viernes, 19 de agosto de 2016

Tarde ensangrentada


Una tarde ensangrentada, una tarde de corridas de toros (y no estoy de acuerdo con esto). Adentro en las caballerizas o cómo se les llame a donde están los toros esperando su turno. Cómo si fuera el antiguo Coliseo de Roma, en él, los esclavos que esperaban subir a la arena a pelear por su vida o a dejarla, pues era mejor estar muerto que seguir siendo un esclavo asesino, de lo cual dependía su vida; matar para sobrevivir. Y no para vivir en la opulencia si no en la miseria, mejor sería morir y así salvar su alma. 

Pues, en ese lugar, se encontraba un toro muy joven, el cual escuchaba como la audiencia gritaba: ¡Olé, Olé y Olé!, el torillo pensaba que la gloria se encontraba en esa arena y que muy pronto él estaría ahí disfrutando de aquellos Olés.

- ¿Los escucháis? debe ser maravilloso ser protagonista y que te vitoreen así, ¿no crees amigo?

Le dijo entusiasmado a otro toro, quien sabía perfectamente de lo que se trataba aquella algarabía que resonaba por todos los lugares y en ese, aun más, como si la muerte se encargara de que el eco les llegara amplificado hasta ahí. El toro más viejo, no quiso desilusionar al joven torillo, uno muy fuerte y valiente, pero ignorante de aquella matanza.

- Así es hijo, pero mejor si hoy no sales, espera a vivir otras experiencias, otro poco, por lo menos enamórate de una linda vaquilla y ten un par de hijos, ¡eso si es maravilloso!, un hogar al que puedas y debes proteger, tu hogar.
- Qué va, esta tarde será mi tarde y saldré de ahí victorioso, famoso, ya veras amigo.

Pasó un tiempo y al lugar llegaron dos hombres encaramados en bellos corceles, se pararon ahí y vieron.

- Solo quedan estos dos.
- Oye amigo, se refieren a nosotros ¿no?
- Así es hijo, pero has oído lo que dijeron... ¡Solo quedamos nosotros dos! ¡eso significa...!

Pero ya no pudo terminar la frase y a su cuello le cayó la soga y luego de que el jinete diera varias vueltas a la soga en la pera de su silla lo haló, el toro ya viejo no opuso resistencia alguna y resignado se fue con los jinetes sin dejar de ver a los ojos ilusionados del torillo, quien pateaba el suelo como diciendo: _ ¡No se olviden de mí!

Al salir el toro viejo al ruedo, se escucharon las trompetas, las cuales resonaron por todos lados, hasta donde se encontraba ahora solo, el torillo, quien pensaba.

- Viejo dichoso se la estará pasando muy bien, como le aplauden, han dicho su nombre, lo he escuchado. ¡Olé! gritó el torillo por el viejo quien se batía en batalla campal contra uno de los mejores toreros de aquella avanzada ciudad del viejo continente. Hasta que escuchó miles de aplausos y cómo el culto publico con sus aplausos gritaban...

- ¡Torero! ¡torero! ¡torero!...

El torillo pensó: ¡A bárbaro! se los ganó a todos, ¿sería por eso que él no quiere que salga hoy?, ah viejo bandido, esa era la treta ¿no? El torillo se imaginaba al viejo toro siendo aplaudido y admirado. Entonces escuchó como el respetable gritaba:

- ¡Otro toro! ¡otro toro! ¡otro...!

- Me aclaman, ¡sí saldré, que maravilla! no los decepcionaré, para esto nací, hoy me llenaré de gloria.

Mientras se repetía el torillo todo su entusiasmo, sus pesuñas casi le hacían un hoyo al barro; de la jaula en donde lo tenían, con sus cuernos, los cuales resbalaban por la jaulilla de metal, pareciera que le hacía filo a sus cuernos. Cuando escuchó por los pasillos los cascos de los jinetes que se acercaban.

- ¡Ya vienen por mí! ¡Bravo!

- Te dije que solo quedaba esté, es uno muy joven ¿no crees? 
- Sí, pero mira es bravío como ha hecho mella en el barro y míralo le hace filo a sus cuernos y míralo se ve como entusiasmado; ¿no?
- ¿Estas loco?, eres igual a todos esos bárbaros que disfrutan con estas matanzas.
- ¡Ya cállate! 

Dijo el jinete y lazó al torillo, este cuando vio por los aires el lazo, con su cabeza lo buscó para que no fallara el jinete y en el quedarón atrapados sus cuernos, los cuales hasta brillaban de tanto filo que obtuvo por la emoción.

- Ves, el animal quiere morir hoy, ¡jajaja! Ven animal estúpido, sígueme. 

Dijo el jinete.Y el torillo no esperó a ser halado, con su emoción iba por delante de los caballos como si se tratará de un perro que guiaba a sus amos a la cacería.

- Si que tiene huevos este torillo ¿no? Míralo como va, a los otros tuvimos que jalarlos y este; él nos jala, será una excelente corrida sin duda, tal vez sea la mejor, ¡jajajaja!

Mientras salían a la arena, el torillo se encontró con otros jinetes que jalaban a un enorme bulto completamente pintado de rojo, el torillo se detuvo y se dijo.

- Ese, ¿acaso no era el viejo que acaban de aclamar? ¿por qué irá gravemente herido? ¿qué pasaría con él?

- Oye torillo, ¿no te echaras para atrás ahora que has visto al viejo toro ensangrentado y muerto no? ¡Arre, vamos arre! 

El torillo levantó su mirada y se encontró con la vista de quienes lo llevaban y en ellos vio la maldad del hombre, por un momento tambien los vio ensangrentados, pero lo que vio fue a unos toros con imagen humana.  Yo diría, que lo que el torillo vio, fue la maldad en su completa imagen, unos demonios, tal cuales.
Agachó su cara y resopló y de nuevo somató sus pezuñas contra el concreto del lugar y movió su cabeza ta fuerte que echó al suelo al distraído jinete y contra el otro arremetió pero simplemente al caballo hirió.

- ¡Oye! ¿qué te pasa?, me has cortado. Dijo el corcel.
- Perdón amigo, no fue mi intención causarte daño, solamente quise liberarte de esos demonios que están sobre ti.
- Calla y avanza, es tu turno y, buena suerte muchacho; no te preocupes por mí, preocúpate por ti.
- Está bien amigo, esta va  por ti, le dijo al caballo y este le respondió
- ¡Olé!

Una vez parado en la puerta que da a la arena, el torillo escuchó resonar las trompetas, las cuales por un momento lo dejaron sordo y sus ojos se le nublaron por la emoción, la espera había terminado y por fin sería aclamado por la multitud que se hizo ese domingo presente. 

Una vez hechas las presentaciones por el locutor, se abrió la escotilla y el toro se encontró con su destino, antes de salir, saludo al publico pisoteando con sus patas, las cuales levantaban tremenda polvareda y entró a la arena en plena carrera y haciendo cabriolas, sobando sus cuernos hasta el suelo, corrió por la circunferencia de la arena y mientras lo hacía con sus cuernos rallaba las tablas y el publico le gritaba: ¡Toro! ¡toro! ¡toro! y aplaudían por ver el tremendo brío del joven animal, luego de su entrada triunfal, se hizo al centro y levanto su vista y asombrado quedó de ver a tanta gente, pero en ellos tambien vio lo mismo que en los jinetes a todos los vio ensangrentados. Cómo cuando la policía enciende la luz negra para encontrar en el cuarto donde se llevo el asesinato, fluidos humanos como la sangre y, por primera vez en su corta vida el torillo sintió miedo, uno que le entró desde sus patas y conforme avanzaba le erizaba todos los pelos. Pero de nuevo las trompetas gritaron, esta vez apareció el torero con su comitiva y sobre su traje de luces su capota roja, el torillo se dio cuenta que ahora la concurrencias le gritaba al hombre con traje de luces.

- ¡Torero, torero, torero!

Él se extrañó pues, siempre pensó que aquellos gritos eran para él y sus antecesores, pero no, eran para el que estaba con capa color de sangre, esto lo alarmó más y recordó las palabras del viejo toro a quien vio arrastrado, sin orejas, ni cola y del mismo color que eso que llevaba el humano sobre él.

Salieron de la arena, la comitiva y todos los que no debían estar ahí y en el Coliseo Romano quedaron Centurión y esclavo; solos, la hora de la verdad se hizo presente, el torillo vio como el hombre se acercaba a él con la capa roja hasta donde él estaba, sin el menor respeto por su fuerza y sus portales cuernos, este vio de nuevo a la multitud, quien gritaba: ¡Torero, torero! de sus ojos brotaron dos largrimas, una de cada ojo, con lo cual limpió su vista para ver mejor y de su cuerpo se retiro el asombro y el miedo que hace unos minutos lo invadieron y la sangre, sintió que le hirvió; su seño frunció, la cabeza agachó casi al suelo la llevó y estando ahí resoplo y mucho polvo levantó, el cual no regresó, pues con su pata seguía levantando más y más polvo y cuando de nuevo escuchó al publico gritar.

- ¡Torero, torero!

Este se lanzó contra el que viste traje de luces, a las cuales si quería seguir con vida debía de apagar esa tarde de toros, mientras corría en contra de quien lo llamaba agitando su capa sentía y veía la sangre de los que ya habían muerto esa tarde, mientras corría y envestía al torero y la gente gritaba.

- ¡Olé, Olé, Olé! 

Aquella sangre se iba pegando a su pelaje, algo que le daba energía y mayor fuerza y lo convertía en un toro, como de los más grandes de la historia de este "Arte Taurino". 
En uno de tantos oles, el torillo le rasgó el pantalón al torero y los oles callaron ,solo se escuchó un: ¡Ahh! y el silencio llegó.

- Esto quieren ¿no? para esto nací, eso tendrán. 

Dijo el torillo, mientras otros dos con traje igual al herido lo abordaban por los costados para distraerlo y  así el torero pudiera ser atendido, pero él permaneció inerte, como si fuera una estatua taurina, no le quito nunca la mirada al torero, sí ignoró a quienes agitaba sus capas para a traerlo, pero él en el mismo lugar e inmóvil.

- ¿Cómo te sientes? Le dijo el doctor al torero.
- Solo fue un raspón, pero me inquieta que este torillo se comporte así, no lo comprendo, míralo.
- ¿Quieres que suspenda la corrida?
- ¡No! eso sería vergonzoso.
- Podemos decir que estas muy herido, serías un ¡héroe! 
- ¡No!, ese torillo me la debe y hoy ¡morirá!
- ¡Hazte a un lado! 

Y de nuevo el torero regresó al ruedo. 

Todos de nuevo aplaudieron y gritaron: ¡Torero, Torero! El torillo por fin entendió todo y supo que era su vida o la del traje de luces y sin que este lo invitara con su capa, el torillo lo envistió; la gente se asustó y grito; cuando a penas el torero pudo hacer una verónica y su corazón se asustó, mientras las personas aplaudían y gritaban. 

- ¡Torero, torero, torero!

 El torero sintió miedo, pues lo que pasaba no era normal, ese animal no era como el resto, este venía a pelear por su vida. 
La corrida siguió su camino y ya cuando pasó el tiempo y el torero sintió que las fuerzas lo abandonaban y que si seguía perdería la pelea; mientras que el torillo seguía como si nada, fresco y levantando mucho más polvo que al inicio y tambien vio que de sus ojos claros al iniciar la corrida, ahora estaban ensangrentados.

El torero pidió las espadas para terminar ya con su contrincante, ambos, frente a frente hombre y  bestia, sin quitarse la vista, el torero noto que cuando le entregaron las armas mortales, el torillo agachó su cabeza y frotó contra el polvoriento suelo sus cuernos, el torero sintió cómo si el torillo preparara sus armas mortales tambien. El torero dijo a sus adentros.

- Esta bien amigo, que gane el mejor y, ¡ese soy yo! ¡Dios mio ayúdame por favor! 

