jueves, 30 de junio de 2016

El BMW (El Princesita)


Tendría como diecisiete años y nuestro punto de reunión, con o sin amigos, era el único lugar de aquella época dorada en mi querido y amado país, me refiero a la zona uno, específicamente, la sexta avenida, nuestro centro de comercio, lugar en donde se centralizaba el mejor comercio de nuestro país como ya lo he contado en otras historias. 

Pues, me baje del transporte publico que me llevó hasta ahí, uno que costaba quince centavos de dolar, pues nuestra moneda valía más que el dolar, me encaminé hasta el parque central para iniciar mi caminata por toda la avenida y no perderme de nada, así que empece mi incursión justo en el Portal del Comercio, ya era costumbre mía pasar a la Plaza Vivar, subir al segundo nivel y apostarme en su balcón y desde ahí observar a las hermosas chicas de la época que no faltaban día a día.  Llevaría como una media hora ahí disfrutando de la paz y la vista cuando observé que a unos cincuenta metros de mi balcón se encontraba mi a migo Jacobo, vitrineando, me baje muy aprisa para que no se me fuera a perder entre tanta gente de todas las clases sociales, he de contar que en esos años no había discriminación entre clases sociales y si la había, no era tan marcada como lo es hoy día y además, no había necesidad de ir al norte de compras pues, como dije, acá era más barato y era lo mismo. Bueno, podrías estar en un comercio esperando tu producto y al lado tuyo una personalidad de dinero, mil a uno a la par tuya. -pero esa es otra historia-.

Llegue al lugar en donde vitrineaba mi amigo de colegio, Jacobo y lo abordé con un saludo, el habitual en esos días.
_ ¡Hola vos! ¿qué haces?
_ Solo viendo vitrinas ¿y vos?
_ También, ¡jejeje!
_ ¿Nos damos una sexteada? Era la expresión utilizada para recorrer toda la avenida de aproximadamente diez calles. 

Ya eran como las cinco, cuando nos dirigimos con dirección a la dieciocho calle por una de las banquetas, para cuando volvimos, ya eran como las seis y media, la hora de restricción para parquear en ella se había levantado hace una media hora y en la avenida los mejores carros y otros no tan lujosos, pero eso sí, todos comprados de agencia, pues eso de carro rodado o reciclado ni idea, ni soñarlo, eran más baratos los carros aquí que allá -¡jajaja!-

_ ¡Mira quien esta recostado en esa nave! 

Me dijo Jacobo, se trataba del Princesita, apodo ganado por ser tan fino en todo el sentido de la palabra, amigo de mi hermano mayor y catedrático en el colegio donde estudiábamos.

_ ¿Sera de él esa nave vos?
_ Mira ¡es un BMW! y al colegio llega en un Datsun, seguro esta recostado en él solo para chilerear. Me dijo convencido el Jacobo.
_ Vamos a chingarlo y de paso chilereamos tambien nosotros.
_ Vamos pues. 

Dijo Jacobo y nos atravesamos la calle, mientras avanzábamos yo observaba al Princesita; ropa de marca, lentes de marca, zapatillas Italianas y sobre sus hombros una sudadera muy fina; en fin, Princesita era un cromo ambulante, un comercial de televisión y es que había que darle su puesto y el tipo era bien parecido, un galanazo, creído tambien y mucho.

_ ¿Qué onda vos? 

Le dije, pues aunque era nuestro maestro, tambien era nuestro amigo y en la calle y fuera de horario de colegio él no era nuestro maestro sino nuestro amigo.

_ ¿Qué onda vos Pancho? -me decía de apodo- ¿y Chupina?, -ese era el apodo de mi hermano-.
_ Pues, ¿no sé?, debe andar o chupando o chingando algunas viejas con el Palmita. -Otro amigo, quien tuvo cáncer, pero no murió de esa enfermedad sino que lo mataron, ya conté su  historia tambien- A Jacobo, no recuerdo como le decía; el condenado nos tenía apodo a todos. Jacobo le preguntó.

