viernes, 20 de mayo de 2016

Tengo mi forma de pensar en ti


Creo que tengo una manera particular de pensar en ti: Eres bella, pero muy ambiciosa. 
Imagino que cuando me vez me escaneas, buscando en mis bolsillos si tengo unos billetes 
o solo son monedas. 
Te veo y nunca bajas tu mirada; la veo fría y calculadora, pero cuando sonríes 
derrites lo que hay debajo de mi ropa. 
Quedo frente a ti, inmóvil, pensando: ¡Qué bella es! Y tú, pensando: 
¿Tendrá auto o aunque sea una buena moto? O, ¿será un niño con su bicicleta: 
Una californiana o montañesa... ¡Aggg!
Mi rostro, pálido y asustado dibuja con mis labios una nerviosa sonrisa 
pero sigo parado frente a tí. 
En su rostro, ya ha desparecido la bella sonrisa y ahora un rostro serio pero hermoso, 
ella oye el palpitar de mi corazón latir a cien. 
Mientras que yo, escucho el sonido de una caja registradora, justo en el centro de su pecho. Mientras que yo, cuento los días felices que pasaría junto a ella, tal vez ella, 
estará pensando en los billetes que podría con su belleza conseguir. 
Sus ojos azules, son fríos como el polo norte, con su salvaje y fría belleza 
y los míos son negros, como la noche oscura de un firmamento vacío 
y profundo como están mis bolsillos.
Su cabellera, larga y rizada en ciertos puntos como si fuera la cascada que nace 
en la montaña silvestre, provocando en el viento esa brisa fresca. 
Mis pelos parados e indomables, como alambres de cobre acabados de recibir un corto circuito. Su rostro, rosado como flor que despierta a la vida en una mañana soleada y por lo mismo acosada de abejas en busca de miel fresca y virgen. 
Mi rostro, pareciera decir las noticias, las notas rojas del día a consecuencia de mi acné. 
Su nariz la envidia de Cyrano de Bergerac. La mía, la copia exacta de: Mister Magoo.
En su piel de manzana, vellos invisibles, como el de un durazno que comienza a tomar 
un color naranja. 
En mi rostro, al verme a mi espejo, un chivo no me envidia en nada. 
Pero seguimos ahí frente a frente, colocando rostro de espanto y de asombro, 
uno soñando y el otro tratando de despertarse de una horrenda pesadilla. 
Creo tener una forma particular de pensar en ti. Y me digo: La única manera de conquistar a tan especial y bello ejemplar, es comprando su dignidad de mujer fría y ambiciosa. 
Ella me dice con sus ojos, ni lo sueñes, además de unos billetes, necesitarás una dosis de gimnasio, una cirugía plástica; algo por acá y otro por allá. 
Ella me sonríe, seguro por lo que acaba de pensar pues, cuando lo hizo, lo quiso disimular 
pero a la vez no le importó y de nuevo me vio y no le importó. 
Yo sigo muriendo de amor aquí frente a ti, mi corazón suena a galope cuando te ve 
y mis labios esbozan una sonrisa a lo Robert Redford. 
Así fue todo el viaje, metidos en el vagón del metro, ella en un extremo, yo en el otro; 
esto sucede todos los días, de lunes a viernes y los fines de semana, no se que hará;
yo, lo que hago es pensar en ti. 
Le pareceré un cheque al portador, pero sin fondos, ella a mi me parece una boutique, 
a la que solo puedo mirara por falta de efectivo.
El tiempo pasó y nuca sucedió más que dichas miradas, unas crueles, otras alentadoras 
y mentirosas de su parte; las mías fueron sinceras pero nada pasó. 
El tiempo afuera de las ventanillas del metro se ven pasar a alta velocidad, 
como lo dijo: El maestro Einstein, adentro todo en cámara lenta o a velocidad normal, 
pero el tiempo es relativo y nuestras vidas tambien lo son. Un día subí al metro y ya nunca más te vi, ni tu a mi. 
