sábado, 18 de abril de 2015

Calor en Cuerpo de Mujer


Él, la vió desnuda tomando un baño en el río 
y de su caballo se apeó.  
Ella, solo escuchaba los sonidos de la bella naturaleza, 
digno cuadro para su natural belleza. 
El río sonaba fuerte; pues, las aguas de río arriba
se desesperaban por llegar, 
sentían las ansías por su cuerpo acariciar. 
El agua que era calentada por la temperatura 
de su sensual piel morena. 
las azaleas arrastradas por la corriente del río, 
esta vez, más fuerte y violento, 
algo causado por su transpiración, 
una tan sensual, quiza la más sensual 
jamas bañada en aguas cristalinas de río sin contaminación. 
Esas flores, se detenían y reposaban 
sobre su desnudo y sensual cuerpo, 
llenando de fragancias su piel brillante 
por la luz solar, que al igual que aquel hombre, 
la espiaba tras una nube blanca y casta 
como aún lo era ella. 
Los perfumes que las azaleas donaban a dicha piel 
se confundían con las feromonas que ella expedía 
cuando lavaba su feminidad. 
El tipo, sentía que a sus fosas nasales 
llegaban como vapores los aromas del amor 
y quiso evitar, pero no pudo; 
sentirse muy masculino en ese instante.
Las aves que realizaban sus tareas diarias 
no pudieron más que acompañar 
al río en su melodía y con un bello trinar 
hicieron el coro majestuoso, para la morena hermosa. 
Tras la vegetación, pequeños animales silvestres 
trataban de pasar inadvertidos y maliciosos 
se preguntaban de que especie será. 
Las hembras que merodeaban el lugar 
no dejaron de sentirse celosa. 
Pero, al ver a tremenda mujer tan hermosa, 
tambien se rindieron ante su porte espectacular. 
Las hojas en los enormes árboles 
que le daban frescura al lugar 
no les importó morir 
y desde lo alto saltaron a las aguas caudalosas. 
Solo para verla de cerca y las más afortunadas 
se pegaron a ella como sanguijuelas. 
Ella, seguía limpiando su cuerpo 
sobando sus manos por sus curvas pronunciadas 
y caídas, hechas para eso, 
para caer rendidas ante tanta majestuosidad hecha mujer, 
elevaciones y hondonadas eran las que enmarcaban 
los bordes del paisaje 
formado por su cuerpo desnudo y mojado. 
Terminó el baño y nadó hasta la orilla, mientras ella salía 
su cabellera larga y negra se le pegó a su espalda, 
queriendo ocultar un poco más abajo 
pero deberían de crecer más, para hacer tal labor.  
Las gotas de agua no querían dejar el cuerpo de la mujer 
y se negaban a ser evaporadas por los rayos del sol 
que llegaban raudos para ver por completo su desnudez. 
Ella echó su cabeza para atrás 
y de su pecho se elevaron sus feminidades 
las más perfectas y aun vírgenes, 
no mancilladas por manos de macho. 
Su pelo ella exprimió regresando al río 
muy desilusionadas a miles de gotas de agua 
que juraron cerrar su ciclo lo más apresuradamente posible 
para poder volver a disfrutar del calor 
emanado por el cuerpo de la mujer.
El dichoso hombre que de casualidad pasó por el lugar 
montó a su caballo y de ahí se retiró, 
con las imágenes de la morena en su cabeza 
y así su viaje más placentero hacer. 
Cuando ella colocó las telas en su cuerpo 
se veían muy molestas por estar lejos 
del cuerpo que ocultaban a ojo perverso.
Hacían de nuevo su trabajo, uno tan dificil 
pues, ellas pegadas a su cuerpo 
no dejaban nada a la imaginación. 
Tan solo evitaban, que sus poros 
se contaminaran con el polvo 
y con ojo humano que tanto la admiró.
Por ultimo, sus chancletas colocó 
y sus hermosos pies de dedos largos y delgados 
la condujeron por el polvoriento camino natural 
con rumbo al pueblo que la vió nacer: Atescatempa, 
en el oriente, justo en Jutiapa: la cuna del sol.    

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