jueves, 24 de noviembre de 2016

CHRISTO (No es una historia religiosa)


Aviso: que el titulo no te confunda, esta historia es de acción, la historia de un super héroe que nace en el siguiente capitulo.

Cristóbal corría por callejones, luego de salir ileso de un atentado. Su auto quedó destrozado y estrellado en un poste del alumbrado eléctrico y tambien tenía agujeros por todos lados, como si fuera una coladera de ducha, el motor del auto casi entró en la cabina del auto. Parecía como si el poste fuera una sierra que partía por la mitad al auto de marca europea. 
Aturdido salió del auto destrozado y quien conducía huyó por donde pudo, quienes lo rociaron de plomo pensaron que no había sobrevivido, satisfechos de llevar a cabo su trabajo como exterminadores pre-pago. 
Pero asombrados quedaron, al disiparse el humo que habían dejado, tanto las armas mortales como los gases que del auto ascendían al cielo y las chispas que producían los cables de alta tensión, un sonido aterrador al hacer contacto entre ellos y el suelo húmedo. 
Quienes veían con asombro como Cristóbal salió del auto sin rasguño alguno y con tremenda agilidad, una que le daba la adrenalina que circulaba por sus venas. Este trepaba paredes y como atleta huía y corría por su vida, mientras escuchaba como las armas ya nuevamente cargadas, escupían furiosas todo el plomo que podían; él escuchaba zumbar las puntas de plomo, las cuales rompían el viento de manera circular intentando dar en el blanco, pero una vez más, Cristóbal corría con una suerte milagrosa, pues ni una sola de las mortales balas daba en el blanco. 
Por las avenidas cercanas al accidente, o suceso, o atentado, se escuchaban las sirenas que anunciaban la presencia de las ambulancias que llegaban junto a los agentes de la autoridad local. Por las esquinas donde pasaron los automotores de paramédicos y policías, los neumáticos rechinaban y dejaban fiel huella, una negra como el hule empleado para su fabricación, fiel carbón que indicaba que quienes en esos autos viajaban, deseaban ayudar a quien según ellos, ya era un cadáver. 
Cuando se hicieron en el lugar, se apostaron a los costados como fieles a los policías de película de acción extraídas de Hollywood; al salir de las patrullas con arma de fuego en mano apuntando hacia donde se encontraba el auto destrozado y con centenares de agujeros en toda la carrocería y los vidrios diseminados por toda la escena del crimen, el cual no se había consumado aún, al percatarse de que solo se encontraban los curiosos observando y preguntándose; cómo era posible qué, quien conducía el auto pudo haber sobrevivido. 
Las autoridades permitieron ingresaran a los bomberos y paramédicos, pero ellos, quienes pensaban que lo que hallarían ahí estaría sin vida y casi mutilado, quedaron tambien asombrados, al ver que ni el aparatoso choque, ni los centenares de cascabillos habían surtido el efecto deseado por los asesinos, ni los cables de alta tensión, los cuales aun chisporroteaban su mortal energía, la que les impedía acercarse para realizar su trabajo hasta que la empresa eléctrica no cortara la energía de aquellos cables que se agitaban entre ellos violentamente y que no habían dejado de balancearse debido a tanta energía, como serpientes atacándose entre ellas, para conseguir aparearse con la hembra. 
Lo único que lograron hacer, fue retirar a los curiosos del área de peligro y acordonaron el lugar. 
Mientras, entre el sonido del chisporroteo de alta tensión dando embates contra lo que tuvieran cerca, como si se tratara de enormes y furiosas estrellitas pirotecnias, las cuales divierten a los niños en navidad, pero a una escala superlativa; entre ese horrible y temeroso ruido se escuchaban las descargas de escuadras, a unas cuadras de la escena del crimen. 
Se trataba de los asesinos, quienes perseguían a su victima para cumplir con su deber de terminar con la vida de Cristóbal.

Cristóbal, quien era un comerciante honesto, sin experiencia en ninguna actividad deportiva, mucho menos violenta, un personaje completamente pacifico y honesto; quien se negó a pagar la extorsión acostumbrada a ser pagada por sus vecinos, temerosos de que les sucediera lo que ahora le sucedía a un suertudo de Cristóbal, quien mientras escapaba de una manera impresionante e ileso, pensaba; debí haber pagado la extorsión.
Cristóbal, sentía mientras corría que su corazón pronto dejaría de latir, cómo suele suceder al corcel brilloso que corre a consecuencia de cada latigazo de su amo, solo que esta vez no se trataba de un caballo de pura sangre, ni de latigazos, se trataba de un hombre común y corriente que trataba de salvaguardar su integridad y en lugar de latigazos, lo que escuchaba lo rebasaban por los costados, produciendo los zumbidos con sonidos de abejas asesinas de plomo. 
Cristóbal sentía que sus piernas ya no le daban para más y su corazón lo sentía latir por cada poro de su cuerpo, pero al pensar en su familia, él sacaba fuerzas de flaqueza y seguía haciendo cosas que jamas imaginó podría llevar a cabo y que solo las había visto en la televisión pago por evento, películas de acción, de adrenalina máxima, con actores y extras entrenados para realizar aquellas escenas que dejaban al director satisfecho.

De pronto, Cristóbal se encontró en una encrucijada, dos callejones y en cosa de mili-segundos debía de tomar la decisión de cual tomar, pues quienes le perseguían estaban pisándole sus pasos, los disparos ahora eran pocos, debido a que les quedaban pocas municiones a los tres delincuentes que lo perseguían y que sabían que si no terminaban el trabajo podrían no ser recibidos en la mara, a la cual deseaban ingresar y que por seguridad de esa asociación ilícita, podrían ser ejecutados; en otras palabras, era cuestión no tanto de honor profesional como asesinos, sino de la vida de Cristóbal o la de ellos. 
Para ahora, Cristóbal decidió tomar uno de los dos callejones que se había encontrado y le daban la oportunidad de salir con vida de aquella cacería humana, pero lamentablemente Cristóbal había decidido mal, el destino le cambia su suerte y le había permitido elegir el callejón equivocado; uno, el cual no tenía salida alguna, ni la manera de poder ser trepadas las paredes, pues carecía de donde asirse, era un lugar en donde convergían las paredes traseras de edificios con varios pisos, el lugar estaba oscuro y frío; cuando él se encontró con su destino y la hora de la verdad. 
Casi pegó desesperado su cuerpo contra una de las sucias paredes que le habían detenido en una increíble fuga de las garras de la muerte, Cristóbal en su mente veía a su esposa y a su hijo y lloró de cólera, por desesperación, de arrepentimiento, de miedo por ver enfrente de él la sombra de la muerte. 
Precisamente en el momento que ante los ojos cansados y perdidos entre las blancas nubes sobre un fondo gris, debido a que la noche caía y él veía como la muerte del cielo viajaba a su encuentro con con él, con su tradicional atuendo y en su mano la mortal arma que segaría su vida. 
Los delincuentes y asesinos, llegaron al mismo lugar donde estuvo Cristóbal decidiendo que camino tomar, los tres asesinos se detuvieron y como lobos que olfatean a su victima, aspiraron para asi encontrar el olor a miedo de su victima, el lider preguntó a sus compinches.

__Revisen sus armas y vean si tienen municiones.

Los otros dos, al igual que él, revisaron sus escuadras y uno de los tres maldijo su suerte al percatarse de que su arma estaba vacía y que en sus bolsillos ya no tenía una sola bala.
Mientras que los otros dos, se encontraron con que había una en la recamara de cada escuadra que mantenían calientes en sus manos.

__¡Maldita sea!, ¡esta vacía! Dijo el primero, decepcionado, pues la diversión se le había terminado y guardaba su escuadra en su cintura por la parte de atrás.

__Yo tengo una en la recamara. Dijo el otro, como respuesta al lider. Quien tambien dijo.
__Yo tengo otra, tambien en la recamara, o sea, solo tenemos dos balas para terminar el trabajo.

Llegó a la conclusión el lider y tomó la única decisión lógica, por la cual era el lider del grupo y dio la orden.

__Ustedes dos tomen este callejón yo tomaré este, y esta vez no fallen inútiles, porque yo no fallaré.

Los dos mareros y delincuentes, asesinos a sueldo, quienes deseaban pertenecer a una de estas organizaciones; se introdujeron en uno de los callejones, mientras que el lider en solitario entró en el otro.
Caminaban con sigilo y muy expectantes, rogando encontrarse con el afortunado de Cristóbal. Por las calles aledañas se escuchaban como desesperadas las sirenas de los patrulleros, quienes seguían la pista de las detonaciones, las cuales habían terminado, lo que les despistaba y dificultaba encontrar a las ratas asesinas; pero, sin embargo, no claudicaban y seguían en busca de encontrar a los victimarios o de encontrar el cuerpo sin vida de la victima, en este caso particular, Cristóbal.
Los dos asesinos que tomaron un callejón por decision del lider, llegaron a una calle abierta y maldijeron la mala suerte, pues al llegar a ella se encontraron con mil posibilidades de que a quien perseguían ya no lo hallarían y al escuchar que se acercaban las autoridades con sirena abierta se dieron a la fuga, a su madriguera, a esperar a que llegara su lider con noticias. 

Para cuando atravesaban la calle con rumbo a su guarida, escucharon la detonación de un disparo, ellos sonrieron satisfechos de que por fin lograron terminar con el trabajito, pues la detonación se había escuchado justo en el callejón donde entró el lider de estos pandilleros y sicarios.
Esto alertó a las autoridades, lo que hizo que el lider de los sicarios se diera a la fuga convencido de que había terminado con éxito su trabajo, uno muy dificil en comparación a otros, los cuales habían concluido en el primer intento.

Recién salió del callejón el delincuente con la calma que tiene el asesino de sangre fría y se metió en el otro callejón con rumbo a la guarida donde lo esperarían sus secuaces. Las patrullas frenaban desesperadas frente al callejón donde se había llevado a cabo el asesinato. Entraron en él con arma en mano, preparados a encontrar el cadáver de otra victima más...


Continuará...  

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