viernes, 4 de diciembre de 2015

FE


¡Mira ahí ésta!... Ésto dijo al bajar de su caballo con un gesto  de satisfacción en su rostro, indicándole a su lacayo que ahí estaba, ¿es hermosa verdad? decía sin dejar de admirarla, el lacayo no podía creerlo pero su amo seguía viendo y sonriendo, pero él no podía dejar de mirarlo pero a él y se decía en su interior, ¡es un hombre valiente, que porte tiene! y por fin lo veo sonreír después de tantos meses empolvados y cabalgando por campos, desiertos, ríos, pueblos y ciudades y hasta hoy lo veo sonreír, sus pensamientos fueron irrumpidos por el señor; ¡Mírala! ¡mírala! ¡en verdad valió la pena pues si que es hermosa! Pero el lacayo aún no podía opinar, pues para él todo era igual y cuando vió a sus pies, un acantilado, tan profundo como la sonrisa de su amo, tan profundo como el temor que sentía al ver hacia abajo, tan profunda como la admiración hacia su amo, hacia algo que él no lograba entender, un poco más atrás sus caballos comiendo de la verde grama del lugar... Patrón diga ¿qué es lo que ahí está? que no lo veo, pero usted continúa embelesado viendo algo que yo no logro ver... La voz profunda de su amo sonó de nuevo con resonancia a la orilla del acantilado, ¿sabes qué muchos quisieron llegar hasta aquí?, ¡ejércitos, lanceros, caballerías y nadie lo logró, todos murieron en el intento y los que llegaron no supieron detenerse en el lugar indicado y cayeron por éste acantilado y murieron; sin embargo, tú y yo, acá viendo como pasa el tiempo, el pasado, el presente y como llegará el tiempo futuro mi querido lacayo... Pero mi señor, no entiendo nada de lo que me habla estará loco o lo peor, usted se habrá vuelto loco de tanto buscar algo que aun no logró ver y usted sigue ahí, satisfecho, viéndola o viéndolo o ¡yo que sé! pues no logro ver más que la profundidad de este barranco y hasta allá abajo un riachuelo que muere en ese inmenso océano y el aire que llega y sube por las paredes del barranco me empiezan a helar mi señor... Deja de hablar boberas, la vista es lo mejor que nunca antes logré ver y la brisa es algo fresco y reconfortable, mira a las bestias, hasta ellas logran sentir esta sensación que tú no ves, ¡ignorante has de ser! no has aprendido nada en todo este tiempo... ¿Aprendido? si nunca nos detuvimos, solo vimos caras extrañas, lugares igual a esas caras, nos persiguieron ladrones, bándalos y perros nos ladraron a nuestro paso, otras veces luchamos contra bestias salvajes que tenían mucha hambre, eso sí, usted a todos venció, dijo el lacayo con la admiración de hace un rato y con la de siempre, pero yo sigo sin ver nada... ¡Ah pobre! mi ignorante lacayo, no ves nada porque quieres verlo con los ojos del cuerpo pecador y sucio que solo logró ver lo que tu mismo has dicho, yo sin embargo sigo acá al lado de las bestias que nos condujeron hasta acá, en ellos tampoco habrá maldad, velos relajados alimentándose, no su cuerpo, sino su alma si es que la tienen, ¡ahora creo que sí!... Pero mi señor, ¿cómo hago para ver con ojos de bestia o mejor con ojos de patrón digno, elegante y valiente? ¿cómo? digo, pues, con sus ojos mi señor quiero ver lo que usted admira tanto, ¡diga señor, responda por favor!... El señor simplemente movió su cara y sonrió, como diciendo ignorante, no trates de engañarme y agregó; ¡Mira ahí está! ¿cómo no ver su belleza? por lo que tantos dieron su vida, somos nosotros los elegidos, mira, los tiranos abrazan a su enemigo, a sus perseguidos, limpian sus ropas rasgadas y a sus pies y éstos los perdonan, se funden en un abrazo, ves como pasan frente a nosotros los secretos de la vida vivida, la que pronto viviremos, ahí esta el futuro, el presente y el pasado... ¡Debo entrar! ¡debo dar el ultimo