_ Y ¿vos qué? chilereando en esa nave que sabe Dios de quien es. Eso dijo Jacobo, a lo cual Princesita solo se sonrió, como ignorando al ignorante, pero fue Chupina, mi hermano quien respondió.

_ Esa nave es de este hueco. 

Y lo abrazó por la espalda, lo usa para levantarse alguna incauta, ¿verdad Princesita león? 

Y ellos rieron. Mi hermano quien casualmente andaba de compras por ahí y nos vio.

_ ¿Qué haces Chupina? ¿quebrándole el culo a alguien? 

Dijo Princesita con la seriedad que lo caracterizaba, pero era  un chingonazo y es que el tal Chupina era el director de la policía en esa época.

_ ¡Está calidad tu BMW!, deberías de llevarlo un día al colegio para dar chile. 
_ No vos, ahi me lo chingan estos huecos, patojos de mierda. 

Refiriéndose a nosotros y al resto de alumnado del colegio y era cierto, pues para envidias no hay respeto, ni recato.
Entonces, Chupina nos pidió lo acompañáramos a una tienda de pantalones que quedaba al frente, cruzando la calle en donde nos encontrábamos y asi lo hicimos. Cuando entramos en la tienda las vendedoras se dejaron ir como si hubiera entrado el artista del momento y todo por el Princesita y bueno, tampoco nosotros estábamos tan mal, pero bueno, luego mi hermano se probó lo que compró y nos retiramos; al dorso de la factura dos nombres y un número de teléfono, Chupina se lo enseño a Princesita y este dijo.

_ Están muy gachas las de ese almacén vos, yo no gasto pólvora en zanates. Eso dijo el creído del Princesita mientras que en nuestro adentro; Jacobo y yo, dijimos - ¿Gachas? ¡están buenotas! pero bueno, el teléfono jamas nos lo darían los envidiosos y aunque nos lo dieran las chicas eran mayores a nosotros dos y seguro querían con el Princesita.
Al retornar al BMW, dijo Jacobo con su característico tono de burla.

_ ¡Te clavaron una multa Princesita! Y se rió. Princesita tomó el papel con la caquería que lo identificaba y al tomarlo se lo enseño a Chupina y este dijo.

_ ¿De qué almacén serán vos?
_ Pues ahí dice el nombre ¿no?

El papel decía: Somos las chicas del Almacén El Cisne, salimos a las siete por si quieren llevarnos a bailar y a tomar algo y lo firmaban cuatro chavas. Jacobo dijo. 

_ ¡Allá esta el almacén! 

Efectivamente, a unos veinte metros del BMW se encontraba el almacén; - ¡qué barbaras! pensé, seguramente hace rato nos tienen en la mira. Entonces dijo el Princesita.

_ Que esperen estos aquí mientras Chupina y yo vamos a ver la mercancía. Agregó Chupina.
_ ¡Cuiden el carro mucha!
_ ¡A mi huevo! 

Dijimos con Jacobo y nos fuimos detrás de ellos hasta que llegamos al almacén El Cisne.
Princesita preguntó.
_ Perdón señoritas, ¿quien es...? Y mencionó los nombres de las firmantes. Sin titubear ni mucho menos, salieron al frente cuatro bellezas, mucho mejores que las anteriores y eso ya era palabra mayor.

_ Bueno -Dijo el Princesita-, las esperamos en mi carro hasta que salgan.

Y regresamos al BMW, Jacobo y yo, nos vimos a la cara y en ambas había una felicidad incalculable y un brillo que ni bulbo de leds en la actualidad.
Llegaron las siete y nosotros ahí, estoicos aguantando frió, esperando a nuestras damiselas, las cuales llegaron a las siete con quince. Cuando llegaron el Princesita les abrió la puerta de su BMW y las entró, luego se metió mi hermano y el Princesita, desde su puerta y aun sin entrar, nos dijo,

_ Ustedes, par de huecos, los veo mañana en el colegio y no se vayan tarde par de niñas.  
_ ¡Jajajaja!

Y se subió a su nave, el BMW y nosotros ahí quedamos, solo viéndole las luces rojas de sus stops perderse por la inolvidable Sexta Avenida de la Zona Uno. 

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