miércoles, 28 de octubre de 2015

¡Hola Señor! (Las canciones de mi vida)


¡Hola como están! Saludo al entrar en la cantina alguien que recien regresó al pueblo que lo vió nacer, se trataba de Toribio hijo de jornalero, uno muy amigo del patrón de la hacienda en donde trabajaba, y ahora era todo un profesional.
Se dirigió hasta donde se encontraba el cantinero. _¡Hola muchacho, cómo estas de cambiado, ya casi ni te conozco! 
_¡Que tal don Chon, deme una fría por favor!, ¡Si eso mismo dicen todos los que he saludado! _¿A poco estoy tan cambiado?
_¡Lo que sucede es que antes eras un chorreado y ahora mírate todo un señor! 
_¡Jajaja! rieron los dos.
_¡Oiga don Chon! ¿ese no es...?
_¡Si patojo es el patrón!
_¡Voy a saludarlo!
_¡Yo creo que no es buena idea amigo! Le advirtió don Chon, pero el muchacho no le hizo caso y se retiró con su botella en mano hasta la mesa del rincón, lugar donde el patrón se mantenía casi a diario chupando guaro. 
El muchacho se paró frente a la mesa del patrón y éste levantó a penas su cabeza para ver quien tenía los huevos de acercarse a su mesa.
_¡Hola Señor! Dijo el muchacho muy educadamente y agregó.
_¿Cómo le va, por qué lo veo tan triste? ¿Está usted enfermo, señor? o acaso ¿algo anda mal en sus negocios?
_¡Pues si muchacho, sufriendo estoy y tengo mucho dolor en mi corazón! ¡aquí me ves llorando por ese tremendo dolor!
_¿Conociste a mi´ja,?
_¡Claro que la recuerdo señor! ¡Si la conocí!
_¿Dime no  la has visto, tú no sabes con quien se largó?
_¡No señor! dijo el muchacho atreviéndose a tomar una silla y sentándose a la par del hacendado, el poderoso del pueblo a quien todos le respetaban, más por temor que por un respeto ganado con honradez y humildad. 
Al estar el muchacho sentado frente a él todos los de la cantina cogieron sus tilinches y salieron del lugar.
_¿Te conozco patojo?
_¡Así es patrón!
_¡Tienes güevos muchacho, para sentarte a mi mesa sin mi permiso! ¡Eso merece mi respeto!
_¡Pero dime! ¿quién putas sos?
_¡Soy hijo de don Chus, su mano derecha en la hacienda hasta el día de su muerte, mi apá le sirvió a usted, patrón!
_¿Eres el patojo culicagado que chingaba a mi´ja! Dijo el patrón con el rostro encabronado y viéndose a los ojos uno al otro sin bajar ninguno de los dos la mirada, como retándose, o jugando a un serio; ambos eran un par de gallitos de pelea, viéndose fijamente. Mientras, el cantinero los veía con temor y presintiendo algo malo detrás de su mostrador, tambien afuera en la calle a través de las ventanas y de la puerta abatible de la cantina los curiosos observaban a los únicos que quedaron adentro de la cantina de don Chon, justo en la mesa del rincón.
Mientras éstos se veían, ambos tenían sus pensamientos justo en el mismo lugar, el pasado, uno pensaba...

_¡Catalina ya te dije que no juegues con ese chorreado! Le gritó a su hija amada el patrón cuando la veía junto al hijo de don Chus, su mano derecha. el muchacho, Toribio, al oír ésto se alejaba del lugar, no por temor, sino por respeto a su patrón. 
El tiempo pasó y ellos seguían viéndose en secreto y ya en la adolescencia sin darse cuenta los chicos se enamoraron y en secreto se amaron, llegaron a una edad más allá de la adolescencia pero sin ser adultos amándose a escondidas, cuando una tarde justo en el río, lugar en donde se encontraban la hija del patrón Catalina, besándose con el mugroso muchacho, Toribio hijo de don Chus. El patrón sintió una rabia que no pudo contener y extrajo su revólver y a la pareja les disparó, el balazo dió justo en el tronco en donde se encontraban sentados los jóvenes amantes, la chica al ver al encolerizado de su padre se interpuso entre ambos.
_¡Catalina quítate de en medio, para matar a éste igualado hijo de puta! La mano le temblaba de la cólera que se apoderó de él al ver a su hija besándose con el hijo de su mano derecha en la hacienda.
_¡Vete Toribio, corre, salva tu vida!
_¡No, no correré! Dijo Toribio encabronado, haciéndose el valiente, para defender el amor de su bella y joven novia.
_¡Por favor Toribio, te lo suplico vete, luego hablamos! Toribio se largó del lugar y ella se quedó con un padre encolerizado quien la encerró, haciendo con ésto que ella se revelara contra su papá, mientras don Chus mandó a la capital a su hijo Toribio, para evitar una desgracia...

