jueves, 14 de julio de 2016

Hermano... ¡Acepte al Señor!


Cada quince de septiembre, anualmente, teníamos una cita con la Sexta Avenida.
Y a temprana hora nos dirigíamos con rumbo hacia ella, al igual que nosotros, mundos de personas tambien lo hacían, debido a la fecha había mucho congestionamiento en las calles y avenidas, que nos desesperamos y decidimos bajarnos unas cuantas cuadras antes de la famosa avenida, fue por la segunda avenida que nos bajamos y mejor caminamos, lo hicimos como si íbamos a recibir herencia, más tarde, como diez minutos después mas o menos; estábamos sobre la Sexta, ya encontramos a bastante gente en ella; buscamos lugares estratégicos pero todos ya estaban ocupados, por fin llegamos a la trece calle y encontramos un lugar y ahí, que nos movieran con gas lacrimógeno, jejeje. 
El cielo amenazaba a todos los presentes con dejar caer una tupida llovizna pero eso a nadie le importaba y en lo alto, el sol se burlaba de las grises nubes amenazantes. 
Esperamos como cuarenta y cinco minutos cuando en el inicio de la Sexta y después del Portal del Comercio se escucharon las trompetas y tambores y los infaltables redoblantes, se trataba del desfile patrio, el cual era encabezado gallardamente por la Centenaria Escuela Politécnica, detrás de ella, la igualmente distinguida; Adolfo V Hall. A pesar de que era algo digno de ver, pues los jóvenes cadetes desfilaban con tal gallardura; pues como no, si se lo pasan haciendo todo el año, año tras año, el respetable publico ahí presente les aplaudía a su paso, pero nosotros deseábamos que los soldaditos de plomo pasaran ya, pero faltarían varios minutos para eso. 
Por fin, luego de esperar creo, no sé exactamente; como quince minutos o algo más, pasó el ultimo de los peloncitos y a diez metros, que era la distancia entre establecimiento y establecimiento se veían venir las espectaculares señoritas batonistas de alguno de tantos distinguidos colegios y eran ellas, las que nos tenían ahí, en esta oportunidad bajo la lluvia que no dejaba de caer, el señor sol con el seño fruncido, pues las nubes grises ahora eran las que reían, pero lo que pasaba en el cielo nos valía, nosotros con nuestras pupilas clavadas en tremendos monumentos y sus coreografías que eran dignas de quien les presidia en el desfile. Luego de unas cuatro horas o cinco de disfrutar del magno desfile patrio, celebración del cumpleaños de la patria, se veían al fondo los vendedores de algodones hechos de azúcar, quienes parecieran eran los que cerraban el desfile. Nos dirigimos hacia algún lugar a almorzar; íbamos callados, cada quien pensando en más de una bella y piernuda chica.

_ ¡Aquí mucha esta algo vacío! ¿qué les parece! Dijo Mario. 

Entramos en el restaurante y esperamos por un lado la mesa elegida para que cuando se desocupara, ocuparla y deleitarnos de un suculento almuerzo y de una fría cerveza, en esta oportunidad nos metimos en una venta de mixtas y pedimos cada quien dependiendo de su apetito y bolsillo. Yo me bebí casi media botella de un solo, pues si que estaba cansado, era el único que no bebía licor, ni fumaba, el sano del grupo; así que bebí mi agua naranjada y luego llegaron las mixtas las cuales no duraban, pues el hambre si que era fuerte, nosotros seguíamos comiendo y bebiendo y recordando como presidarios a las chicas batonistas.

_ ¡Mucha! ¿qué lica (película) habrá hoy en cartelera? Pregunto Rolmy.

Sucede que además de ver el magno desfile y luego almorzar, después una buena película, seguramente un estreno. 

Terminamos de almorzar y solicitamos las cuentas separadas, hubo quienes pagaron mucho, otros menos, en fin, nos sabíamos administrar pues de no ser así, alguien esperaría afuera de la sala de cine hasta que saliéramos de ahí, y era mucho tiempo pues antes, el cine era barato y además de ello daban dos películas y las dos eran muy buenas.
Hicimos nuestra cola para comprar nuestros boletos, y luego nos dirigimos a la sala para disfrutar de la película, una de acción, con los musculosos héroes de dichas películas en esa época.