paso hacia ella!... ¡No señor! ¿está usted loco? un paso más y caerá y por supuesto morirá, ese paso no lo daré con usted mi señor, hasta aquí llegué, ¡un paso más nunca! el lacayo se santiguo y agregó, lo peor es que si usted se muere o se va, cómo hago yo para regresar a mi aldea, de donde un día con sonrisa en rostro y galanura llegó y entre la multitud a mi me eligió, lo he seguido mi amo por tantos lugares y hemos luchado lado a lado, hombro con hombro y siempre vencimos, pero mi señor, yo solo seré siempre un lacayo, uno analfabeta que no sabe porque fue elegido y como es que logró llegar hasta acá... Me decepcionas amigo, nada has aprendido en todos estos años de viajes por tantos lugares increibles, personajes mucho más increibles, miles de culturas, animales salvajes rasgaron nuestras telas y siempre salimos ilesos, ¡somos los únicos que habremos llegado con vida hasta acá! los únicos que habremos encontrado lo que para otros que lograron volver a sus hogares, a sus castillos con vida divulgaron una mentira, que lo que tenemos acá frente a nosotros no existe, pero mira bien, ¡ahí está! ¡si existe! ¡esta frene a tus narices!... Entonces el lacayo frunció la cara para agudizar la vista, pero nada, entonces vio el rostro sonriente de su amo y siguió en linea recta hacia donde él veía y con la cara fruncida siguió su camino imaginario y entonces apareció frente a él una nebulosa, algo que no lograba ver con nitidez, pero ahora sabía que ahí había algo que tenía a su patrón con tanta alegría y orgullo, éste quedó mudo y arrugando más la frente, pues ahora que lograba ver algo que aun no tomaba forma no iba a perderla de vista pues si parpadeaba seguro perdería esa señal, como si fuera un radio con la antena rota... El señor lo vió de reojo al no escucharlo reclamar más nada y sonrió, ¿lo tienes, la ves? ¡ahí está no dejes de creer y confiar! pues si lo haces lo perderás y no lograrás en esa hermosa puerta pasar y disfrutar de lo que habrá más allá, ahí adentro, bello lugar, para que regresar y dar testimonio de que si existe, ¡yo de aquí no vuelvo!... El amo dejo a que su lacayo ignorante y con todos los defectos habidos y por venir siguiera intentando no perder lo que por fin había logrado y regresó, tomó de las reatas a las bestias que los llevaron hasta ahí y en el de él se encaramó y a su lacayo le condujo la de él y tambien lo ayudo a subir a su animal, entonces le dijo... ¿Éstas listo amigo? ya no más amo y lacayo, ahí no existen tales títulos mundanos... El la cayo dijo sí, con un movimiento de su cabeza, el señor se quitó el sombrero y del cinto desató su espada la cual cayó al suelo y de rebote cayó por el interminable abismo pero a quien le importaba lo que había a sus pies si frente a ellos estaba lo que todos sobre este planeta buscamos con ansias y deseos desde que llegamos y hasta el día de nuestra muerte... Y, después de un breve silencio se escuchó de boca del amo con esa voz tan particular... ¡¡Arre!! y las bestias se lanzaron hacia adelante para alcanzar la meta por muchos buscada y por tanto tiempo por ellos tambien, por la que durante tantos años pelearon y viajaron, conocieron y sufrieron, y en esa puerta para muchos invisibles, entraron, como reyes fueron recibidos y las trompetas sonaron los cielos se iluminaron... Los caballos se tornaron de color blanco y de sus costados alas les salieron... 
Por fin el lacayo grito, justo cuando estaban entrando en el lugar: ¡Amigo como dijiste ahí esta!, ¡es hermoso!, ¡es lo más bello de nuestro largo viaje! ¡que felicidad siento! ¡ahora veo lo que tú viste al no más llegar!...
 Y, ambos cabalgando o volando se perdieron en su viaje y entraron en su FE.
 

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