jueves, 3 de septiembre de 2015

El caballo sin nombre


Mientras las naves se elevaban por los cielos, los ahí en ellas, veían con lagrimas en sus ojos, lo que quedaba del que un día fue un planeta hermoso, lleno de flora, con bosques verdes e inmensos, fauna con especies inimaginables, gigantescas especies al principio y con el tiempo animales bellos de muchos colores y de formas maravillosas y entre ellos, el que lo había condenado a ser lo que ahora era; ellos, desde los cielos oscuros y sin protección alguna contra las fuerzas naturales que llegaban del espacio, por ésto ellos los ahí en la nave lloraban e imaginaban lo que un día fue éste hermoso planeta, pues lo que abajo se veía era un enorme desierto y mucho polvo.
- ¡Miren! grito un niño que desde los brazos de su madre observaba el desastre que era ahora ese planeta.
- ¿Qué? le pregunto su madre, mientras el resto de pasajeros se asomaban a las ventanas que aun permanecían sin los protectores metálicos, pues aun sobrevolaban esa región del inmenso planeta que pronto chico fue, debido a la tecnología, otra que tenía un papel importante en el fin del planeta; una tecnología que nunca fue utilizada para el beneficio de éste; para con ella tratar de salvarlo, por el contrario, los gobiernos de esos paises poderosos la utilizaron para la defensa nacional y para defenderse de los ataques de posibles invasores extraterrestres. Defendían un lugar que en pocas décadas ya no serviría para ser habitable y en lugar de utilizar la tecnología heredada por mentes brillantes en hacerlo un lugar especial y mucho mejor de que lo que la propia naturaleza al principio con su sabiduría había sido. En lugar de arreglar y salvar lo dado por ella; ellos, terminaron de matarlo, por ambición, por ignorancia, por elegir a mentes enfermas y ponerlos en gobiernos y con el poder que el mismo pueblo les había dado sucumbieron a sus ansias de poder y de ser el más grande y poderoso lugar del planeta y lo que lograron con eso, era el éxodo que sucedía ese día. 
Día en que el cielo ademas de estar negro por las partículas suspendidas en lo que un día fue un aire rico y hacedor de vida y ahora era algo que solo tenía porquerías; ahora estaba tambien congestionado con las naves que pronto saldrían del planeta inhabitable. 
Todos estaban pegados a los vidrios de cinco pulgadas de grosor, preguntándose ¿qué había visto el chico, que seguía gritando?
- ¡Mira madre! ¡Allá! pero nadie miraba nada, como suele pasar con los adultos que buscan las cosas evidentes, al contrario de los niños que con su mirada inocente ven mucho más que los adultos.
- ¡Abran paso! ¡permiso, dejen ver! dijo uno de los guardias que escuchó lo que sucedía y se acerco hasta el niño y le dijo.
- ¡Hijo, señala a lo que tus ojos ven! El niño hizo lo que el enorme soldado le solicitó y éste extrajo de su cinto un catalejos y se los colocó en sus ojos y vió hacía donde el niño señaló y al converger con el lugar a donde el niño señaló, a éste en su rostro se le plasmó el asombro y casi solo para él murmuro, pero muchos lo escucharon decir.
- ¡No puede ser! y se alejó por el pasillo gritando.
- ¡Capitán! ¡capitán debe ver ésto!
Ahora los residentes de las naves estaban aun más intrigados y veían hacia donde el niño se había quedado señalando y entonces empezaron los comentarios.
- ¡Dios mio, no puede ser!... ¡Sí, lo veo pero, ¿qué es?... ¡Parece ser una nube de polvo!... ¡Sí, eso es!... ¡Pero viaja a gran velocidad!... ¡Sí, corre como loco!... ¡Pero no puede ser posible! Cosas como éstas.
Mientras, el niño seguía indicando con su dedo, justo quizás como se quedó el marinero: De Triana, cuando anunció ver tierra, hace tantos años y descubría al continente americano. El niño con sus ojos bien abiertos y una hermosa sonrisa en sus labios.
- ¡Es imposible! dijo el capitán de la nave. _ ¡Nadie, ningún ser vivo puede sobrevivir en el planeta! _¡Primer oficial de la voz de alarma a las otras naves, que retrasen el éxodo! 
- ¡Sí, señor!
Mientras todo esto sucedió por fin lo que el niño vió y nadie más logró ver, más que el militar con su catalejos, éste por la velocidad con la que corría en el desierto, provocando a los que ahí vivieron su asombro al ver como delante de esa nube de polvo corría hacia algún lugar, un bello ejemplar equino, de un bello y extraño color blanco, aunque venía entre una enorme nube de polvo que él mismo levantaba, pero ésto no le ensuciaba su pelaje, un blanco impecable.
Un bello color blanco quiza como la conciencia del niño que lo vió justo en el instante en que abandonaban el planeta, un blanco pureza, el animal corría con rumbo fijo y mientras más se acercaban a él con aparatos especiales de acercamiento; dicen que de sus ojos salían lagrimas y como no, si había polvo en el viento, pero él no dejaba de correr. 
Entonces los capitanes y comandantes de las naves dieron la orden de que un contingente saliera y se percatará que hacía un caballo corriendo sobre la faz de un planeta ya sin vida y sin posibilidades de que nada, ningún ser vivo pudiera vivir bajo esas condiciones y menos en las circunstancias en las que el caballo se encontraba, corriendo con rumbo fijo.
Pero, ¿qué era lo que le hacia correr así y como sabía con tanta seguridad hacia donde dirigirse? éstas preguntas sin respuestas se las hacían los jefes y científicos que viajaban en esas naves con rumbo a un viaje sin fin, un viaje que los llevaría a vagar por el espacio en busca de otro planeta que dañar, algunos morirían en ese viaje sin regreso y nunca sus ojos verían nada parecido a lo que fue su planeta.
El contingente salió con unas pequeñas naves, detrás del animal que no dejaba de correr por ese lugar inhóspito, invivible, pero, ¿de dónde venía? algo que no era tan importante, cómo ¿hacía dónde se dirigía con tanta prisa el caballo blanco? 
Así como apareció, pasó debajo de las enormes naves sin que estas le hicieran detenerse y se alejó, hasta que desapareció y con él las dos naves que salieron en su persecución con ordenes de no hacer nada más que seguirle.

