sábado, 27 de mayo de 2017

Entre Nostalgias y Sueños.


A quien no nos ha pasado cuando deseamos crecer, dejar de ser aquel niño que siempre pide permiso para salir a jugar con sus amigos y a quien no nos ha pasado cuando deseamos crecer aun más, cuando llegamos a una edad en la que tenemos la libertad, pero aun debemos escuchar las reprimendas de nuestros padres. 

Pero aun nuestras alas no son suficientemente fuertes para tomar vuelo y abandonar el nido que nos vio crecer. 

Por fin, llegó ese día cuando nuestras alas maduran y tienen la suficiente fuerza para volar hacia el horizonte y atraídos por la blanca luz del sol, tomamos altura y empezamos realmente a vivir.

Para ahora nada nos puede detener, al menos eso creemos, pero nos encontramos en nuestro camino con una enorme nube, que se le conoce como madurez, esta nos detiene el vuelo, nos ofrece un respiro, un descanso. 

Y al hacerlo nos obliga a meditar, al hacerlo nos percatamos que lo que hemos dejado atrás, entre rabietas e inconformidades era lo mejor de la vida. Que lo que ahora viene es una triste rutina. 

Al despertar de este letargo sobre aquella nube conocida como madurez, no encontramos con la siguiente que se llama nostalgia, una que nos enseña lo que dejamos atrás, el tiempo que no volverá y en ese instante, nos percatamos en lo que dejamos pasar, tiempo que se nos fue como cristalina agua entre las manos, a estas les llegó una fea sequía y nos encontramos con algunas arrugas.

Nos damos cuenta de que aquel tiempo que en su momento no llegamos a querer, hoy nos hace tanta falta que lo añoramos, tiempo que desperdiciamos. 

Extiendo mis alas otra vez, pero las siento algo pesadas, ya no son tan livianas, ya no son tan perfectas, como lo creí a penas ayer, ahora todo lo veo diferente y entre nostalgia y nostalgia, entre mi vida y la de los demás, entre el día y la noche, se me ha pasado la vida. 

Hoy que quiero reposar sin nada que me turbe ni me preocupe, ya no es posible, pues la nube de las penas y las preocupaciones se me echo encima. 

Agitó fuertemente mis alas para enfrentarlas o para superarlas, pero ya no tengo las fuerzas necesarias, me estoy cansando muy deprisa, se ha perdido la risa, mi corazón hoy se agita, mis pulmones ya no me hinchan el pecho, mis piernas flaquean, mi piel se arruga, mi cabello se cae, mi vista ya no es veinte veinte, el sol ya no brilla igual, ya no me atrae como lo hizo un día, a penas ayer.

Quien lo diría, sí me lo expusieron, pero me negué a escuchar, creí que eso a mi nunca me iba a pasar, que sí pasaría, pero que faltaría mucho tiempo, vanidad de juventud, inmadurez de adultez, inocencia de mi niñez, que en esa época creí y pensé que la vida sería eterna como lo era mi juventud.

Pero malvada realidad e inmisericorde tiempo de mi ahora se ríen, ayer era yo quien reía y lo hacía hasta con burla, pero el tiempo es sabio y me lo permitió, bien sabía que llegaría el día en que se cumpliría aquello que decía: Quien ríe al último, ríe mejor y más lo disfruta. 

Hoy que descanso sobre este desfiladero de la vejez quiero suspirar y disfrutar del aire fresco, pero ya ni eso puedo, que maldad. 

Quien lo diría, quien hoy me escucharía, pues veo a muchos como yo ayer y nadie se detiene a escuchar mi sabiduría, la experiencia acumulada que los años me dieron, los que yo coseché, a nadie le interesan hoy, los que me podrían escuchar ya descansan en paz. 

Solo estoy esperando mi ticket de ida, sé que será muy pronto, pues mis alas ya no me sostienen ni para planear, mis plumas ahora son escasas y mis huesos me titiritan, a los músculos los extraño. 

Miro hasta donde logro ver y la nostalgia me invade de nuevo, me digo: Que linda fue la vida, lástima que no la supe entender y esta me consumió. 

El sol en la distancia lo veo perecer por detrás de la que será su tumba, hermosa montaña que le servirá de morada mortuoria, con este atardecer me esta llegando el final, al llegar la noche nada podré hacer, nunca supe aprender a volar por la noche, si tan solo lo hubiera intentado.
Pero eso ni en sueños lo he logrado imaginar. 

La luz es tenue ya, en el horizonte comienzan a aparecer algunas titilantes luces que le darán inicio al nuevo escenario, me esponjo para alejar de mí la humedad, alejar el frío que arremete contra mis huesos, cierro mis ojos, pues ya me llegó la noche. Qué soñaré no lo sé. 

El ave soñó que le llegó un lindo amanecer, alzó sus alas y con fuerza las agitó, fuerza a ellas les sintió, que se animó y al precipicio se lanzó, cuando iba por en medio del acantilado, las extendió; ella se asustó, creyó que no lo lograría, pero cuando las desplegó, sintió a una fuerza que de abajo le llegó y esta fuerza invisible lo elevó por sobre todas las nubes por las que antes estuvo y al cielo azul y brillante se encontró. Pero en eso se asustó, pues toda aquella majestuosidad se le convirtió en una inmensa oscuridad. 
El ave sintió mucho miedo, pues el día de pronto se le hizo de noche, pero se repitió: Si esto es un sueño. Entonces agitó con fuerzas sus alas y se dirigió hacia la enorme oscuridad del cielo, en él, habían millones de soles que le atraían y hacia ellos con ilusión y emoción se dirigió. 

Y el ave se perdió entre la inmensa oscuridad del cielo y jamás ella al acantilado regresó.   



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