viernes, 13 de noviembre de 2015

Mario y Vianey


Parado y recostado en el marco de la puerta, en el occidente, frontera con México, una tarde calurosa, con la vista perdida de aburrimiento, esperando por nadie, simplemente pasando el tiempo; de la profundidad de un camino que bajaba de la altura con rumbo al parque del pueblo, tres eran los bultos que cada vez se hacían más visibles a mi vista, eran Mario y dos chicas, al pasar frente a mi simplemente escuché el saludo de Mario y siguieron su camino con rumbo al parque del lugar en donde se encontraba la feria, con sus loterías y juegos mecánicos, los vi seguir su camino con mi vista cansada y sudada, pues el calor era sofocante, sin embargo pude observar que una de las dos chicas no pudo evitar voltear hacía donde me encontraba sudando y con mi vista perdida y derretida.

Cuando los tres bultos se perdieron en la pendiente de la calle y de mi vista se desaparecieron con mucha fuerza de voluntad me despegué del marco de la puerta y con pasos arrastrados me dirigí hasta mi habitación, me desvestí y me dí un regaderaso; ah! cosa más deliciosa, sentir el agua fría rescatar y limpiar a mi cuerpo de una sensación pegajosa; mientras me bañaba y disfrutaba de la frescura del baño mi mente me regresaba al momento en que la compañía de Mario me lanzaba hermosa mirada.
Cuando salí del baño, me coloqué mi ropa de feria, arreglé mi cabellera, me coloqué mi loción de adolescente, y escuché que alguien llamó a mi puerta.

_¡La cena esta lista, baje por favor a la mesa!
_¡Gracias ahora bajo!

Unos minutos más tarde me encontraba en la mesa, disfrutando de una deliciosa cena occidental, todo era normal, no así la mirada de mi amigo Mario, quien me veía con ojos de recelo y con un poco de odio, al menos eso vi; la madre de mis anfitriones preguntó.

_¿Qué harán hoy por la noche? ¡Dicen que la feria esta muy alegre! Nadie respondió. La madre de mis amigos, los que me invitaron a ese viaje, les dijo a sus muchachos.
_¡Bueno! ¿no escucharon a su madre mal educados? Yo quedé en medio de la discusión familiar, simplemente como un observador neutral. Entonces respondió el hijo mayor, precisamente, quien me invitó a ese viaje y con mucha pena éste respondió.

_¡Me disculpo madre, pero mi novia me invitó a su casa, a jugar con sus padres un nuevo juego de mesa que trajeron de México!
_¡Ajá! Dijo la madre de mi amigo con una mirada que indicaba ¿y tú amigo qué? 
Yo entendí y luego respondí.
_¡No hay pena, yo entiendo, quiza Mario quiera acompañarme a la feria! Mario me vió con ojos asesinos, mientras la madre encontró la salida más cómoda para ella.

_¡Entonces que no se hable más, Marito llevas contigo a nuestro invitado! ¿está bien?
_¡No, no está bien! Dijo Mario muy molesto.
_¡A ver jovencito y esos modales! ¿A poco tienes una cita? ¡jajaja, patojo culicagado!
_¡No se hable más!
_¡Bueno! Dijo Mario, no muy convencido.

Mario, era hermano de mi amigo y era un pre-adolescente, mientras su hermano y yo, ya eramos adolescentes con experiencia, la cual, Mario deseaba experimentar seguramente.

_¿Estás listo yo ya me voy? Dijo un Mario mal humorado.
_¡Escucha Mario, por mi no te preocupes, salgamos juntos y afuera cada quien toma su camino! ¿Te parece?
_¡Me parece! Y así lo hicimos, Mario por su lado y yo por el mio, llegamos a la feria, estaba muy alegre, me perdí en ella, entre la hermosa gente del pueblo y Mario tomó otro camino. 
Me encontraba viendo uno de los juegos mecánicos, escuchando como los parroquianos en dicho juego gritaban de nervios, era algo cómico y yo lo estaba disfrutando; cuando escuché una dulce vos a mi lado.

