viernes, 14 de agosto de 2015

Mala mujer... ¡Mujer endemoniada!


Caminando por las calles de la vida, con un ritmo sano y futuro asegurado,
me encontré a dos mujeres, ambas bellas, pensé: ¡ángeles deben de ser!
Una pasó a mi diestra y disimuladamente me vio y con sonrisa tímida me invitó a seguirla.
La otra pasó a mi siniestra y descaradamente me sonrió, luego con bella mirada y sonrisa maligna me invitó a seguirla y a ella fue a quien seguí. 

Mientras detrás de bello cuerpo, mirada de fuego y sonrisa enigmática perseguí la otra por la calle sin rumbo se perdió, adiós a mi bello destino y bienvenida a mi infernal futuro.

Ella caminaba dejando humo por donde pasaba, si que era bella pero también mala mujer.
Caminaba como no queriendo dejarse alcanzar, su anzuelo me había lanzado y yo estaba por morder. 
Al darle alcance y abordar a bello ejemplar femenil, ella la sorprendida se hizo y de nuevo me sonrió; sus ojos agrando y su piel sobre la mía frotó, sentí un escalofrío luego un tremendo calor que me hizo hasta sudar; señal de que con mujer endemoniada acababa de converger y que estaba a punto de firmar mi contrato con el mismo demonio. 

Incauto que fuí, pero desde ahí rendido ante ella caí, enamorado de ella por donde quiera con ella fuí. Me dió placer, licor, drogas, todo lo que te puede ofrecer una mala mujer; mujer endemoniada. Obtuvo todo lo que quiso de mi y cuando ya no había nada que le interesará de mi, destrozó mi enamorado corazón y rasgo con saña toda mi piel y de aquella bella mirada, ojos endiablados y enrojecidos vi, de su enigmática sonrisa, una carcajada escuché de ella salir; mujer mala, al descubierto fue lo que vi; una mujer endemoniada que con heridas mortales en la calle tirado y agonizando ahí sin remordimiento me dejó.

Y sin piedad se marchó, con otro inocente e incauto que por ahí a mi lado pasó. 
En ese instante recordé la noche cuando vi a dos mujeres, una que pasó a mi diestra y la otra a mi siniestra; pero a parte de ello, hoy recuerdo que con alguien tropecé que y casi me hizo caer, era un cuerpo de hombre, tal cual hoy agonizo yo, así fue con quien tropecé esa maldita noche en que a mala mujer, mujer endemoniada, conocí.

Han pasado varios meses y sigo aquí, junto a mi, otros cuerpos muriendo al igual que yo, nadie nos vé ni nuestro hedor sienten, solamente pasan, pero nadie nos vé, cuerpos sin alma eso somos pues, con nuestro amor ella lo mató, por eso ha de ser. 

Otra noche, me asombré al ver que a mi lado otro bulto vi caer, con las mismas señales en el cuerpo al igual que yo y el resto, heridas en su cuerpo y lo que seguro fue un corazón, destrozado, a penas se veía en su pecho latir. Triste me puse de saber que junto a nosotros hombres y mujeres destrozados por un mal amor arrojados en la calle del desamor, con nosotros otro llegaba a morir en vida, en su capilla ardiente vi como se abatía por no querer morir. El resto de los que ahí estaban de ese cuerpo se alejaron, sintieron pena de saber que nada había que hacer, yo que era de los mas recientes residentes me condolí y al cuerpo recién llegado para consolarlo me acerqué y ahí, fue cuando me di cuenta de que, quien recién llegaba era mi verdugo, la que un día sin piedad ahí tirado sufriendo me dejó y con otro se marchó. De aquel bello cuerpo; nada, de su mágica mirada y enigmática sonrisa ni un solo rasgo, ella me vio y justo cuando mi ayuda iba a solicitar, ella me reconoció y su rostro con vergüenza quiso de mi esconder, pero no la dejé, la forcé para que me viera a la cara y lo que ella en mi vió, fue: Mirada clara y sofisticada y una sonrisa enigmática, ella quiso musitar algo pero no la escuché, pues en ese momento algo mágico en mi sucedía, mis heridas, ambos asombrados miramos; yo y mujer malvada, vimos como frente a nosotros mis heridas mortales se iban cerrando e iban sanando y en mi pecho de nuevo se escuchó a un corazón latir. 

Ella grito, pero era tanta mi emoción que nada escuché, me puse de pie y de esa calle muy erguido y orgulloso salí y cuando me dirigía a mi lugar; ¿con quien creen que convergí?... ¡Si! con quien a mi diestra esa noche pasó, ésta vez decidí bien y a la que a mi siniestra pasó, ni siquiera la voltee a ver, con la otra me fuí y es quien ahora me hace feliz.

¡Adiós mala mujer!... ¡Adiós mujer endemoniada!... ¡En el fuego has de sufrir y de ahí jamás habrás de salir!

Linda lección la vida me dió, me hizo caer, sufrir y casi morir; pero me dió una nueva oportunidad, al ver que quise a recién llegado ayudar y como milagro por mi deseo de ahí salir, mis heridas frente a las que las hizo las curó, las sanó y de ahí me levantó, con gallardía y ya sin rencor en mi corazón y frente a ella y a otras iguales a ella, a digna y buena mujer nos hizo coincidir, una que al caer del cielo sus alas en la caída perdió, ella es bella mujer y la que me hace el hombre más feliz.

                                        EL FIN 

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