martes, 4 de julio de 2017

Amotinamiento (Crónica de una venganza)


La hora del almuerzo había llegado en el reclusorio para menores en conflicto con la ley ante la justicia y la sociedad, se escuchó en la bocina el sonido que les indicaba que pasaran a los comedores, algunos se encontraban en los campos de recreación, otros en los talleres de orientación, todos se hacían presentes de manera rápida al comedor pues, la hora de almuerzo se podría pasar y se quedarían sin sus alimentos, con forme pasaron por sus charolas se hicieron a las respectivas mesas, lugares afines a los miembros de sus pandillas, mientras que otros aún hacían cola para servirse, algunos veían con agrado en sus charolas el menú para el presente día, pero otros no, quizá los que eran mayores y estaban por llegar a la mayoría de edad o que ya eran y por algún motivo burocrático permanecían aún en este recinto de orientación para reinsertarlos a al sociedad como individuos de bien, estos últimos veían con desagrado los alimentos por estar aburridos del mismo menú, por tanto, después de la orden de uno de los líderes en descontento, se armó el amotinamiento, los guardias quienes eran insuficientes para el hacinamiento que ya era evidente en el lugar se dieron a la fuga para proteger su integridad, pues, a pesar de que eran menores de edad, algunos por no decir la mayoría, eran extremadamente peligrosos y sanguinarios, asesinos confesos, dispuestos a tomar rehenes que podrían ser asesinados cómo ya se hizo en otras ocasiones en amotinamientos anteriores. 
Durante el amotinamiento los pandilleros de una clika aprovecharon lo confuso de la ocasión para dar muerte a algunos miembros de la clika contraria. 
Las alarmas sonaron y los guardias que permanecían en las oficinas dieron la alerta a las autoridades externas, quienes de inmediato enviaron a los contingentes para estas eventualidades; anti-motines y otras fuerzas especializadas en estos amotinamientos. 

Los privados de libertad quemaron colchones y lo que fuere inflamable para crear más caos, a los alrededores del establecimiento, estaba copado de policías para evitar posibles fugas, pero esto no pudo ser contenido pues, algunos aprovecharon a instalarse en lugares estratégicos y muchos vieron la oportunidad para hacerse a la fuga, pocos lograron solventar satisfactoriamente su cometido, pero a varias cuadras del lugar fueron recapturados, engrilletados y reducidos al orden y conducidos a los tribunales correspondientes para deducir responsabilidades, otros menos afortunados o tal vez, utilizados para crear distracción fuero sacrificados por los más habilidosos y mafiosos y durante la fuga quedaron heridos de consideración, mientras que otros sí quedaron gravemente heridos. 
A unas cuadras a la redonda del lugar del amotinamiento, los familiares de los menores en conflicto legal con el estado, les gritaban a sus bebes, a sus niños que se calmaran y que obedecieran a las autoridades para que no fueran lastimados por los gases lacrimógenos y macanas utilizadas para restablecer el orden. Pero los malandros no escuchaban ni a sus familiares, estaban como lo que hasta ahora habían decidido ser: Personas Satánicas, otras, las minorías, eran victimas de lo que los más sanguinarios les obligaban a hacer para no hacerse acreedores de reprimendas entre sus mismos compañeros, me refiero a que, entre los chicos sí habían quienes deseaban salir de aquel infierno y reintegrarse a la sociedad como ciudadanos de bien, que por motivos que no vienen al caso por ser tema de otra historia se encontraban en aquella circunstancias de la vida y como decían algunos familiares; que si bien era cierto que habían cometido algún delito, tambien era cierto que tienen el derecho de ser protegidos y ayudados por las autoridades respectivas a recuperarse, salir del lugar como personas que han cumplido una condena, que han pagado una deuda que tenían con la sociedad y reintegrarse de nuevo a ella, que ahora deseaban ser lo que nunca debieron haber dejado de ser, niños y adolescentes dignos y propios de su edad. 
Al lugar tambien se hicieron presentes ambulancias, bomberos, procuradores de los derechos humanos, unos para llevar a los heridos a los hospitales respectivos, los otros para sofocar los incendios provocados por los reclusos y los otros para que se respetaran sus derechos y la integridad de sus vidas.

En el hospital más cercano, el director del nosocomio ponía sobre aviso a los médicos y paramédicos, para que se preparan a recibir a los privados de libertad heridos, esto creo una sicosis en el lugar para las personas honestas y honradas, personas de bien dentro de la sociedad, quienes ahora tendrían que compartir las emergencias con delincuentes, los cuales no se tentarían el alma para aprovechar cualquier descuido u ocasión para intentar de nuevo fugarse.

_¿Escuchó Dr. Flamingo!
_¿Qué Dr. Zope?
_Que tenemos una emergencia, se quedará para ayudarnos, son varios los que llegarán heridos y necesitamos de todo nuestro personal, pero por el tipo de pacientes es opcional.
_¿A qué se refiere, cuando me dice por el tipo de pacientes?
_A que son delincuentes amotinados en un reclusorio para menores.
_Vaya, vaya, pues la verdad, ahora voy entregando el turno y estoy agotado, pero creo que me quedaré para ayudar con la emergencia.
_Gracias Dr. Flamingo, Dios se lo pagará.
_Creo que ya lo está haciendo.

El Dr. Zope, se acercó al Dr. Díaz para contarle de la nobleza del médico y jefe de ellos, en ofrecerse a ayudarles en la emergencia, pero al escuchar esto el Dr. Orantes, les dice a sus compañeros.

_¿No fue al Dr. Flamingo que un pandillero le asesino a uno de sus hijos?
_Así es. dijo el Dr, Marroquín. Y Lilly, la enfermera agregó.
_Es muy noble de su parte, Dios le premiará sanar sus heridas un día por ser tan bondadoso con quienes le causaron tanto dolor. Aun puedo recordar el incidente. Cómo si fuere ayer.

Las sirenas se escucharon y los paramédicos entraron con los heridos sobre las camillas, para ahora el personal del hospital estaba en alerta y a la espera de los pandilleros heridos. 
El Dr. Flamingo pidió que se le asignaran los mayores, y además, pidió que se le asignaran la mayoría de jóvenes en conflicto con la ley. Esto asombró mucho más al resto del personal, pues, el Dr. Flamingo era un eminente médico muy querido y respetado en ese hospital, además era el jefe de todos los mencionados y asignados para la emergencia.

_Veamos qué tenemos aquí. Dijo el Dr. Flamingo, con una expresión especial en su rostro mientras observó las heridas del primer herido que atendió. Se colocó los guantes, para evitar contagios, y vio al rostro del tatuado y mal encarado joven.

_Te palparé la herida, dolerá un poco, es necesario para verificar la gravedad de tus heridas.
El pandillero asintió con la cara, en sus ojos se veía el odio para quienes lo estaban atendiendo y para todos aquellos que no fueran miembros de su amada clika.
El Dr. Flamingo manipuló la pierna del paciente y este no pudo evitar gritar por el dolor, pues lo que el galeno hacía, lo disfrutaba, el Dr. aplicaba una fuerza innecesaria al momento de realizar la manipulación que estaba por demás realizarla, pues era evidente que el joven tenía una fractura expuesta y que debía de pasar al quirófano para ser intervenido.

_Esto esta muy mal, yo diría jovencito, que está muy grave. 
Mientras que la eminencia en medicina decía esto, Aracely, otra de las enfermeras, lo veía con extrañeza, pues hasta ella sabía lo que procedía y que el procedimiento del médico no era el protocolario para estos casos, pero se hizo de la vista gorda, pues, él era su jefe y además comprendía porque el médico hacía aquello.

_Aracely, localíceme a los familiares de... Mouselo Picaporte.
_Si Dr. Aracely salió y gritó.
_¿Familiares de Mouselo Picaporte?
_Aquí señito, aquí, yo soy su madre. Dijo una señora, quien se le derramaban sus lágrimas.
_Y yo el padre.
_Acompáñenme por favor, el Dr. quiere hablar con ustedes.
_¿Es algo grave señorita?
_No sé señora, el Dr. le dará la información que usted requiere.
_Dr. ellos son los padres de Mousoleo.
_Señores, con mucho pesar les pido que me firmen esta forma de autorización, pues hay que amputar las piernas de su hijo y se debe hacer ya, o morirá.
_¡¡Nooo!! Gritó la madre del chico de diecisiete años y nueve meses de edad. 
Mientras la madre lloraba, el padre firmaba la forma, autorizando la amputación innecesaria de las piernas del pandillero. A este le siguieron: Amputación de brazos, de manos, mano y pierna, hasta extirpó unos ojos, dejando ciegos a un par.

Los compañeros del Dr. Flamingo, se acercaron al galeno e hicieron una rueda médica.

_Dr. Flamingo. ¡Esto no es correcto!... ¡Esto carece de ética y moral!... ¡Yo me opongo a esto!
_Colegas, están en todo su derecho y pueden retirarse si lo desean, pueden hacer que me arresten y que pierda mi licencia de médico, que me refundan en una carcel por el resto de mis días, pero esta oportunidad de vengar la muerte de mi hijo, nadie, me oyeron: ¡¡Nadie!! me la quitará... ¡¡Entendieron!! Hubo unos Drs. que solamente dieron la vuelta y se largaron de ahí, otros entendieron al Dr. Flamingo y se unieron a su empresa, pues era evidente que los que llegaron ese día al hospital no se reintegrarían a la vida normal, la maldad se les salía por los poros y quien quita y el día de mañana uno de ellos le quitaría la vida a alguno de sus familiares, un hijo, o perderían la vida hasta ellos mismos, cómo recien le sucedió al jefe y director del nosocomio, quien murió victima de una bala perdida a consecuencia de una balacera mientras estos mareros asaltaban e intentaban robar un auto; el galeno, amigo y jefe esa noche recién salía del hospital de salvar la vida de una joven mujer victima de otra lacra de estas, en otro lado de la ciudad.

Ese día de amotinamiento, en el hospital que atendió a los heridos, el 95% de los que llegaron por ayuda médica habían recibido un castigo que la ley y los Derechos Humanos no hubieran permitido que se les diera. 

Por lo menos, los delincuentes que llegaron ese día al hospital ya no podrán causarle daño a ninguna otra persona honrada y honesta de esa ciudad, en algún país ubicado en Latinoamérica.





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