viernes, 22 de julio de 2016

La Casa Grande: Lalito y la Radio



_ ¡Mamá! ¡mamá! ¡ahí vienen! 

Gritaba Lalito con emoción, mientras que frente a la Casa Grande se estacionaba un camión de entregas y aunque Lalito aun no sabía leer, conocía muy bien las marcas y por eso él sabía que era lo que su madre esperaba y lo que a él lo tenía al pendiente. 
Sonó la puerta, la madre de Lalito, quien ya sabía de quien se trataba salió con la confianza a abrir la puerta y efectivamente, los  señores con documentos en mano dijeron.

_ ¿Doña Lilly?
_ Ella es mi hija, pero con gusto yo recibo el encargo.
_ ¿Usted es la madre? entonces no hay problema. Y gritó...
_ ¡Descarguen aquí es!

Los ayudantes abrieron la parte trasera del enorme camión y bajaron el artefacto, el cual a pesar de la pericia de los cargadores y sus musculosos cuerpos les dio alguna dificultad. Cuando estuvieron en la enorme sala, preguntaron.

_ ¿En dónde señora?
_ Allí esta bien gracias. Respondió mi madre. La curiosidad de Lalito lo hizo abalanzarse contra la maquina de coser que su hermana había comprado para hacer trabajos de costurera en sus ratos libres ya que su trabajo y profesión, era el de enfermera, pero ella, hacia unos trabajos de costura increibles, inigualables, tal como los veía en una revista, así eran las prendas que ella confeccionaba.

_ Bueno señora, ahí esta su maquina de cocer; bueno, la de su hija y por su compra Singer le trae un obsequio. 

_ ¡Tráiganlo! ordenó a los cargadores el chofer y encargado de la entrega.
Lalito y su madre quedaron asombrados y a la espera del regalo.
_ ¡Que bueno! muchas gracias. Dijo Doña Blanky con tremenda sonrisa en boca.

El cargador entregó a la madre de Lalito una caja, en la cual, tambien venía impresa la marca.


_ Bueno señora, cualquier cosa... A este teléfono y dirección por servicio o garantías y muchas gracias por su compra. ¡Ah! y también felicitaciones por su obsequio, espero lo disfruten.
_ Claro. muchas gracias. ¿Les firmo?
_ Sí, aquí por favor.

La madre de Lalito firmó y los señores se fueron en el camión que los había llevado, seguramente a la entrega de otros productos a otros vecinos y compradores.

_ ¿Qué será mami, lo abrimos?
_ No mi´jo, que lo abra tu hermana, pues es su obsequio.
_ Pero mami, ¿no te da curiosidad? Lilly no se enojará; ¡ábrelo!
_ Bueno, tienes razón y lo hago solo porque tú me lo pides, eso diremos, si ella se molesta y pregunta, ¿por que abrimos su regalo? ¿eh?
_ Esta bien, ¡pero ábrelo ya!

Por supuesto que la madre de Lalito estaba con las ganas de saber que era el obsequio y lo colocó sobre la mesa y ya estando ahí, lo abrió y apareció el otro aparato; el cual, Lalito ignoraba que era, pues jamas en su vida vio algo igual.

_ ¿Qué es mami?

_ ¡Es una Radio hijo! Dijo la madre de Lalito muy ilusionada y también emocionada.
_ ¿Una radio? y eso ¿para qué sirve'
- Ven, vamos a la tienda de doña Senobia. 
_ ¿Para qué madre? Dijo Lalito con el seño fruncido en su frente. 
_ Pues, a comprar 8 baterías que son las que usa para funcionar y una vez colocadas, sabrás para que sirve ese aparato.

Regresamos de la tienda de la esquina, la de doña Senobia y mi madre como pudo y luego de varios intentos, logró colocar las baterías; eso sí, lo logró hasta que Lalito le dijo.

_ No mami, mira el dibujo, son las baterías, entonces, estas van así. 
Y Lalito metió en un tubo transparente que no era más que el receptáculo que las mantenía alineadas y las colocó como indicaba el dibujo. Una vez colocadas, cerraron la compuerta y entonces Doña Blanky como toda una experta dio la vuelta al aparato y dijo.

_ ¿Dónde se encenderá? 
Y con ello, empezó a mover los botones, a lo que Lalito tambien lo hizo para ayudarla y entonces se encendió el aparato, primero encendió la luz piloto y el dial se iluminó y por el movimiento de los botones el aparato estaba con el volumen al máximo y este sonó, sonó tan alto que hizo a Lalito dar tremendo brinco y su madre lo agarró para protegerlo, pues ambos se asustaron, aquello era un escándalo. Era la emisora; Radio Mundial y en él sonaba una canción del desaparecido cantante mexicano: Javier Solis.
Despues de bajar el volumen al volumen indicado, ambos rieron mucho. Lalito grito: - ¡Yujú! y amobs bailaron pieza tras pieza por un buen rato, hasta que doña Blanky dijo.

_ ¡El almuerzo hijo!
Y salio corriendo hacia la cocina, mientras, Lalito siguió escuchando la musica, la radio no le permitía a Lalito salir a jugar, ni cualquier otra actividad, solamente se quedó a escuchar la musica y a estar cambiando de estación; junto a él, sus juguetes, quienes eran los espectadores del concierto que era el aparato, cada que terminaba una canción ellos aplaudían emocionados y hasta gritaban: ¡Otra, otra!

Despues de varios días en las mismas, en la casa todos con la emoción de la radio, Lilly cuando hacía alguna prenda de vestir a su lado la radio con la musica del momento y cuando estaba sola doña Blanky, escuchando tambien su musica, los fines de semana los hermanos varones y el padre de Lalito, pegados a la bocina, sacando la madre a un tal Árbitro, ellos decían que esa cosa provocaba que su equipo perdiera o algo así; la verdad Lalito no sabía que era eso.

Lalito encontró en la máquina de cocer otra función diferente a la de su hermana Lilly, para Lalito, la máquina era su automóvil; él se metía en el compartimiento donde se colocan los pies y ahí se sentaba y usaba como timón a la rueda grande, la cual era como el motor de la máquina, pues a través de una cuerda esta movía la cabeza de la maquina, donde su hermana metía las piezas de tela; pero para esto, él había aprendido a quitar la cuerda de cuero y la rueda quedaba libre y él conducía por la Sexta Avenida, por carreteras que lo llevaban a lugares en su rica imaginación (pero esta será otra historia).

También su hermano de en medio, consiguió una lámina a color de lo que sería un aparato de televisión y lo pegó en un lugar que daba la impresión de que en la casa de Lalito había ya un televisor y Lalito colocaba la radio a un lado y se sentaba frente al afiche y ahí, pasaba sentado varias horas, escuchando una emisora y viendo la foto que aparecía en la pantalla de aquel raro aparato y él, imaginaba miles de aventuras, las cuales aparecían en la pantalla del papel, pero que en realidad pasaban en su cabecita, en la mente prodigiosa de un niño de tan solo cinco años.




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