lunes, 6 de febrero de 2017

Dile que vuelva, que vuelva ya


La chica se detuvo en el lugar de siempre, un apartado de un bosque recreativo, con bancas, juegos y ventas, además, en la cumbre del pequeño pulmón de la gran ciudad se encontraba una pequeña iglesia, a unos metros de la pequeña iglesia, se encontraba un pequeño árbol, uno al cual nunca nadie le colocó un anuncio para inmortalizar su amor, ese lo escogió ella y él con una navaja dibujo un corazón y adentro de él, su nombre y el de la chica. Ella acariciaba el corazón, con lagrimas en sus ojos, pues hacía tiempo que el chico no regresaba más, sin embargo, ella cada tarde al salir del colegio se dirigía a ese lugar, donde por media hora se entregaron por meses su amor
Mientras ella recordaba sus besos y acariciaba ese corazón tatuado en el tronco del árbol, sobre una de las tantas enclenques ramas del no tan hermoso árbol, se posó una ave de colores encendidos: Amarillos, naranjas, rojos y un verde perlado en su pecho, este trino cuando a la chica escuchó llorar, ella entre sollozos alzó sus ojos y sobre ella, el inquieto pájaro daba pequeños brincos sin dejar de trinar, su trinar le robó una sonrisa a la niña, esta por un momento se olvidó de su dolor, algo que la pequeña, pero hermosa ave le dio confianza y sobre su cabeza se posó, sin dejar un solo instante de trinar, luego que la chica se asustó cuando lo sintió sobre su cabellera, una de color miel, larga hasta su media espalda solamente agarrada de un gancho color rosa, sobre su carita, un flequillo y por debajo de aquellos grandes y expresivos ojos, sus lagrimas que le sobaban sus mejías rosadas y sin maquillaje; abajo a un lado de sus zapatillas y sus calcetas hasta la rodilla, su mochila con las tareas para el día de mañana. El ave voló y se colocó en el hombro de ella, luego de hacerlo, lentamente se fue acercando hasta su mejía y de una lagrima con su pico agua salada el avecilla bebió, solo en ese instante dejo de trinar y sació su sed.  Ella la acarició y de nuevo el ave para ella trinó, consuelo de su dolor la chica sintió, la caricia le devolvió algo de tranquilidad, tras unos minutos, ambas obsequiándose amor, ella se atrevió y al ave con un nudo en su garganta le dijo a la avecilla...

__Ve, vuela, encuéntralo y dile que vuelva, que aquí estoy esperando, pensando en su amor, que no he podido olvidarlo y que no sé si podre. Dile, que me has visto llorar por él, que cada noche sueño con él. Dile que le amo cada minuto más y más. Vuela ve y dile, que por él esperaré en nuestro lugar, al lado de nuestro corazón con nuestros nombres. Ve mi hermosa ave y dile que vuelva ya, que el tiempo pasa y muero si no lo vuelvo a ver...

El avecilla entendió su dolor y después de un brinco sus alas agitó, y sobre el cielo ella voló, se dirigió con rumbo hacia el cielo azul, la chica con ilusión al ave vio volar con frenesí, como escapando de alguien el ave agitaba sus alas y por el cielo azul, sin una sola nube, ella volaba con dirección que ella ignoraba, pues no conocía donde el chico vivía, no tenía manera de comunicarse con él, su única esperanza, era que el avecilla logrará encontrarlo y le llevara su mensaje de amor.

Ella se sentó al pie del insignificante árbol, tomó su mochila y extrajo de él un cuaderno, tomó un lápiz en su mano izquierda y sobre el papel dibujó un corazón, en él, su nombre junto al de chico y sobre ese corazón, una pequeña ave, la cual más tarde la coloreó tan bien, que parecía real. El tiempo pasaba y del ave y del chico nada. Ella vio su reloj y se dio cuenta de que el tiempo que tenía destinado para entregar su amor se agotó, con un enorme dolor en su pecho guardó su cuaderno en el cual solamente llevaba colores el avecilla, lo guardó, cerró su mochila y se retiró con rumbo a su casa.

