miércoles, 20 de mayo de 2015

Más que tu amigo


El sonido era fuerte y se escuchaba hasta donde me encontraba, triste por no poder estar en el lugar, tomando y gritando con mis amigos, pero el dinero había sido el problema y no puede comprar mi entrada para el concierto del año, y el ultimo de aquel verano, ahora me encontraba en las afueras de la playa usada para ese concierto y yo, como loco bailando en un apartado del lugar rodeado de champas unas muy sencillas al igual que yo, los que ahí estaban al verme se animaron y los señores y jóvenes tambien tomaron de la mano a sus esposas, amigas, novias, ¿quien sabe? y hasta donde yo me encontraba llegaron, cuando los vi a mi lado bailando aquellas notas que el viento nos llevaba con sabor a sal. Ya no me sentí un bobo y se armó la pachangona, pero yo seguía bailando solo y así pasaron varias melodías, cuando de las champas escuché la voz de una fémina y se le escuchaba melancólica.
- ¡Hasta mañana papi y mami no tarden! yo me detuve de mi brincadera pues, ¿creo que aun no he aprendido a bailar?, ¡jajaja! 
Dos señores me vieron y se vieron y seguramente pensaron: _ ¡Éste solo y nuestra hija sufriendo por el niño rico que esta en ese concierto con otra ricachona! _ ¡Estás pensando lo mismo que yo! Dijeron y la madre corrió detrás de su hija, mientras que el señor, se acercó a mi y de manera expresa me comentó lo que a su hija le sucedió y me pidió que si la podría hacer olvidar al chico por lo menos esa noche, yo dije: _ ¡que con mucho gusto! pensando, ¿cómo estará la pobre para que la haya dejado acá en los arrabales? 
De entre la oscura noche, fueron apareciendo dos siluetas, una de la madre y la otra de la hija. pensé. _ ¡Dios mio, pero si es una diosa! Ellas se acercaron hasta donde nos encontrábamos el padre y yo, nos presentaron, ella extendió su mano con una cara de compromiso algo que me hizo sentir mal por ese instante, pero luego me dije: _ ¡No la quiero para mi novia! ¡sino para distraerla y dejar de bailar como atarantado! La tomé de su suave mano y le dije _ ¡Ven bailemos, disfrutemos de la noche! Ella sonrió y empezó a bailar, ella si que sabía bailar, sus caderas se contoneaban moviendo su humilde vestido, el cual jugueteaba con el viento de la noche mientras que yo, era un garabato, pero, ¡me valió madre! y bailamos como locos todos los pobres en esa playa que era nuestra por esa noche hasta que el concierto dejó de sonar. 
¡Pero esperen! antes de que eso pasara una patrulla casi nos lleva presos por faltas a la moral en la vía publica y escándalos. Pero la chica con una sonrisa todo solucionó. Así terminó nuestro concierto y llegó el momento de despedirnos.

