martes, 31 de marzo de 2015

Cuentos de la Catacumba


Juanita y Gabriel

Gabriel salía tarde de su trabajo y para llegar a su hogar debía de pasar por la morgue y a la par de ella, el cementerio del pueblo, algo que le tenía sin cuidado pues, desde niño recorría éste camino y el echo de que éstos dos lugares que para muchos sería de horror pasar por ellos o cerca de ellos, en la noche, para él era normal.
Pero, una noche que Gabriel salió más tarde que de costumbre y que luego de ello todavía se fué con sus amigos a tomarse unos tragos, le tocó pasar por aquel camino de años, a eso de media noche. 
Gabriel iba dando tumbos, debido a los tragos en su sistema, pero algo casi le quitó la borrachera de esa noche.
- ¡Adióooos Gabrieeeeel! Se escuchó la voz de una chica muy joven y el tono muy sensual; Gabriel se detuvo y vió para todos lados, pero solo vió a los miles de ojos que revoloteaban en los arboles que rodeaban al cementerio y otros pocos que crecieron en él. 
Caminó un par de metros y de nuevo... 
- ¡Adióooos Gabrieeeeel! Gabriel se detuvo una vez más y lo mismo, nada, está vez solo los sonidos de grillos, y sapos dando brincos cazando insectos. Gabriel sintió en su cuerpo un frió que le heló la sangre y salió corriendo con rumbo a su casa. Él alcanzó a oír ésto, mientras corría.
- ¡Gabrieeeel!
Pasaron unos días después de aquel acontecimiento, pero para Gabriel ya no era lo mismo cada noche que pasaba por ahí con rumbo a su casa a Gabriel se le helaba la sangre, como esa noche. Ésta vez, otra salida tarde, cuando llegó al cementerio era la media noche, caminó con los cinco sentidos en alerta, pero cuando Gabriel abandonaba el cementerio escuchó de nuevo.
- ¡Gabrieeeeel! ¿quieres hablar conmigo un rato? Gabriel, tomó valor y se detuvo de golpe y gritó con voz muy enojada.
- ¿Quién putas es?
- ¡No seas mal hablado! ¡Gabrieeeeel! ¡Quieres hablar conmigo un rato?
- ¿Cómo hablaré con alguien a quién no veo? Luego de que Gabriel dijo éstas palabras, de una ceiba, que llevaba siglos en el cementerio salió la joven. Se trataba de Juanita, una chica que llevaba solo 8 días de enterrada. 
Juanita había sido asesinada mientras se defendía de su padrastro, quien la quiso violar y ésta al no permitírselo recibió un golpe en su cabeza, lo cual la mató de inmediato.
- ¿Juanita? ¿Eres tú? Dijo Gabriel, aterrado y con mucha pena por ella, pues, Juanita siempre estuvo enamorada de él.
- ¡Si Gabriel soy yo!
- ¿Qué quieres de mi Juanita? Preguntó Gabriel, ya un poco más tranquilo y con mucha ternura hacia ella, debido a la mala suerte de lo que el destino le había jugado en vida.
- ¡Solo quiero hablar con alguien Gabriel, me siento muy sola! Gabriel se quiso acercar a ella ya sin temor alguno, pero ella le pidió que no.
- ¡No te acerques mucho Gabriel, me siento sucia y con mucha vergüenza!
- ¡No te preocupes Juanita, todo el pueblo sabe que tú eras una chica buena! Esa noche hablaron poco, pero las noches siguientes Gabriel llegaba con buen tiempo y hablaban durante horas. 
Con el paso del tiempo, Juanita permitió que Gabriel se acercará más a ella, hasta que llegó el día en que estuvieron el uno a la par de otro.
Hablaban de como había sido la tragedia, Juanita le confesó que siempre lo amó, Gabriel le dijo que ella tambien le había gustado mucho, lloraron, rieron. Así eran las noches de los amigos.
Una noche, justo a la media noche, Gabriel se despidió de Juanita. Y Juanita le pidió un beso a Gabriel.
- ¿Gabriel me das un beso? Gabriel un poco temeroso aceptó y ambos se fundieron en un apasionado beso. Era algo extraño pues, por un lado carne, mientras que por el otro espíritu.
Luego de esa noche las visitas de Gabriel fueron más románticas y los besos empezaron a sentirse mucho mejor. 
Esa noche, la luna estaba en lo alto, justo parecía que estaba posada sobre el cementerio y lo iluminaba muy bien, era noche de plenilunio, la luna lucía preciosa, grande y redonda; muchos decían que hacía años que no veían una luna como la de esa noche en el pueblo. Un ´pueblo del Oriente de mi país. 
Cuando Gabriel, no Juanita, le pidió que lo besara; en la iglesia del pueblo sonaron las campanas, debido a una actividad religiosa en esa noche, eran exactamente las 12 de media noche cuando Juanita y Gabriel se besaron; se dieron un beso muy apasionado y en ese momento Juanita aprovechó y Gabriel se transfiguró, ahora ambos eran espíritus, por tal motivo el beso tenía un especial sabor para ellos, Gabriel ya no se fué y les amaneció. Justo cuando el sol nacía esa mañana, Juanita se llevó a Gabriel de la mano hasta su tumba se pararon frente a ella tomados de la mano, Gabriel vió para atrás mientras Juanita le jalaba la mano para que la siguiera; Gabriel la vió y decidió seguirla a su tumba y en ella entraron los dos y nunca más de ahí salieron.
Al día siguiente, el enterrador del cementerio encontró el cuerpo de Gabriel, recostado en el viejo y enorme tronco de la ceiba centenaria, ¡sin vida! 
También dijo que la tumba de la señorita Juanita, la había encontrado como si hubiera sido profanada, con la tierra revuelta y la lápida de cemento, con el nombre de Juanita estaba en otro lugar y agregó que cuando arregló la tumba de la señorita Juanita, lo que en la lápida vió lo aterró. 
Ésto leyó el enterrador: "Aquí descansan en paz, los amados novios Juanita y Gabriel" 
Los familiares, tanto de Juanita como de Gabriel, quienes no se explicaban lo que en la lápida decía, mucho menos el pueblo asustado. Ellos, las familias de ambos jovenes decidieron enterrar en ese lugar a Gabriel y, ahora sí. Descansan en paz, Juanita y Gabriel en la misma tumba.








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