viernes, 19 de junio de 2015

La noche que un mal presentí


la noche me invitaba, pero yo me negaba, su invitación era fuerte pero yo tambien era resistente,
me engañaba con estrellas fugaces las cuales yo cambiaba con pensamientos sagaces,
por ratos muy oscura por otros se habría como vestido de cortesana y yo solo me persignaba,
ella insistía a que saliera pero yo el mal presentía. 

Así por varias horas, ella haciendo de las suyas
y yo esquivando, ignorando, pensando, y a veces hasta temblando. Más al fin me hizo suya.

De mi casa salí, y sin rumbo corrí, quise caminar, pero algo en mi me presentía que eso no debía de hacer;
al llegar a un punto ahí me detuve y viendo al cielo con la luna me encontré y a ella grité.

_ ¿Por qué me invitaste con insistencia a salir? ¿qué deseas de mi.
 Pero ella simplemente se dedicó a mirar y por ratos a sonreír. Le reclamé 
- ¿Por qué te burlas así, de mi? Pero respuesta jamas recibí. 

Di la vuelta y cuando a caminar decidí en lugar de correr, algo de nuevo en el alma presentí.
Ahí apareció quien mi presencia solicitó justo frente a mi, y ésto dijo justo a mi lado, ahí parado.

- ¡No reclames a quien nunca te invitó hasta aquí venir! 
Yo sentí un escalofrío por mi cuerpo correr, como la muerte al llegarte seguro se siente. 
- ¿Quién eres? con temor pregunté, pero solo un resoplo a mi espalda llegó y luego me sacudió. Me dijo, esta vez con autoridad, 
- ¡Soy quien te invito a salir! 
- ¡Ah! con gran susto repliqué, para luego volver a repetir.
- ¿Quién eres? y, ¿qué quieres de mi? 
A lo que solo logre escuchar un ¡hihihihi! y poco después, ¡hahahaha! voz tímida y luego un vozarrón.

La orden a mis piernas de correr le dí, pero ni ellas ni mi cuerpo obedecieron y luego mis plegarias al cielo elevé, pero para ese instante ya nada ni nadie se apiadaba de mi y de nuevo a la tímida risa de nuevo oí: ¡hihihihi!

Acompañada de un sonoro: ¡hahahaha! 
Sin quererlo ni autorizarlo mi cuerpo como disco giro y frente a mí, dos bultos negros uno alto y poderoso y otro chico y endeble mocoso. 
Eran Drácula padre y su hijo Draculito el chiquito, lo supe cuando sus capaz negras de enfrente al suelo cayeron, dejándolos al descubierto.

De sus rostros, ojos colorados y dientes bien afilados, uno con dentadura completa y el otro aun chimuelo estrenando colmillos; por cierto bien afilados y por la punta un raro brillo, a su cara pecosa alumbró.
- ¿Qué quieren de mi? volví a repetir, mientras algo por mi escurría y el chimuelo y chiquitín volvió a sonreír, esta vez con gran emoción ¡hihihihi!

Su padre el brazo estiró y como imán que atrae metal, hacía él un buen tramo por los aires recorrí, hasta detenerse frente a mi. Él, con seño fruncido como advirtiéndome que me comportara con decoro pues, lo escurrido como estela en el suelo embarré. 

Nada prometí y mucho menos que comprometí; ¡hihihihi! sonrió el chimuelo vampirín, mientras levitaba y de mi altura se colocaba justo frente a mi.
El padre con orgullo a su retoño sonrió y luego de regalo de quince años me ofreció, el de nuevo con emoción. 

¡Hihihihi! sonrió y sin darme cuenta como zancudo en mi cuello prendido y pegado de mi, mis globulos por sus colmillos como popotitos sorbió, dejando escuchar sonidos de succión y de emoción.

De la ventana de mi cuarto al suelo caí y mientras de ahí me levantaba, pensé: 
- ¡Logré a su encanto resistir y por la noche nunca salí. 

El sol era el rey en el cielo y yo seguro en mi hogar aún residí.
Pero al dirigirme hacia mi baño para darme mi ducha diaria, frente al espejo me ví 
y ¿qué fué lo que en el espejo ya más no ví? 

¡Sí! mi reflejo en él ya más no residía, mi cuerpo no causaba reflejo alguno, más bien en lugar de verme de nuevo reflejado ahí; de nuevo escuché ¡hihihihihi!
Y, desde esa noche que invitación a salir recibi, de la cual me resistí porque un mal presentí. Cada noche justo a mi lado... un ¡hihihihi!  

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