Al día siguiente me desperté y ahí quedé tumbado, pensando en la hermosa morena que al final se animó y se la pasó calidad al igual que yo. Al atardecer me coloque mis mejores garras y me dirigí al lugar de las champas, lugar a la orilla de la playa, ella y sus padres vendían comida rápida y bebidas alcoholizadas. 
Cuando llegué, su negocio estaba a reventar y algo me llamó la atención, que alrededor de las humildes champas: unos carrasos, ultimo modelo y chavos bien vestidos. 
- ¡Buenas don Juan, buenas doña Panchita! Salude a los padres de Esmeralda a quien no la vi.
- ¡Hola patojo! ¿quieres un refresco? Me ofreció don Juan, el calor era insoportable que se lo acepte, mientras bebía el refresco mis ojos y cabeza veían con insistencia para todos lados buscando a Esmeralda. Doña Panchita me dijo.
- ¡Olvídate de ella, mijo! Yo me sorprendí cuando la escuché y me abochorné, pero don Juan salió a mi defensa.
- ¡No mijo, usted tiene mi bendición! ¡la nena esta por allá! Y señaló el lugar en donde se encontraba Esmeralda; ella se encontraba en uno de los lujosos vehículos con un niño de plástico, hijo de papi y mami.
- ¡Hágame un favor mijo! Me dijo don Juan, con su enorme sonrisa bajo su enorme bigote canoso.
- ¿Diga don Juan? Respondí.
- ¡Lleve estas cervezas al carro en donde se encuentra mi Esmeralda! Yo, me asusté y claro me negué. Pero don Juan me insistió tanto, que tocó. Caminé con charola en mano, hasta que llegué al lugar; cuando me acerqué al coche vi como el engringado hijo de papi, le tenía su mano hasta lo más profundo de la falda de la niña, ella al verme se sonrojó y la mano del niño rico sacó de entre sus piernas.
- ¡Hola! le dije y luego el chavo me vió con una mirada que casi me entierra entre la arena húmeda
- ¡Deja la bandeja ahí y lárgate! ¿no ves que estamos ocupados? Eso dijo y de manera prepotente, yo de bruto le pregunto a Esmeralda. _ ¿Todo esta bien Esme? El tipo se salió del coche como energúmeno y con sus playeritas finas que le dejaban ver lo musculoso que éste estaba se paró frente a mi, casi tocándome con sus ropa cara y fina yo, un flacucho que temblaba en ese instante.
- ¿Qué te traes con Esmeralda, pendejo? ¡ella tiene dueño y ese soy yo! Cuando sentí, cinco de los pendejos que le acompañaban me rodeaban y eso si que me asustó, tanto que no pude decir absolutamente nada.
- ¿Qué pasa Poncho, tienes problemas? Sentí un alivio pues, se trataba de un grupo como de seis amigos, con los que debí haber ido al concierto y no pude, ellos llegaron en el carro de Frank, un carrito humilde como nosotros, pero ahora yo ya no estaba solo. 
Los chavos ricachones y abusivos se hicieron a un lado al ver que no estaba solo, pero para ésto, Esmeralda estaba entre el chico abusador y yo. 
Nos retiramos dejándolos ahí y desde lejos vi cuando Esmeralda se metió de nuevo al carro con el cuadrado engringado.
- ¡Oye! ¿de dónde conociste a esa diosa morena? Me dijo el Frank con cerveza en mano y yo le conté lo de la noche anterior.
Los días pasaban y lo mismo, hasta un fin de semana que llegamos mis amigos y yo, pero los chavos de dinero estaban drogados y tomando licor, cuando me vieron llegar se pusieron inquietos y Esme, entre el grupo de los ricachones, ella con disimulo me saludó tratando de que su chavo no se diera cuenta, pero éste se percató del saludo y entonces se armó la bronca. Golpes por acá, otros por allá, hasta que llegó la policía y ¡cómo era de esperar los que fuimos a parar al bote! ¡fuimos nosotros!
Más tarde llegó don Juan y doña Panchita con el dinero de la venta del día,  pagó la fianza y nos sacó del bote. Mientras regresábamos don Juan nos contaba que no sabia como hacer para que su hija dejara al ricachón pues, éste solo estaba jugando con ella por ser pobre.
Los días siguieron su rumbo y yo, enamorado de Esmeralda, la diosa morena de la playa; esa noche no llegaron los fichudos y yo aproveché y a Esmeralda invité a caminar por la playa. Mientras caminábamos por aquella playa y la luna llena reposaba sobre las aguas tranquilas del océano,  me confesó, que ella sabía que con él no tenía futuro pero que él para ella era como una maldición, un virus que se metió en ella y no había manera de poder dejarlo, que lo deseaba pues, sus padres sufrían mucho con esa relación. Yo le ofrecí mi apoyo y mi amor le confesé: _ ¡Esmeralda, yo quiero ser más que tu amigo! Ella me vió fijamente a mis ojos y vió en ellos mi honestidad, entonces ella se acercó colocando sus brazos sobre mis hombros, me dió el mejor de los besos que mi boca haya experimentado. Luego de ese beso, corrió hacía el mar y mientras lo hacia dejaba sus humildes ropas en la playa, yo quedé inmóvil al ver el cuerpazo de Esmeralda y en ese momento, supe que ella tendría que ser para mi. 
Desde el mar ella grito: _ ¡Vienes Poncho! ¡Al sordo le gritaron!, corrí y mientras corría la ropa me quité....