...Pero Dios estaba ocupado con otras cosas más importantes como para perder el tiempo viendo algo monstruoso, además, Dios sabía como terminaría esa tarde de toros y de que habría sangre, la habría, eso sin duda...

Los olés siguieron; un olé detrás de otro olé y olé y olé. Por fin, el de traje de luces dijo. 

- Hasta aquí llegaste amigo, fuiste un gran contrincante, el mejor que tuve para tu corta edad.

Lo vio a los ojos y escondió cobardemente la espada con la que atravesaría su corazón. Mientras tanto, del lomo del torillo, clavadas, las banderillas o puyas, usadas para abrir en dos el lomo del torillo, habían sido cinco, para ser exacto; por sus costados corría sangre, sangre inocente, pero el torillo al ver la mirada del torero sobre él, lo que hizo fue bajar su cabeza como diciendo hasta aquí llegué, mátame y resopló sobre el suelo, levantando polvo ensangrentado, sangre de él, de los que antes murieron y tambien la que dejo y dejaba el torero de su pierna, que dijo; solo era un raspón pero no era así, el torero al igual que el toro, sin darse cuenta se desangraba. 

En la plaza de toros, tanto toro como torero, ambos perdían sangre y eso los debilitaba, pero tambien les elevaba la adrenalina y eso les daba fuerzas para un último asalto. Cómo preludio de que la muerte estaba ahí, ya presente, todos quedaron en silencio, la hora cero había llegado y el torero agitó su capota y el torillo hizo temblar la tierra con unos pezuñazos y de sus fosas exhaló su último aliento y dio inicio su carrera, su envestida.

Todos gritaron... ¡Olé, Olé! pero esta vez el torero había recibido otra caricia del cuerno derecho del torillo, dejándolo rengando, el publico para darle su apoyo le gritaba: 

- ¡Torero, torero, torero! 

Y, vino el siguiente round, el torillo no esperó ser invitado y envistió al torero, quien esta vez con la ultima fuerza que le quedó, dio un brinco y entre el cuello y su lomo, ingresó la espada mortífera, el torillo sintió cuando la punta le llegó a su corazón, quien empezó a palpitar muy lento, pero él, seguía erguido, parado al lado del torero, quien se mantenía en pie al lado de su victima; pero lo que el publico no sabía, pues gritaban.

¡Torero, torero, torero!  Celebrando la victoria del torero. 

Pero en segundos, luego de la algarabía por la mejor tarde taurina y la mejor corrida de toda la tarde, todo enmudeció cuando el torillo por fin calló sin vida y con el peso del animal sobre él, cayó el cuerpo tambien sin vida del torero, pues el cuerno derecho había penetrado el costado del que vestía un lindo atuendo de luces.

Este tambien sintió, cuando la punta del cuerno del torillo le penetró el corazón y ambos al momento de morir compartieron su sangre y el torero, quien esa tarde había matado una buena cantidad de toros, entre ellos, al viejo que antecedió al torillo, moría con el más joven de todos los toros de esa tarde taurina; nadie grito nunca más ese domingo: ¡Torero! y, mucho menos otro, ¡Olé!, las trompetas tambien se silenciaron.

 Por una puerta salía el torillo jalado de su cola y por la otra, el famoso torero en hombros de sus compañeros y su medico; quien avaló la muerte del mejor torero de ese país, uno adelantado pero a la vez atrasado y, esto lo digo con el respeto a bella gente y audaces caballeros. 

Pero, tambien lo digo con el dolor que me causa ver el cadáver de hermoso animal, cuando se lo llevan bañado en sangre, sin orejas y jalado de su cola. Que falta de respeto para un valiente animal quien muere para la diversión dominical y sustento en euros para quien de eso vive.


Esta historia (con el perdón de mi genero), pero se lo dedico a todos esos nobles y hermosos animales, que han muerto por diversión, tal cual, en el pasado, lo vivieron los esclavos y cristianos en el Coliseo Romano. Perdón por la comparación... Pero eso, ¡me lo permito yo!    

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