lunes, 9 de enero de 2017

Biblioteca


Bajó del bus, se dirigió con rumbo hacía donde le llevaba su viaje al centro de la ciudad; cuando hubo terminado su mandado, lo que lo llevó hasta el centro citadino, regresó por otro camino, no caminó mucho, cuando algo le detuvo, se trataba de la vieja Biblioteca Nacional, se detuvo en la otra bocacalle y con nostalgia la observó, mientras esto hizo, la realidad se nubló ante sus admirados ojos y en el tiempo retornó por un par de décadas, cuando estuvo en el pasado, observó aquel mar de estudiantes entrando y saliendo de la ahora, no tan vieja Biblioteca Nacional; entre todo aquel mar de personas creyó verse entrar en el edificio con su morral al hombro, se visualizó entrando, y ya en ella, adentro, vio como esta, estaba repleta, todos los que en ella estaban se encontraban concentrados leyendo sus libros, otros copiando algún párrafo a mano, mientras que otros, sacando fotocopias a algunos capítulos para continuar su trabajo en casa, un poco a la izquierda, en el lugar de la bibliotecaria había otra fila, en la cual, por un lado, unos entregaban libros por ellos prestados, mientras que otros los prestaban, salve a llenar los requisitos requeridos por la misma Biblioteca. 

En aquella enorme sala, no habían clases sociales, habían chicas con uniformes de colegios particulares para personas de un nivel económico inalcanzables para la gran mayoría, por otro lado, jóvenes con vestimentas de la época, sin uniforme, sentados al lado de estas bellas señoritas, las cuales no eran nada presumidas. Él recordó cuando tuvo la oportunidad de salir con una de ellas, aquella fue una verdadera aventura, la cual terminó por no encontrar la manera de ver a quien fuera su novia más que en este lugar. 
También se encontraban los universitarios, muy concentrados extrayendo información para su tesis, de enormes libros, los cuales valían una fortuna y por último, no faltaban aquellos, cuya única misión de visitar la Biblioteca no era para otra más que, para sacarle canas verdes a los que cuidaban de ella y tambien a quienes llegaban a leer un buen libro, me refiero a personas de edad que disfrutaban de esta hermosa y ya devaluada costumbre. 

Vaya imagen la de Rogelio, estaba sumergido en sus imágenes, las cuales no estaban más que en su mente y en una enorme nostalgia. Fue un...
__ ¿Qué le pasa, por qué no camina?... 

De alguien que lo pasó golpeando por interrumpir el paso, algo muy cotidiano hoy día por la falta de los valores que ya no se enseñan en casa a causa de la moderna tecnología, de padres ocupados en el pago de facturas y sumergidos en el trabajo, los cuales por tal trajín, descuidan de lo más importante en sus vidas; su familia, vaya paradoja. 
Rogelio regresó de golpe a tiempo actual, muy molesto pues, cuándo podría de nuevo tener otra vez la oportunidad de que su mente le regalará tan invaluables imágenes, lo que Rogelio ahora observaba, era un edificio viejo, con una arquitectura la cual era patrimonio nacional, y en sus alrededores y graderíos; indigentes, lustradores, vendedores de periódicos, fumadores de marihuana, cocainómanos, vendedores de drogas, y todo lo que concierna al ramo. 

Por más que Rogelio intentó recuperar las imágenes perdidas, no lo logró y menos con aquel mundo de transeúntes y sonido de motores, personas con la vista perdida en un celular y tambien todo lo concerniente al ramo moderno. Rogelio esperó a que el semáforo le diera verde y atravesó la calle, mientras lo hacía su estómago se estremecía por no saber lo que hallaría adentro, pues iba con la mentalidad de entrar en el que un día fue su refugio. Subió las gradas y lo hizo con ánimo y de dos en dos, llegó a la puerta principal y en ella, nadie, entró en el viejo edificio y lo primero que sintió al entrar fue el delicioso aroma que expedían los viejos libros que aun esperaban ser escudriñados por alguien como lo fue en el pasado, pero en aquel lugar ni siquiera un condenado grillo se escuchaba, es más, ni una sola y molesta intelectual mosca había en el enorme lugar; Rogelio vio detenidamente y con pena, hizo un paneo ocular, hasta que por fin sus pupilas se encontraron con una persona, quizá la única en todo el edificio, era la bibliotecaria, una anciana con un pelo blanco y una piel arrugada, la cual si ne se preocupó por levantar su rostro, ella tambien estaba siendo consumida por un moderno celular. 

Rogelio avanzó y mientras lo hizo, sus zapatos rechinaban, algo que en el pasado hubiera desatado una revolución de ¡Shhhh! y hasta lo pudieron haber sacado de ahí por escandaloso; recorrió todo el lugar, su único acompañante además del rechinido de sus zapatos, era el eco del lugar y ese agradable olor. Se dijo; ya que estoy aquí, no desaprovecharé la oportunidad de leer un buen libro, total es temprano y no tengo nada que me haga volver a casa.

__ Buena tarde señora, ¿podría prestarme un libro de aventuras?, no me importa el titulo, lo dejo a su elección, pues quien mejor que usted para guiarme.

Esto dijo un entusiasmado de Rogelio, pero no recibió más que un espere, sordo, solo se dio cuenta de que debía esperar por la mano que se interpone entre él y la bibliotecaria, la cual sostenía con la otra mano su celular y entre sus labios colorados y marchitos, un cigarrillo con la ceniza intacta, eso admiró a Rogelio y pensó; cuánto llevará sin moverse esta mujer. Jejeje. Luego de unos muy largos segundos, la señora sin dejar de ver la pantalla de siete pulgadas de su móvil dijo.

__ ¿Bromeas hijo? Déjame en paz y ve a lo tuyo...
__ No señora, no es broma, quiero un libro por favor.

Entonces la señora levantó su cansada mirada, la que sobresalía sobre el carey de sus lentes bifocales.

__ ¿Es en serio? ¿quiéres un libro hijo? ¡Vaya esa es una sorpresa! hace años que nadie me solicitaba uno.
__ Bueno, te recomiendo este.

Dijo la vieja mujer colocándolo sobre el mostrador y luego regresó a su celular y ahí quedó como si fuera otra escultura más del patrimonio nacional. 
Rogelio tomó el libro, lo sacudió y una nube de polvo ascendió por el lugar y así sacudiendo al viejo libro, caminó hasta el mismo lugar en donde de joven estuvo muchas tardes completas, al llegar, se sentó, la silla rechinó como si estuviera feliz de que al fin alguien la usara después de tantos años, colocó el libro sobre una herramienta de madera apolillada que le permitía mantener al libro en una posición ideal para un ángulo optimo para las pupilas de Rogelio, este abrió el libro en su primera página y cuando lo hizo, una larva sorprendida en su insaciable apetito corrió para salvaguardar su vida, Rogelio ni por enterado, lo que si hizo fue acariciar la pagina del libro. Cuando acarició la página donde solo se leía el titulo de la obra, alguien lo sobresaltó al decirle.

__ ¿En verdad leerás ese libro?
__ ¡Eh! claro. ¿Por qué la pregunta?
__ Pues, sencillo, porque ya nadie viene por acá a leer nada.
__ Bueno, eso lo entiendo, pero hoy leeré este libro hasta donde pueda y me lo permita el horario de la Biblioteca.
__ Bueno, si es así, que lo disfrutes hijo. Recibirás tú recompensa por haber elegido leer en esta vieja Biblioteca.
__ Gracias señor, es usted muy amable.

Dijo Rogelio sin despegar los ojos del libro, quien le habló, desapareció así como llegó, sin que Rogelio lo sintiera. Rogelio leyó el titulo en voz alta.

__ "Las Aventuras de Arthur Grodón Pym" Por Edgar Allan Poe

Despues de hacerlo, pasó la página, una en blanco, pero del libro salía ese olor a libro muy viejo y de una manera muy sutil este ascendía y entraba por los orificios nasales de Rogelio, luego pasó a la siguiente página, donde se encontró con el primer capitulo del libro, inició la lectura, mientras el sutil olor seguía invadiendo el cerebro de Rogelio, conforme avanzó en la lectura, este iba entrando en la historia, hasta que Rogelio fue sorprendido por uno de los marinos de la nave, el cual al verlo dijo.

__ ¡Oye! ¿quién eres tú?... 
__ Mee llaamoo Rogelioo, ¿peroo qué pasa?
__ Pasa Rogelio, que eres un maldito polizón. Y luego el personaje del libro gritó...
__ ¡Capitan, tenemos un malnacido polizón a bordo...

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