jueves, 6 de julio de 2017

Un gran amigo (los mejores amigos)


El joven Dr. y estudiante de una especialidad llegó al hospital, luego de cambiarse se acercó a la estación de enfermeras.
-Buen día señoritas, ¿qué tenemos hoy?
-Buen día Dr., se ingresó de urgencia a un señor, el cual se lo asignaron a usted.
-Muy bien, gracias Zoilita.

El joven médico se dirigió a su ronda de pacientes, mientras iba revisando a sus pacientes, él se veía satisfecho, por el avance satisfactorio de la mayoría de sus pacientes, lamentablemente no el de otros pocos. 
El Dr. Heraldo, era un médico muy atinado en sus diagnósticos, algo que lo hacía tener mucho éxito en los tratamientos, de ello dependía la recuperación satisfactoria y rápida de sus pacientes, los cuales, le tenían mucho cariño y además, admiración, pues, para ser un médico tan joven era muy bueno.

-Buen día don Romilio, yo seré su médico tratante. Me llamo Heraldo Morán.
-Mucho gusto Doctorcito. Dijo Romilio en un tono despectivo, esto lo observó de inmediato el médico.
-No se preocupe, la juventud o la vejes no tienen que ver en lo eficiente que un galeno pueda ser.
-Eso so lo creerán otros, pero no yo. Seguramente ya me moriré y por eso lo han asignado a mi caso. ¿No es así?
-Jajaja, don Romilio, pues, eso no lo puedo decir hasta que no me entreguen unos análisis que le voy a ordenar. ¿Sabe algo don Romilio?, usted me recuerda mucho a un gran amigo de infancia.
-¿Te das cuenta muchacho lo baboso qué eres? ¿Cómo podríamos ser amigos de infancia? yo podría ser tu padre. Vaya Dr. que me habrá de atender, estoy fregado.
-Jajaja, no don Romilio. Bueno, usted no entiende, pero ya habrá tiempo para que se lo explique.
-Zoilita, estos son los laboratorio que quiero para el señor Romilio, por favor que los hagan lo más pronto posible, no porque este grave, sino para ver si así nos deshacemos de él rápido, antes de que nos contagie su mal humor a todos. Esto dijo el Dr. con sonrisa en los labios mientras salía para seguir con su ronda.
-Jajajajaja. No haga caso don Romilio el Dr. es muy juguetón y joven, pero es muy bueno.
-¡Va! pamplinas. Don Romilio cerró sus ojos, mientras que Zoilita hacía su trabajo que el médico ordenó.

Al día siguiente, el Dr. Heraldo en la estación de enfermería revisaba los resultados de don Romilio.
-¿Nada bueno Dr.?
-Nada alentador Zolilita. Es una pena.

El Dr. inició su recorrido, entregando el alta a unos pacientes, mientras que a otos les prescribía su nuevo tratamiento.
-Buen día don Romilio. ¿Cómo se siente?
-Muerto.
-Bueno, tiene sentido lo que dice, pues ya tengo sus resultados y algunos salieron alterados, nada que no se pueda solucionar.
-Pamplinas, yo sé que estoy muriendo. No venga a darme esperanzas, sea profesional y diga qué me encontró.
-Don Romilio, no le queda mucho tiempo, pero eso yo no lo puedo asegurar, solo Dios, yo haré todo lo posible para ayudarlo.
-Ahora si veo a un gran médico frente a mí. Haz lo que este en tus manos y esperemos a la voluntad de Dios. Pero, ¿puedes hacerme el favor de localizar a mi única familiar?
-Cuente con eso don Romilio. Proporcióneme los datos de su familiar por favor.
-Dime Romilio, al fin y al cabo, soy tu mejor amigo.
-Don... Digo Romilio, usted de casualidad no vivió, hará casi unos treinta años, por el este, justo en los residenciales, Don Jacinto...
-Justo en el 2298...
-Su casa era de color verde pálido...
-Sí, y tenía como vecino a un niño tremendo, ¿cómo era su nombre?...
-Creo que le decían Lalito...
-Lalo, ese era el nombre del condenado niño, mi mejor amigo. Aunque él nunca lo supo, pues al poco tiempo se fueron de ahí, se cambiaron, pues, sus padres se separaron, triste historia. Un momento. ¿Cómo es que sabes todo eso?
-¿No se lo imagina mi amigo?
-Tú. ¿tú eres ese condenado niño? ¿Me quieres decir que tú eres Lalito?
-Yo soy su peor pesadilla y usted el mejor amigo que pudo darme la vida. Yo soy ese Lalito.
-Jajajaja, Gracias Dios mío, por este obsequio al final de mis días. 

Los mejores amigos se abrazaron y las lágrimas de los tres se hicieron presentes, pues Zoilita siempre estuvo allí. Mientras los mejores amigos se fundían en un abrazo, Zoila dijo.
-Don Romilio, su mejor amigo, el Dr. Lalito, jejeje, siempre habla de usted, quien diría que era usted.
-Zoilita, por favor localícemos a esta señorita, nieta de Romilio.
-Ahora me pongo en esas Dr. Zoila salió de la habitación limpiando sus lágrimas y con la emoción y esperanzas de encontrar a la nieta de tan especial paciente.

A los cinco días, a la hora de visita, preguntó una linda chica por el señor Romilio Cámbara, fue atendida en recepción, la recepcionista tenía ordenes de hacerla seguir de inmediato cuando Silvia Cámbara se hiciera presente.

En los altavoces del hospital se solicitó la presencia del Dr. Heraldo, a quien ahora todos le decían Lalito. Este, cuando escuchó el llamado se hizo presente a la estación de enfermería, ahí le dijo una de las enfermeras.

-Dr. la nieta de su mejor amigo está con él.
-Gracias señorita, con permiso. El Dr. se dirigió hasta el cuarto de Romilio.
-Buenas tardes, con permiso.
-¡Ah! mira quien entró, mi mejor amigo. Lalito, ella es Silvia, mi nietecita, gracias por encontrarla.
-Mucho gusto señorita. Pero fue Zoilita quien hizo este trabajo.
-Dr.... ¿Lalito?...
-Es una larga historia, ya se la contaremos.
-¿Cómo esta mi padre?
-Siga acompañando a Romilio y luego usted y yo hablaremos. ¿le parece?
-Gracias Dr. ... 
-Dile amigo que estoy esperando el tiempo que Dios me regale para mi último viaje.
-Jajaja. Con su permiso. Luego hablamos Silvia. 
El Dr. Heraldo salió de la habitación y dejo la orden de que la señorita no se retirara sin haber hablado con él.

La visita terminó y Silvia salió, Zoila salió a su encuentro y le pidió que por favor esperara a que llegara el Dr., ella estuvo de acuerdo y espero, al rato el médico se acercó a Silvia.


-Silvia, por favor acompáñeme y nos tomamos un café. ¿Tiene tiempo?
-Claro que tengo tiempo, es mi abuelo, hacía mucho que no sabía nada de él, tengo que agradecerle el que me notificara. Pero ¿cómo está? 
-Mal, es cuestión de tiempo, el cual no le podría decir cuanto, pero creo que no es mucho.

Ambos ya en la cafetería, se acomodaron y hablaron por un buen rato del estado de salud de Romilio. Después, una vez que se controló, luego de saber la mala noticia. Silvia preguntó.
-Dr. ¿cómo es que mi abuelito y usted son amigos? No entiendo.
-Jajaja, su padre y yo nos conocimos hace mucho tiempo, fuimos vecinos, cuando su madre era una señorita y salió embarazada de usted, ella se marchó del vecindario, esto me lo contó mi madre, su padre quedó solo y muy triste, su tristeza y mal genio de alguna manera nos unió. 
Me refiero a qué, él era un cascarrabias y yo un travieso. ¿Has visto la historieta de Daniel el Travieso¿ ¿Puedo tutearte?
-Sí claro, ahora empiezo a entender.
-Creo que aún no Silvia. Yo era un niño tremendo, mis padres estaban en conflicto y a punto de separarse y tu abuelo, estaba sufriendo de una reciente ruptura familiar, así que de alguna manera eso nos unió, de ahí nació nuestra amistad, una muy especial; yo un jodido, cómo dice tu abuelo y él, otro más fregado, pues, me hizo tantas cosas, que claro me las merecía, pero mis travesuras y sus reprimendas nos unieron por muchos meses, el tiempo que duraron los problemas con mis padres hasta que se separaron y yo me mudé con mi madre. (Hubo un silencio, el Dr. sonreía) ¿Sabes que nunca le pude ganar una a Romilio?, yo lo fregaba, de eso me recuerdo bien, le destrozaba sus adoradas plantas, él me regañaba, creo que hasta me odiaba y luego me hacía algo que me avergonzaría, me hacía cosas de las cuales los niños de mi edad se burlaban de mí y tu abuelo lo disfrutaba, era claro que él no podía tocarme, pues, ¿te imaginas cómo son las leyes?, pero si que se divertía haciéndome cosas que luego me avergonzaban y me daban igual cólera que la que yo le daba a él. En otras palabras, éramos dos niños haciéndole picardías uno al otro; yo le dañaba algo que a él le doliera y luego él me hacía algo que a mí me avergonzaría y me causaría mucho más dolor, jajaja. Qué tiempos, los mejores de mi vida.
-Entiendo. Jajajaja. Ahora comprendo por qué dicen ser los mejores amigos. ¿Y qué pasó luego?
-Pues, lo mismo todos los días, has de cuenta la historia de: Daniel el Travieso, con la diferencia de que en esta nueva versión tambien yo sufría de las travesuras de un adulto. En eso se resume todo. 
Y, pues, tiempo después, sucedió lo que iba a suceder, mis padres se separaron y mi madre y yo dejamos el vecindario. Aún lo recuerdo, cómo si fue ayer, yo en la ventana trasera de la camioneta de mi madre diciendo adiós con la mano a mi mejor amigo y este observando desde su jardín con la tristeza en su rostro, sacando su lengua y haciendo monerías, yo reía y me repetía: Te extrañaré amigo.
En resumen, esa es nuestra historia y ahora me lo vengo a encontrar en este hospital y muriendo. Triste, ¿no crees?

Silvia tomó la mano del joven y atractivo médico sonriéndole y además agradeciéndole lo que hizo con su padre hace muchos años y por lo que hacía hoy por él, por haberlos unido, por regalarle los últimos días de vida al lado de un ser tan amado para los dos.

A pocas semanas de aquel día Romilio murió, él se marchó de esta vida feliz y agradecido con Dios, por haberle regresado el amor de su nieta y por reencontrarse con un grana migo.

En el entierro, ambos, nieta y mejor amigo, estuvieron juntos. Silvia le tomó la mano al Dr. y se la acarició con mucho amor. Meses después, se comprometieron.



                                    El Fin



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