jueves, 14 de enero de 2016

War (internal war)


_¡Shhhhh! ¿Quieres que nos oigan y nos vean?
_¡No! ¡Dios nos libre de caer en manos de esos hijos de puta!
Los dos inquietos muchachos escondidos en una espesa jungla, allá en el altiplano, muy bien camuflados que era imposible que los instruidos soldados o insurgentes -¿quién podría distinguirlos?, si eran iguales en todos los aspectos-

_¡Que frío hace en éste maldito lugar!
_¡jajaja! ¡Ya te acostumbrarás! 
_¡En mi país no hace estos fríos!¡Sin embrago el gringo se siente como en casa!
_¡jejeje! ¡Para mi es un clima muy deliciosos! dijo uno de los canches, uno muy alto y fornido, mientras caminaban por uno de los pocos senderos que habían por esas montañas, en busca del enemigo, -con quién normalmente jamás convergían, pues mientras un bando andaba por estos lugares montañosos, el otro bando andaba por las faldas de esas montañas-... 
Pareciera que el enemigo era a quien se encontrarán en su camino, y a quienes siempre hallaban mientras patrullaban era a los aldeanos, que por siglos vivieron ahí y quienes no estaban dispuestos a abandonar sus parcelas, pues si lo hacían ¿de que vivirían?, morirían con sus familias, internándose en las selvas, lugares en dónde no se podría sembrar ni cultivar absolutamente nada y además podrían ser victimas de la fauna salvaje que dominaban esos territorios y con un oxidado machete, ¿qué podían hacer? y además con una retahíla de hijos entre los 8 y 15 años.

la patrulla continúo su caminar, armados hasta los dientes, pues, los paises que les ayudaban en ésta guerra desigual, pero igual, eran los mismos; pareciera como si los que les instruían en las artes del miedo, de la tortura y de la muerte, peleara una guerra propia pero en tierras ajenas, con la consigna de velar, por que la vida cómoda de unos pocos adinerados, dueños y terratenientes de esos paises, siguieran con sus beneficios y sus vidas que da el poder del dinero.

_¿Los seguimos vos?
_¡Pero solo otro poco! ¡idiotas, si fuéramos el enemigo ya los habríamos terminado, a éstos indios, ladinos y extranjeros de ese maldito ejercito!
Los siguieron por un par de horas, hasta que llegaron a un lugar, el cual era propicio para pasar la noche.

_¡Atención! ¡aquí pasaremos la noche! Dijo el comandante del pelotón; normalmente un capitán, mayor o teniente.
_¡Ya oyeron al comandante! Dijo el sargento mayor, y todo el pelotón; dijo.
_¡A la orden mi comandante! y colocaron sus objetos en el suelo, mientras los mandamáses se acomodaron en los mejores lugares, los de menor rango se colocaron a trabajar en maniobras como; hacer las fogatas y a preparar lo que cenarían esa noche.

_¡Hasta aquí llegaron vos, Peter!
_¡Así parece, regresemos a casa Johnny!  Los que vigilaban desde la clandestinidad de la selva montañosa se dirigieron a sus chozas, hogar que estaba muy adentro de la selva y que les garantizaba que jamás podrían ser atrapados por ellos; ejercito o insurgentes, no importa, pues ambos eran lo mismo, aunque ellos decían que eran diferentes, pero no era así.

