domingo, 31 de julio de 2016

Existencialismo Pre-adolescente



" No sé quien soy,
ni sé por que estoy viviendo en este mundo.
¿Acaso seré un vagabundo? 
Uno que aun no triunfa en el amor,
que solo lo atrae el dolor.
¡Qué bello sería, despertar en un nuevo amanecer,
junto a una linda mujer!... "


Así inició un día todo, creo fue a finales de la década de los setentas, cuando sufrí la metamorfosis que todo ser humano cumple en su crecimiento, me encontraba tratando de hallar mi lugar en este mundo, veía con nostalgia, como mis amigos quizá un año mayor o meses, no sé, no lo recuerdo, pero ellos ya sabían lo que querían, yo aun no lo descubría, creo era ese momento en que despiertan nuestras hormonas, ese momento tan importante cuando nuestro cuerpo le dice adiós al niño que habitó en él por pocos años, el cuerpo lo sabe muy bien y notas los cambios, pues son tangibles, vellos en nuestros genitales, cambio de voz, los famosos gallos que se escapan sin querer y que nos hacen pasar momentos tan desagradables, los barros y las espinillas, nuestros pezones o pechos creciendo como si fuéramos niñas, - ¡vaya que ese crecimiento se detuvo!- 
Recuerdo que mi madre me dijo; que eso sucedería y todos los días por sugerencia de ella yo planchaba mis senos (claro con la plancha fría) eso dolía un poco, lo recuerdo bien, pero surtió efecto y al tiempo, no tan prolongado eso se detuvo y en su lugar unos tres pelos solitarios aparecieron en mi pecho, confieso que unos años más tarde lo que ahora para mi era algo desagradable sería mi orgullo, pues en aquella época, recordarán, que un hombre de pelo en pecho era algo muy sexy y muy atractivo, recuerdo que los que fuimos distinguidos o bendecidos con ea gracia nos desabotonábamos las camisas, tal cual, un cantante de moda, tal cual un traidito en una película de vaqueros sea esta Norteamericana o Italiana. 

Pero regresando a mi momento de confusión, esos tres pelos en mi pecho no eran mi orgullo y mucho menos los otros tres que me salieron en la barbilla, aquello era horrible, los rasuraba con la rasuradora de mi padre y a los días, ahí estaban los condenados solo que ahora más gruesos; parecíamos chivos adolescentes.
Entonces, esas señales eran más que evidentes y una en especial, los vellos en mis genitales uno que había crecido y engordado, ya no era del pilín con el que nací (claro años después era mi mayor orgullo) pero en ese instante, era algo más que bochornoso, aunque como dije, habían unos que cuando estábamos en el campo de fut jugando un partidito, sacaban a colación el tema y orgullosamente se bajaban sus pantalones para demostrar que ya eran hombres.   También aparecieron los vellos en las axilas y con ellos un olor a zorrillo, que asco. 

Mi madre hizo una cita con nuestro medico de cabecera; el Dr. Solórzano Q.E.P.D., un excelente médico quien solo con verte ya sabía cual era tu problema sin tanta maña como hoy: Que exámenes de sangre y tantas otras babosadas. Llegamos a su clínica ubicada en la zona cinco capitalina y luego de saludarse con mis padres, dijo. 
_ ¿Así que tú eres el hombrecito? Con seguridad mis padres lo tenían ya al tanto. 
_ No te preocupes amigo, ven por acá, te examinaré. Me condujo hasta su camilla y en ella me recosté, después de examinarme, ¡pero examinarme! literalmente, no como hoy; que pareciera feria, pues mientras más rápido mejor, para lograr ver a muchos pacientes más, ya no deberían de llamarnos pacientes. 
Recuerdo que el Dr. Solórzano me dijo. 
_ Voy a bajar tus pantalones para revisar tus bolas. Y desabotono mi pantalón, yo instintivamente lo tomé de la mano y sin decir nada con mi mirada aterrada se lo dije todo; él, que era una eminencia me dijo-
_ No te preocupes, estamos entre hombres, tus padres no te verán. Al escuchar sus palabras tan convincentes, accedí y bajo mi pantalon y jugo profesionalmente con mis bolas, luego siguió con la extensión de mis bolas, para finalizar diciendo... Estas muy bien. Y mientras decía eso, me alborotaba mis vellos, luego pidió a mis padres entrarán y en un cerrar y abrir de ojos, mis padres estaban presentes, viendo la masculinidad de su hijo, mi madre con una expresión que ya imaginarán y mi padre, un hombre con el orgullo en su cara; mientras yo le sacaba la madre al distinguido médico quien me traicionó.

Cuando escribí esto, me refiero al poema, era un pre adolescente con cuerpo de adolescente, pero con mentalidad en conflicto, pues mi cuerpo iba un poco adelante de mi. 

Lo que vengo a darme cuenta hoy, que limpiando unas cajas o esculcando el pasado me encontré ese poema, escrito por mi, ni idea en ese momento, que muchos años después, en el futuro, ese sería mi destino, la escritura, algo que en ese instante de confusión, de conflicto, en un momento de existencialismo, escribir esos versos o frases eran para mí, ya un escape, algo que sin saberlo y quien sabe sería mi vocación. 

Hoy les comparto estas frases, estos versos, pues me parecen que tienen algo, quizá un día lo termine, pues como se habrán dado cuenta esta inconcluso.

Como siempre, es un grato compartir con ustedes mis anécdotas, aunque unas sean tan comprometedoras como esta, pero a estas alturas y en otro siglo, eso ya no me ruboriza ni me avergüenza, por el contrario, me da crédito, credibilidad; demuestra madurez y además, confirma la confianza que les tengo a ustedes mis caros amigos y amigas. 

Pero será hasta la próxima. Su amigo de siempre: Sergio Raga.










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