jueves, 26 de febrero de 2015

El Sindicalista (una sucesión de eventos)


Como en cualquier empresa, estatal y privada, las leyes de la carta magna le da vida a la formación de sindicatos, quienes velan por los intereses de los trabajadores, pero, creo yo, siempre y cuando éstos estén dentro del marco de la ley y del marco de los estatutos de la empresa que la constituye. Sin embargo,  ésto no se cumple, pues, siempre veremos como el compañero sindicalista, lider de esa asociación, el que fué electo como su secretario general, no por sus conocimientos y habilidades del puesto que el ocupa en dicha empresa, sino, por ser el más bocón, bochinchero, y huevudo. En otras palabras, aquellos que no tienen pelos en la boca para gritar lo que la gente trabajadora quiere oír, y, esperar que éste los defienda cuando dan las nalgas en algo grave, dentro de dicha entidad, aunque a ojo de ciego, se vea que dió el trasero y que merece a todas luces, ser destituido. Creo, que el secretario general de dicho sindicato deberá de ser, alguien estudiado y que entienda a cabalidad el teje y maneje de dicha empresa y que su respaldo sea ecuánime, con ambos, con los trabajadores que él representa y con la empresa que les da de comer. Pero, ésto es una utopía, pues, el huevudo que llegó al hueso utiliza su estatus para beneficio personal, como plataforma política, dándose a conocer para en un futuro próximo, ser electo en un cargo de elección popular.
Debo de aclarar que, no siempre es así, pero lamentablemente sí lo es, en un alto porcentaje. 

Veamos a continuación lo que ésto puede acarrear.

Las cosas en el Ministerio de Salud no andaban bien y eso parecía un hormiguero de hormigas coloradas, el Director del Hospital, un medico viejo, con una amplia experiencia, una persona muy consciente, pero estricta; estaba con la postura de destituir a uno de sus médicos, por negligencia y otras circunstancias mucho peores, pero éste médico, estaba respaldado por el sindicato de trabajadores de dicho hospital, el Hospital General. 
El Dr. Marroquín, como director de dicho centro hospitalario, les dió una audiencia para escucharlos y que ellos escucharan de él, los motivos que tenía para la destitución de dicho médico.
- ¡Bienvenidos señores, por favor acomódense! Les dijo el dr. Marroquín, muy amablemente a los representantes de dicho sindicato, entre ellos, Jorge Mario, el secretario electo ya hace muchos años y que continuaba en la secretaría por un efectivo trabajo, él, vió con mala cara al galeno, quien supo que esa tarde no se llegaría a ningún acuerdo.
- ¡Bien, señores, los mande llamar para conciliar nuestra situación, pues a la larga los damnificados son los pacientes y yo no estoy de acuerdo con que ésto sea así. Recordemos que nuestros sueldos se obtienen de los impuestos y de los pagos que ellos, los pacientes, hacen por consulta externa, y de no ser por ellos, no tendríamos razón de ser.
- Perdón que lo interrumpa Dr. pero, aquí el único culpable es usted; por la necedad de echar a nuestro compañero, el Dr. Fernandez, quien es miembro activo de nuestro sindicato.
- Perdone usted Sr. Jorge Mario, pero usted conoce el problema que éste médico a traído a nuestro hospital desde el día en que llegó; ya se le han pasado por alto muchas faltas anteriormente, precisamente por lo mismo, y que por el apoyo de ustedes para con él, aún a sabiendas de que yo tengo la razón, pero como el Dr. esta al día con sus cuotas en el sindicato, usted lo defiende a capa y espada.
- ¡Nos ofende Dr.! Se puso de pié y no quiso seguir conciliando, sus acompañantes siguieron a su lider, Jorge Mario, quien antes de salir del despacho del médico, le dijo.
- ¡Ahora a demás de la destitución del Dr. Fernandez, quiero su renuncia Dr. Marroquín! de lo contrario no levantamos la huelga, ¡muera quien muera! Azotó la puerta y se retiró de la oficina del director del hospital. 
A sus compañeros no les pareció la actitud de su lider y se opusieron a que pidieran la destitución de tan prestigioso galeno, pero Jorge Mario, al que se le había subido el poder a la cabeza, no se echó para atrás.
El hospital estaba dividido, por la pronunciación del lider sindicalista, pero al final de cuentas pasó lo que siempre sucede, el lider, Jorge Mario, ganó. Y, el Dr. Fernandez regresó triunfante a su puesto como medico en el hospital, mientras que el Dr. Marroquín salió por la puerta de atrás, aplaudido por quienes lo conocían y abucheado por los amigos de Jorge Mario y que eran miembros del sindicato.
Uno de los segundos en el poder del sindicato se acercó a su lider y le dijo al oído.
- ¡Ganaste, como siempre Jorge, solo espero que un día no te arrepientas por haber echo echar a un gran médico! Y se retiró a su trabajo. Mientras que Jorge Mario, solo frunció el seño y siguió recibiendo los parabienes de otros sindicalistas igual a él.