Al día siguiente, en el colegio sonó el timbre, indicando que la hora de salida había llegado, ella tomó su mochila y se la echó a cuesta y con un caminar muy desanimado, lento apaciguado se dirigió con rumbo hacía el pulmón de la enorme ciudad, ya había pasado semana y media sin saber nada del chico, ella llegó a las faldas de aquella montaña e inició su ascenso con rumbo a donde con seguridad le esperaba el árbol que nadie nunca lo usó para prolongar su amor en el tiempo, mientras subía, en su estómago ella sentía mil mariposas alborotadas y en su corazón la ilusión de encontrarse con quien le robó con un beso su amor. Mientras se acercaba hacía el árbol, nada se lograba observar, nada había en el lugar, tal cual los últimos días, pero aún así, ella siguió para poder acariciar el corazón tatuado en el arbolito, por fin llegó, puso en el suelo su mochila y con su mano acarició el corazón tatuado en el tronco del árbol, mientras lo hizo miró a la ramita donde estuvo el avecilla, pero ni ella, ni su trinar, ni sus vividos colores. Así estuvo por cinco minutos con la vista perdida en aquel corazón, pensando en él. 

Entonces, ella sintió que un aire leve le abanicaba por la espalda, como el agitar de un par de pequeñas alas, ella se dijo mi amiga el avecilla, pero, por qué no trina, ella se volteó para encontrarse con esa pequeña amiga con plumas de colores mágicos, pero con lo que se encontró fue con el rostro de alguien y en él, una enorme sonrisa; ella sintió que su corazón se agitó y sobre el cuello de quien estaba por detrás de ella se abalanzó y al hacerlo, le esperaba el beso ansiado por semana y media; ella, mientras llevaba sus labios hasta los del chico, musitó

__Te amo.

Y sellaron su amor con un beso. Cuando la chica estaba besando al chico, en sus oídos escuchó el trinar del ave, ella sintió una enorme alegría y abrió sus ojos, sin dejar de besar al chico, pero por más que ella vio y buscó, nunca al ave encontró, pero su trinar seguía en sus oídos, se escuchaba tan cerca y tan claro, pero el ave nunca apareció, mas nunca dejó de trinar. 

Él, le contó el porque de su ausencia, que hoy había llegado sin saber si la encontraría, que en su estómago llevaba revoloteando mil mariposas por la emoción de encontrarse con ella, pero en su pecho llevaba una enorme angustia, por imaginar que no la volvería a ver. El tiempo pasó y se les terminó. 

Tomados de la mano de la colina descendieron y con rumbo hacia donde siempre se despedían juntos caminaron, la chica en sus oídos escuchaba el trinar, pero por más que ella veía al cielo y buscaba a la bella ave, no la lograba verla, más si escucharla. 
Cunado se besaron prometiéndose encontrarse mañana a la misma hora, en el mismo lugar, el chico cogió en sentido contrario al de ella, ella avanzó, pero esta vez mientras se alejaba del chico el trinar del ave se iba perdiendo hasta que no lo escuchó, ella se detuvo y vio para donde su novio caminaba siempre y de él, ya nada.

Así sucedió por mucho tiempo, se encontraban en su lugar para entregarse su amor y cada que él llegaba, ella sentía el cálido viento producido por el abatimiento de unas pequeñas alas y ese trinar que llegaba a sus oídos, justo cuando se encontraba con el chico y que se alejaba con él. Ella nunca comprendió que fue lo que pasó.

Un fin de semana, días en que no podía ver al chico pues, solo lo hacían durante la semana, ella extrajo el cuaderno donde dibujó al avecilla y al hacerlo, encontró al corazón con el nombre de ella y de él, pero esta vez estaban pintados, pues el otro día solo logró pintar al ave, ella se sorprendió por eso, pero lo que a su corazón le agitó, fue que el ave dibujada sobre aquel corazón ya no se encontraba en el papel, había desaparecido, no estaba, ella se decía; cómo pudo ser, qué pasó...

Con los días, una su compañera llegó y a su lado se sentó, abrió un cuaderno y le dijo, mientras lo abría.

__Estoy triste, pues mi novio desapareció, ya nunca llegó a nuestro lugar de siempre, en su lugar un hermosa ave me trinó y mis lagrimas bebió.  Mira, aquí la dibujé y la pinté. 

La chica abrió su cuaderno y quien antes la conoció, la vio dibujada y pintada con los mismos vividos colores, parecía tan real, como si estuviera ahí disecada o con vida, ella sonrió y comprendió. A su amiga la abrazó con ternura y le dijo esto.

__Mañana él llegará, no te preocupes, él volverá, él regresará y esta ave de tu cuaderno se irá.

La chica vio a su amiga y se sonrió, su cuaderno lo cerró y de ella se alejó, quien sabe pensando que cosas de la chica, quien con tanta seguridad le dijo lo que sucedería...

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