Los días pasaban y unas noches yo, un simple espectador y otras cuando el chavo rico no llegaba, Esmeralda era para mi, así estuvimos por un par de meses pero, Esme no cambiaba ella seguía en las mismas, cuando éste llegaba yo no existía para ella. 
Luego de esos meses y de comprender que si era un virus para Esmeralda aquel ricachón; tomé una decisión y hablé con don Juan y doña Panchita; les expliqué y ellos me entendieron, doña Panchita lloró esa noche. Y, a ese lugar no regresé más. Fué algo dificil, un duelo de amor, ese dolor que duele hasta en los huesos del cuerpo, pero con la ayuda de mis amigos el dolor fué menguando. 
Conocí a otra chica, una mañana que me dirigía a mi trabajo y pronto nos hicimos novios. Como a los seis meses de aquella mañana nos casamos pues, mi novia estaba embarazada, y muy adentro de mi corazón seguía pensando en Esmeralda y es que, ella me gustó tanto y se volvió un secreto que solo podía compartir con mi propio corazón. De don Juan y doña Panchita no supe nada y menos de Esme.
El tiempo siguió su camino inclemente sin detenerse ni un solo segundo y una madrugada mi esposa sintió los dolores y entró en trabajo de parto; la ambulancia nos llevó al Hospital General y de inmediato atendieron a mi esposa, yo, esperando en la sala de espera. 
Las sirenas de los bomberos y sus ambulancias llegaban una detrás de otra, yo pensé, _ ¡qué horror, heridos, personas muriendo! en fin una emergencia. 
Gracias a Dios el parto de mi esposa no tuvo complicaciones y nació una hermosa niña, una negrita hermosa. El médico me dijo: _ ¡Mañana puede regresar por ellas, Gracias a Dios están sanas y muy bien! Eso me dijo el Dr.
- ¡Gracias Dr. Marroquín! Me despedí y cuando salía del Hospital, entraron los bomberos y por allá me tiraron, la emergencia era de vida o muerte yo en un lado vi entrar los cuerpos de los jóvenes; entre los cuerpos: ¡Esmeralda! ¡mi Esme iba entre los heridos! yo me fuí atrás de los heridos, los bomberos daban el parte a los policías indicando que de suerte habían llegado con vida y que los ultimo modelo habían quedado como chatarras. 
Los noticieros se hicieron presentes pues, entre los heridos, hijos de Diputados, Empresarios la única pobretona entre los ricachones, era Esmeralda. Escuché cuando los médicos repetían: _ ¡Hora de la muerte 5:30! Así fueron muriendo los hijos de papi y mami.
- ¡Usted! ¿qué hace aquí todavía? Me dijo el dr. Marroquín. Le expliqué que uno de los heridos que habían llegado era mi conocida y que si me permitía entrar a verla. El dr. me dijo: _ ¡todos han muerto!
- ¿Y la chica, Esmeralda? Dije muy angustiado.
- ¿Esmeralda es su nombre y sabe a quién podemos dar aviso? Yo les dije como encontrar a sus familiares y le insistí que la quería ver. El dr. me dijo: _ ¡Ella no se salvará! ¡Pero venga! 
Y me llevó hasta donde ella estaba sobre una fría camilla de aquel hospital; cuando entré, ella me vió y me sonrió dulcemente y a penas dijo al verme.
- ¡Hola Poncho, te recomiendo a mis viejitos! De sus ojazos negros salieron unas lagrimas que se llevaron con ellas el rimel de Esmeralda y apretando mi mano como pidiendo perdón, su vida se fué apagando lentamente. Mientras sus ojos se cerraban para siempre sin dejar de verme escuché de ella muy suavemente ésto: ¡¡Siempre desee ser más que tu amiga!! y murió... 
Yo besé sus carnosos labios y a sus ojos terminé de cerrar.

Dos mese después de aquello; era el bautizo de mi negrita, ahora yo estaba en paz, pero el secreto que tengo con mi corazón sigue intacto. En la reunión, después del bautizo y en mi humilde casa, don Juan y doña Panchita, se acercaron a mi diciéndome: _ ¡Hijo, muchas gracias por escogernos para padrinos de Esmeraldita! Ella será nuestra hija y rompieron en llanto. 
Mi esposa se acercó y con mucho amor y orgullo me abrazó y me susurró al oído: _¡ Me tendrás que contar la historia completa mi amor!
En ese momento regresé en el tiempo y me encontré sobre la arena bailando con Esmeralda justo cuando la conocí y de ella me enamoré. De mis labios sin yo quererlo se me escapo algo que nadie escuchó ¡Uff! 
- ¡¡Yo quiero ser algo mas que tu amigo, Esmeralda!! 
Mi esposa me tomó del brazo y nos dirigimos a la sala, a bailar en nuestra fiesta por el bautizo de nuestra hija; ¡Esmeraldita!  






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