Ya hace dos días de que vimos a aquel caballo correr bajo nuestras naves, las que seguían ahí a la espera de que las naves se comunicaran con ellos y dieran su reporte del paradero de ese caballo.
- ¿Se logró comunicar con la misión caballo sin nombre? preguntó el señor presidente de una de las más grandes potencias en un día muy lejano.
- ¡No señor, no hemos podido saber nada! ¡nuestras computadoras no se han podido comunicar con nuestros hombres en las naves señor!
- ¡Bueno ,me informa cuando sepan algo!
- ¡Sí, señor!

El tiempo pasó y nada, por fin los dieron por perdidos en acción y al caballo, quien seguramente había muerto en aquel desierto pues, de los seis soldados ya no se supo nada y ya había transcurrido más de un mes de aquella aparición, que dieron la orden de encender turbinas y emprender el viaje sin retorno y sin lugar; el éxodo, que se había atrasado ya más de un mes el inicio de su viaje.
- ¡Miren! dijo alguien, justo cuando los motores fueron encendidos y las naves empezaron a moverse.
- ¡Miren allá! gritaba un señor de edad avanzada que con nostalgia se encontraba apostado al lado de una de las ventanas en su silla de ruedas, justo cuando los escudos empezaban a cerrarse para dar inicio al viaje. Uno de los guardias de ese sector, corrió junto al viejo a cual el resto de pasajeros no le hizo caso, éste un joven soldado de nombre Rodrigo.
- ¿Qué ves abuelo' le preguntó con una voz dulce.
El viejo levanto su brazo pesado y con su dedo artrítico señaló hacia el horizonte, el soldado vió y después de ello corrió y la alarma hizo sonar, entonces los escudos de las ventanas se detuvieron y todos los que pudieron corrieron hacia las ventanas y lo que vieron les hizo casi llorar, quiza de emoción, otros veían con cara de asombro, mientras los militares se repetían.
- ¡No puede ser!... ¡Eso significa qué!... ¡Parece que sí, señor!... ¡Llamen al señor presidente, si duerme en su camarote despiértenle! 
El soldado corrió al camarote del señor presidente, mientras el capitán y comandante general del ejercito y jefe de toda la flota de naves espaciales dió la orden de apagar las turbinas gritando a través de los altavoces.
- ¡Aborten éxodo! ¡aborten éxodo!

Lo que el viejo vió, eran seis caballos que corrían por aquel desierto y sobre los caballos los soldados que se habían dado por desaparecidos en misión, adelante de los cinco caballos el lider de la expedición sobre un bello caballo de color blanco... ¡Sí, era el caballo sin nombre!, el animal que sin él proponérselo había salvado a la humanidad, al evitar abandonar el planeta en un viaje inclemente hacia el vacío del universo en busca de otro planeta que no existe, pues el nuestro es el único por decisión Divina de tener la capacidad de poseer vida en él.

Cuentan los historiadores que ese día las naves descendieron y se posaron sobre aquel enorme desierto y que posteriormente sobre caballos, justo como lo hicieron los colonizadores de éste bello continente, lo hicieron nuevamente sobre ellos y en carretas halados por caballos se dirigieron hacía donde los condujo un hermoso ejemplar equino con un extraño, pero maravilloso pelaje de color blanco, al cual nunca más se le adhirió a su pelaje ninguna partícula que opacara su hermoso y extraño color blanco, ésto ultimo, algunos dicen que solo lo escribieron para darle un poco de poesía a ese bello ejemplar equino, que sin él asi desearlo salvó a toda la humanidad y animales y tambien vegetación que en las naves llevaban pues, las naves aun permanecía en aquel desierto, como símbolos de lo que la tecnología y un mal hombre, podría volver a causarle al planeta, pues al lugar a donde fueron, nada tecnológico podía funcionar, por ello las naves que siguieron al caballo quedaron incomunicadas y los soldados debieron regresaron sobre caballos.

La humanidad empezó de nuevo, como lo hicieron los que un día viajaron al nuevo continente con la visión de hacer de él el mejor lugar para vivir. 
Al bello caballo de pelaje blanco, lo han llamado por los tiempos, como: El caballo sin nombre.   
Éste nombre tiene un gran significado: ¿No crees?

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