_¡Apúrenle patojos o no cenarán hoy! les dijo la madre de los hermanos, Peter y Johnny; Mary, su madre y de otros seis más, pero menores que ellos.
_¡Bueno ma! Dijo uno de los hermanos que se burlaban de los mismos, pero diferentes ejércitos. Mientras que el otro, le preguntaba a su madre.
_¿Llegaron otros hoy ma´?
_¡Si m´ijo, aquel señor y sus dos niñitos; cuenta que la madre no corrió con suerte y que la alcanzó una bala mientras huían!
_¡Pobres! entonces dijo Johnny, quien escuchó lo que su madre y su hermano hablaban mientras él se lavaba las manos para la cena, con agua que Mary habría traído del río que quedaba como a un kilómetro de esa colonia perdida en lo alto de una montaña de un bello país; que vivía una pesadilla que quedaría escrita en los libros de su historia y lo peor, era que los ahí refugiados, ignoraban que se peleaba, si ellos no tenían nada de valor, más que su fuerza y deseo de trabajar y de vivir una vida en paz, pero que lamentablemente habían quedado en medio de un campo de batalla que rara vez, recibía la sangre de los soldados de ambos lados, pues como dije; casi nunca convergían, pareciera que los bandos conocían de la ubicación del otro y a propósito se alejaban en direcciones opuestas, para no tener un encontrón. 
Sin embargo a los cuarteles les llegaban las notificaciones, a propios y extraños, de las bajas en sus filas; por ejemplo: Un día llegó un pelotón de reconocimiento como de diez soldados, entre altos mandos y el resto de soldados rasos. Al entrar a la base militar, se veían agotados y algunos con leves raspones, los cuales, ellos hacían más dolorosos, por lo que eran mandados a enfermería y además se ganaban un permiso para visitar a sus familias, por el echo de haber sido heridos en combate. Lo más increíble, era que sus familias eran muchas veces de los mismos lugares que antes habían masacrado, seguramente éstos aguerridos soldados asesinaron a parientes, por increíble que parezca.
_¡Deme su informe soldado! le exigía el comandante y jefe de esa base militar. 
_¡Cómo ordene mi general!, Le informo que fuimos cobardemente emboscados y que nuestros heridos se defendieron como jaguares, Señor, pero lamentablemente el Teniente Malinche murió en la emboscada y con él, mi Subteniente tambien, pero él, supongo que murió por la inexperiencia; pues, recién se había graduado de oficial, señor! 
_¡Mierda!, ¡malditos! ¡Asesinaron a uno de mis mejores oficiales! Se lamentaba el General del cuartel.
_¡Lo lamento tambien señor! indicaba el Sargento, quien permanecía frente a su general en posición de descanso dando su informe verbal. Pero lo que el General no sabía, era que su mejor hombre, el Teniente Malinche, era un hijueputa bien hecho y que a soldado que llegaba a su pelotón le sacaba la mierda y que en poco tiempo se había ganado el odio de sus subalternos, y que entre ellos, ya cansados de las sacadas de mierda del Teniente Malinche, en este caso, ellos, el pelotón a la vos de uno de sus lideres, otro soldado igual a ellos, decidieron inventarse una emboscada y en ella, ellos mismos le daban muerte a sus oficiales, que en este caso, fueron el Teniente Malinche, y su Subteniente Pérez; un cadete que recién abandonaba la escuela que los educaba y entrenaba como oficiales para que al no más graduarse, llevarlos a la selva a pelear una guerra que muchas veces ni ellos entendían. 
Ésta vez, el Subteniente no entró en el aro con los subalternos y al intentar ayudar a su superior el Teniente Malinche, entonces al pelotón no le quedó de otra que matarlos a los dos, y así, se deshicieron de un desgraciado hijueputa, que abusaba de ellos y de su pupilo, que por lo visto estaba aprendiendo a ser otro hijueputa, igual que su superior. Pero ya no chingaran más, pues en el cuartel, ahora están sus cadáveres, listos para ser enviados a sus familiares, para que les den cristiana sepultura. Y, en las barracas del cuartel, se escuchan comentarios tales.
¡Qué bien que mataron al desgraciado del Malinche y de paso a su gato el Pérez! Así era la guerra que se llevaba a cabo en las selváticas montañas. Mientras, entre los oficiales de uno de los bandos, aunque ésto se daba en ambos lados, crecía el odio por el enemigo, pues mataban a sus mejores hombres, quienes ahora eran unos héroes.

Mientras en la selva esa noche, Peter y Johnny hacían chiste de como siguieron a los soldados por horas y ellos ni en cuenta, pero después de escuchar a los intrépidos hermanos, quienes eran los encargados de traer provisiones y de rescatar a niños que se encontraban por ahí, temblando del miedo de saberse solos en esa selva, pues sus padres ya habrían sido asesinados por cualquiera de los bandos, esos hermanos, unos pillos y excelentes en artimañas para el camuflaje, algo que ya lo traían en la sangre, pues no hace mucho tiempo les toco algo similar o igual a los ahora refugiados del lugar y ellos también habían tenido que salir huyendo de su aldea con su madre herida y sus pequeños hermanos además de uno no nato; por su padre no se pudo hacer nada, pues había muerto quemado en una de las aulas de la escuela de la aldea, otros habrían muerto en las mismas circunstancias, pero adentro de una iglesia, creyendo que sería respetada junto al curita y corrieron pidiendo ayuda al párroco y al estar en cuartelados adentro de dicho templo, se dió la orden de ser quemada con ellos adentro. 
Desde esas terribles experiencias, los hermanos adquirieron una habilidad digna de un animal depredador de la selva que ahora compartían, para el camuflaje, para salvar su vida, la de su madre herida y demás hermanos. 
Esa noche escuchaban como habían llegado los uniformados a la aldea elegida por cualquier bando y entraron apostados por los flancos y emboscando a los lugareños, quedando atrapados los que se encontraban en dicha aldea, salvándose únicamente los que en ese momento andaban afuera de la aldea; quiza trayendo agua o leña, o simplemente en los sembradíos, vigilando su cosecha, alimento para la familia y dinero por la venta de sus granos al terrateniente que se las pagaba a como a él se le antojara, para luego llevarlas a la ciudad en sus camiones, cosa que no podría hacer el aldeano, y ahí vendería aquellos granos a precios que lo harían más rico y poderoso, para seguir explotando al aldeano quien su único pecado había sido, nacer adentro o aledaño a las tierras del terrateniente, quien estaba protegido por ambos ejércitos, que se mantenían en guerra, pero sin enfrentamientos, sí algunos, pero muy raramente y esporádicos. El objetivo de estos ejércitos en sus maniobras castrenses, importadas para evitar bajas, era encontrar los lugares dónde sus enemigos se concentraban y se asentaban sus lideres, los pensantes, que de una manera sutil tambien vivían muy bien, haciendo algo que ellos creían era lo correcto y cuya intención era, llegar al poder, y sabían que democráticamente jamás lo lograrían, pues las naciones poderosas no se los permitirían, pues eso sería catastrófico para sus intereses, por tanto, ellas, esas naciones poderosas, instruían y tambien participaban de esa guerra, participaban directamente e indirectamente, proporcionándoles armamentos para librar las batallas.


Continuará...




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