lunes, 13 de abril de 2015

Pedro y el Enarbolar de la Bandera


A todas partes de mi país, era enviado un señor muy inteligente, para ocupar el puesto de secretario, ya sea municipal o secretario de gobernación, entre otros. Él, era un personaje con mucha experiencia y muy honesta, demasiado diría yo, con contactos hasta con el mismo jefe de estado, quienes jamás le dejaron un solo mes sin empleo.
Pedro, era el nombre del señor secretario, un hombre que en la región oriental del país conoció a quien sería se esposa hasta el día de su muerte, con ella, Rosaura, procreó cinco hijos.

- ¡Buenos Don Pedrito!, el trabajo que me hizo quedó excelente como siempre. Le expresaba uno de los hombres más ricos de la región en donde Pedro trabajaba actualmente.
- ¡Muchas gracias don Cipriano!, ya sabe que estamos para servirle. Respondía Pedro, muy amablemente.
- Ahora ¿cuánto le debo por sus honorarios? Dijo don Cipriano. Aunque Pedro tenía seis bocas que alimentar, Pedro siempre respondía lo mismo. 
- Ya sabe don Cipriano que no me interesa su dinero, que tal si me invita a un mi traguito con eso quedaré bien pagado. 
Ésta era la respuesta de todos los tiempos y es que Pedro, era un hombre como dije: Muy inteligente, bueno en su profesión, muy honesto, muy honrado, pero con un defecto que nunca lo dejo progresar, él era alcohólico.
- ¡Claro que lo invito y no a uno sino a los que quiera Pedrito!, ¡pero reciba éste dinerito, recuerde que tiene cinco hijos y una mujer que mantener y alimentar! 
Insistía don Cipriano, un hombre al que le sobraba el dinero.
- ¡Jamás le recibiré su dinero, amigo Cipriano! Y, terminaban en la cantina bien socados. 
Mas tarde lo pasaba dejando don Cipriano al lugar en donde alquilaba, lo entraban y lo llevaban hasta la cama.
- ¡Gracias don Cipriano! Decía Rosaura.
- ¡Mire doña Rosaura, tenga Pedrito no quiso recibirlo pero sé que tienen necesidades!, ¡ésto es lo que tú marido debió cobrar!
- ¡Gracias don Cipriano, se lo recibo con mucha vergüenza, pero si tengo mucha necesidad de alimentar a mis hijos y comprarles una ropita!
- ¡No te preocupes Rosaura, cuando necesites algo solo dímelo, yo aprecio mucho a Pedrito! 
- ¡Hasta pronto!

Ésta, era la vida de Pedro, al día siguiente muy temprano estaba de pie listo y dispuesto presente en sus labores. Cuentan que entre los archivos, mantenía una botella de licor el cual lo iba consumiendo a lo largo el día, cosa que para la hora de regresar a casa, ya iba bien borracho. Pedro no se alimentaba, solo bebía licor y más licor. Las gentes del pueblo no podían creer como Pedro seguía vivo.
Debido a ésto, Pedro era un hombre: alto, delgado, muy delgado, muy parecido a Don Quijote, y de tez muy blanca; tan blanca que alguien le puso de apodo: lazo nuevo.
Una mañana, Pedro llegó a su casa, la casa de huéspedes donde se hospedaban; en ese lugar del occidente del país, con telegrama en mano.
- ¡Rosaura buenas noticias, nos trasladamos a un pueblo muy cercano a la capital!, ¡el Sr. Presidente me nombró secretario de gobernación! 
Para Rosaura esas no eran buenas noticias pues, trasladarse de un lugar a otro era algo incomodo para ella y sus hijos; hacer nuevas amistades, cambiar de escuelas publicas a los muchachos, nuevas deudas, en fín; era algo que no le alegraba a nadie de la familia, al único que lo ponía feliz era a Pedro. 
Lo que sucedía, era que anochecían y no amanecían, se iban del pueblo dejando grandes deudas, unas que Pedro jamás pagó. Al llegar al nuevo lugar, con tremendo puesto político y el echo de que en ese pueblo sabían que llegaba un nuevo empleado, enviado y recomendado por el Presidente de ese País, todos se ponían a su disposición, le daban crédito libre y sus hijos a las mejores escuelas del lugar, él llegaba con muchos beneficios pero aún así, no aprovechaba de hacerse de algún capital para darle una mejor vida a su familia,  para Pedro la mejor vida era la de él, vivir completamente alcoholizado.
Ésta vez, el secretario de gobernación Don Pedro y familia fue recibido con pompos y platillos y al recibirlo el gobernador del lugar le dijo, que le tenía una sorpresa que se preparara para dentro de cinco días.
Mientras, Rosaura se acomodaba con las pocas cosas que ella había logrado comprar y ordenaba la ropa que ya no le quedaba al hijo mayor para entregársela heredada al menor y lo mismo con las niñas, éstas eran las labores de Rosaura.
Rosaura de inmediato, lo primero que ella hacía era llevar a sus hijos a las mejores escuelas del lugar, en donde eran bien recibidos y acomodados de inmediato.