Ahora en mi todo cambio y afortunado soy, mi rostro también cambio para mejor 
gracias a Dios y en mis bolsillos mucho dinero plástico y en mi banco, ahí esta mi verdadera fortuna. 
Las chicas se mueren por mi y yo esbozo una sonrisa que hace tiempo en el metro aprendí. 
Un día, me dije: Vamos a recordar los viejos y adolescentes tiempos y al metro volví y me subí al mismo vagón; al menos eso creí, pues el arte callejero lo cambió y a mi lugar de siempre me fui y ahí me acomodé, todo a mi al rededor cambio y unos años por un minuto en mi cabeza regresé. 
En la siguiente parada al mismo vagón una rubia se subió, se paró en un lugar que quedo frente a mi, la vi fijamente, con la seguridad que me da todo lo que hoy tengo, ella al verme bajo la vista pero con disimulo me miró, como quien no mira, pero si que te ve.
Yo le sonreí y ella me devolvió una sonrisa, al ver la sonrisa, a mi mente de golpe regresaron 
mis viajes en este mismo vagón. 
Ella, una mujer más que bella pero en su presencia se veía que buscaba a un hombre 
que la sacara del lugar de donde venía y le permitiera ya no trabajar más; así que, 
cuando me vio, escuché el sonido de la caja registradora y ahí la reconocí y me desilusioné 
al ver que ella nunca cambio, pero yo si y ella no me reconoció, eso me ayudó 
a seguir viendo a la mujer que un día me hizo soñar y que hoy soy su modelo a seguir, 
lo que ella tanto quiso conseguir lo tengo ahora yo; pero ella nunca lo logró, pues sigue 
siendo una chica material, como lo fue la Madona. 
Yo sonrío y ella responde bien a cada gesto que le hago, ella me sigue la corriente, 
pobre inocente, no sabe que la conozco muy bien y que ya no me interesa más. 
A la parada siguiente me bajé y ella hizo lo mismo, por buen rato me persiguió, no estaba dispuesta a dejar escapar a tremendo partido y además atractivo hombre, su olfato 
se agudizo y ahora huele hasta mi dinero plástico y seguro ya descubrió que en mi banco 
hay mucho más. 
Ahora quien huye soy yo, ella me persigue y ya casi me da alcance, pero en la esquina me espera mi chofer, con mi ultimo modelo; uno que un día tuve como juguete cuando con ella soñaba. 
El chofer ya esperaba con la puerta abierta, al entrar, él la cerró y ella fingió que se tropezó 
mi incauto chofer a su encuentro corrió y sus supuestos golpes alivió, ella aprovechó 
y el nombre de su patrón preguntó; cuando este le dijo quien era su patrón su rostro palideció pues a su mente los recuerdos de golpe regresaron ya incorporada y humillada sobre la banqueta ahí paralizada quedó. 
Mi chofer arrancó y yo los vidrios bajé y la miré de pies a cabeza y mi sonrisa de Robert Redford le lance. 
Ella levantó tímidamente su mano y me dijo adiós. Se que suspiró y pensó: Lo que me perdí 
por vanidosa y ambiciosa. 
Ahí quedó sobre la banqueta mi amor de juventud, la bella mujer, la inalcanzable, 
la que ahora ya no me interesó. Yo sin embargo a ella si le moví el tapete. 
Creo que no lo hicieron mis billetes sino mi insistencia y los preciosos recuerdos en el metro, viendo quien tomaba el control. 
Eso lo tengo hoy yo y ella, sigue cazando a su hombre que le pueda cambiar la vida yo digo: Que no cuente conmigo.
No me equivoqué, pues lo que siempre creí y pensé de ella era verdad, mi manera de pensar nunca me falló. 
Ella era bella, una increíble mujer, a la que su vanidad y ambición la traicionó y abandonó. Por mi parte, ahora puedo tener a miles de chicas iguales o más bellas que ella.
Todo fue tener paciencia y esperar que pasara el tiempo y por tener mi  propia forma de pensar en ti.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario