martes, 28 de marzo de 2017

Amor motorizado


Ella se abrazaba fuertemente a mi cintura, mientras que yo, aceleraba más, para que ella se pegara a mi cuerpo y eso era algo para mí tan delicioso y hermoso, sentir su frágil cuerpo pegado al mío aunque fuere por temor a caer de mi moto. Al viento, lo sentíamos cuando llegaba y se quedaba pegado sobre nuestros rostros. Dichoso que podía acariciar su linda carita, yo por el momento, no podía más que sentir sus senos en mi espalda, era una sensación como si mi motocicleta estuviera volando y yo con ella, con rumbo hacia el cielo. 
La autopista vacía, sí había algo, solo serían unos pocos autos, los cuales, les rebasaba para luego verlos por mi retrovisor, la sensación era de lo mejor. Luego, un poco más adelante, escuché que ella gritó.

_¡Más velocidad! ¡¡Yujuuuuuu!!

La adrenalina había invadido sus venas y a través de ellas, mezclada con su sangre, hacía el efecto deseado, ella estaba exaltada pero no excitada, no importa, lo malo era que su temor de caer en la cinta asfáltica desaparecía y ella de mi cuerpo se alejaba, eso no era bueno, sin embargo, su entusiasmo me contagió.

_¡Veamos hasta dónde puede llegar esta máquina! -Grité- 

Ella respondió con otro grito, entonces aceleré más y mucho más. Por detrás de un rótulo escuché el rechinido de unas llantas y junto a él, el sonido de una sirena, se trataba de un motorizado de la policía, quien con radar en mano se dio cuenta de que excedía la velocidad permitida hasta por el doble. Ella me susurró al oído, algo que creo fue esto.

_Si no permites que nos de alcance, te daré un beso, uno muy largo.

No cabe duda que la chica estaba tan emocionada, que no se percataba al igual que yo del peligro al que nos enfrentábamos. Pero, si algo deseaba más que nada en esta vida, era poder besar esa boca que  me traía hace mucho enloquecido, así que moví mi muñeca y topé el acelerador. Por el retrovisor, un burlado motorizado, quien no logró ni memorizar mis placas. La chica se soltó de mi cintura y elevó sus brazos hacia el cielo en señal de triunfo, luego de varios metros, ella me dejó de nuevo sentir sus senos en mi espalda y me susurró al oído de nuevo. Creo que esto dijo.

_Te quiero besar ahora mismo.
_¿Ahora?
_¡Ahora!  -Dijo, casi gritando-.

Ya ella se había extraído el casco y me ayudaba con el mío. Por fin ya sin cascos, moví mi rostro hacía ella, quien me esperaba con una picara y excitada sonrisa en sus labios, labios tan deliciosos, esa fruta por mí por tanto tiempo deseada e imaginada más que solo en mis sueños. }
Nuestros labios se unieron, yo sentí como la miel se mezcló con mi saliva, la mejor mezcla jamás imaginada, mi sueño se hacía realidad, era tan bueno y delicioso que sentí que íbamos con rumbo hacia un divino cielo.

Efectivamente, hacía ya íbamos, de eso me di cuenta cuando mis ojos los abrí, primero vi su linda carita con sus ojos aun cerrados, en su rostro la satisfacción de haber disfrutado de una maravillosa caricia, un beso, uno mío. Pero esa deliciosa sensación que por mi cuerpo circulaba, se desvaneció mientras por el cielo viajábamos; al observar, abajo de nosotros los pedazos de mi moto y nuestros cuerpos a varios metros, destrozados. 

_¡Maldición! -pensé-.

Y antes de que ella reaccionara y abriera sus lindos ojos, de nuevo la besé, no permití que ella se diera cuenta de que estábamos muertos y viajando con rumbo hacia el cielo, pues eso creo, además, para donde podría ir, si a mi lado me acompañaba una linda pasajera a quien siempre desee y amé. Quién diría que en vida por ella perdí la cabeza y ahora que todo se hacía una realidad, por ella, perdía la vida.

Desde aquel fatídico día, cuando perdimos la vida, por ser un par de jóvenes que no miden las consecuencias y que creen serán eternos, con ella viajo por lugares increíbles, ella ignora que ya somos dos espíritus, que nuestros cuerpos en algún cementerio estarán descansando. Para ella, aquel viaje que iniciamos en mi motocicleta no tiene fin, ella me grita, acelera más y te daré mil besos más. 
Que lindo, ella cree que aún estamos viajando en la misma tarde de verano, a nuestros diecisiete años. Yo acelero más y más, jamás motocicleta habrá corrido a más velocidad que la mía, los lugares que hemos visitado, las autopistas que nos hemos devorado, son las más alocadas e increibles, ella cada que puede me besa con tanto amor, creo que ahora ya no es pasión... Es amor. 

Ya me he olvidado que no somos más que dos espíritus disfrutando de una eterna juventud, pues el tiempo por acá no avanza, seguimos iguales, creo que por allá abajo ya ni recuerdos somos. 
Me pregunto muchas veces mientras viajamos por autopistas largas y rectas, con paisajes hermosos a nuestro lado; al fondo, un sol y una luna, que al tiempo brillan para nosotros, la pregunta que me hago es...

¿No es esto mejor qué una vida corta? Con desilusiones y mentiras, fracasos y lo peor, la vejez. Con recuerdos que no nos dejan dejar el pasado allí, en el pasado. 
Para nosotros no hay pasado ni presente, mucho menos futuro, aquí no hay tiempo ni espacio. 
A veces viajamos por autopistas formadas por estrellas. Un día viajamos sobre una fugaz, fue maravilloso. 
Será maravilloso mientras ella no sepa que no somos más que dos almas vagando encaramados en nuestra arma mortal. 

Un día, este viaje terminará, seguro que sí, ese día ella lo sabrá todo, pues para eso creo que faltará mucho; pues, aunque ella no se ha dado cuenta, yo sí, veo por mi retrovisor cuando vienen por nosotros, pero cuando los veo yo acelero y ellos, se quedan burlados, pues a esta infernal máquina nada ni nadie le da alcance.









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