sábado, 14 de febrero de 2015

Como me lo contaron te lo cuento 4: Lo que una madre quiere


En una de mis visitas al hospital acompañando a mi hermana para que le efectuaran una cirugía, saqué mi celular y lo coloqué en la opción de música, extraje uno de mis libros favoritos y me dispuse a escuchar buena música y a leer un poco de buena literatura. Luego de varias horas y con la vista cansada y la batería de mi celular a la mitad, decidí descansar la vista y mis oídos. Creí escuchar algo, la vos venía del asiento de la par.
- ¡Vea a esa señorita, con tremendos tacones! 
Efectivamente, la señora que estaba a mi lado me hacía ese comentario y, al ponerle atención a sus palabras; con una sonrisa burlesca en sus labios, continuó con su educativa y honesta critica.
- ¡Al quitarse los zapatos quedará como un pigmeo! Y se empezó a reír. No me quedó de otra que sonreír tambien, no por su sincera critica, sino por la carcajada de ella. Le seguí la platica y ésta se trataba de los zapatos de la señorita, quien, para mi se veía muy elegante y debo de ser sincero pues, seguramente al quitárselos si quedaría muy pequeña; eso era evidente. 
Entonces le pregunté, ¿qué hacía en el nosocomio? y ella me dice, pero con el rostro muy preocupado; su rostro sonriente, desapareció.
- ¡Tengo a mi madrecita hospitalizada y vengo a la visita!
- ¿Y, usted? Me preguntó. Le expliqué el motivo que me tenía en ese lugar y ella encontró en mi persona a un buen escuchador, que le dió rienda suelta a su penar y luego de escucharla atentamente, le expresé mi admiración por lo que ella hacía por su respetable madre, y le dije.
- La felicito, ya verá como Dios le bendecirá, pues usted le esta dando una gran lección a sus hijos y ellos algún día harán lo mismo que usted ahora hace por su mamita, con usted. 
Ella se conmovió y me lo agradeció, luego que pudo me dijo.
- Pues, sí, usted tiene razón. _ ¡Fíjese que hace poco estuve muy enferma, grave, postrada en cama y mis hijos, uno de 33 años y los otros de un poco menos, me llenaban la cama con pollo, pizza, flores, dulces y muchas otras cosas... Además de su amor.
- Ya ve, Dios le esta regresando, las bondades que usted tiene con su madrecita. Le expresé. 
Ella sonrió muy orgullosa y lo que agregó, es lo que me conmovió y quiero compartir hoy: "Como quien dice; éste es el mensaje de la historia presente". Entonces, ésto me dijo ella.
- ¡Si, gracias a Dios!, es cierto lo que usted dice. Pero yo les dije a mis hijos una vez me repuse y ya muy bien de salud. Por la gracia de mi Señor Jesucristo; agregó.
- Los llamé y les dije: _ Hijos míos, quiero darles las gracias por sus obsequios y cariño en mi momento de enfermedad. Pero quiero pedirles algo. Y agregó. _Si ahora o más adelante, tienen la voluntad y el deseo de darme cosas, quiero que lo hagan mientras yo esté con vida, pues no quiero que me lloren en el cajón o en mi tumba, ahí, ya para qué. _Y no me llenen de comida rica que tanto me gusta y de flores bellas que son mi debilidad cuando esté postrada en una cama, pues, cuando uno está enfermo no tiene ganas de comer, ni de nada. _Pero ahora que estoy bien y con salud; ese pollo, esas hamburguesas, esa pizza, me las comería con hambre y las disfrutaría mucho, además, las compartiríamos en familia y las flores, las olería y luego las colocaría en un cristal con agua y las cuidaría a diario. _Eso hijos amados es lo que su madre les pide, por favor.
Yo quedé mudo, reflexionando las sabias palabras de la señora. Y, ¿cómo no darle la razón?, pues, de que sirve llegar a llorar sobre un ataúd, gritando, _¡Te amo madrecita! si ya ella no está entre nosotros.  Por qué llenarla de viandas y regalos, además de besos y abrazos, estando postrada sobre una cama, si ella, en ese momento no puede ni desea disfrutar absolutamente de nada ni de nadie, lo que un enfermo desea, es descansar, recuperarse. En ese instante hasta un abrazo con el mayor de los amores puede ser algo muy doloroso para un enfermo, un beso cariñoso, puede ser algo que ella no logre sentir y pueda hasta incomodarle. Hagamos todo eso, cuando ella esta lozana, muy bien de salud, en sus cinco sentidos y llena de vida.
- ¡Lo dejo, mucho gusto, pero ya están entrando los de la visita! 
Se despidió de mi, la señora que vió los zapatos graciosos de la joven de escasa estatura y que en breve me dió una gran lección de vida. Yo, que estaba retraído, aun pensando en sus sabias palabras, a penas logre decirle.
- ¡Adiós, mucho gusto y que siga mejor su madrecita!
Ella, se perdió entre la multitud de personas que llegaron a la visita ese día y yo retorné a mi música y mi lectura. Pero, he de confesar que mientras podía, regresaba a mi mente: Lo que una madre quiere de un hijo.
Yo, hace 9 años que perdí a la mía. Pero si la tuya aún esta con vida, te dejo ésta enseñanza para que la pongas en practica...  ¡¡DISFRÚTALA!!








  

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