Al salir del cine, la lluvia aun estaba presente, caminamos hasta el Parque Central a observar enarbolar la bandera y con ello, sus veintiún cañonazos. Cuando sonó el primero, yo me encontraba desprevenido pensando en mi batonista elegida y el retumbo del cañón fue tal, que de un brinco quedé en brazos de Rolmy, tal cual, una novia entrando a la habitación que sería el lugar para su luna de miel.

Por fin el día había terminado y ya en el autobús que nos regresaría a nuestros hogares, sentados cómodamente y aun en silencio, pero ahora por el cansancio y mojados como sanate en ceiba. 
Luego de una media hora de viaje habíamos llegado a nuestro barrio, bajamos del autobús y nos encaminamos hacia nuestras casas, pero cuando íbamos camino a ellas nos topamos con una enorme carpa, la cual en la mañana no estaba, seguramente fue levantada durante el día para su show en la noche, fue Fredy quien dijo.

_ ¡Mucha, miren un circo!

Eso nos alegró, pues tal evento atraería a mucha gente a sus funciones y entre ellas, las bellezas de chicas de la colonia que salían quien sabe de donde al llegar algo fuera de lo común, algo que no fuera habitual ver en nuestra colonia. Estuardo dijo.

_ Esa babosada no es un circo; además hay puerta libre; ¡entremos! 

Y entramos, al ingresar aquello estaba repleto de jóvenes, efectivamente no era un circo, era una carpa evangélica y esa noche, era noche de jóvenes y las jóvenes que habían ahí no estaban nada mal, entonces nos mezclamos entre ellos y aplaudimos, cantamos, alabamos, hicimos lo que vimos, hasta que el pastor dio la orden de que los jóvenes de su iglesia se hicieran entre los invitados, los visitantes, las personas que no pertenecían a su iglesia y a nuestro grupo llegaron dos hermosas chicas y dos chavos que no vienen al caso, lamentablemente me cogieron desprevenido, pues yo seguía traumado con una batonista y el cansancio ya me hacía mella. Las chicas y los que no vienen al caso, preguntaron si deseábamos que orarán por nosotros y que si deseábamos aceptar al Señor. Todos dijeron.

_ ¡Amén hermanos! Yo ya acepté al Señor hace mucho y asisto a "X iglesia" ( ¡puras babosadas! si eran más bolos y con todas las desgracias habidas y por haber, el único que era tranquilo era yo. Recordarán que a la hora del almuerzo, yo tomaba una agua naranjada, mientras que los condenados fumando y cerveceando ) dijo Rolmy con Mario.

La única oveja descarriada del grupo hermanos, es aquel... Y me señalaron. Ellos, mis amigos, mis hermanos de aventuras muy serios junto a los que llegaron hicieron una rueda y se entrelazaron los brazos e iniciaron una oración para mi, yo en ese instante me vi sorprendido, preguntándome.

_ ¿Qué jodidos pasa aquí?   


Mientras ese era mi pensamiento, me cogió una chica de un brazo y un joven del otro y entre las oraciones de mis cuates y de los jóvenes de la iglesia quienes me repetían enérgicamente.

_ ¡Acepta al Señor hermano!, ¡el Señor te ama!, ¡deja las drogas y el licor!, ¡acepta al Señor!

Yo, vi asombrado a los borrachos y viciosos, dependientes del tabaco y del licor; ellos orando y sobre sus cabezas unas aureolas. Mientras que yo era zarandeado y me repetían insistentes.

_ ¡Acepte al Señor...!

Yo les insistía, que yo no tenía vicio alguno y que los bándalos eran los que oraban con ellos, pero estos me respondían; que el demonio ponía esas palabras en mi boca y de nuevo que aceptara al Señor. No quedo de otra, más que seguir el juego de mis queridos y angelicales amigos; que aceptar.

Cuando el culto finalizó y mis amados y ahora hermanos con números telefónicos de las chicas evangélicas en su poder reían como demonios; recordando la zarandeada que me dieron junto a los evangelistas.

_ ¡Jajajaja! ¡vos sos el único que no tenes vicios! ¡jajajaja! Pero fue al único que le vieron cara de drogadicto. ¡Jajajaja!
_ ¡Su madre cabrones!
_ No digas eso que ahora ya sos evangélico. ¡Jajajajajajaja!

Bueno, pasaron días para que la chingadera terminara. Y más, que después de que pudimos entrar en los hogares de las chicas evangélicas, quienes estaban muy hermosas y que de ellas no pude encontrar diferencia entre las católicas y ellas, quienes eran lo mismo en cuestiones de amores de juventud. 








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