domingo, 9 de agosto de 2015

Romance de las piedras


Las nubes se rompían con el aire y los rayos del sol podían observar la autopista de dos vías. una que en veces se perdía entre las montañas verdes, muy verdes, tan verdes, que la carretera aparentaba ser un río de agua cristalina, serpenteante, que se internaba entre las montañas y kilómetros adelante, éste surgía de la masa verde que parecían ser, las montañas desde las alturas y la carretera continuaba su camino hacia quien sabe dónde, seguramente a alguna ciudad a millas de ese punto sobre el río de concreto; nada de tripulación por horas, aquella vista era paz, mucha paz. De nuevo a los rayos solares se les atravesaban un nubarrón, el cual le daba un respiro a los habitantes en las montañas verdes, verdes y otras, turquesas brillantes otras opacas, debido a las sombras que le obsequiaban las nubes defensoras del inmenso calor que azota últimamente sobre la faz terrestre. 
Lamentablemente una vez más el hombre mete las manos y a esa hermosa nube dadora de un lapso de sombra refrescante, era desmoronada por una aeronave de pasajeros, un 747, que viajaba a dónde; no nos interesa, lo que si interesa, es que recién destruía la choza hecha de un vapor intenso y denso que le daba un respiro a los animales silvestres en las montañas. Nuevamente la luz invadía el paisaje y los animales, a buscar otra sombra, sus jadeantes hocicos se escuchaban en el interior de las selváticas montañas y el río de concreto que también irrumpía a su calmado y ondulante movimiento, que parecía danza entre las montañas, ellos bailaban la danza de las piedras y tenían su romance entre las rocas, la tierra, los arboles y los accidentes geográficos; dignos de ser observados por alguna pacifica ave que relajada en las alturas, simplemente meditaba y planeaba, agradeciendo al Creador las maravillas que hombre jamas por sus propios medios no verá, pues con seguridad acabaría con ese romance entre rocas; y lo digo solo por la pura envidia y deseos propios en la destrucción de algo hermoso y maravilloso como lo es la propia naturaleza y el romance que en ella a diario se lleva a cabo, a ojos de cualquiera que desee ver lo que es evidente. 
Pues, decía, que los oscilantes movimiento de aquel río habían sido también invadidos por maquina hecha por hombre, una para tragar leguas, como lo hizo alguna vez en mi imaginación aquel gigante llamado: "El Tragaleguas". Sobre sus aguas de asfalto, de petroleo transformado por dicho ser; un vehículo de color amarillo en la capota y sobre el resto del chasis un verde muy natural, lo que no era natural, era la estela de humo negro que a su paso éste expelía de un orificio de la parte de atrás de dicho artefacto. Desde las alturas, el vehículo se veía estático, pero el humo si se lograba ver como ascendía hacia la atmósfera y luego se dirigía directo a dañar a la capa de ozono, la cual, por haber sucumbido era consecuencia de tanta inexactitud en el horario terrestre y el desmadre que ahora nosotros pagábamos dicha factura, hecha hace más de cincuenta años en el tiempo del hombre. 
El ave, que descansaba en las alturas, con sus ojos cerrados, seguramente echando la hueva, pues aunque ahí estaba más fresco, la frescura que un día sus antepasados sintieron ya no era la misma ahora; de pronto ella sintió ardor en sus ojos y de inmediato sus alas aleteó con descontrol, pues no deseaba ensuciar sus pulmones con esa porquería que alguna vez sin entender escuchó que se llamaba smog y hacia otro lugar se dirigió, ella si que avanzó, aunque desde la selva montañosa solo parecía un punto inmóvil en las alturas, sin embargo el vehículo sobre el río de asfalto, continuaba su viaje al igual que el ave y la aeronave en las alturas y quien sabe a lo mejor también alguna nave extraterrestre que huía del sector, para evitar dicha contaminación; que a gran velocidad viajaba afuera de la estratosfera, la cual ya esta al igual que el planeta llena de basura humana, pero en la otra frontera de la atmósfera. Maldita la suerte de tan hermoso planeta, quien muere victima de bacterias y virus llamados hombres. 
Se alejaron para no ser contagiados con tanta inmunda enfermedad interna y externa del planeta azul  y verde que ahora muere.
Las nubes se agrupaban, mientras otras se alejaban, en ese momento otro romance se llevaba a cabo en las alturas, la danza de gases de invernadero, CO2 y otras tantas más babosadas. Porque de lo que si estoy seguro, es que en este planeta y sus bellos lugares, lo que sí, aun prevalece es esa danza que nos mantiene con vida y es el romance entre cosas y seres vivos, esos movimientos que no son otra cosa, que amores entre rocas, nubes, fauna, flora, atmósfera y todo lo que nos conforma y forma y no se diga, que entre los danzarines, el más caliente en éste arte y planeta entero, es el mismo hombre, pues he de contarles que entre aquel automóvil de bellos colores, colores naturales, por ratos se salía de su eje marcado por las leyes del hombre, otras aceleraba, mientras otras desaceleraba, el ave que en lo alto meditaba sobre el futuro incierto de su especie y sus hijos a los que cada día le costaba más encontrarles alimento; en sus muy avanzados y agudizados sentidos alcanzó a escuchar unos sonidos, ella pensó, debe ser comida y se avispó, despepitó sus ojos y ajustó el foco, mientras ella escuchaba aquellos particulares sonidos desde lo alto, ésto se dijo; debe de ser aquel que sobre río nadando va e inicio el vuelo del descenso para observar mejor aquel extraño animal de colores amarillo y verde, de donde él escuchaba y creía salían los extraños sonidos como de animal herido; será presa fácil y no me agotaré, se dijo, mientras casi en picada caía sobre el que en el río viajaba, con torpes movimientos, pero vaya paradoja cada que se acercaba a él, el posible alimento más rápido viajaba sobre ese raro río que ahora dejaba de brillar como hace unas horas, pero el sonido se hacía mas intenso y podría ahora jurar que de ahí venía ese lamento. 
Cuando más se acercó, al motor escuchó y eso la alertó que no podría ser animal herido sino otra barbarie humana, era lo que por el río viajaba y el humo que de él salía le dañaban mucho a sus ojos, por lo que a sus alas movió y modificando con ello su vuelo, a pocos metros sobre el vehículo pasó; algo que alarmó al conductor quien zigzagueo y del susto dijo: _¡Puta! Mientras que la que de ella salían extraños sonidos los que llamaron la atención del ave, preguntó al conductor: _ ¿qué paso amor, te lastime? _ ¡no, vos seguí ahí bajo ya casi me voy! 
Mientras ésto sucedía adentro del auto, el ave desde lo alto de reojo los vió y si hubiera sabido hablar seguro la madre les sacó. 
Ella, entre las nubes que seguían el romance en los cielos se metió y la ocultaron y en el cielo como apareció así se perdió. 
Pero danza en la naturaleza seguía su curso, pues nunca en este planeta la danza del placer y del amor se detiene, es lo más grande que en el hay.  
Y la danza de las piedras continuaron ese día y lo harán hasta el ultimo día, cuando todo lo azul y verde desaparezca en la oscuridad de un océano inmenso llamado: Universo.

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