jueves, 10 de noviembre de 2016

De siete a nueve (las canciones de mi vida)


__ Te amo pero hoy regresaré a mi casa

Eso le dijo el amante a la mujer y su frente le besó, ella aun desnuda sobre la cama, cómplice de muchas noches de placer, sollozando se quedó y con tristeza de la habitación lo vio alejarse. Cuando el cerró la puerta, sobre la cama y con lagrimas en sus ojos ella se refugió hasta quedar dormida.
Mientras por las calles en su auto, él regresaba a su hogar, en donde con desesperación lo esperaba su mujer, ella al escuchar el coche estacionarse en su lugar el consuelo sintió, y la paz a su cuerpo regresó y aún despierta con amor ella sobre su cama tambien desnuda lo esperaba.

Él se demoró en subir, antes en la sala sobre el sofá y copa de whisky en mano se quedó, en ambas mujeres pensaba, deseaba encontrar una solución a su grave problema, pues sin entenderlo a los amaba, a una por ser su compañera de hogar, por ser madre de sus hijos aun pequeños y a la otra, que le daba juventud y pasión en aquella cómplice cama, donde la mujer llorando, cansada quedo por fin privada y adormitada, soñando con el hombre que no era libre y en sus sueños, recordaba que su amor era únicamente de seis a nueve dos veces a la semana.

__ Amor; ¿qué pasa que no subes?

Le dijo la esposa semidesnuda a quien con whisky en mano trataba de resolver su grave problema, uno que duraba de siete a nueve, dos veces a la semana.

__ Nada mujer, ahora subo, ve ya te sigo. 

Pero la esposa no obedeció y hasta él caminó, mientras lo hizo en el camino dejo los pocos trapos que cubrían su hermosa figura, una figura de mujer bien conservada, de cuarenta años, él la vió y supo que a su mujer aun deseaba, pero no tanto como a la otra que de edad era la mitad de quien ahora lo asechaba con andar sensual hasta que sobre él se colocó y con mucho deseo su boca le besó, pero el whisky ya se había desecho del sabor de la otra, la que dejó en otro lugar por él sufriendo.

A la mañana siguiente en el desayuno, su mujer con el café caliente lo esperaba, mientras él colocaba un traje muy fino para ir al trabajo. Despues de tomar su bebida caliente a su mujer le besó la frente y se despidió. 
A su auto él subió y con rumbo a la oficina se dirigió, en su mente, ambas mujeres; la de veinte años, esa mujer que le daba un amor que para su edad le llega más fuerte, un amor que te da la vida y a la vez te da la muerte. Él pensó: 

__ ¡Te amo! Pero amarnos libremente no se puede, nuestro amor solo podrá ser de siete a nueve, dos veces por semana, pues con mi esposa a mi hogar debo de volver, aunque a ti te amo.

A la oficina llegó y al entrar directo a su oficina se dirigió, mientras avanzaba sus empleados lo saludaban, pero él con gallardía caminaba y solo sonreía, en su oficina entró y detrás de él su secretaría, quien al entrar la puerta detrás de ella la cerró y su camino ella siguió, mientras su jefe en el perchero colgaba su saco fino, uno de color oscuro, de excelente marca importada, uno muy fino. Su profesión; como licenciado le exigía estar siempre bien trajeado. 
Ella, su joven secretaría por la espalda lo abrazo, y a su oído le susurró.

__ ¡Te amo!

Él se dio la vuelta y en sus labios un beso le entregó y luego le agregó.

__ Siéntate, tenemos que hablar

La chica obedeció, en su pecho ella sintió que una daga le penetró, pues en varios meses era la primera vez que lo escuchaba hablar de aquella manera, serio y preocupado; él tambien en su silla se sentó y un cigarrillo encendió, mientras lo hacía, las manos le temblaban, pues en su cuerpo le corría una sensación que no le gustaba. Era un aguerrido abogado, pero en este momento no era abogado, era un simple hombre enamorado y apasionado.

__ ¿Qué sucede mi amor, te veo preocupado?

Dijo la joven mujer muy asustada, presintiendo que escucharía algo que ella sabía un día lo oiría, no lo que ella siempre desde que lo conoció, ya casado deseó. Ella, lo deseaba escuchar de él; que se divorciaría de su esposa y con ella se casaría, pero su corazón le decía con cada golpe en su pecho, que no sería eso lo que esa mañana escucharía.

__ ¿Sabes que yo te amo?, pero amarnos libremente no se puede, no es posible, nuestro amor es simplemente de siete a nueve, dos veces por semana. Pero tengo que volver con ella, aunque a ti te amo. Te amo y mi corazón sufre de dolor por tener que dejarte, pero con ella tengo que volver y a ti que te amo te amo tanto tengo que renunciar. Pero tengo cumplir con mi destino, con mi obligación, no se puede desandar por el camino. No podemos empezar por el pasado y aunque te amo, nuestro amor solo fue de siete a nueve. Pero con ella tengo que volver, ha sido buena esa mujer, pues ella es mi esposa, la madre de mis hijos y además, aunque parezca loco e imposible, tambien a ella la amo.

Él hizo una pausa para poder seguir hablando, pero un nudo en la garganta no le permitía seguir, pues enfrente tenía a la joven mujer, la que le había regresado la vida y ahora la despedida le daba la muerte.

__ Pero mi amor, podemos seguir viéndonos y amándonos de siete a nueve, aunque sea solo dos veces cada semana. No me dejes, pues yo a ti te amo y sin ti no puedo vivir.

Dijo la secretaría, con lagrimas en los ojos, su pobre corazón sufría al escuchar que el hombre a quien ella amaba le decía que se alejaría de ella, que con su esposa él regresaría, porque ese era su destino, su deber y además porque tambien a ella la amaba y por no haberse conocido en el pasado y aunque él podría ser su padre, por tener cincuenta años, con su experiencia la había enamorado. 
Ambos quedaron callados, ella sollozando y el conteniendo las lagrimas con aquel nudo en la garganta.

__ Disculpa, pero hoy no puedo ni pensar, no se que me pasa, pero ella ha sido una buena mujer y esposa y, ahora vuelvo a casa. Aunque consciente estoy que yo a ti te amo. Que a mis años, el amor le llegó más fuerte, pero a ella tengo que volver. Aunque te amó, pero debo cumplir con mi destino, no se puede desandar por el camino y no podemos empezar por el pasado. Te amo, pero amarnos libremente no se puede, nuestro amor solo es de siete a nueve. Y, aunque sé que moriré de dolor más adelante. Además, tambien a ella la amo, no podemos seguir como hasta hoy y a mi hogar tengo, debo de volver, en él me espera una buena mujer y tambien lo hago por mis hijos a quienes amo más que a mi vida.  ¡Tal vez muera de dolor más adelante, lo sé! Lo siento, pero con ella tengo que volver.

Mientras, esto le explicaba el abogado a su secretaria, de su cajón extrajo una carta, con la cual, él la despedía como su secretaria de varios meses. Se la entregó y le dijo.

__ Pasa por contabilidad para que te liquiden. Lo siento, pero es lo mejor para los dos. 

Ella extendió su mano temblorosa y con sus ojos rojos y llenos de lagrimas sin poder decir nada pues, el destino de ambos estaba ya escrito con tinta de dolor. Despues de un par de minutos, ella trataba de controlarse y sus lagrimas de sus mejillas, ahora negras por el cosmético de sus ojos, ella limpio. 
Él a su silla le dio la vuelta y con la vista perdida en la enorme ciudad, que aparecía como cuadro pintado detrás de los vidrios de los ventanales, sin que ella lo viera, por sus mejías dos lagrimas le rodaron. Él sintió cuando ella se levantó y como pudo hacia la puerta se dirigió con rumbo a la oficina de contabilidad para que la liquidaran; ella no se dio cuenta como llegó hasta la puerta y cuando de nuevo en sí regresó, su mano sobre el picaporte, ya solo para abrir la puerta y salir de la vida del abogado para siempre. Ella tomó un respiro profundo y la puerta de nuevo cerró y con valentía se volteó, el abogado hizo lo mismo y sus miradas se encontraron y entendieron que no podrían vivir uno sin el otro, tambien sintieron, que separados morían de dolor, ella de nuevo respiro profundo y a su jefe le dijo.

__ Te comprendo y sé que tienes razón, sé que nunca podremos amarnos libremente y con ella debes o tienes que volver; pero yo te amo. Por favor no me dejes, hagamos un trato, te propongo que nos veamos aunque sea una vez al mes, como siempre de siete a nueve. No me dejes por favor, ámame una vez al mes por dos horas; de siete a nueve; solo eso te pido. 

Me iré, pero no me pidas que te deje, que te olvide, que me aleje de ti. Pero ya sabes donde encontrarme; ahí estaré esperando por ti. 
Cada uno de mes, como siempre de siete a nueve para amarnos por el resto de nuestras vidas. 

Él no dijo nada, ella dio la vuelta y salió de la oficina, cerró la puerta; él, de nuevo volteó su silla y con lagrimas en sus ojos su mirada se perdió por aquellos ventanales de vista impresionante. 
Esperando que pronto llegue el uno del próximo mes. A su mujer le dirá, que tiene una cita importante con otros abogados, en horario de siete a nueve.


                                        Fin



Inspirada en la canción: De siete a nueve. Ignoro el compositor
Historia de: S. Raga. 

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