Por fin llegó el día quinto en el lugar, para entonces Pedro ya había hecho lo de siempre, excelentes trabajos y el pago que aceptaba era exclusivamente licor, nada de dinero ni siquiera en especies; pues, cuentan que algunos quedaban tan agradecidos con él, que le llevaban gallinas y una vez le llevaron hasta una vaca lechera, pero Pedro nunca los recibió. 
Cuando Rosaura se enteraba de ello, le propinaba unas grandes puteadas, diciéndole que estaban aguantando hambre y esas gallinas y no digamos la vaca, pudieron alimentar a su familia, pero a Pedro le resbalaba todo siempre, pues, él se iba a dormir sin comer y al día siguiente muy temprano se dirigía muy responsablemente a su trabajo.

Bueno, como decía, llegó el día cinco desde su llegada y el gobernador tenía enfrente del palacio de gobernación a los alumnos de las escuelas del lugar y los curiosos del pueblo que se hacían presentes pues, es de conocimiento publico que en los pueblos nunca hay nada que hacer, que cuando pasaba algo como ésto, ese era un día de feria, por lo que el parque central estaba a reventar. Entre el alumnado, estaban en las filas los hijos de Pedro, tres de ellos, dos varones y una hembra, mientras los más pequeños estaban con Rosaura.
Despues del discurso del gobernador, dió el anuncio principal del mitín de bienvenida. Éste consistía en que el honor de ese día en enarbolar la bandera nacional era para Pedro, el recomendado del Señor Presidente. Algo para sentirse realmente muy orgulloso, lo malo era que el lugar para la enarbolara de la bandera, quedaba en el pico central del palacio de gobernación, en lo alto del edificio, a una altura cercana a la de un edificio de tres niveles y, Pedro debería de subir por una escalera de metal hasta llegar a una altura muy cercana a la mencionada y ya en el lugar, halar hasta enarbolar el símbolo patrio.
Los alumnos, que eran vecinos en las filas en donde se encontraban los hijos de Pedro, hacían sus apuestas del lugar en donde Pedro caería al vacío.
Los hijos de Pedro, sufrían al ver a su padre Quijotesco y embriagado, subir por la escalinata de metal y lo peor era que, ese día en el pueblo había un feo ventarrón, el hijo menor de Pedro entre las filas, cerró sus ojos y empezó a reza por la vida de su padre, mientras que Rosaura entretenía a los pequeños y a la vez se entretenía ella para no ver la caída inminente del pobre alcohólico de Pedro.

Pedro, subía y cada escalón que ascendía se escuchaban los gritos de nerviosismo del pueblo pero Pedro seguía subiendo y subiendo, Pedro se balanceaba y en ratos se detenía deseando en su mente un trago de guaro para que le diera más valor; luego continuaba, se movía en la escalera como barco a la deriva. Por fín llegó, al lugar en donde debería de halar para que la bandera ascendiera hasta lo alto y ondear orgullosa. 
Pedro empezó a jalar y jalar, pero la tarea no era sencilla, pues, alcoholizado, flaco, sin fuerzas, y el viento que había en las alturas, los que movían enérgicamente al trozo de tela, uno muy pesado.
Los niños decían: ¡Ya caerá! mientras que los hijos de Pedro seguían rezando.
Al fin, la bandera estaba ondeando en lo alto y Pedro procedió a amarrarla bien y luego empezó quiza lo más dificil, la descendida de aquel lugar. 
Para abajo la gritería fué peor, el horror lo vivió todo el pueblo junto al gobernador quien estaba arrepentido de haberle dado el honor a Pedro, quien parecía que ese día moriría. "¡¡Regresaba a tierra el barco a la deriva!! Eso habría escrito cualquier escritor famoso de misterio. Pero Pedro regresó a tierra sano y salvo y, con unas ganas de beber licor, mucho más que nunca.
El gobernador lo recibió mientras todo el pueblo aplaudía, no por lo solemne del acto, sino por la alegría de que Pedro no había muerto ese día. Los decepcionados, eran los jóvenes estudiantes, quienes quedaron desilusionados.

Pedro sobrevivió a esa trajín y vivió hasta los 83 años, nadie se explica como vivió tanto, él enterró a muchos de sus galanes y ricos amigos, algunos lo tildaron: de tísico, pero el tísico los enterró a todos. Pedro murió viejo, jubilado, en su casa de habitación propia ya no alquilada, rodeado de su esposa Rosaura, quien soportó todo ese tiempo el ritmo de vida de su tan querido esposo por las autoridades de ese país y, tambien por sus cinco hijos y varios nietos que lo amaron hasta el ultimo día, pues, otra característica de Pedro, era su bondad y su amor para los suyos, jamas en su larga vida le tocó un solo pelo a nadie en su casa siempre los respetó, los amó y aconsejó, lo mismo él amó con todo su ser a su Rosaura, quien varias veces lo sopapo y le sacó la madre, pero él sabía que ella tambien lo amaba y le aguantó, como ella aguantó sus borracheras y muladas. 
Todos sus hijos se hicieron profesionales y ocuparon puestos importantes en la política, en la iniciativa privada, y en muchos otros ámbitos.

Ésta es una breve reseña de la vida de éste pintoresco y especial personaje de mi país; Don Pedro o mejor, Pedrito, como todo el que lo conoció le llamó y lo hicieron con mucho amor, pues, Pedro fue un hombre muy querido por poblados enteros en todas los rincones de mi país.
Ésta historia es a su memoria. Siempre te recordaremos con mucho amor, querido Pedrito.  





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