martes, 28 de abril de 2015

La Poza del Viejo






Hace mucho, mucho tiempo, sucedió algo muy raro e increíble, en el oriente, en la Cuna del Sol llegando a la frontera Salvadoreña; que mantuvo a todo un pueblo con el Jesús en boca; todo un poblado, del que muy temprano se encerraban atrancando puertas y ventanas en sus casas hechas de adobe y tejas rojizas. 
Se rumoreaba que a éste pueblo lo visitaba nada menos que, El Cachudo, y que lo hacía sobre su caballo, algunos contaban asegurando que lo habían visto sobre un hermoso caballo de color negro azabache de pura sangre y con cascos sin herraduras y que echaban fuego por donde él pasaba; con unos ojos de color rojo, como si fueran un par de tizones. Otros contaban que lo veían cada noche, pero nadie sabía el por qué de sus insistentes visitas al pueblo, sobre el caballo. Aseguraban que el jinete, era el mismo Satanás, con sus cuernos, su cola, y sus pesuñas metidas en los estribos de la silla del caballo. 
Ésto era lo que los tenía sumergidos a todos en el pueblo en un horrendo y escalofriante miedo, para evitar tener la desdicha de toparse con él alguna noche; todos dispusieron encerrarse en sus humildes casas al nomas caer la noche. 
En la madrugada, cuando cantaban los gallos, los hombres de las casas dejaban sus hogares y se retiraban a sus labores campesinas, las mujeres se quedaban en casa con el padre nuestro en su pecho, mientras que el campesino iba con un crucifijo en mano, pensando más de alguna oración y buscaban viajar acompañados,  no sea y se le dé un día llegar al pueblo durante el día.
A las afueras del pueblo, justo en la entradas del pueblo de Atescatempa, Jutiapa, había un terreno en el cual vivía un hombre ermitaño, que se dedicaba a los trabajos del campo, justo, al final de su propiedad pasaba un río muy caudaloso y de aguas cristalinas: el Tempisque, y cuando éste salía del terreno de aquel viejo, éste se estrechaba y de él una caída natural de agua con una altura de más o menos cuatro o cinco metros, la cascada se formaba por una numerosa cantidad de enormes piedras que solo Dios sabe como llegaron a fundirse precisamente en ese lugar. Si, que son enormes las piedras, una sobre otra y otras a la par, como si arquitecto las hubiera colocado para formar esa cascada natural, una muy hermosa, algo que beneficiaba al viejo pues, poco antes de que el agua del río se precipitara al vacío, se formaba en el lugar una poza con una profundidad que ni mandada a hacer para realizar clavados, pues, los nacidos en el pueblo se trepaban a los arboles, unos enormes y desde sus ramas se lanzaban hacia la Poza del Viejo. 
Al viejo, no le molestaba que le gente del pueblo usara su poza como balneario y los fines de semana en la época calurosa aquello se llenaba, el pueblo disfrutaba de un refrescante chapuzón en dicha poza.

