que si ves por la ventana  me veras como niño pobre, sentado sobre la acera de nuestra calle, esperando a que salgas y juegues conmigo, entre mis piernas, la vieja pelota. De pronto apareces y mi corazón se agita de emoción, pero tú pasas de largo y no me ves, sigues de largo a casa de otro amigo, uno al que le ha llegado un nuevo juego electrónico; para que perder el tiempo con ese pobre niño si lo puedes emplear con el niño rico que vive a la par. Algo que ignoras y que un día lo sabrás, es que el tiempo no perdona y que, cuando llegues a la edad de ser tú quien ahora soy yo, te llegará la factura y sufrirás lo que ahora sufro yo. En ese instante recordarás al niño pobre de la acera y lo buscarás desde tu cuarto, pero él ya no está, se ha ido, ahora estas solo, lo mismo que yo desde hace tanto, y te preguntas ¿Dónde estás padre?                                                                    Vienes a buscarme y me hayas en una cama, mi alegría no tiene tamaño, pero mi arrugada cara ya no es expresiva, y mi cuerpo ya no tiene más que dolores, mi tiempo de juegos ha caducado, ahora solo puedo escucharte y aconsejarte. Te repito lo mismo de toda la vida y tú te asombras de mi sabiduría, pero, es la misma de siempre, la diferencia es que ahora me prestas atención y me escuchas.
Hijo amado, espero que éste papel este blanco para cuando leas mi carta y no sea un papel olvidado y encontrado por accidente y que para cuando lo leas, éstas letras estén sobre un papel amarillo. Eso será muy triste para mí que ya no estaré y para tí que ya no me tendrás.
Sabes que te quiero hijo amado, que te extraño y te espero, que estaré en el mismo lugar de siempre, esperándote por si quieres compartir un poco de tu tiempo conmigo. Que no te guardo rencor, jamás mi corazón podría cambiar su sentir por tí, pues, has sido el hijo que siempre quise, que tanto esperé, y al que como a nadie he amado. Ahora me explico esas sabías palabras: “Dejad que los niños vengan a mi…” Eres un ángel que Dios me ha enviado, solamente, para amarte,  cuidarte, educarte y luego debo dejarte ir. Pero yo me he enamorado y de mi propiedad te he creído que no quiero perderte.                                                                                                                                                                   Disculpa mi egoísmo, pero, es que jamás había amado antes como a ti te he amado.

                                                                     
                                                  Tú Padre    

No hay comentarios.:

Publicar un comentario