El tiempo siguió sin pena ni gloria, el hospital trabajaba a un ritmo que era el permitido por los sindicalistas, mientras, el Dr. Marroquín, seguía con su vida, en su clínica privada, lugar que se mantenía abarrotado, debido al prestigio del medico. 
- ¡Jorge! ¡Jorge!.... ¡Jorge Mario! Gritaba una de las enfermeras del hospital dirigiéndose al lugar de trabajo del secretario general del sindicato.
- ¿Quién? ¿quién me busca? Preguntó enojado Jorge, mientras platicaba amenamente con una señorita trabajadora de la cocina de dicho hospital.
- ¡Jorge, tienes que venir a sucedido algo espantoso!
- Lo único espantoso para mí, sería que regresara a su puesto el desgraciado del Dr. Marroquín... ¡Tipo para caerme tan mal!... ¡Me Cayó del cielo y aproveché para echarlo de aquí!
- ¡Ven, no pierdas el tiempo, hablando estupideces!
Jorge Mario ya con la duda entre ceja y ceja se dirigió detrás de la enfermera que lo solicitaba a gritos, por fin, llegaron a la emergencia del hospital. Jorge vió el desmadre que había en el lugar y que nadie podía hacer nada, pues él tenía controlado al hospital. 
En la emergencia, el Dr. Fernandez atendiendo la emergencia, con una hueva, su mayor preocupación, era chatear por su celular. Pero ésto, era por culpa del sindicato. 
Ya ahí, Jorge preguntó a la enfermera.
- ¿Qué pasa Zoila? ¿Por qué tanto escándalo, acá todo esta bien? Dijo Jorge a Zoila, pero Zoila lo tomó del brazo y lo llevó hasta una de las clínicas de la emergencia y lo que ahí encontró, lo heló hasta el tuétano.
- ¡Mirna! ¿qué haces aquí? Mirna era su esposa y ésta lloraba desconsolada y con el horror en su rostro. 
- ¡Mira, es Jorgito! ¡se nos muere, Jorge Mario! y, ¡nadie lo atiende!
- ¡Ésto has logrado, si nuestro hijo se muere será solo tu culpa! Jorge Mario vió a su pequeño hijo, inconsciente sobre una camilla de la emergencia del Hospital General. Luego de ver muriendo a su hijo, salió de la sala en busca de un médico, para que lo atendiera de emergencia.
- ¡¡Dr. Fernandez!! ¡Venga por favor, es mi hijo, necesita un médico, él se muere y nadie lo atiende!
- ¡Cálmese compañero! _ ¡Ya Zoila se está encargando, yo estoy en mi hora de refacción!, ¿recuerda? ¡la hora que ganamos gracias a usted!
- ¡Está bromeando Dr. es mi hijo y se muere!
- ¡Cálmese Jorge, no me trate así o me quejo con el sindicato! Le respondió el Dr. Fernandez mientras salía del lugar, con celular en mano y en la otra una taza de café, luego de perdió entre el largo pasillo de la emergencia del hospital, EL Dr. Fernandez, pasaba entre heridos y personas graves, sin poner la menor atención; con un desamor y desinterés, mientras los familiares le gritaban.
- ¡¡Dr. ayúdeme por favor!!
Jorge Mario, vió como su protegido le dió la espalda y se retiró de ahí, sin ningún problema, retornando al lugar en donde se encontraba moribundo su hijo y su esposa desecha.
- ¡Jorge Mario, alguien debe de atender a tu hijo o morirá! Le dijo al oído Zoila a Jorge Mario.
Éste, salió de la habitación y corrió por el mismo pasillo que hace unos minutos caminó el Dr. Fernandez, hasta llegar al cuarto de los residentes, quienes descansaban y ahí, se encontraba el médico de turno para la emergencia. el Dr. Fernandez.
- ¡Por favor, que alguien ayude a mi hijo! Grito el prepotente Sindicalista, un grito muy similar al del resto de pacientes que esperaban por un turno en la emergencia.
- ¡Vamos Jorge yo veré a su hijo! Dijo un medico, uno que llevaba tiempo en el hospital y que se opuso a la destitución del Dr, Marroquín. 
Cuando llegaron a la clínica, el medico lo revisó y luego dijo.
- ¡A caray, cómo es la vida!
- ¿Eso que significa Dr. Orantes? Preguntó con desespero Jorge Mario.
- ¡Significa, Jorge, que el único especialista para lo que su hijo tiene, era el Dr. Marroquín, el medico que usted logró hacer que lo destituyeran!
- ¡¡Maldito!! Gritó Mirna _ ¡¡Tu has matado a tu hijo!!
- ¡¡Haga algo Dr. Orantes, se lo suplico, por favor!! Dijo Jorge Mario, con lagrimas en sus ojos.
El Dr. Orantes, le dió unas palmaditas de consuelo a Jorge en su espalda y dijo.
- ¡Zoilita, lleve a Jorgito al quirófano!
- ¡Si Dr.!
- ¡¡Dr. ¿se salvará?!! Preguntó Mirna desconsolada y con mucho miedo.
- ¡Haré todo lo posible señora! Y agregó.
- ¡Si el Dr. Marroquín estuviera aquí, su hijo tendría mas posibilidades, él era un gran especialista para éstos casos! _ ¡Haré lo posible, pero no le prometo nada!

Varias horas después, salía el Dr. Orantes del quirófano.
- ¿Cómo le fué Dr. cómo esta nuestro hijo? Preguntó Mirna, desesperada. Mientras Jorge Mario, seguía sentado en una silla, con la cabeza metida entre sus piernas.
- ¡Lo siento señora, lo siento Jorge Mario! ¡hice lo que pude, pero Jorgito... Murió!

Un par de meses después, Jorge Mario, renunció a su puesto como Secretario General del Sindicato de Trabajadores del Hospital General. Y en su discurso de despedida dijo.
- ¡Pagué muy caro mi error, Por ello, me voy del sindicato y del hospital! _ ¡Pero quiero recomendarles que elijan bien a mi sucesor, elijan a alguien que conozca del hospital para que él, tome las decisiones correctas, que vayan en beneficio del hospital, de sus usuarios y por último de ustedes...!

Eso dijo el Sindicalista y así fué publicado en el periódico. Ésto leyó desde su clínica el Dr. Marroquín. Luego, oprimió el interruptor y dijo.
- ¡Estelita, que pase el próximo paciente!.....

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