martes, 7 de marzo de 2017

Otra Oferta Indecorosa


Esa corista despertó el amor entre mis piernas, bailaba en un tubo, hacía tanta pirueta que me provocaba, cuando se me acercaba le colocaba un dolar, ella me sonreía y su busto a mi rostro me acercaba, eran enormes y se sentían muy firmes, luego con el dolar entre su abdomen y su biquini caminaba moviendo esa cola, con hilo dental entre sus nalgas, ella las movía de una manera que aumentaba el calor entre mis piernas, era un volcán al que se le acercaba el magma, ella regresaba a ese tubo, yo pensaba. 

- Quien fuera ese tubo para estar entre ese par de muslos.

 Unos fuertes, para lograr sostener esas ciento diez libras muy bien repartidas, a mi mesa se acercaban otras lindas chicas, pero para mí no había otra. 

_¡Quieres beber algo?

Me decían, yo respondía: Que sí. Se llevaban con ellas mi copa y tambien las ganas, regresaban con otra copa en la mano, la colocaban sobre mi mesa interponiéndose entre ella y yo, entre mis dedos otro dolar, pero nada más. Nunca supe si eran chicas bellas, seguro que sí, pero mis ojos le pertenecían a quien se equilibraba con las piernas en aquel tubo. 

Después de varias piruetas más, regresaba hacía mí, de las otras mesas todos levantaban sus dolares y los agitaban como si fueran pañuelos, pero ella los ignoraba, su mirada clavada en la mía, si que había algo entre nosotros, ella se inclinaba y sus pechos casi me rosaban los labios, yo con mi mano inquieta introducía otro dolar entre esas bellezas, a las que poco les faltaba para reventar el sujetador. 
Hacía movimientos sensuales sin alejar de mí su sensual mirada, aquello me excitaba, me provocaba, me invitaba, mientras el resto, mejor colocaban sus agitados dolares en los senos y nalgas de las otras, las mesoneras, quienes deseaban les pusiera un poco de mi atención, pero eso no era posible, para mí, en ese lugar, solo existía ella y de espectador para ella solo yo. 
Al terminar su rutina, se dirigía a su camerino, lugar en donde secaba el rico sudor mezclado con el mejor aroma, una loción para dama que un día le obsequié y que desde entonces no ha dejado de usar. 
Como en quince minutos, luego de que entró en su camerino, ella regresaba y a mi lado se sentaba, junto a mí ella bebía refrescos, jamás tomo licor, nunca la vi fumar, para ser un centro de perdición, ella era muy recatada. 
Todos en aquel lugar llegaban para verla hacer su numero, al igual que el dueño del bar que tambien se le notaba que por ella suspiraba, pero ella no mezclaba el placer con el trabajo, eso lo sacaba de quicio, pues ya se acostó con todas las que ahí trabajaban, hasta con quien hacía la limpieza, menos con mi bailarina, mi corista, ella nunca le permitió ni siquiera le diera un piropo, él jamás la corrió del bar, aunque ganas no le faltaron. Pero bien sabía que si él la despedía, su bar quebraría, así que se tragaba su orgullo, uno que a mí se me desbordaba del pecho por ser el único a quien ella le aceptaba le colocara dolares en su cintura y sus pechos, con quien únicamente ella se sentaba mientras le seguía el siguiente numero. Cada uno de ellos era una algarabía, era algo que todos esperaban con muchas ansias, para después de verla, desahogarse con quienes estaban por mí rondando. 

Un día llegó al bar un tipo, quien se sentó a mi lado, detrás de él, unos hombres de mal genio, enormes,  y en sus cinturas les brillaban sus calibre 45. 
Ella como cada noche de jueves a sábado, se llevaba todas las miradas y los aplausos, con ella tambien las miradas lujuriosas y deseosas. 
Quien a mi lado se acomodó, me dijo. 

_Linda chica. 

Yo, sin verle se lo agradecí, le dije. 

_Es la más bella y la mejor en ese tubo. 
_Eso sin duda. Te ofrezco un millón de dolares si me la consigues aunque sea una sola noche.

Eso me dijo, fue la única vez que algo me distrajo, eso a ella casi le cuesta su rutina; al ver que mis ojos se alejaron de ella. 

_Te hablo en serio, esa hermosa hembra se merece un tipo como yo, no una baratija como tú. _¡Oiga! mida sus palabras. 

Le dije molesto por el insulto; pero los tipos me colocaron sus toscas manos sobre mis hombros y sin esfuerzo me retornaron a mi asiento lo que provocó que ella cayera al suelo. No se lastimó, pero si se molestó, se acercó bailando como toda una profesional hasta donde me encontraba con ese extraño personaje a mi lado, ella al acercarse por el tradicional dolar, me dijo. 

_¿Pasa algo, estas bien? 

Mientras me decía aquello, él le colocó justo en la cola un billete de mil, ella al sentirlo lo tomó y de su diminuto biquini lo extrajo, al verlo se asombró al igual que yo, pero educadamente se lo devolvió. Él le dijo. 

_Es tuyo mi amor. 

Pero ella no lo aceptó y sobre su mesa lo colocó, quien le atendía, al ver el billete asombrada no le quitó la vista y con disimulo lo quiso tomar, como si fuera su propina, pero uno de los tipos robustos le dijo.

_¡Déjalo allí! Eso es de la dama. 
_Perdón, me equivoqué.
_Mejor te lárgate de aquí, en esta mesa se esta llevando a cabo un negocio muy importante. 

Mi chica hermosa, preguntó extrañada. 

_¿Un negocio? 

Y me vio a los ojos con profundo pesar, yo dije. 

_No te preocupes mi amor, el señor me ha hecho una extraña oferta por ti.
_¿Qué oferta? 

Dijo ella. Para entonces el público la demandó, para que siguiera con su show. Fue tanto el alboroto que el dueño del bar se acercó y preguntó. 

_¿Pasa alago señor? Y tú, vuelve a tu show, para eso te pago.

Quien estaba a mi lado, con ojos de lujuria y oliendo el perfume que quedó impregnado en aquel billete de alta denominación, le dijo al dueño del lugar.

_Usted no tiene porque hablarle asi a la señorita, mejor, por su bienestar y el de los que le tienen a reventar su bar, aléjese de aquí, ella ya no bailará más. 
_Ya escuchó al jefe. ¡Lárguese de aquí! 

El dueño del lugar se alejó con la cola entre las patas y subió al escenario; anunció a la otra corista. Quienes protestaban se callaron la boca, pues aquello no se veía bien para ellos, ni para nadie, quien llego a sustituirla, llegó nerviosa e inició su rutina, pero no era lo mismo, por más que se esmeró, jamás la igualó. 

_Señorita, por favor siéntese con nosotros, que a usted tambien le interesa nuestro negocio. 

Ella obedeció y con atención al tipo escuchó, este le repitió de nuevo a quien ella siempre veía cuando en el  tubo bailaba su rutina. 

_Le repito: Un millón de dolares por una noche con la dama, al final de cuentas, ella no es más que una pu...
 
No terminó la frase, pues una bofetada se lo impidió, ella indignada lo golpeó. Los guardaespaldas nada pudieron hacer y cuando reaccionaron, estos se pusieron pálidos y regresaron a su lugar. Quien recibía la oferta, le latía su corazón a mil, no por tanto dinero, sino por no saber que hacer. 

_¿Qué me dices, aceptas mi oferta? 