Una tarde de un día caluroso, mientras el pueblo estaba en sus quehaceres diarios; señoras trabajando con sus tareas domésticas, niños en las escuelas, señores en el campo trabajando la tierra. El viejo de la poza, vio desde donde él se encontraba sembrando, cuando una joven mujer se acercó por el otro lado del río, por el lado que no era propiedad del viejo; ésta se desnudo por completo y de un clavado se metió en la poza y ahí estuvo nadando por un buen rato, mismo que el viejo dejó de trabajar para estar observando a tan hermosa joven. Y, así todos los días de la semana de aquel caluroso verano. 
Durante el fin de semana que era cuando llegaba el pueblo, el viejo la buscaba entre toda la gente, pero nada. El lunes, ella llegaba a la misma hora, el viejo dejaba de trabajar y cada vez se fue acercando a escondidas para poder verla en todo su hermoso esplendor, que pasó lo inevitable, el viejo se enamoró de la joven mujer. Pero, al viejo verse reflejado en las aguas cristalinas del Tempisque, éste lloró, pues para él ya no había posibilidades con la joven, él era un hombre muy viejo, requemado o, rechinado -cómo se dice por ahí- debido al sol, encorvado por el tiempo y el trabajo que realizaba en el campo, en su terreno.
Dicen, que una mañana que el viejo vigiaba a la hermosa joven, se escuchó llegar a un jinete sobre su caballo, pero que el viejo no lo sintió llegar debido al embeleso y a lo sordo que ya era el viejo.
- ¿Hermosa mujer verdad? Le dijo el jinete al viejo.
- ¡Siii! Respondió el viejo sin siquiera voltear.
- La deseas ¿verdad? Dijo el jinete.
- Y, ¿quién no la desearía? ¡Si es tan perfecta! Dijo el viejo sin perder detalle del cuerpo desnudo de la joven, un cuerpo que ya se sabía de memoria.
- ¡Yo podría hacer que ella fuera tuya! Dijo el jinete, al decir ésto, el caballo resopló y relinchó dejando salir de sus fosas nasales un vapor con olor a azufre, muy caliente; el resoplo llegó a la nuca del viejo, que éste sintió que algo lo quemó.
- ¡¿Qué putas?! Dijo el viejo, por lo que escuchó y tambien por el aire caliente que le quemó la nuca. Al voltear para ver quien le había hecho la ilógica propuesta, éste se fué de espaldas y siguió empujándose con sus pies alejándose del jinete, hasta que se topó con uno de los muchos arboles que hay alrededor de la orilla del río y de la poza. Cuando se vió topado el caballo avanzó hasta colocarse frente al viejo y de nuevo resopló y a la vez azotó su pesuña izquierda contra el suelo quemando el pasto del lugar. El viejo pensó: _¡Dios mio! ¡Satanás! Y se santiguo muy asustado. El jinete río mucho al ver al viejo; se apeó del caballo negro y caminó hasta sentarse junto al viejo, éste le tomó de una de sus piernas al viejo asustado, sujetándolo con mucha firmeza; cosa que el viejo sintió como que su hora había llegado, pero cuando su pierna tomó con su mano Satanás, el viejo tuvo una visión: Él, nadando desnudo en su poza, muy joven y guapo como un día lo fué, con la hermosa joven abrazándose, besándose y posteriormente, ambos desnudos sobre aquellas enormes piedras haciendo el amor. 
Satanás lo soltó y el viejo volvió a su penosa realidad. _¿Te gustó verdad? dijo el colorado al viejo, éste respondió, _ ¿qué quieres de mi, para hacer realidad ésta visión? El cachudo río nuevamente y el caballo relinchó, dejando esta vez, todo el suelo carbonizado.
- ¡Lo único que puede interesarme de ti, viejo asqueroso, es tú inútil y senil alma! _ ¡Al fin y al cabo, pronto morirás pues, estas muy viejo y cansado! El viejo pensó y de reojo vió a la joven que aún estaba metida en la poza completamente desnuda. El pobre viejo tragó saliva y luego de ello, dijo.
- ¡Acepto! 
Terminando de decir lo dicho y tanto el Diablo como su negro caballo ya iban cabalgando por donde habían llegaron y el viejo, ¡ya no era viejo! ¡era un veinteañero rubio, muy guapo, tal cual lo fue en sus tiempos de juventud! -a inicios del siglo pasado- 
Entonces, pasó exactamente lo que el viejo vió hace unos minutos; éste, fué feliz con la joven mujer de quien se había enamorado. 
Se bañaron, sus cuerpos se entrelazaban como serpientes en celo bajo el agua, se besaban apasionadamente, y al fin, salieron de la Poza del viejo y se dirigieron a una de las enormes piedras, eligieron una, algo escondida entre muchos arboles para no ser sorprendidos ni molestados mientras bebían de las mieles del amor y del sexo, el mejor que el viejo jamás halla imaginado. 
Cuando ambos descansaban de su faena sexual, éstos fueron irrumpidos por el que había hecho realidad la ilusión del viejo; cuando la joven vió que frente a ellos estaba nada menos que el mismo Satán, ella se levantó y corrió hasta sus ropas, se vistió y sin voltear se alejó y nunca más regresó, nadie supo quien era aquella joven, si existió, o no, de ella: ¡Nada! 
- ¿Satisfecho Viejo? Preguntó Satanás al viejo, quien en el momento que se hizo presente al lugar, el jinete y el caballo, el viejo dejó de ser el veinteañero y regresó a ser el octogenario que era. Y entonces, respondió.
- ¡Muy satisfecho y además agradecido! Dijo el Viejo resignado, mientras se ponía de pie.
Cuando estuvo de pié, el Diablo alargó su brazo invitándolo a subirse en ancas al caballo negro quien denotaba nerviosismo por el lugar en donde estaba parado. 
El viejo tomó la mano caliente y colorada de quien le había dado un rato de felicidad y éste de un tirón lo jaló y lo subió en las ancas del caballo, cuando ésto pasó, el caballo relinchó y resbaló un poco, para evitar caer al vació de la cascada que estaba justo a la par; de sus pesuñas salió mucho fuego fundiéndose con la enorme roca lo que evitó que los tres cayeran al vacío, en el río, cuando el caballo estuvo estable removió sus cascos de la enorme piedra y empezó su cabalgata hacia el cerro Las Víboras, por el Pretil; lugar natural lleno de piedras y rocas que rodean la laguna de Atescatempa. 
Quienes los vieron pasar se encomendaron a Dios y dijeron que al llegar al Cerro las Víboras ahí mero, se introdujeron en él y nunca más se supo en el pueblo ni de uno, ni del que iba en ancas.

Hoy día, en el lugar se edificó una represa, para que la poza mantenga más agua estancada y el lugar que ahora pertenece a la municipalidad, se convirtió en el balneario: La Poza del Viejo, en memoria del que se llevó del pueblo al mismo Satanás y a su Caballo Negro Azabache, que echaba fuego por sus pezuñas. 
Las huellas de esas pezuñas quedaron ahí, como fieles testigos de que la historia que les conté tal vez sí existió. 
Yo las he visto y es impresionante ver las marcas, como herraduras incrustadas en las piedras, esas enormes piedras. 
Sin duda que ahí se fundieron las pezuñas de un caballo, uno muy especial.... ¡Sin dudarlo!










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