miércoles, 31 de agosto de 2016

El Yate del amor


Navegando contra el viento, sintiendo en mi rostro la humedad salada, no detengo la velocidad pues, viajo con rumbo al amor, uno que me espera con desespero y no debo hacerle esperar, haciendo ondulaciones sobre aguas transparentes, veo en ellas; corales y especies que a mi lado tambien viajan, pues sienten en su ser, el amor que llevo solo para ti. 
El día es bello y propicio para amar a quien me espera; ahora quien desespera soy yo, quien siente tu palpitar, debo tener cuidado pues las aguas se ven tranquilas, pero pueden ser traicioneras, pues al ver y sentir la pasión que me empujan contra fresca brisa, sin duda les provoca celos. 
Mil islas como tú, vírgenes aun, a mis costados me ven pasar y ellas que aun siguen a la espera de ser conquistadas, de ser por alguien abusadas y dejar de ser lo que hasta ahora son, pobres islas desiertas de amor. 
En el horizonte un calcinante sol con una luz benigna para mí, no irrita mi piel, ni encandila mi vista, solo pre-calienta a mi ser, preludio de lo que el día será cuando llegue a donde espera mi amada mujer. 
Sobre mí, nubes blancas mecidas lentamente por un viento que no tiene prisa en pasar, pues seguro testigos desean ser, junto a ellas, gaviotas que me persiguen pero bien saben, que no soy barco pesquero, saben que soy yate del amor, como lo fue aquel crucero que lo llamaron: El Crucero del Amor, ahora ese soy yo, pero sin tripulación. 
Mientras acompañado voy, sé que solo estoy e imagino a una mujer depositada sobre blanca arena, ella se ha adelantado y en su piel se habrá pegado, no pienso discutir con ella, pues será blanca sábana para quienes solo desean amarse. 
Aprieto el acelerador, pues al igual que este motor, el mio tambien desea pronto a su destino llegar y como él, caliente por las revoluciones va, igual voy yo, revolucionado y acalorado de saber que sobre las arenas blancas, desnuda, sirena sin escamas, bañándose al sol, humedecida y caliente, pues el sol se adelantó y a su dorada piel ya acarició, sobre ella, las palmeras y cocales abanican sus largas y tropicales hojas, para bajar un poco a ese pegajoso calor que se siente en el trópico y en pleno verano.
En la proa, las olas se forman y dejan una estela que detrás de mí, un perfecto corazón forman, sobre ellas, delfines las brincan para no deformar la bella figura, la cual solo dura unos segundos, pues detrás del primer corazón pronto llega el otro; esto es un tzunami de amor. 
A pesar de que el viaje no es tan largo y que lo disfruto, me comen las ansias por a mi encuentro llegar, es la isla más lejana, pero tambien la más bella, con linda vegetación y una sola mujer, una que un día en estas aguas hallé y desde ese mágico día, cada semana a nuestro encuentro el deseo nos lleva, pero es el amor quien nos mueve. 
El mismo amor que ahora espera, el mismo amor que ahora a su encuentro me lleva, un día construiré una choza y ahí me mudaré para no separarme de ella jamás, ahí estaremos por siempre amándonos, es nuestro destino y lo haremos por siempre y para siempre. 
Creo que hoy la amaré hasta entrada la noche, pues ya hicimos una cita la luna y las estrellas, madrina y padrinos de un amor afuera de este mundo, afuera del ruido de la gran ciudad, afuera de amores banales, que solo buscan llenarse de placer con el que los atraiga, para mí, eso no va, lo mío es lo físico, pero tambien lo que vive en el alma, eso se llama amor.
Parece que solo me quedan dos islas más y llegaré, al final, en el horizonte ya se logra ver y como no verla, si su forma es de corazón, es bella mi isla y lo es tambien mi mujer, esa que sobre  arena blanca y desnuda por mi espera. 
Ahora el agua es más oscura, pero eso no le quita la belleza a este lugar, logro ver aletas de bravos tiburones que han salido a mi encuentro, me conducen, indicando el camino, quien mejor que ellos, para conocer bien este lugar. 
Ya esta a mi vista, reduzco la velocidad, el motor de mi yate por fin descansará y ahora seré yo quien me canse, pero será un gratificante cansancio, ese que solo puede darte el amor. 
Ya la veo, su piel cobriza destella luces, pero no son reflejos del sol, son bengalas de amor, me recibe como si fuera el único ser sobre la tierra y, es que para ella lo soy, pues nadie más conoce este mágico lugar. 
Ella me siente y escucha el motor, se sienta y su cabellera como bandera sobre castillo ondea, su brazo levanta y con su mano me saluda. 
Mi yate esta detenido ya, arrojo el ancla y detrás de ella ahí voy yo, me sumerjo unos metros bajo la deliciosa y salada agua del trópico, me ondeo con mis piernas como un delfín más y salgo a la superficie, las aguas me mecen, el paisaje es de lo mejor, pero del paisaje solo veo lo que hasta aquí me trajo; esa mujer que con deseo y ansias por mi espera sobre ese manto de un blanco natural; nado con gallardía, como si medalla de oro espera por mí, para mí, el oro que espera es ella. 
Por fin llego y siento en mis pies la blanda arena, ella sigue ahí boca arriba, imagen espectacular, ver a la bella mujer que pronto estaré amando completamente desnuda, imagen que entra por mis ojos y que transforma todo mi cuerpo, las ropas me estorban y a cada paso las dejo por la playa tiradas para llegar junto a ella en iguales condiciones. 
Estoy  frente a ella, me acuclillo y a sus labios beso, el idilio dio inicio y las gaviotas que desde mi yate con recelo nos observan, pues el amor ya dio inicio y no se detendrá hasta entrada la noche, momento que tomaremos para descansar y para un poco charlar, par luego hasta el amanecer seguir amándonos, pues, solo para eso hasta aquí he llegado, para entregarle todo mi amor, a la mujer que por mí espera, en esta isla con forma de corazón.

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