martes, 18 de octubre de 2016

Muerte por un Celular


Llegó a Telgua de la séptima avenida en la zona uno, con la ilusión de adquirir su primer celular de última generación, por el cual hubo que ahorrar mucho, por meses, entró en el edificio y se dirigió al escritorio de uno de los vendedores.

- Buenos días señorita.
- Buen día señor ¿cómo lo puedo ayudar?

Él se sentó y acercó la silla al escritorio de la señorita quien le atendió.

- Pues estoy interesado en un celular de gama alta y de última generación. 

La chica tecleó su ordenador y verificó en la pantalla, seleccionó los modelos en existencia y una vez seleccionados, movió la pantalla de su ordenador para que el cliente los vea en la pantalla.

- Estos son los que tenemos en stock, ¿le interesa alguno en especial?
- Pues me interesan varios, pero, este por favor señorita, me da sus características por favor.
- Con gusto.

La señorita hizo su trabajo y después de unos 45 minutos, quien llegó ilusionado salió de la tienda con su celular nuevo en la bolsa, se dirigió hacia la sexta avenida de la misma zona, he hizo otros pendientes, en algún lugar le entró una llamada y con orgullo y emoción estreno su hermoso celular.
Despues de alrededor de una hora y media se dirigió hacia la octava avenida para esperar el autobús, que lo regresaría hasta su hogar. Le hizo la parada al bus y este se detuvo, a él lo abordaron varias personas, pagaron su pasaje y cada que iban pagando, se dirigían a un lugar elegido y se acomodaban en el asiento elegido, todo parecía normal, pero al cabo de una media hora de viaje, él sintió que alguien le tocó el hombro, con duda volteó y al hacerlo quien se sentaba atrás de él, en el asiento de atrás, le hizo una inocente pregunta.

- Disculpa, ¿qué hora es?
- Perdón, pero no tengo hora, hace dos semanas que un desgraciado me robo mi reloj.

Quien pregunto la hora siguió amablemente con la charla.
- ¿En serio?, qué barbaridad, ¿cómo esta la situación verdad vos?
Si, insoportable.

Luego de ello, se acomodó de nuevo en su asiento, pero quien viajaba en el asiento de atrás de nuevo le tocó su hombro, este lucía unos tatuajes mal hechos en su brazo, quien lo acompañaba a su lado se veía pálido, entonces de nuevo este volteó y preguntó.

- Y, ¿ahora qué te pasa?
- Tranquilo cerote, solo quiero que veas justo aquí.

Quien estrenaba celular de ultima generación y gama alta, sintió que su cuerpo se aguado pues, hasta ahora supo que el que amablemente le habló lo estaba asaltando, tambien vio como el que viajaba al lado del perpetrador estaba observando todo y estaba igual de pálido; que, quien iba con tremendo celular en su bolsillo.

- Ok, te daré dos opciones: Una, me das tu celular o saco lo que te enseñé y te quiebro el culo ¡hijueputa! 

Con un tremendo dolor y odio en su corazón, extrajo su celular nuevo y se lo entregó. Quien lo recibió se dio cuenta de que esta vez se sacó el premio mayor, pues era un celular de lujo y estaba según se apreciaba nuevo o muy bien cuidado. Quien su celular entregaba a fuerza, lo vio directo a los ojos sin temor y sí con mucho odio, pero a quien tenía el poder en ese momento le valió madre; extendió su mano y el timbre accionó, el chofer a la siguiente parada detuvo el autobús y este se levantó y con la mayor calma del mundo se dirigió con rumbo hacia la puerta del bus para bajar de él y, así lo hizo, a quienes asaltó, estos solo se vieron la cara, las cuales eran tan blancas como papel nuevo, no dijeron absolutamente nada, simplemente cada uno elevó una oración de agradecimiento al cielo, pero el que recien perdió su celular nuevo, seguía con rabia en su pecho. 
Habrían pasado unas tres cuadras más o menos cuando este extendió su brazo y tocó el timbre, el bus se detuvo en la parada correspondiente y este, del mismo se bajó y al hacerlo se condujo con rumbo hacia donde se apeó quien lo asaltó, iba con rabia en su pecho y su corazón le palpitaba con rapidez, sentía que sus piernas no lo sostendrían más, pero aun así, no se detuvo y siguió avanzando, caminó como quince minutos y por fin llegó a la parada, lugar en donde el malhechor se bajo del bus, ahí se detuvo y en la parada de bus y se sostuvo, pues sentía que su cuerpo ya no lo sostendría en pie, aspiró aire para darse valor y con ello recobrar fuerzas; ahí permaneció varios minutos observando muy cautelosamente en todas direcciones, tratando de imaginar que camino había tomado el maldito asaltante de tatuajes mal hechos. 
Su instinto le decía que el desgraciado no estaba lejos, que seguramente estaría trasteando su celular, que tal vez lo estaría ofreciendo, que podría estar en el lugar en donde estos parásitos los llevan para luego ser revendidos. 
Observaba y observaba, hasta que algo le llamó la atención, se trataba de uno parecido al que lo asaltó, parecido en su forma de vestir, su manera de andar, en sus tatuajes mal hechos, para esto ya era tarde ese día, así que decidió dirigirse con rumbo hacia donde el tipejo salió, era un lugar que daba un poco de temor, por el lugar y el tipo de personas con los que a su paso se encontró, drogadictos, vendedores de drogas, personas humildes y honradas a las cuales él las veía como delincuentes, habían indigentes bebiendo alcohol etílico. Alguien se le quiso acercar para pedirle una moneda, pero este lo vio directo a la cara y quien sabe lo que en su rostro vio que ya no se animó y de él se alejó y lo hizo con rapidez y horror en su rostro. 
El tipo verificó el lugar en donde se encontraba ahora y mientras se detuvo se dio cuenta de que la tarde había caído, ahí estuvo por un buen rato, observando el lugar, con la paciencia del más hábil depredador, ahí se mantuvo vigilante, con la visión de una águila que observa planeando en las alturas en busca de su presa, así se mantuvo y luego de un tiempo su paciencia dió frutos; a unas cuadras de él, saliendo de un lugar que más que casa parecía cueva de ladrones a quien le dio a elegir entre entregar su celular nuevo o recibir un plomazo en medio del bus, al verlo sintió un vuelco en su estómago y su corazón se agitó, pero no de temor más bien de una maliciosa emoción, en sus labios se dibujo una sonrisa a lo Eastwood. 
Observó que el ladrón se dirigía hacia donde él se encontraba recostado, pero él siguió tranquilo e inmóvil, con serenidad lo vió acercarse y cuando por su lado pasó, sintió el deseo de tomarlo por el cuello y apretarlo hasta que este quedara sin vida, pero el malandro pasó de lo más tranquilo por su lado, sin darse cuenta que quien estaba parado ahí no era un delincuente más, no era un parroquiano más del vecindario, sino era a quien hace varias horas le robó bajo amenaza de muerte su celular. El mal parido, cuando por su lado pasó, hasta lo saludo... Ahí te ves bato, -esto le dijo- mientras el otro solo levantó la mano como muestra de cortesía a su saludo y cuando hubo avanzado unos cincuenta metros, levantó el cuello de su camisa a lo Elvis, acomodó el cinto de su pantalón y dio un vistazo alrededor, para verificar si alguien se percataba de su presencia y movimientos y luego se dirigió detrás de quien se las debía; llegaron hasta la Calzada San Juan, con diferencia de cincuenta metros aproximadamente; el tatuado le dio la señal de parada a un autobús y en él subió, quien le seguía chifló fuerte y pidió al chofer que lo esperara, aun en movimiento el autobús se subió al pedalazo, pago su pasaje y se dirigió a un asiento que quedaba de lado con respecto al resto y ahí se sentó, magnifica ubicación para observar todos los movimientos de todos los que en el bus viajaban, era ya la hora pico, por lo que el bus casi a vuelta de rueda y en él, mucha gente, pero en el ojo del hombre el que tenía tatuados los brazos, para cuando se acercaban a la colonia La Florida ya se había oscurecido y en el bus, el pasaje era menor al de hace un rato, el bus no entró en esta colonia y siguió con rumbo seguramente hacia El Milagro y cuando subían el bulevar El Caminero, en el bus unos cuantos pasajeros, pero todos sentados, fue entonces cuando observó el modus operandis del hijo de puta. 
Efectivamente, asaltó a quien lo acompañaba en el asiento e iba en el lado de la ventanilla, era una chica quien tambien le entregó su celular, eso lo vio perfectamente y tambien su rostro de miedo, después de recibir el celular de la chica, esperó un par de minutos hablando con ella como si se tratara de grandes amigos, la chica seguía muda y pálida, solo él hablaba, entonces le toco el hombro a quien estaba delante de él, justo en el momento en que quien viajaba de al lado de la ventanilla tocó el timbre y se encaminó hacia la puerta para abandonar el bus, en ese momento le tocó al hombro y este volteó, quien los veía sin parpadear, repitió de memoria todo el dialogo del ladrón tatuado, hasta que por fin vio como la segunda victima con la mano temblorosa le entregó tambien su celular y su reloj, luego ya con el botín en las sucias bolsas de su asquerosa ropa, de moda típica en estos sujetos, escoria de una sociedad en decadencia, de quizás nacionalidad extraña o algún deportado del norte, lugar en donde aprendió dicha mañas, extendió su brazo y tocó el timbre, se levantó y se dirigió hasta la puerta trasera del bus, cuando este se detuvo; por la puerta trasera se bajó el ladrón con su botín y por la delantera bajo quien lo seguía.  

Ya era de noche, el malandro cruzo el bulevar y se metió en una de las calles de la Carolingia, el otro lo seguía sin que este se percatará, caminaron por un buen trecho muy adentro de la Carolingia; cuando entró en una calle, en la cual no había pero ni un chucho callejero, solo apenas una lúgubre luz del alumbrado eléctrico a media cuadra, el cual más bien parecía veladora, la poca luz que alumbraba y permitía darle vida a una débil sombra, era la luz de una bella luna; quien deseaba recuperar su celular sin siquiera saber si aun lo llevaba consigo, caminó como en marcha de olimpiada y un poco antes de llegar al poste veladora, este le habló al tatuado.

- Oye amigo, ¿sabes qué hora es?

Este se volteo y con el rostro fruncido a quien le pregunto la hora le contestó.

- ¿Qué, me ves cara de reloj, no la sé y mejor te abrís...
- ¿O qué? me darás dos opciones: Una, que te entregue mi celular o sacarás de tu cintura una supuesta arma que tal vez ni exista.

El malhechor sintió que su corazón se frunció al escuchar aquellas palabras usadas por él en todo un día de duro y productivo trabajo, una frase que usaba día a día en diferentes sectores del a gran ciudad.

- Tranquilo amigo, es que no tengo reloj, cómo podría darte la hora, además, me asustaste, pensé que me querías asaltar.
- El burro hablando de orejas, mírame bien y di, ¿me recuerdas o al terminar el día ya no recuerdas los rostros de quien despojaste de sus pertenencias, las cuales se han comprado honradamente y después de meses de sacrificio ahorrando para adquirir un bien, que más tarde hijos de puta como vos se los quita con el mayor descaro y sin cargo de consciencia?
- No te conozco bato, pero ¿qué quieres de mi, me vas a robar lo que con tanto trabajo hoy recopilé y me servirá para alimentar a mi madrecita y a mis hijos?, pues, la puta de su madre nos abandonó.
- Pues, hizo bien en abandonar a desgraciado y mal ejemplo para los que decís que son tus hijos y espero que la madre de la que hablas no te espere, pues quien sabe y hoy no llegues.
- Bueno ¿y qué pensás hacerme maldito, me matarás por un pinche celular o una mierda de reloj? decí, ¿qué fue lo que te pedí y con tu gusto me entregaste?, pues nada he robado, todo lo pedí y me lo entregaron por su gusto, eso no es robar.
- Lo que con mi gusto te entregué el día de hoy, casi a medio día y por tu bien espero que aun tengas, fue un celular de última generación y de gama alta, de color gris, ¿lo tienes?, pues te daré dos opciones: La primera; que me lo devuelvas y, la segunda; yo sacaré de mi cincho esta escuadra, la cual ahora verás pues yo la tuya nunca la vi. El tipo extrajo de su cintura una 45 de color negro y la apuntó al pecho de quien nunca tuvo revolver alguno, este asustado como toda rata asquerosa, con la voz cortada y casi llorando, pidió perdón y agregó.

- Tranquilo amigo, ese celular todavía lo tengo, pues me gustó mucho que pensaba quedarme con él, pero si me lo pedís de manera tan cordial, con gusto te lo regalo mi bato, tranquilo lo voy sacar de mi bolso, lentamente, no te pongas nervioso, no se te salga un tiro. 

Con la mano temblorosa, como todo un cobarde extrajo de su sucio pantalón, el cual le llegaba a media nalga pues, es la moda de estos batos y saco justo el celular que dio inicio a esta casería.

- Acércate lentamente y con mucho cuidado lo depositaras sobre mi mano y cuidado que mi dedo esta nervioso y con solo jalar el gatillo se irán, no un tiro, sino unos cuantos. 

La nerviosa rata colocó con mucho cuidado el celular, al hacerlo sintió la misma sensación de quien era el dueño, impotencia y cólera por ser despojado de tan caro y bello celular, al cual lo sentía como suyo.

- Bueno hijueputa, ya lo tenes, ahora lárgate de mi vecindario.
- No será asi de fácil bato, pues, hoy hiciste mucho daño y mañana seguirás con tu itinerario de robos y de maldad, no, no, no, creo que no volverás a robar nunca más maldito mal parido.
- Oye, ¿estas bromando verdad?, no pensaras matarme, te prometo que si me dejas ir, mañana saldré a buscar un trabajo honesto y honrado, te lo juro hermano.
- Jejeje, las raoas como vos que han probado el caviar ya no se conforman con frijoles parados, así que lo siento mucho bato, pero quiero hacerte una pregunta antes de morir maldito.
-  ¿Vale la pena morir por un celular?

Y luego, se escucharon tres detonaciones y en el lugar, nadie, ni por la ventana vio, el lugar siguió con el mismo silencio sepulcral, quien tenía el control esta noche regresó su arma al cinto y observó su celular nuevo de alta gama y de última generación, observó a la rata tirada en el suelo con dos plomazos en el pecho y otro en la frente, dio la vuelta y retorno por donde vino, no se encontró con nadie en su regreso al bulevar. 
Mientras caminaba su celular sonó.

- Aló... Hola mi amor... Si lo compre, esta hermoso... De él te hablo... Si lo sé, es que tuve mucho que hacer después de comprar el celular, pero ahora voy para la casa... Te quiero, besos.



                                 El Fin


¿Valdrá la pena morir por un celular?, es una pregunta que a diario se hacen en mi ciudad, pues todos los días alguien muere a consecuencia de un aparato de estos, no importa si es uno como el de la historia o es un sencillo frijolito, a veces, son entregados sin oponer resistencia alguna y aun así los desgraciados mareros matan a su victima, ¿habrá alguien que conozca la evidente y lógica respuesta?, pues, esta sigue en el aire: Morir por un celular. 
Es una nueva modalidad de trabajo, la cual no pareciera tener fin, pues tanto el ladrón, cómo quien se los compra para revenderlos, cómo las empresas que dan el servicio, son cómplices en esta cadena de muerte y si a esto le agregamos que las autoridades no hacen un esfuerzo por erradicar este modus operandis; la historia, será una historia sin final.

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