Con chequera en mano y llenando el cheque, ella vio a quien era su esposo, una vida de amor, pero tambien de pobrezas, estaban ante una enorme oportunidad, pero ella nunca tuvo a otro en su cama que no fuera a quien ahora la fortuna lo tentaba. Ella seguía callada sin emitir palabra alguna, sería porque estaba dispuesta a ceder o por saber que haría quien tanto amaba. 
Este tomó de un solo sorbo su trago, esta vez si fue licor, su mano le temblaba, regresó su copa sobre la mesa, mientras el millonario deseoso por la corista, le servía otro. Este, sin dudarlo de una se lo bebió. Mientras esto hacía; quien hacia la oferta sonreía, pues, se imaginaba haciéndole el amor a quien casi desnuda estaba sentada justo frente a él. 
Hubo un instante, en que solo hubo miradas, entre todos, uno veía al otro y el otro al otro, el que llegó con tremenda oferta, empezó a llenar el cheque, el cual debería de cobrar antes y luego la chica sería de él y para él por una noche entera. 
Las miradas seguían, ahora de todo el bar, parecía como si alguien jugaba a la ruleta rusa y estaba por llevarse un millón en fichas, lasa otras chicas se repetían: ¿Por qué no fui yo? El millonario libidinoso no esta nada mal, si me he acostado con otros borrachos horrendos con este sería ir directo a la gloria. 
El suspenso siguió cuando el millonario firmó el cheque, un silencio se apoderó de todo el lugar, uno que fue interrumpido por el sonido del cheque que se desprendía del talonario, en cámara lenta, este viajo de una mesa a la otra hasta que llegó frente al que era pobre esposo y enamorado de la más bella corista que nunca se vio jamás en aquel bulevar lleno de lujosos bares, donde habían las mujeres más bellas que hombre alguno nunca antes vio en otro lugar del planeta, todas dispuestas a entregar sus bellezas una noche por tremenda suma de dinero y hacer lo que al otro se le antojara. 
Frente a los ojos del chico, la fortuna y más allá, tambien enfrente de él, la mujer que tanto amaba, era una cuestión de ambición y de amor. 
Ellos se vieron y sus almas se hablaron, solo ellos saben de que hablaron, pero luego de unos breves segundos de platica entre dos seres que se aman y que han nacido uno para el otro, el chico tomó el cheque y en el lugar se escucharon risas, de regocijo, hubo aplausos, tambien aquello era una feria, tal cual, cuando quien juega le sale el numero ganador. 
A la chica le brotó una lágrima y por su mejía le rodó, pensó: Tendrá mi cuerpo, mi alma en esa noche levitará y se alejará de mi hermoso cuerpo y al día siguiente nos largaremos de aquí a iniciar una nueva vida, amándonos  hasta que Dios lo quiera. Esto pensaba la chica con la vista perdida, en el rostro de quien dio el cheque, la sonrisa de la satisfacción y no se diga, en la de sus protectores, quienes sabían muy bien, que lo que su jefe se proponía siempre lo conseguía. 

Pero mientras todo esto acontecía, la algarabía cambió y se escuchó un: ¡¡Ahhhh!! 
Pues, el chico tomó entre sus manos el cheque con la enorme fortuna y justo en la cara de quien lo compraba, este su cheque rompió por la mitad y por la cara se lo aventó, ante la mirada atónita de la concurrencia. Él se levantó, le extendió la mano a su amada, quien sonrió con satisfacción y se levantaron, él le colocó su saco y abrazados del lugar salieron. 
Mientras lo hacían, todos le abrían el paso, los veían unos con cara de como quien dice: ¡Qué estúpidos!, ¡qué idiotas!, pero tambien otros le daban una palmadita en la espalda a su compañera de trabajo y al chico tambien, como quien dice: ¡Bien hecho! pues el amor no tiene precio. 

Salieron del lugar, detrás de ellos, un muy molesto millonario, al cual, algunos aprovecharon para ofenderle, mientras sus guardaespaldas le abrían el paso a empujones, a este se le veía muy molesto mientras salía del bar, quien sabe y que llevaba en mente, pero si que iba muy enfadado. 

Al estar afuera del bar, este le gritó. 

_¡Oye! te doblo la oferta. 

Este se detuvo y se paró frente a él, le dijo.

 _Ni aunque me lo triplique, mi amor por ella no tiene precio, mejor busque otra a quien comprar. 

Este le respondió. 

_Yo la quiero a ella. 

Y el chico respondió. 

_¡Jamás la tendrás! tus millones nunca le darán lo que le da mi corazón. 

Se dio la vuelta y tomó a su esposa, se dirigieron hacia su auto, uno maltrecho y de modelo antiguo, pero quien no comprendía como era posible que no pudiera su dinero comprar lo que tanto deseaba; del cinto de uno de sus guardas, arrebató su arma y disparó contra el chico, pero la chica al ver lo que sucedía se interpuso ante el proyectil y su amado y entre sus bellos pechos entró el proyectil. 
Del bar todos salieron para ver que sucedía, al ver lo que pasaba, todos rodearon al millonario quien estaba ahora postrado ante la bella mujer, ella agonizante entre los brazos de su amado le repetía. 

_Sabía que no me venderías por nada. Te amo. 

Y murió. 

El chico grito desesperado, mirando hacia un cielo lindo y despejado; mientras que el millonario repetía.

_Quien tuvo que morir eras tu maldito. 

Y cuando quiso disparar contra quien lo desafió, el arma se trabó y la policía lo redujo al orden.

Seguro se pudrirá en prisión, lugar de donde sus millones no lo sacarán jamás. Pero el pobre chico, perdió la mayor fortuna que la vida le dio. 
No me refiero a los millones, sino al amor de su vida. 



                                       El Fin  





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