Éstas eran las imágenes del patrón, quien seguía con la mirada clavada en los ojos de Toribio, ahora un hombre titulado y como siempre de bien.
Toribio por su parte, tambien pensaba en Catalina...

_¡No te vayas mi amor! ¿qué haré sin tí? Le suplicaba Catalina a Toribio, pero éste le explicaba que era lo mejor, que se largaba a la capital a superarse y regresar con un titulo para que el patrón lo aceptara como novio de Catalina.
_¡Es lo mejor mi amor, tu padre nunca me aceptará, pero quizá con un titulo universitario yo sea un  buen partido para ti y nos permita estar juntos! ¿Me comprendes mi amor? 
_¡No te vayas por favor!
_¡Volveré mi amor, espérame por favor, no te enamores de nadie! ¿me lo prometes?
_¡No me dejes, me iré contigo mi amor, espérame, llévame contigo!...

Éstos eran los recuerdos de cada quién. Ellos seguían viéndose con odio, directo a los ojos.
_¡Regresaste maldito!
_¡No le contesto como se debe patrón, por respeto!
_¡Tú me la aconsejaste muy mal! ¡Me la echaste a perder y lo peor es que la enviciaste con ese mal amor! ¡seguro que por mi dinero!
_¡A mi no me eche la culpa! ¿porqué no se culpa usted? ¡ella se sentía tan sola y usted no nos supo entender, no supo aceptar nuestro amor, yo la quise a la buena, su dinero jamás me interesó, señor!
_¿Y qué querías que entendiera?, ¡tú, un pelado e hijo de jornalero!, ¡yo le di buenos ejemplos!, ¿no sé en que le fallé?, ¡todo se lo dí, para ella siempre trabajé!
_¡Eso no es suficiente señor, hay algo de más valor que no se compra ni se vende, a ella usted le robo el amor!, ¡mi amor!
_¡Estas muy equivocado, amor nunca le faltó!
_¡Usted es el equivocado, usted con sus infulas de gran señor nos separó y con eso a ella le faltó el amor, mi amor, pues usted nunca le demostró si la amó o no, señor!
_¡Y si hay un culpable, ese culpable es usted señor, no basta con decir soy padre si no hay que saberlo ser! ¡Y usted luego de que me largué la encerró y la trató como hija de la servidumbre por el odio que le quedó cuando supo de nuestro amor!  
_¡Cállate desgraciado, no te permito que me calumnies! 
_¿La volviste a ver?
 _ ¡No señor!
_¡Tú me la aconsejaste muy mal!, ¡tú me la echaste a perder!
_¡A mi no me eche la culpa!, ¿por qué no se culpa usted? ¡después de que me largué, ella se sentía tan sola y usted no la supo entender, más bien la encerró en esa jaula de oro que usted llama hogar!
_¡¿Y qué querías! ¡ella siempre tuvo que comer, tuvo lujos que jamás podría darle un mugroso jornalero hijo de un cualquiera a quien le di trabajo toda su vida! 
_¡No se meta con mi señor padre señor, ya destruyó nuestras vidas; la mía y la de su hija, ella no se largo con nadie, no manche su recuerdo, tampoco agarro malos pasos, ella siempre fue virtuosa, eso lo sé por mi padre quien siempre nos mantuvo informados a los dos hasta ese día en que ella murió!
_¡Mas bien, usted fue quien la mató, por ese odio que usted le tomó y ahora viene a decir que se le descarriló, que si fui yo, quien la envició, que si nos vieron juntos; después de que me fui a la capital! ¡que si soy malo! ¡el malo es usted! 
_¡Y ya no me eche más la culpa! 
Toribio se puso de pie muy descompuesto y arrojó la silla por un lado, el patrón tambien se puso de pie y con sus ojos enrojecidos de la cólera, él sacó su revolver y contra Toribio disparó con el odió que llevaba guardado de años y le dió justo en su pecho. 
_¡Muere maldito desgraciado! 

Le soltó una media docena de balas, las que impactaron en el pecho de Toribio  y Toribio cayó al suelo con los brazos de para en par.
Cuando el patrón vió lo que había hecho, sabiendo lo que le esperaba (la cárcel) y a su edad, además del odio que el pueblo le tenía, no le quedo de otra, él llevó el revólver a su cabeza y un tiro se sampó; con el impacto el cerebro se desparramó, cayendo su cuerpo sin vida a la par de quien él siempre pensó que había descarrilado y enviciado a su hija amada, la que por eso había muerto.  
En el suelo de la cantina quedaron los cuerpos de quienes amaron más que a nadie en esta vida a Catalina.

Mientras, en la rockola de la cantina, sonaban las melodías y la mordaz letra de la canción: 
"En que te falle"  de Los Tigres del Norte.



Letra: Los Tigres del Norte y S. Raga 






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