_¿Qué nervios verdad? Voltee para ver quien me sacaba de mi  momento, disfrutando a los nerviosos del juego mecánico.
_¿Te atreverías a subir a ese juego mecánico?
_¡No se, se ve un poco inquietante, además no quisiera ser uno de los gritones! Y reí, ella tambien lo hizo.
_¡Está bien! ¿qué te parece si te invito a otro, menos riesgoso? 
_¿Perdón, te conozco? Le pregunte, pues ella me hablaba como si fuéramos íntimos conocidos, debería ser al contrario, yo, un capitalino conquistando a la chica linda del pueblo, pero no era así, ella me conquistaba a mi.
_¡Soy amiga de Marito! ¿creo estas quedándote en casa de ellos? ¡pero debes de ser amigo de su hermano, lo digo por las edades!
_¡Sí, así es! Pero... ¿Tú no eres quien pasó con él por la tarde, frente a su casa con otra chica más?
_¡Sí, que lindo me recordaste y ella es quien nos acompañaba, ella es quien me acompaña por orden de mis padres!
_¡Hola!
_¡Hola! Dijo la joven.
_¡Agripina, ten y compra, o has lo que quieras, nos vemos frente a la lotería a eso de las diez! ¿entendiste? Le ordenó a su chaperona y está cogió el billete, uno de alta denominación y se fue feliz a disfrutar de la feria.
_¡Me llamo!...
_¡Sergio, lo sé, se lo pregunté a Marito!
_¡Yo soy Vianey!
_¡Mucho gusto Vianey! ¡Vamos te invito a la rueda que me dijiste!
_¡No, la que invita soy yo, no te preocupes mis padres tienen mucho dinero y me dan suficiente para gastarlo como quiera!
_¡Bueno, por mi no hay problema! Y nos montamos en la rueda que ella quiso y luego en otra y más tarde en otra y así entre ruedas, loterías y golosinas transcurrió la noche.
Más tarde apareció en el lugar de encuentro la chaperona de Vianey y con ella se encontraba Mario.

_¡Hola Marito! Le dijo Vianey a Mario y con mucho cariño le beso su mejía.
_¡No es un amor Marito! Me preguntó Vianey, era obvio que ella veía a Mario como un pequeñín.
Nos pidió que la acompañáramos hasta su casa y empezamos a caminar, al hacerlo Vianey armó las parejas.

_¡Mariro te vas con Agripina y yo con Sergio! Me tomó de la mano y luego caminamos, mientras lo hacíamos, ella se pegaba más y más hacía a mi, algo que me incomodaba pues, era más que obvio que Mario estaba enamorado de la hermosa rubia que iba junto a mi, muy acaramelada. Llegamos a un lugar muy oscuro, a un costado un riachuelo y al fondo una enorme casa, la casa de Vianey.

_¡Hasta aquí! Dijo Vianey y ordeno a Agripina y a Mario; ustedes esperen aquí y ahí quedaron los dos como nomos, unos cinco pasos más adelante de ellos, bajo un árbol, ella se inclinó hacía mis labios pero yo la detuve.

_¿Qué pasa, no quieres besarme, no te gusto?
_¡No es eso, es Mario! Apenas terminé de decirlo y ella se lanzo sobre mi cuello y me colocó uno de los mejores besos de toda mi vida, para la edad de la niña besaba demasiado rico, no sé tal vez los chicles de uva, o las golosinas que comimos en la feria, pero yo sentía que bebía miel al pie del panal.
Mientras nos besábamos, yo veía a Mario y mi corazón se fruncía de pena, pero con forme los besos se pusieron más calientes me olvide de Mario, pues, no quería quedarme atrás y menos que alguien de un pueblo quedará con un mal sabor de boca del chico que llegó de la capital.

Despues de casi 45 minutos de besos de miel, se acercó Agripina y dijo.

_¡Nena ya es tarde y sus papas se van a molestar, mejor nos vamos! Y con ella un par de ojos que me odiaban más que unas horas antes.
_¡Bueno, adiós mi amor! Me dijo Vianey y me dió un ultimo beso, igual de dulce que los otros frente a Mario y Agripina, luego alborotó la cabellera de Mario y lo besó en la mejía y al tiempo le susurró algo a Mario en su oído, nunca supe lo que Vianey le dijo a Mario, pero al regresar a su casa, Mario cambió su pensamiento de odio conmigo y me vió con ojos de admiración y lo mejor, de amistad.

_¡Nos veremos mañana! Dijo Vianey antes de irse y de hablar al oído de Mario.
_¡Mañana no podemos pues vamos a México, creo que será en unos 15 días cuando volvamos, lo siento!
_Estaré esperándolos! Dijo y  beso sus dedos y luego los sopló y se fueron Vianey y Agripina.

Caminábamos con Mario, éste con otra actitud. 

_¿Sergio, besa rico Vianey?
_¡Muy rico Mario, Muy rico! ¡Ten paciencia que para cuando crezcas habrán miles de Vianeys para ti, y besarán igual o más rico que ella!
_¡Si, seguramente!

Al día siguiente realizamos nuestro viaje a México, eso fue para una Semana Santa, en el país Azteca la pasamos muy  rico y yo tenía otro mejor amigo; Marito.

Despues de 15 días, al regresar, afuera nos esperaban a Mario y a mi, Vianey y Agripina: esos tres días en el pueblo antes de regresar a la capital fueron inolvidables para Vianey, Agripina, Mario, su hermano y la novia y obviamente yo. Creo que en esos días Vianey y yo no nos besábamos, nos comíamos como caníbales. Nunca más supe de Vianey...


Para mis amigos de verano adolescente: Mario y Vianey, espero se encuentren bien.




Tomado del libro: "Historias de un adolescente tímido" de S. Raga.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario