martes, 24 de enero de 2017

Bullying


Cuando somos jóvenes, realmente somos malos, nos burlamos inclementemente con cualquier defecto que le detectemos a alguien, esto es para mofarnos de él o ella, esto es una practica tan antigua y que en otros paises, se le llamó: Bullying. Nosotros, ni enterados de que esa practica tenía nombre, es más, es algo que sale sin quererlo, es algo innato en los jóvenes adolescentes; aunque, viendo como son en esas otras esferas, lo nuestro era muy inocente, pues realmente en esos paises desarrollados si son malvados y despiadados. Aquí no fue la excepción, pero hasta cierto punto moderado, sí lo hacíamos y seguro causamos mucho daño. Pero no fue hasta que llegó la tecnología y entró en nuestros hogares, con sus modismos y costumbres extranjeras, que esto tambien aquí se nos salió de las manos. 

Pero si algo es verdad, es que a mí nunca me gustó esta mala practica, siempre fui respetuoso de cada persona y si eran mis amigos, mucho más. 

Años después, cuando fui instructor de áreas técnicas; recuerdo que un día llegó un alumno de mecánica a mi aula, sabía que yo era muy estricto y se extrajo su gorra. Pues, esa prenda es parte importante de la indumentaria de los muchachos, pero para mí, era una falta de respeto estar en un salón de clases con uniforme y con la cachucha en la cabeza, así qué, decidí que estaba prohibido en mi salón usar esa accesorio y al que lo sorprendiera, se la confiscaba sin posibilidad de retorno. 
Por tanto, cuando este alumno llegó a mi salón de clases, al verme, lo primero que hizo fue extraerse la gorra. Con esta nueva regla, mis hijos eran felices con un centenar de gorras, unas muy bonitas debo de aceptarlo. Pues bien, este joven me dijo.

- Buenas tardes profe, puedo hablar con El Pulga.
- ¿Pulga? No conozco a nadie que se llame así.
- ¿No conoce al Pulga?

Me dijo con una enorme sonrisa en sus labios, como indicándome que no lo molestara, pensando que bromeaba con él,  pues quien no conocía al famoso del Pulga y claro que sabía quien era. 

Pero un día, nos juntamos por casualidad con un compañero de promoción, alguien que era un chingón, un fregonaso cuando estudiábamos y en la actualidad seguía siéndolo, caminábamos por la Sexta Avenida, riéndonos de las muladas que este decía, cuando enfrente de nosotros apareció otro compañero, este venía con su esposa; un niño en brazos y otro como de siete años de la mano de su señora. 
Yo cuando lo vi, empecé a bajar libros, para recordar su nombre, pues en ese momento solo me recordaba de su apodo y ni modo que lo llamara delante de su familia por su apodo. 
Llegó hasta nosotros y yo seguía en la luna, pero eso no le importó a quien me acompañaba y este de una y con mucho entusiasmo lo saludó, se fundieron en un abrazo, uno que después recibí yo, pero en mi mente seguía con la pena de recordar su nombre, algo que fue en vano, mi amigo el chingón, le dijo.

- Hola vos Electrodo, ¿cómo has estado?

Cuando mi acompañante dijo esto, su esposa no pudo evitar reírse y su hijo, con la chispa de un niño de su edad, dijo a quien ahora estaba con el rostro colorado.

- Papi, ¿te dijo electrodo? ¿por qué?
- Ese era mi apodo hijo.
- Jajajaja, ¿por qué?

Dijo el ingenuo niño, pues de Electrodo ya no tenía nada, ahora estaba inmenso, ya no era el flaco de joven, la señora, con sonrisa en labios, le dijo.

- ¿Electrodo? ¿Ese era tu apodo? ¿Por qué nunca me lo dijiste? ¡Jajajaja! Perdón, pero si que me causa gracia.

El Electrodo no dejó de molestarse y seguramente tambien se arrepintió de saludarnos como hermanos de alama mater que fuimos, se despidió y mientras se alejaban, este iba discutiendo con su señora, mientras que ella seguía burlándose de su ahora esposo.

- Vos, ¿sera que la cagamos?
- ¿La cagamos? ¡La cagaste vos!
- Sí, lo sé, pero decime algo. ¿Vos te recorras como se llama el Electrodo?

Entonces me reí, pues la cara de mi acompañante me hizo gracias y además, yo hasta el momento no recordaba el nombre de nuestro compañero, es más, aun no lo recuerdo. Es posible que nunca lo supe.

- ¡Jajaja! Pues la verdad, quien sabe cómo se llamaba el pobre del Electrodo. 

Nuestra charla mientras continuamos caminando fue recordar los apodos de nuestros compañeros y casi nos meamos de la risa. Qué recuerdos tan buenos; hasta que nos despedimos. Pero ni de mulas nos dijimos nuestros apodos, ¡jajajaja!

Esta anécdota, se la comente a mis alumnos y por tal motivo, les prohibí que se llamaran por apodos adentro de mi salón, todos ahí tenían un apodo muy ingenioso, pero aprendieron sus nombres y a respetarse adentro de mi aula. Durante el recreo, o cuando se iban, o llegaban, entraban en el juego de insultarse y llamarse por sus apodos, pero ahí, ya estaban fuera de mi jurisdicción. 

Regresando al alumno de mecánica que llegó preguntando por El Pulga.

- Pues, bien joven, ¿sabe el nombre o no? Porque aquí no hay nadie con ese nombre.

El alumno al verme muy serio, cambio su cara chistosa de hace un rato y me dijo.

- Perdone Profe, pero no sé su nombre, solo lo conozco por Pulga.
- Pues bien, cuando sepa el nombre, entonces regresa y pregunta por su compañero. Me hace el favor y se retira.
- Espere profe, vos Canito, ¿cómo se llama El Pulga?

Canito me vio y yo le indiqué que le diera el nombre de su compañero, Canito le dijo.

- Se llama: Arturo Chávez y yo: Esteban Bojorquez.

Eso me causó gracia y musité una sonrisa, el alumno de mecánica me vio avergonzado y de nuevo preguntó.

- Profe, ¿me da permiso de hablar con Arturo Chávez?
- Por supuesto mi estimado, pase adelante, pero no se tarde, ¿entendido?
- Entendido profe. Gracias.

Más tarde, aquella anécdota llegó a oídos de la Señora Directora (Rectora) y esta, me llamó a su oficina, yo llegué hasta con ella. Me hizo seguir y me felicitó, por la iniciativa, la cual me pidió autorización para agregarla en el reglamento de la institución, algo que me enorgulleció mucho. Y, así se hizo. 

Esta es la introducción a otra historia, la cual llamaré: Vicky Bigotes.



Tomado del libro: "Historias de un Adolescente Tímido 2" de Sergio Raga

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